Editorial ND, Nº35
Las elecciones: la hoja de parra de la dictadura
conjunta de grandes burgueses y terratenientes
Faltan pocos días para las elecciones. Las ofertas electorales se duplican. Cual candidato ofrece más que el otro y todos prometen solucionar los problemas fundamentales del país. Por otro lado, la protesta popular continúa creciendo. Esto ha llevado a tres de los cuatro candidatos presidenciales a proclamar la necesidad de una nueva constitución, cuestión que se puede alcanzar -señalan- mediante una “profunda” reforma de la actual o mediante una asamblea constituyente. Sin embargo no hay grandes matices entre ellos. Frente al ascenso de la lucha de masas, frente a la actual crisis imperialista, se impone la necesidad para las clases reaccionarias de reestructurar el Estado y reimpulsar el capitalismo burocrático. La cuestión es que en el campo enemigo no se pueden poner de acuerdo entre sus distintas facciones.
El viejo Estado ya no sirve y las masas mediante sus luchas van tomando conciencia de esta situación. Las elecciones pretenden legitimar al viejo Estado, intentando con ello reducir el impacto del desborde de la protesta popular e intentando, también vanamente, canalizar el descontento de las masas.
El problema más serio sin embargo, se produce en el campo popular, puesto que aún algunas corrientes vienen insistiendo en la validez de ’todas las formas de lucha’, o bien que participar de las elecciones no es necesariamente ni oportunista ni contrarrevolucionario. Esta última cuestión ye quedó de manifiesto en las elecciones municipales, pues en ellas se ve una disputa aparentemente más autónoma por el “poder local”. Otros se limitan a rechazarlas hoy sin negarlas de plano para un futuro cercano, albergan la ilusión que acumulando fuerza en los territorios, insertándose en el movimiento popular o como parte de él, llegado un punto, podrán formar parte de algún bloque electoral de “auténtica izquierda”, revolucionaria, que dispute el poder. La ilusión crece más aún al pensar que un eventual triunfo del candidato derechista producirá un realineamiento de las fuerzas políticas, en especial las de “izquierda” y con ello, una mayor radicalización de la situación política. Sin quererlo quizás se convertirán en la hoja de parra del viejo Estado.
Que el revisionismo de la camarilla Tellier-Carmona o Artés sostengan estas tesis no nos extraña. En el caso de la camarilla revisionista de Tellier la participación electoral sólo se hace viable en la medida que tengan algún grado de influencia, como la tienen, en el movimiento de masas. Esto último gracias a que han logrado mantener engañado a una parte del pueblo, ligando su estrategia electoral a una parte significativa del movimiento popular. No ocurre lo mismo con el sector que encabeza el presidenciable Eduardo Artés, pues no tiene mayor presencia entre las masas.
Lo nuevo ha sido que ciertas corrientes políticas, aparentemente más radicales, han comenzado a deslizar frases ambiguas respecto de las elecciones. Ya sea en los primeros o en este último caso, es claro que ha venido pesando la influencia que ejercen los social fascistas Chávez, Morales y Correa. Esto se traduce en la ilusión de que las elecciones pueden llegar a ser una alternativa para construir el socialismo. No negamos el hecho de que muchos creen honestamente en esta posibilidad, sin embargo, el camino al infierno está empedrado de buenas intenciones.
Es importante que los revolucionarios se desembaracen de toda conciliación con el oportunismo, con el revisionismo y con el electoralismo. En este sentido, las masas espontáneamente van más adelante que el movimiento revolucionario, cuestión que ha quedado de manifiesto en la baja inscripción en los registros electorales, la abstención, los nulos y blancos y quienes estando inscritos se ausentan el día de la votación sin justificarse. También las masas van más adelante en su lucha contra la opresión y explotación de la gran burguesía, de terratenientes y del propio imperialismo. Mientras aún nosotros nos encontramos rezagados.
Para que los revolucionarios y los comunistas se desembaracen de toda forma ideológica ajena a los intereses del proletariado y el pueblo hace falta impulsar una activa defensa y aplicación del marxismo. Esto implica estudio, investigación y sobre todo aplicación. Comprender el marxismo como una ciencia que ha sido desarrollada en todas sus partes integrantes. Leer, estudiar, aplicar a la actividad práctica y teórica y volver a teorizar para llevar la lucha revolucionaria hacia una etapa más alta es una de nuestars tareas.
Pero en las organizaciones revolucionarias, en los colectivos o en los compañeros que llevan adelante la lucha del pueblo o que buscan ligarse a él, existen muchos prejuicios que los llevan a rechazar la lucha ideológica considerándola inconducente, estéril y una pérdida de tiempo; una cuestión propia de intelectualillos que viven alejados del pueblo y se devanan los sesos discutiendo cuestiones “poco prácticas”.
En el lado opuesto se encuentran quienes esperan tenerlo todo claro en el papel, como si la cuestión de “ir a las masas” primero se resuelve teóricamente y de forma acabada, para luego ponerlo en práctica. Nada más equivocado. Los comunistas, en primer lugar, constituyen una parte del pueblo y para profundizar su ligazón con él están obligados a desenvolver tanto su actividad teórica como su actividad práctica en su seno. Son las propias masas las que enseñan a los comunistas cómo éstos tienen que educarlas. La línea de masas, el trabajo de masas no se pueden comprender sino en su aplicación. La línea política general no surge de individuos aislados de las masas, es justamente en la lucha de clases (económica, política y teórica) en donde la línea se logra desarrollar.
Los revolucionarios, los comunistas, si somos tales, no tememos equivocarnos, no tememos fracasar, pues sabemos que los avances se construyen de los errores y de los aciertos. Tampoco tememos que nos critiquen ni tememos autocriticarnos, pues son las masas a quienes servimos de todo corazón; con ellas todo, sin ellas nada.
El marxismo-leninismo-maoísmo y las formas de lucha
Uno de los problemas que las elecciones han puesto sobre la mesa es la utilidad de éstas para el camino de liberación del pueblo. Para resolver esto no basta la experiencia nacional, es necesario tomar en cuenta la experiencia internacional. Esto exige tomar como base ideológica el marxismo-leninismo-maoísmo, la ideología científica del proletariado, ideología de validez universal. Detengámonos un poco más en esto.
El proletariado es una clase internacional, lo que no es opuesto a que tenga manifestaciones nacionales. El desarrollo del capitalismo en imprialismo ha unido materialmente mediante a la clase la socialización de la producción y lo continúa haciendo. Esta es la base sobre la cual el comunismo se desenvuelve como movimiento internacional sin dejar de adecuarse a las condiciones particulares de cada país o región para impulsar la lucha de clases.
En este sentido, la historia de la lucha de clases del proletariado y la actuación de los comunistas en ella ha pasado por varias etapas. En éstas se han utilizado distintas formas de lucha de acuerdo a las circunstancias. En el caso de las elecciones y su empleo en la etapa del nacimiento y formación del movimiento comunista en Europa permitieron efectivamente la amplia difusión de las ideas de Marx y Engels. Fue tan así el crecimiento de la propaganda de dichas ideas en el seno del movimiento obrero y revolucionario entre 1848 y 1895 que Marx y Engels fueron advirtiendo, en distintos momentos, algunos peligros que se fueron presentando en el movimiento práctico. Entre ellos, al utilizar las elecciones terminar por adaptar o rebajar los contenidos de la organización revolucionaria a la legalidad producto del afán por alcanzar una mayor influencia entre las masas. Incluso advirtieron señeramente que las elecciones sólo determinaban quienes eran los que iban a explotar y oprimir al pueblo por determinado periodo de tiempo y que era riesgoso sembrar ilusiones respecto de ellas. A fines del siglo XIX el problema surge justamente en que al favorecer la amplitud de la difusión del socialismo, al decir de Lenin, se tendió a diluir el contenido revolucionario del marxismo y esto abrió paso a la influencia de corrientes ajenas a la clase. Es por ello que el revolucionario ruso denunciaba ya en ese entonces a los revisionistas (como Berstein) por querer convertir a Marx en un “adocenado liberal”.
Con Lenin, la participación en las elecciones sólo conformó un apéndice de la lucha. A menudo se olvida lo que él indicara, y es que en periodos de ascenso revolucionario de las masas, las elecciones, y las instituciones derivadas de ellas, más bien conforman un obstáculo a la lucha. De ello se desprende para esos momentos la táctica del boicot formulada por él, es decir, impedir por la fuerza la creación de dichas instituciones, que por su naturaleza de clase son esencialmente contrarrevolucionarias. Se olvida también mencionar que Lenin antes de 1914 validaba la lucha de guerrillas, e incluso defendió, como aplicable para Rusia, aquello que sentenciara Marx sobre la necesidad de que la revolución proletaria en Alemania se acompañara con una reedición de la guerra campesina. No se puede negar que tanto Lenin como los clásicos no rechazaron de plano ninguna forma de lucha, siempre y cuando estuvieran sujetas a un análisis materialista e histórico de las condiciones en que se debían emplear. Igualmente sabían que las elecciones tenían un límite y que por eso su importancia era relativa en el marco de la lucha revolucionaria de clases.
Con la primera guerra mundial el centro de la revolución se trasladaba a Rusia, rompiéndose en octubre de 1917 el eslabón más débil de la cadena de dominación imperialista. De este trascendental acontecimiento que da inicio, por una parte, a una nueva época, la de la revolución proletaria mundial, así como por otra implica un salto significativo en el desarrollo del movimiento comunista internacional. De este hecho se desprende la inutilidad de la táctica electoral. Pero insistamos en el hecho de que para Marx y para Lenin, las elecciones y la participación en instituciones de carácter burgués, jamás tuvo un rango estratégico; siempre fue un simple apéndice y ellos siempre alertaron sobre los peligros de su empleo.
La Revolución de Octubre de 1917 terminó de barrer con la táctica electoral, al mismo tiempo que pone en discusión el papel estratégico de la violencia revolucionaria para la conquista del poder y con ello, el establecimiento de la dictadura del proletariado. En la historia universal este hecho no es una trivialidad y de él justamente se desprende la caducidad de las elecciones y del cretinismo parlamentario, cuestiones que sólo se comprobarán ampliamente con la guerra popular y el triunfo de la revolución de Nueva Democracia en China. Pero no solamente ahí, a lo largo del gran parte del siglo XX y en lo transcurrido del presente, en ningún país las elecciones, los parlamentos (constituyentes o no) y las distintas instituciones burguesas creadas para todos estos efectos han logrado lo que las luchas armadas alcanzaron en la resistencia contra el nazifascismo en Europa. Lo mismo con respecto a las luchas armadas contra la ofensiva del imperialismo japonés en Asia, o también la lucha anti-colonial en Africa. La lucha armada en Vietnam o en Argelia fueron determinantes para la liberación de estos pueblos. En América Latina ha sido a través de la violencia que se alcanzó la emancipación de España, tampoco se puede negar el impacto causado por la revolución cubana y más aún en el presente, la guerra popular en Perú e India y también las resistencias armadas contra la ocupación yanqui en Iraq e Iran.
Todos estos hechos confirman el papel estratégico de la violencia revolucionaria y la invalidez de la táctica electoral. Gran parte de estas heroicas luchas fueron y están siendo dirigidas por comunistas.
Reconocer todo esto, implica indudablemente, dar cuenta del riesgo de capitulación frente al enemigo, tal como ha ocurrido en Nepal. Este riesgo forma parte de los peligros que entraña la lucha de clases en general, pues las clases burguesas y feudales tienden a capitular frente a las fuerzas de ocupación, pues su temor es mayor hacia las masas. Peligro que también en particular, se expresa en el revisionismo por la influencia que puede llegar a alcanzar en las organizaciones y partidos comunistas, sobre todo cuando éstos no han logrado barrerlo completamente de sus filas. Muchas de las luchas armadas llevadas adelante con éxito, justamente pues lograron ligarse a las masas, no fueron derrotadas militarmente. Fueron algunos de sus dirigentes los que capitularon traicionando de esta forma a las masas. En otros casos negando la situación revolucionaria no fueron capaces de desligarse de la táctica electoral e iniciar guerras populares. O peor aún, en algunos casos cuando iniciaron luchas armadas, las vieron como una cuestión táctica para presionar negociaciones e incorporarse al viejo Estado. En gran parte de América Latina esto se manifestó en el desarrollo del revisionismo armado.
Ahora, ¿por qué algunos insisten en la táctica electoral como forma de lucha válida para el presente? Esto ocurre por la influencia de la burguesía en el seno del pueblo. Es el absoluto rechazo al papel que efectivamente juegan las masas en la historia como hacedoras de ésta. El revisionismo pretende hacer coincidir sus intereses oportunistas con los intereses fundamentales de las masas. Para el oportunismo, el revisionismo y el capitulacionismo, el periodo de preparación de las fuerzas para una gran batalla lo terminan interpretando como de renuncia a ésta.
La ausencia durante décadas de un auténtico Partido Comunista, ha facilitado la influencia del revisionismo en los distintos círculos revolucionarios. Al decir un auténtico Partido Comunista estamos señalando que posea una ideología proletaria, un programa y una línea política general. La ausencia entonces de un Partido Comunista, sumado a la influencia del revisionismo y del oportunismo (en especial aquel desarrollado recientemente en América Latina de la mano de Chávez, Morales y Correa), ha llevado a la formulación de teorías erróneas acerca del papel del partido proletario viendo en éste todo lo hecho por el partido revisionista. Profundizando la confusión, esto ha llevado a negar la necesidad de volver a constituir un Partido Comunista. Y lo peor es que se ha querido presentar como marxismo-leninismo las aberraciones oportunistas que han enarbolado los portaestandartes del revisionismo en Chile, negando también con esto la necesidad de la ideología científica de la clase: el marxismo-leninismo-maoísmo. En lugar de un trabajo sistemático para comprender la ideología científica, han predominado el escepticismo, los estereotipos, los estigmas, los prejuicios, la charlatanería, la ignorancia y el statu quo disfrazado de unidad. Todas actitudes o tendencias que en nada contribuyen a un debate franco y abierto para construir, en base a principios, una férrea unidad entre revolucionarios pero sobretodo con el pueblo. Es por ello que llamamos a estudiar y discutir la Propuesta de Programa para un Gobierno de Nueva Democracia publicado en nuestras páginas.
La táctica electoral es contrarrevolucionaria, en la actualidad forma parte de la agenda de los distintos imperialismos (yanqui, europeo, japonés, ruso, chino, etc.). La ambigüedad respecto de ella resulta igualmente criminal. Llamamos a proseguir e incrementar las acciones de la Campaña anti-electoral como parte de los preparativos para iniciar la guerra popular. No basta criticar las elecciones y sus candidatos, junto con luchar contra ellos, debemos denunciar su carácter contrarrevolucionario en el seno de las masas, organizándolas, movilizándolas y politizándolas.
Las elecciones: la hoja de parra de la dictadura
conjunta de grandes burgueses y terratenientes
Faltan pocos días para las elecciones. Las ofertas electorales se duplican. Cual candidato ofrece más que el otro y todos prometen solucionar los problemas fundamentales del país. Por otro lado, la protesta popular continúa creciendo. Esto ha llevado a tres de los cuatro candidatos presidenciales a proclamar la necesidad de una nueva constitución, cuestión que se puede alcanzar -señalan- mediante una “profunda” reforma de la actual o mediante una asamblea constituyente. Sin embargo no hay grandes matices entre ellos. Frente al ascenso de la lucha de masas, frente a la actual crisis imperialista, se impone la necesidad para las clases reaccionarias de reestructurar el Estado y reimpulsar el capitalismo burocrático. La cuestión es que en el campo enemigo no se pueden poner de acuerdo entre sus distintas facciones.
El viejo Estado ya no sirve y las masas mediante sus luchas van tomando conciencia de esta situación. Las elecciones pretenden legitimar al viejo Estado, intentando con ello reducir el impacto del desborde de la protesta popular e intentando, también vanamente, canalizar el descontento de las masas.
El problema más serio sin embargo, se produce en el campo popular, puesto que aún algunas corrientes vienen insistiendo en la validez de ’todas las formas de lucha’, o bien que participar de las elecciones no es necesariamente ni oportunista ni contrarrevolucionario. Esta última cuestión ye quedó de manifiesto en las elecciones municipales, pues en ellas se ve una disputa aparentemente más autónoma por el “poder local”. Otros se limitan a rechazarlas hoy sin negarlas de plano para un futuro cercano, albergan la ilusión que acumulando fuerza en los territorios, insertándose en el movimiento popular o como parte de él, llegado un punto, podrán formar parte de algún bloque electoral de “auténtica izquierda”, revolucionaria, que dispute el poder. La ilusión crece más aún al pensar que un eventual triunfo del candidato derechista producirá un realineamiento de las fuerzas políticas, en especial las de “izquierda” y con ello, una mayor radicalización de la situación política. Sin quererlo quizás se convertirán en la hoja de parra del viejo Estado.
Que el revisionismo de la camarilla Tellier-Carmona o Artés sostengan estas tesis no nos extraña. En el caso de la camarilla revisionista de Tellier la participación electoral sólo se hace viable en la medida que tengan algún grado de influencia, como la tienen, en el movimiento de masas. Esto último gracias a que han logrado mantener engañado a una parte del pueblo, ligando su estrategia electoral a una parte significativa del movimiento popular. No ocurre lo mismo con el sector que encabeza el presidenciable Eduardo Artés, pues no tiene mayor presencia entre las masas.
Lo nuevo ha sido que ciertas corrientes políticas, aparentemente más radicales, han comenzado a deslizar frases ambiguas respecto de las elecciones. Ya sea en los primeros o en este último caso, es claro que ha venido pesando la influencia que ejercen los social fascistas Chávez, Morales y Correa. Esto se traduce en la ilusión de que las elecciones pueden llegar a ser una alternativa para construir el socialismo. No negamos el hecho de que muchos creen honestamente en esta posibilidad, sin embargo, el camino al infierno está empedrado de buenas intenciones.
Es importante que los revolucionarios se desembaracen de toda conciliación con el oportunismo, con el revisionismo y con el electoralismo. En este sentido, las masas espontáneamente van más adelante que el movimiento revolucionario, cuestión que ha quedado de manifiesto en la baja inscripción en los registros electorales, la abstención, los nulos y blancos y quienes estando inscritos se ausentan el día de la votación sin justificarse. También las masas van más adelante en su lucha contra la opresión y explotación de la gran burguesía, de terratenientes y del propio imperialismo. Mientras aún nosotros nos encontramos rezagados.
Para que los revolucionarios y los comunistas se desembaracen de toda forma ideológica ajena a los intereses del proletariado y el pueblo hace falta impulsar una activa defensa y aplicación del marxismo. Esto implica estudio, investigación y sobre todo aplicación. Comprender el marxismo como una ciencia que ha sido desarrollada en todas sus partes integrantes. Leer, estudiar, aplicar a la actividad práctica y teórica y volver a teorizar para llevar la lucha revolucionaria hacia una etapa más alta es una de nuestars tareas.
Pero en las organizaciones revolucionarias, en los colectivos o en los compañeros que llevan adelante la lucha del pueblo o que buscan ligarse a él, existen muchos prejuicios que los llevan a rechazar la lucha ideológica considerándola inconducente, estéril y una pérdida de tiempo; una cuestión propia de intelectualillos que viven alejados del pueblo y se devanan los sesos discutiendo cuestiones “poco prácticas”.
En el lado opuesto se encuentran quienes esperan tenerlo todo claro en el papel, como si la cuestión de “ir a las masas” primero se resuelve teóricamente y de forma acabada, para luego ponerlo en práctica. Nada más equivocado. Los comunistas, en primer lugar, constituyen una parte del pueblo y para profundizar su ligazón con él están obligados a desenvolver tanto su actividad teórica como su actividad práctica en su seno. Son las propias masas las que enseñan a los comunistas cómo éstos tienen que educarlas. La línea de masas, el trabajo de masas no se pueden comprender sino en su aplicación. La línea política general no surge de individuos aislados de las masas, es justamente en la lucha de clases (económica, política y teórica) en donde la línea se logra desarrollar.
Los revolucionarios, los comunistas, si somos tales, no tememos equivocarnos, no tememos fracasar, pues sabemos que los avances se construyen de los errores y de los aciertos. Tampoco tememos que nos critiquen ni tememos autocriticarnos, pues son las masas a quienes servimos de todo corazón; con ellas todo, sin ellas nada.
El marxismo-leninismo-maoísmo y las formas de lucha
Uno de los problemas que las elecciones han puesto sobre la mesa es la utilidad de éstas para el camino de liberación del pueblo. Para resolver esto no basta la experiencia nacional, es necesario tomar en cuenta la experiencia internacional. Esto exige tomar como base ideológica el marxismo-leninismo-maoísmo, la ideología científica del proletariado, ideología de validez universal. Detengámonos un poco más en esto.
El proletariado es una clase internacional, lo que no es opuesto a que tenga manifestaciones nacionales. El desarrollo del capitalismo en imprialismo ha unido materialmente mediante a la clase la socialización de la producción y lo continúa haciendo. Esta es la base sobre la cual el comunismo se desenvuelve como movimiento internacional sin dejar de adecuarse a las condiciones particulares de cada país o región para impulsar la lucha de clases.
En este sentido, la historia de la lucha de clases del proletariado y la actuación de los comunistas en ella ha pasado por varias etapas. En éstas se han utilizado distintas formas de lucha de acuerdo a las circunstancias. En el caso de las elecciones y su empleo en la etapa del nacimiento y formación del movimiento comunista en Europa permitieron efectivamente la amplia difusión de las ideas de Marx y Engels. Fue tan así el crecimiento de la propaganda de dichas ideas en el seno del movimiento obrero y revolucionario entre 1848 y 1895 que Marx y Engels fueron advirtiendo, en distintos momentos, algunos peligros que se fueron presentando en el movimiento práctico. Entre ellos, al utilizar las elecciones terminar por adaptar o rebajar los contenidos de la organización revolucionaria a la legalidad producto del afán por alcanzar una mayor influencia entre las masas. Incluso advirtieron señeramente que las elecciones sólo determinaban quienes eran los que iban a explotar y oprimir al pueblo por determinado periodo de tiempo y que era riesgoso sembrar ilusiones respecto de ellas. A fines del siglo XIX el problema surge justamente en que al favorecer la amplitud de la difusión del socialismo, al decir de Lenin, se tendió a diluir el contenido revolucionario del marxismo y esto abrió paso a la influencia de corrientes ajenas a la clase. Es por ello que el revolucionario ruso denunciaba ya en ese entonces a los revisionistas (como Berstein) por querer convertir a Marx en un “adocenado liberal”.
Con Lenin, la participación en las elecciones sólo conformó un apéndice de la lucha. A menudo se olvida lo que él indicara, y es que en periodos de ascenso revolucionario de las masas, las elecciones, y las instituciones derivadas de ellas, más bien conforman un obstáculo a la lucha. De ello se desprende para esos momentos la táctica del boicot formulada por él, es decir, impedir por la fuerza la creación de dichas instituciones, que por su naturaleza de clase son esencialmente contrarrevolucionarias. Se olvida también mencionar que Lenin antes de 1914 validaba la lucha de guerrillas, e incluso defendió, como aplicable para Rusia, aquello que sentenciara Marx sobre la necesidad de que la revolución proletaria en Alemania se acompañara con una reedición de la guerra campesina. No se puede negar que tanto Lenin como los clásicos no rechazaron de plano ninguna forma de lucha, siempre y cuando estuvieran sujetas a un análisis materialista e histórico de las condiciones en que se debían emplear. Igualmente sabían que las elecciones tenían un límite y que por eso su importancia era relativa en el marco de la lucha revolucionaria de clases.
Con la primera guerra mundial el centro de la revolución se trasladaba a Rusia, rompiéndose en octubre de 1917 el eslabón más débil de la cadena de dominación imperialista. De este trascendental acontecimiento que da inicio, por una parte, a una nueva época, la de la revolución proletaria mundial, así como por otra implica un salto significativo en el desarrollo del movimiento comunista internacional. De este hecho se desprende la inutilidad de la táctica electoral. Pero insistamos en el hecho de que para Marx y para Lenin, las elecciones y la participación en instituciones de carácter burgués, jamás tuvo un rango estratégico; siempre fue un simple apéndice y ellos siempre alertaron sobre los peligros de su empleo.
La Revolución de Octubre de 1917 terminó de barrer con la táctica electoral, al mismo tiempo que pone en discusión el papel estratégico de la violencia revolucionaria para la conquista del poder y con ello, el establecimiento de la dictadura del proletariado. En la historia universal este hecho no es una trivialidad y de él justamente se desprende la caducidad de las elecciones y del cretinismo parlamentario, cuestiones que sólo se comprobarán ampliamente con la guerra popular y el triunfo de la revolución de Nueva Democracia en China. Pero no solamente ahí, a lo largo del gran parte del siglo XX y en lo transcurrido del presente, en ningún país las elecciones, los parlamentos (constituyentes o no) y las distintas instituciones burguesas creadas para todos estos efectos han logrado lo que las luchas armadas alcanzaron en la resistencia contra el nazifascismo en Europa. Lo mismo con respecto a las luchas armadas contra la ofensiva del imperialismo japonés en Asia, o también la lucha anti-colonial en Africa. La lucha armada en Vietnam o en Argelia fueron determinantes para la liberación de estos pueblos. En América Latina ha sido a través de la violencia que se alcanzó la emancipación de España, tampoco se puede negar el impacto causado por la revolución cubana y más aún en el presente, la guerra popular en Perú e India y también las resistencias armadas contra la ocupación yanqui en Iraq e Iran.
Todos estos hechos confirman el papel estratégico de la violencia revolucionaria y la invalidez de la táctica electoral. Gran parte de estas heroicas luchas fueron y están siendo dirigidas por comunistas.
Reconocer todo esto, implica indudablemente, dar cuenta del riesgo de capitulación frente al enemigo, tal como ha ocurrido en Nepal. Este riesgo forma parte de los peligros que entraña la lucha de clases en general, pues las clases burguesas y feudales tienden a capitular frente a las fuerzas de ocupación, pues su temor es mayor hacia las masas. Peligro que también en particular, se expresa en el revisionismo por la influencia que puede llegar a alcanzar en las organizaciones y partidos comunistas, sobre todo cuando éstos no han logrado barrerlo completamente de sus filas. Muchas de las luchas armadas llevadas adelante con éxito, justamente pues lograron ligarse a las masas, no fueron derrotadas militarmente. Fueron algunos de sus dirigentes los que capitularon traicionando de esta forma a las masas. En otros casos negando la situación revolucionaria no fueron capaces de desligarse de la táctica electoral e iniciar guerras populares. O peor aún, en algunos casos cuando iniciaron luchas armadas, las vieron como una cuestión táctica para presionar negociaciones e incorporarse al viejo Estado. En gran parte de América Latina esto se manifestó en el desarrollo del revisionismo armado.
Ahora, ¿por qué algunos insisten en la táctica electoral como forma de lucha válida para el presente? Esto ocurre por la influencia de la burguesía en el seno del pueblo. Es el absoluto rechazo al papel que efectivamente juegan las masas en la historia como hacedoras de ésta. El revisionismo pretende hacer coincidir sus intereses oportunistas con los intereses fundamentales de las masas. Para el oportunismo, el revisionismo y el capitulacionismo, el periodo de preparación de las fuerzas para una gran batalla lo terminan interpretando como de renuncia a ésta.
La ausencia durante décadas de un auténtico Partido Comunista, ha facilitado la influencia del revisionismo en los distintos círculos revolucionarios. Al decir un auténtico Partido Comunista estamos señalando que posea una ideología proletaria, un programa y una línea política general. La ausencia entonces de un Partido Comunista, sumado a la influencia del revisionismo y del oportunismo (en especial aquel desarrollado recientemente en América Latina de la mano de Chávez, Morales y Correa), ha llevado a la formulación de teorías erróneas acerca del papel del partido proletario viendo en éste todo lo hecho por el partido revisionista. Profundizando la confusión, esto ha llevado a negar la necesidad de volver a constituir un Partido Comunista. Y lo peor es que se ha querido presentar como marxismo-leninismo las aberraciones oportunistas que han enarbolado los portaestandartes del revisionismo en Chile, negando también con esto la necesidad de la ideología científica de la clase: el marxismo-leninismo-maoísmo. En lugar de un trabajo sistemático para comprender la ideología científica, han predominado el escepticismo, los estereotipos, los estigmas, los prejuicios, la charlatanería, la ignorancia y el statu quo disfrazado de unidad. Todas actitudes o tendencias que en nada contribuyen a un debate franco y abierto para construir, en base a principios, una férrea unidad entre revolucionarios pero sobretodo con el pueblo. Es por ello que llamamos a estudiar y discutir la Propuesta de Programa para un Gobierno de Nueva Democracia publicado en nuestras páginas.
La táctica electoral es contrarrevolucionaria, en la actualidad forma parte de la agenda de los distintos imperialismos (yanqui, europeo, japonés, ruso, chino, etc.). La ambigüedad respecto de ella resulta igualmente criminal. Llamamos a proseguir e incrementar las acciones de la Campaña anti-electoral como parte de los preparativos para iniciar la guerra popular. No basta criticar las elecciones y sus candidatos, junto con luchar contra ellos, debemos denunciar su carácter contrarrevolucionario en el seno de las masas, organizándolas, movilizándolas y politizándolas.