“De la Sublevación en los Banlieues a la Revolución Proletaria”
(París,
Abril de 2006)
Nota - Los días 29
y 30 de abril de 2006 la revistas marxistas-marxistas-leninistas- maoístas "La
Nuova Bandiera" (La Nueva Bandera) de Italia y "Drapeau Rouge" (Bandera Roja) de Francia organizaron en París (Francia), con
el apoyo del Socorro Rojo (Francia) y Red Block (Italia), un Encuentro Internacional bajo el título “De
la Sublevación en los Banlieues a la Revolución Proletaria”.
Ofrecemos a
continuación la intervención de “La Nueva Bandera”- Partido Comunista maoísta
de Italia en este Encuentro Internacional, extraído del blog de los camaradas
italianos de Proletari
Comunisti - Partido Comunista maoísta - Italia y que por su excepcional
interés y análisis sobre la lucha de la juventud proletaria y la construcción
de partidos marxistas-leninistas-maoístas en los países imperialistas Gran
Marcha Hacia el Comunismo ha traducido al español:
DE LA SUBLEVACIÓN EN ´LOS BANLIEUES A LA REVOLUCIÓN PROLETARIA
Intervención de “La Nueva Bandera”-Partido Comunista maoísta de
Italia en el Encuentro Internacional celebrado en París (Abril 2006)
Los 25.000 policías desplazados a los suburbios en la noche del
31 de Diciembre de 2005 en defensa del orden y la seguridad contra la posible reanudación
de la sublevación, ofrecieron una
elocuente imagen de lo que la rebelión ha representado para Francia y los
países imperialistas en general. El ostentoso espectáculo de fuerza por parte
del Estado francés fue paradójicamente una flagrante demostración de debilidad.
La burguesía francesa y su Estado fueron incapaces de asegurar un Año Nuevo más
normal a los 500 mil que atestaban los Campos Elíseos excepto a costa de un
nivel de militarización similar a un Estado de guerra.
En todos los países imperialistas, incluso aquellos ligeramente
tocados por el contagio francés –Bélgica, Alemania, Holanda, Dinamarca, España,
Grecia, Inglaterra, Suiza, Suecia- el temor de la burguesía fue tan grande que
los gobiernos adoptaron medidas, en términos de desplazar fuerzas, como si en
realidad se hubiese producido una insurrección.
Incluso la enumeración de los coches quemados resultó bastante
grotesca: primero se dijo que fueron la muestra de mero vandalismo y
gamberrismo por la “escoria” de banlieues, sin conciencia política, sin
objetivo y, en definitiva, sin razón; pero más tarde la fuerza completa de la
policía es desplazada y la efectividad militar y política, el grado de tensión
del sistema político institucional ha sido evaluado a través de contar el
número de coches quemados. Los comentarios del día después de Año Nuevo han
hablado, de hecho, de que “se libraron por poco”, contando el número
relativamente bajo de coches quemados, incluso aunque hubiese cien más que en
el Año Nuevo anterior.
Recordando a Marx, se podría decir que cuando el mínimo crujido
y fermento social, cualquier episodio anormal, cualquier mínimo suceso es percibido por la burguesía como un peligro,
entonces realmente cualquier episodio único se convierte en un
peligro.
Para temor de la burguesía resultaron el orgullo y fuerza del
joven proletario rebelde Muhittin, el muchacho que sobrevivió a la trágica
noche del 27 de octubre cuando Bouna y Zyaed perdieron sus vidas, quien
declaró: “Ahora mis amigos piensan que soy un héroe, que me convertí en un
líder. Pero sólo soy un crío”. Y hablando del día de Fin de Año afirmó: “Es
verdad, conozco gente que se prepara para pegarse con la policía”. ¿Cómo pueden
pensar que veinticinco mil policías pueden borrar y sofocar todo este odio?
En los infames tribunales de la burguesía, en particular en Bobigny, decenas de
jóvenes implicados en la sublevación han sido juzgados y sentenciados. Más de
cinco mil han sido detenidos y más del doble encausados y procesados.
La lógica de estos tribunales ha sido la propia de un “tribunal militar” donde ni tan siquiera
buscaron “pruebas”, sino que utilizaron los informes policiales como “pruebas”.
Pero incluso aquí, aunque el Estado trató de mostrar un rostro
feroz, ciertamente no encontraron ni temor ni arrepentimiento de los jóvenes.
Esos juicios se asemejaron a todos los juicios en contra de rebeliones de
masas, impregnados de terror y venganza, con rituales que debían desarrollarse
conforme a la ley, pero que se convirtieron en un tipo de “exorcismo”.
Desde la Comuna de París hasta la Francia actual, estos
acontecimientos siempre reviven la
memoria histórica: a la burguesía le gustaría la “paz de los cementerios” para
enterrar ejemplos de rebelión y transformación social. Pero París no es apropiada para esto, incluso el Cementerio
Pere Lachaise, con las tumbas de muchos Comuneros, comunistas, combatientes y
guerrilleros de la liberación, es la memoria de la revolución que alimenta la
revolución.
La verdad es que en París y en Francia apareció un nuevo fantasma:
la juventud proletaria Comienza a estar presente en todas las ciudades
importantes europeas y perturba los sueños y la seguridad de la burguesía. La
nueva juventud proletaria, hijos de proletarios, de los barrios proletarios, se
ha rebelado. No es la primera vez. La furia y odio eran y son permanentes y
latentes, pero en esta ocasión se rebelaron en todas partes, en todos los
banlieues de París y las ciudades francesas y donde existen las mismas
condiciones, y no se rebelaron, no obstante ellos se reconocieron en la
rebelión, e hicieron la rebelión que fuera más fuerte y aguda, exponiendo ante
los ojos de toda Francia y de los países imperialistas de Europa su naturaleza
de clase. Cada uno de los argumentos
empleados por los gobernantes, políticos e intelectuales para explicar,
y a veces justificar, la rebelión, demostraron su naturaleza global. Periodistas
sorprendidos, sociólogos sobresaturados, miembros de la “izquierda oficial”,
cuanto más se estrujaban los sesos para dar una “explicación real”, una y otra
vez cada una de las explicaciones ofrecía una razón más para la rebelión y
dejar aún más claro que incluso el carácter general de clase de la sociedad
clasista en contra de la cual se desarrolló la sublevación, era exactamente lo
que cada una de las “verdaderas explicaciones” trataba de ocultar. Es la
rebelión de la juventud proletaria
francesa, de las capas más precarias en los suburbios proletarios, donde las
fábricas en algunos casos se funden con el barrio. En Aulnay Sous-Bois, el
corazón de la rebelión, es donde se encuentra la Citroen, con 7.000 obreros. En
resumen, pensando en este barrio, se puede decir que el problema de la
burguesía no son los coches quemados, sino los obreros que los fabrican y sus
hijos. Cierto, se ha hablado de los hijos del proletariado. Frecuentemente de
forma incorrecta, para hacer hincapié que el proletariado adulto sería
contrario a la rebelión, que estaría de parte del sistema, integrado en él.
Pero fue un fraude y una decepción. Los jóvenes proletarios han expresado de
una forma radical el interés de su clase y se han rebelado contra la pasividad
impuesta por la clase dominante, en todas sus ramificaciones y por parte de sus
aliados –la aristocracia obrera representada por los partidos políticos y los
sindicatos, la pequeña burguesía acaudalada, intelectual o comerciante y
propietaria. También trataron de mostrar la rebelión de la juventud de los
banlieues como un suceso particular, no ligado al proceso más general de la
entrada de una nueva generación en la escena política mundial dentro de los
países imperialistas, tal y como se demostró pocos meses después tras el
movimiento estudiantil en contra del CPE [Contrato de Primer Empleo], y como ya
había mostrado el movimiento contra la globalización imperialista, desde
Seattle a Génova. Es sencillamente la naturaleza del choque con la policía que
explica y hace visible las mismas instancias, las hace más profundas y más
radicales por el carácter de clase de estos jóvenes. Es como si los policías
asesinos del G8 2001 en Génova estuviesen de servicio activo en los banlieues y
aquí la juventud proletaria les diera el “ojo por ojo”, les hiciera la vida
difícil, les diera un escarmiento, quemara sus comisarías, a veces un vehículo
o un edificio escolar, les hiciera darse a la fuga, rechazar una tendencia al
choque tradicional en que se viesen masacrados.
La juventud proletaria reunió temas antirracistas,
anticoloniales y antiimperialistas –aquí influyó su origen “argelino”- que ya
era motivo de discordia en esos barrios. Pero cuando esos temas sobrevuelan en
los fríos discursos de los gurús antiglobalización, SOS Racismo, etc., están
bien. Pero si se convierten en una confrontación violenta en los guetos de las
metrópolis imperialistas, todos se apresuran a caracterizarlos como sin motivo,
irrazonables, inaceptables y los reformistas de todo tipo demuestran no ser
nada más que una noble forma de las expresiones vulgares de Sarkozy.
En la rebelión, la juventud de los
banlieues plantearon reivindicaciones de libertad, transformación,
sociabilidad, reapropiación, rechazo del modo corriente de vivir, vestirse,
pensar, que anima a la juventud de Francia al igual que en otros países
imperialistas, cualquiera que sea el color de su piel y el país de origen. La
juventud proletaria ha presentado de forma radical, en última instancia,
incluso simbólicamente, la relevancia de la ley científica de que no existe
ninguna construcción sin destrucción. La rebelión proletaria atemoriza incluso
más a la burguesía cuando la juventud se coloca a la vanguardia, porque
significa que no se enfrenta a una flor de un día sino a una nueva ola en
potencia de la lucha revolucionaria del proletariado.
La juventud siempre anticipó el
movimiento revolucionario más general del proletariado y las masas.
La rebelión de la juventud proletaria
en los banlieues mostró todos los aspectos, todos los fermentos que indican que
el movimiento juvenil pueda volverse en contra del Estado.
La música rap, las organizaciones de
aficionados de fútbol, los fenómenos sociales que surgen generalmente en formas
ambiguas, entre adaptación a la sociedad existente y transgresión, cuando se
funden con las condiciones económicas y sociales, resuelven su ambigüedad y la
juventud las transforma en contra del sistema capitalista, de sus leyes y de su
rostro concentrado en el Estado policial, que trata de imponer que ese sistema
y sus leyes son intocables.
Los jóvenes proletarios protagonistas
de la rebelión son ciertamente jóvenes inmigrantes e hijos de inmigrantes que
sufren en su propia carne la doble opresión de ser a la vez proletarios e
inmigrantes, y por tanto sufren discriminación, el ser considerados ciudadanos
de segunda clase, extraños en su propia casa, extranjeros en la tierra donde
nacieron, de “raza no blanca”, marginados en cualquier momento de su
existencia.
Este es el resultado de la naturaleza
imperialista del país en que viven, del hecho de haber nacido, vivido o acudido
a países donde la riqueza está concentrada en unos pocos basada en el su robo
de la mayoría. Las leyes del sistema imperialista y la actual división del
mundo producen flujos de inmigrantes que escapan de la pobreza, el hambre, las
enfermedades, la guerra, etc., y
convierten a estos inmigrantes y a sus hijos nacidos en los países
imperialistas en el proletariado más explotado. Esto afecta a la composición y
conciencia del proletariado, que introduce en su lucha las cuestiones de
transformación de las dos partes del planeta bajo el actual sistema
imperialista: la de los países oprimidos por el imperialismo y la de los países
imperialistas.
En la conciencia de este nuevo
proletariado se funden legados feudales de los países oprimidos y rechazo de la
decadencia de los países imperialistas, como riqueza junto con limitaciones.
Este es un rasgo de la diversidad moderna de los países imperialistas, y su
diversidad puede y debe ser transformada en riqueza de la lucha porque
concentra en la lucha del proletariado las aspiraciones de transformación de
las dos partes del planeta.
La juventud proletaria inmigrante y
los hijos de inmigrantes con su rebelión “exclusiva” dan la voz a los
“excluidos”, los explotados de la totalidad del sistema imperialista.
Hoy la juventud proletaria está
esencialmente compuesta por jóvenes desempleados,
trabajadores temporales, hijos de
obreros que también se han convertido en trabajadores parados y precarios. Por
lo tanto está claro que frecuentemente no tienen los mismos lugares de reunión
–la fábrica, el lugar de trabajo- las mismas herramientas, sindicatos y
organizaciones políticas. En Francia y muchas de las metrópolis imperialistas
la juventud proletaria es multinacional, multiracial, llena como está de
jóvenes hijos de inmigrantes, y está concentrada en guetos, expulsados del
centro de la ciudad, de los barrios acaudalados. La rebelión ha concentrado
todos estos aspectos y es también el resultado de la concentración de todos
estos aspectos.
Por supuesto estos aspectos no salen
a la luz del mismo modo en todos los países imperialistas –por ejemplo en
Italia la presencia de inmigrantes en los barrios es aún baja; los
inmigrantes principalmente de primera
generación, la segunda generación existe sólo de forma desigual. Los analistas
burgueses y reformistas utilizan estas diferencias para aislar la rebelión en
Francia, exorcizar el contagio y hacer hincapié en las diferencias en lugar de
las condiciones comunes, para considerar la rebelión como un episodio raro,
“francés”, irrepetible.
No obstante, este tipo de rebelión no
ocurrió solo en Francia sino también en otros países imperialistas, desde Los
Ángeles hasta Brixton, etc. Pero incluso si fuese cierto todo lo que se ha
dicho, a través de la óptica del análisis de clase, y no del pensamiento
mecánico, escolástico y metafísico de los numerosos llamados analistas y
supuestos marxistas, podemos ver lo que es particular y lo que es general en la
rebelión de la juventud proletaria francesa.
¿Acaso la gran mayoría de la juventud
proletaria en todos los países imperialistas –esté o no concentrada en los
suburbios- no está en situación de precariedad, infrapagada, sin voz,
guetizada? En Italia, ¿acaso la mayoría de las ciudades del sur, ya sean
grandes, pequeñas o medias, no están marcadas por un tipo similar de juventud?
¿Y quién dijo que la falta de concentración no puede convertirse en un factor
expansivo en todas las zonas de las metrópolis imperialistas por las razones y
oportunidades de rebelión de la juventud proletaria? Incluso si no sobre la
base del color de la piel, el origen y el idioma, todas las formas de
discriminación y marginación son reproducidas en formas similares a aquellas de
los banlieues franceses, y se hacen más agudas por el contraste social entre,
de un lado, los ricos, en el centro de los cuales están los patronos, que
cuentan con sus barrios, restaurantes, círculos, tiendas, su modo de vida, y de
otro el universo de la juventud proletaria, las ingentes masas de excluidos.
Hacia esta juventud proletaria se
están concentrando las formas de represión, control y persecución de los
modernos estados policiales. Y en todas las formas de agrupación de estos
jóvenes –los barrios, la fábrica de propagación del trabajo precario- se
desarrolla un mundo aparte, tejido de lazos, comunidades, grupos, bandas, donde
crece la furia y la rebelión, junto con el aburrimiento y la exclusión.
Al mismo tiempo, ¿qué son y en que se
están convirtiendo las fábricas de los jóvenes obreros? Por supuesto disponen
de un empleo, más dinero y esto influye en su modo de vida y de pensar fuera de
la fábrica. Pero, dentro de la fábrica, ¿acaso no están experimentando
marginación, exclusión, represión, control, explotación, negación de la
vida, un salario de esclavos, la flexibilidad, una precariedad que hace que
madure en su seno la inaceptabilidad de una vida eterna como explotados? Entre
los jóvenes trabajadores existen los mismos sentimientos de rebelión. En la
fábrica, el rostro del policía es el del jefe que le asfixia, le insulta, le
amenaza, le controla, forzándoles a hacer cualquier cosa para que los patronos
obtengan beneficios.
Los
reformistas, oportunistas y
falsos comunistas no ven el mismo fuego bajo las cenizas, porque son
parte del
sistema del enemigo opresor y comen en su misma mesa, a veces
disfrazados como
sindicalistas o de “izquierdas”. La pequeña burguesía filistea y la
“izquierda” oficial están en contra de la rebelión de la juventud
proletaria y se
encuentran dentro del sistema político, cultural e ideológico que domina
la
sociedad.
Los comunistas marxistas-leninistas-maoístas,
la juventud a la que organiza, son y deben ser la vanguardia consciente y
observadores activos de este aspecto oscuro pero verdadero de la lucha de
clases en las metrópolis imperialistas. Deben ser alimentados por el mismo
odio, convertirse en la primera línea y en organizadores activos. Con el arma
del marxismo-leninismo-maoísmo y la construcción de la organización de
vanguardia del proletariado, aprenden el lenguaje del proletariado rebelde. Se
encuentran, con la mente y el plan, cuando no pueden con su enraizamiento,
dentro de la dinámica completa de la rebelión,
la analizan como una guerra de clases, contemplan la espontaneidad como
un embrión de conciencia. Con la línea de masas –que no es ni puede ser el
desarrollo de un movimiento de masas pacífico- concentran su trabajo en
transformar las reivindicaciones de las masas de una confrontación con el poder
burgués en una lucha por el poder, en el fuego de la lucha de clases.
Los comunistas
no convierten los disturbios en los banlieues en un mito, peo tienen claro que
allá donde vive y trabaja la juventud proletaria y el proletariado, existen
actualmente condiciones para la rebelión y para transformarla en revolución
proletaria en guerra revolucionaria prolongada.
Para aquellos
que quieren hacer la revolución en los países imperialistas, para los
comunistas que deben ser la vanguardia, la rebelión es rica en enseñanzas y
deben partir de ello.
Mao afirmó:
“Ser atacado por el enemigo no es una cosa mala sino una cosa buena. Debemos
apoyar todo lo que el enemigo combata y oponernos a todo lo que el enemigo
apoye”. Por tanto, era una línea de demarcación fundamental estar del lado de
la rebelión. La forma en que el Estado y el sistema la han combatido era más
que suficiente para tomar partido. Pero tomar partido era una condición
necesaria pero no suficiente.
Mao afirmó:
“Quien se coloque al lado del pueblo revolucionario tanto en los hechos como de
palabra, es un revolucionario en su más pleno sentido”. No todo en la rebelión
de la juventud proletaria debe ser considerado correcto; no todas las acciones
que se produjeron en los enfrentamientos eran las necesarias entonces. Pero
esto ha sido puesto como un pretexto, no sólo por la burguesía y el reformismo,
sino también por los grupos de oportunistas y falsos revolucionarios, a fin de
distanciarse de la rebelión. Mao afirmó: “Es necesario criticar los defectos
del pueblo (…) pero al hacerlo, debemos adoptar verdaderamente la posición del
pueblo y hablar llenos de ardiente deseo de protegerlo y educarlo”.
Los
oportunistas y falsos revolucionarios no comprenden que a través de la
experiencia las masas aprenden y son capaces de superar errores y limitaciones
y de sus iniciativas previas. Pero esto debe hacerse con la guerra, no en lugar
de la guerra. Mao afirmó: “La guerra revolucionaria es una antitoxina, que no
sólo destruirá el veneno del enemigo,
sino que también nos depurará de toda inmundicia”.
Lo que la
rebelión ha revivido en el corazón de los países imperialistas es precisamente
la necesidad y relevancia de la violencia revolucionaria, la necesidad y
relevancia de la guerra revolucionaria.
Como Mao
señaló: “Una revolución es una insurrección, un acto de violencia mediante el
cual una clase derroca a otra”.
Quien se ha
distanciado de la rebelión, a través de miles de distinciones, se opone a esta
verdad que está demostrada y es un movimiento real.
La guerra
revolucionaria del proletariado surge de la consideración básica, y la rebelión
dejó muy claro que, como Mao afirmó: “Sus persecuciones contra el pueblo
revolucionario no sirven sino para ampliar e intensificar aún más las
revoluciones populares.”
La juventud
rebelde ha traído sobre el terreno audázmente las consignas maoístas “la
rebelión se justifica” y “Bajo ninguna circunstancia debemos dejar que la
mirada terrible de los reaccionarios nos atemorice”. Ni el final de la rebelión
puede ser causa de pesimismo. Como Mao afirmó: “Todos los puntos de vista que
sobrevaloren la fuerza del enemigo y menosprecien la fuerza del pueblo son erróneos”.
Por tanto, la
rebelión de la juventud proletaria deja mejores condiciones para la
construcción del partido de la revolución.
De hecho, la cuestión del partido es tan decisiva que nuestro encuentro
hace hincapié en ello señalando “De la rebelión en los banlieues a la
revolución proletaria”.
Mao afirmó:
“Para hacer la revolución se necesita un partido revolucionario”.
La rebelión nos
plantea la tarea para, nuevamente como
señaló Mao, “dar a este movimiento (revolucionario socialista) una guía activa,
entusiasta y sistemática”.
La elección de
construir el partido en función de la guerra revolucionaria define la tarea,
pero también la forma del partido que se necesita hoy en Francia y en los
países imperialistas. La elección de ser parte de la insurrección, de estar
ligado a la juventud proletaria que se
rebela, se basa en la plena comprensión de que “la guerra revolucionaria es la
guerra de las masas, y sólo puede realizarse movilizando a las masas y
apoyándose en ellas”, y que “un equipo de dirección verdaderamente unido y ligado a las masas
sólo se puede formar gradualmente en el proceso de la lucha de masas y no
separado de él”.
Encarando el
alzamiento, los comunistas y las fuerzas revolucionarias en Francia demostraron
ser manifiestamente inadecuadas. Incluso aquellos que lo apoyaron y
respaldaron, actuaron como aquellos que Mao describió: “aquellos que en un
periodo revolucionario sólo pueden seguir los viejos hábitos. Son absolutamente
incapaces de ver este entusiasmo (el de las masas). Están ciegos, todo es negro
ante ellos. A veces confunden lo
correcto con lo erróneo, lo blanco con lo negro. ¿No hemos visto suficiente
personas de este tipo?... Tan pronto
surge algo nuevo lo desaprueban y se apresuran a oponerse a ello. Más tarde
tienen que admitir su derrota y hacen una pequeña autocrítica. Pero
posteriormente, cuando surge una cosa nueva, hacen retroceder todo el proceso.
Este es un comportamiento típico hacia cualquier cosa nueva. Tales personas son
siempre pasivas y nunca avanzan en el momento crítico. Siempre necesitan un
empuje violento antes de dar un paso”.
La rebelión de
la juventud proletaria convoca a los comunistas marxistas-leninistas-maoístas a
un nuevo comienzo aplicando el marxismo-leninismo-maoísmo a la realidad
concreta, integrándose con las masas proletarias, emprendiendo la Guerra
Revolucionaria. Mao nos enseña: “Nuestro método principal es aprender a
combatir en curso mismo de la guerra”, “la guerra revolucionaria es una empresa
de las masas. Frecuentemente lo primero no es aprender y luego actuar, sino,
por el contrario, primero actuar y luego aprender, porque actuar es aprender”.
“Debemos excluir en nuestras filas cualquier ideología débil y estéril”.
La construcción
del partido y la transformación de la rebelión en revolución exigen la
integración y el espíritu de dura lucha en las filas de la juventud proletaria.
Debemos ayudar a analizar correctamente la rebelión, comenzando por el análisis
correcto de la naturaleza del enemigo. Mao afirmó: "El imperialismo y
todos los reaccionarios tienen un doble carácter: son a la vez tigres
auténticos y tigres de papel…Por una parte,
eran tigres auténticos, devoraban a la gente, la devoraban por millones
y decenas de millones… Sin embargo, al final se transformaron en tigres de
papel… mirados en su esencia, en perspectiva, desde el punto de vista
estratégico, deben ser considerados como lo que son: tigres de papel. En esto
se basa nuestro concepto estratégico. Por otra parte, también son tigres vivos,
tigres de hierro, tigres auténticos, que devoran a la gente. En esto se basa
nuestro concepto táctico”. “Estratégicamente, debemos desdeñar a todos nuestros
enemigos, pero tácticamente debemos tomarlos muy en serio”.
La evaluación
de la revuelta proletaria debe unir dialecticamente dos elementos en los que
Mao hizo hincapié: “Luchar, fracasar, volver a luchar, volver a fracasar,
volver a luchar, hasta la victoria.
Esta es la
lógica del pueblo…. esta es una ley marxista”, “toda guerra justa,
revolucionaria, está dotada de una fuerza inmensa, capaz de transformar muchas
cosas o abrir el camino a su transformación”.
Necesitamos
hacer junto con la juventud proletaria
una evaluación de la rebelión que tome en consideración esta enseñanza de Mao:
“dentro de las filas de la revolución es necesario hacer una clara distinción
entre lo justo y lo erróneo, entre los éxitos y las deficiencias, y, además,
poner en claro cuál de los dos aspectos es el principal y cual el secundario…
Al examinar los problemas nunca debemos olvidarnos de trazar estas dos líneas
divisorias: entre la revolución y la contrarrevolución, entre los éxitos y las
deficiencias…establecer bien estas líneas divisorias requiere un estudio y un
análisis cuidadosos”.
Estamos
convencidos que en Francia y los países imperialistas, para nosotros los
comunistas, es hora, como Mao señaló de “enfrentar al mundo y desafiar la
tormenta, el gran mundo y la poderosa
tempestad de la lucha de masas”.