sábado, 27 de marzo de 2010
Brasil: El fracaso de la "socialdemocracia". Un editorial do jornal Nova Democracia
El fracaso de la “socialdemocracia” brasileña
En su 4º Congreso, realizado entre los días 19 y 21 de febrero, el PT anunció oficialmente la candidatura de Dilma Roussef a la sucesión de Luiz Inácio. Nada que ya no fuera sabido por todos desde mucho tiempo atrás, ya que Dilma venía siendo presentada así, principalmente al hacer la propaganda de las “realizaciones” del gobierno y en inauguraciones de obras. Este es el propósito continuista del oportunismo petista y su camarilla de escuderos, entre ellos el revisionista PCdoB.
Oficializada la candidatura (por parte de la sigla), Dilma ocupó las portadas de las principales revistas y periódicos del monopolio de la prensa, que al tiempo que exaltaron la “maduración” de la sigla – que se capacitó para gestionar los intereses del imperialismo, del latifundio y de la gran burguesía nativa – , “advierte” que debe mantener domesticados los llamados “radicales del PT” así como hizo su tutor, como condición para que “la sociedad” continúe confiando en su “seriedad”. Ese tirón de orejas fue dado a través de la crítica a un supuesto programa de gobierno retóricamente “estatalizante”, el cual, por su parte, expresando la posición reformista oportunista de una “izquierda” sumisa existente en el PT que, al fin y al cabo, le es extremadamente funcional para vender cierta imagen que aún le con viene.
Antes de oficializar la candidatura, sin embargo, Luiz Inácio trató de asegurar que tras ocho años en la gerencia del Estado, no habría ataques contundentes de los sectores fascistas más empedernidos. Para tanto, selló el nuevo pacto de traición oportunista con los torturadores y asesinos criminales de guerra – como AND reveló en la edición 62 – mientras trata de profundizar la criminalización del movimiento campesino, intensificando formidablemente lo que ya venía aplicando desde el primer día de su mandato, en una demostración de que nada cambió en relación a su apoyo incondicional al latifundio.
No que eso sea nuevo, una vez que esa es la postura de Luiz Inácio como un compromiso que hizo para asumir la gerencia del viejo Estado. Ya en el discurso de posesión de su primer mandato declaró haber espacio en el Brasil para “el agronegocio, para la agricultura familiar y para “la reforma agraria”, lo que, obviamente, sólo podría significar en la práctica un estímulo a la reacción. Sin perder tiempo y oportunidad, desde la Judicatura y contando con la avenencia y justificación del gerente de turno, desencadenó la más articulada campaña para deslegitimar la lucha por la tierra, de criminalización del movimiento campesino y de represión más sistemática contra sus sectores más combativos.
Con todo ya entregado al imperialismo y dadas todas las garantías a las clases dominantes nativas de que nada en el sistema de Estado y de gobierno será cambiado para beneficiar al pueblo, una vez más el oportunismo intentará vender el pragmatismo petista para las masas, haciendo un discurso supuestamente radical, pero principalmente de la propaganda sistemática basada en la manipulación de las estadísticas.
La campaña electoral, sin embargo, de viento en popa bajo el signo plebiscitario, pretende crear la artificial polarización entre el “lulismo” y el “proyecto neoliberal privatizador” del PSDB y aliados. Esa es la principal apuesta del oportunismo petista. No le resta otro plan, táctica o estrategia que la comparación cuantitativa de hechos y realizaciones, ya que ambos proyectos descansan sobre una misma base real: la política servicial al imperialismo, o sea, “neoliberalismo” puro. La tarea no es tan fácil, ya que el propio FHC, hace más de diez años, no pierde cualquier oportunidad para declarar que entre PT y PSDB la única diferencia es la disputa por el poder.
En realidad, con el ascenso de las diferentes fuerzas políticas socialdemócratas (PSDB y PT) a la gestión del Estado en el país, más allá que la disputa de mediocridades a que se resume el proceso electoral – y que sus contrincantes no se atreven a confesar – además de los afanes de poder personal, existe la feroz disputa por el botín del Estado entre camarillas y grupos de poder, la pugna entre viejos testaferros y candidatos a nuevos, finalmente la lucha encarnizada entre los mercaderes de la patria políticamente correctos.
Ya está en campo la batalla de números, estadísticas e indicadores sociales maquillados, que durante todo el mandato personificó en Luiz Inácio el continuismo como cosa nueva. Todo impulsado por las bolsas-limosna distribuidas a gotero en los locales más miserables y estratégicos desde el punto de vista electoral, el PAC, el endeudamiento de las masas en la ilusión del crédito fácil, mientras derechos y conquistas de los trabajadores y jubilados son retirados uno a uno, y las intromisiones en los asuntos internacionales que valieron a Luiz Inácio la condecoración de estadista “global” brindada por el club de gerentes imperialistas de Davos.
En su designio de oportunista, Luiz Inácio, de candidato “de la reforma agraria”, se erigió a propagandista del agronegocio, promoviendo propietarios de usinas de caña de azúcar a héroes del desarrollo y los campesinos a meros villanos del retraso. Durante dos décadas antes de su triunfo electoral, fueron las masas campesinas que sirvieron al PT y Luiz Inácio, a través de la conmoción e invocación heroica de no pocos militantes asesinados en el campo, que le dieron el prestigio popular que lo proyectó.
Con la candidatura de Dilma y su predicación pragmática, los 8 años de gestión petista y 16 de la socialdemocracia brasileña, la satisfacción de los imperialistas, la alegría de banqueros y latifundistas atestan una vez más a que vino esta fuerza y tiran por tierra las máscaras con que busca encubrirse, sean ellas el canto de sirena de la modernidad o la cantilena reformista de desarrollismo. La bancarrota y desenmascaramiento ideológico del oportunismo sólo confirma la necesidad, para la conquista de un Nuevo Brasil, del camino revolucionario de las masas populares, de la alianza obrero-campesina y de la dirección proletaria.
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