jueves, 25 de agosto de 2011

La soledad de Noam Chomsky.La escritora india escribe sobre el pensador estadunidense.

Arundhati Roy
Znet/La Jornada

El día en que Hiroshima fue bombardeada, Noam Chomsky, de 16 años, no pudo hablar con nadie, no comprendía la reacción de los otros: "Me sentía completamente aislado". "Ese aislamiento produjo a uno de los más grandes y más radicales pensadores públicos de nuestro tiempo. Cuando el sol se ponga sobre el imperio estadunidense, como lo hará, como debe hacerlo, el trabajo de Chomsky sobrevivirá", escribe Arundhati Roy, una de las voces más lúcidas en el movimiento por una globalización justa

Nunca pediré perdón por Estados Unidos

no me importa cuáles sean los hechos.
Presidente George Bush (padre).1
SENTADA EN MI HOGAR en Nueva Delhi, mientras veo un canal noticiero estadunidense promocionarse a sí mismo ("Nosotros informamos. Tú decides"), me imagino la divertida sonrisa chimuela de Noam Chomsky.
Todos sabemos que los regímenes autoritarios, sin importar su ideología, usan a los medios masivos como propaganda. ¿Y los regímenes democráticamente electos del "mundo libre"?
Hoy, gracias a Noam Chomsky y sus compañeros analistas de medios es casi axiomático para miles, quizá millones de nosotros que en las democracias de "libre mercado" la opinión pública se manufactura como cualquier otro producto del mercado masivo –jabón, apagadores o pan de caja2. Sabemos que si bien legal y constitucionalmente puede ser que la expresión sea libre, el espacio en el cual esa libertad puede ser ejercida nos fue arrebatada y vendida a los más altos postores. El capitalismo neoliberal no sólo trata sobre la acumulación de capital (para algunos). También trata sobre la acumulación de poder (para algunos), la acumulación de libertad (para algunos). A la inversa, para el resto del mundo, para los que son excluidos del cuerpo gobernante del neoliberalismo, se trata de la erosión del capital, la erosión del poder, la erosión de la libertad. En el mercado "libre", la libre expresión es un bien, como todo lo demás –la justicia, los derechos humanos, el agua potable, el aire limpio. Está disponible sólo para aquellos a quienes les alcanza. Y, naturalmente, aquellos que pueden pagarla, usan la libre expresión para manufacturar el tipo de producto, confeccionar el tipo de opinión pública que mejor convenga a sus propósitos. (Noticias que puedan usar.) El tema de buena parte de los escritos políticos de Noam Chomsky es sobre cómo hacen esto exactamente.
El primer ministro de Italia Silvio Berlusconi, por ejemplo, tiene acciones de control en los principales periódicos, revistas, canales de televisión y casa editoriales italianas. "El primer ministro controla cerca de 90% de la audiencia televisiva", informa The Financial Times.3
Los mitos gemelos
¿A qué precio la libre expresión? ¿Libre expresión para quién? Admitamos que Berlusconi es un ejemplo extremo. En otras democracias –sobre todo Estados Unidos– los barones de los medios, los poderosos grupos de cabildeo empresariales y los funcionarios gubernamentales están imbricados de una manera más elaborada, pero menos obvia. (Las conexiones de George Bush Jr. con el grupo de cabildeo petrolero, con la industria de las armas y con Enron, y la infiltración de Enron en las instituciones gubernamentales estadunidenses y los medios masivos –todo esto ahora es de conocimiento común.)
Después de los ataques terroristas del 11 de septiembre de 2001 en Nueva York y Washington, la descarada actuación de los medios mainstream como portavoces del gobierno estadunidense, su muestra de patriotismo vengativo, su disposición a publicar boletines de prensa como si fueran la noticia, y su explícita censura de opiniones discrepantes se volvieron el blanco de un humor bastante negro en el resto del mundo.
Luego cayó la Bolsa de Valores de Nueva York, las aerolíneas en bancarrota apelaron al gobierno por un rescate financiero, y se habló de evadir las leyes de patentes para poder manufacturar medicina genérica para luchar contra el pánico del ántrax (mucho más importante y urgente, claro, que la producción de genéricos para luchar contra el sida en Africa).4
De pronto, parecía como si los mitos gemelos de la Libre Expresión y el Libre Mercado podrían derrumbarse junto con las Torres Gemelas del World Trade Center.
Pero, claro, eso nunca sucedió. Los mitos persisten.
Sin embargo, la cantidad de energía y dinero que el establishment vierte en el negocio de "administrar" la opinión pública tiene su lado optimista. Insinúa que existe un miedo muy real a la opinión pública. Insinúa la existencia de una persistente y válida preocupación de que si la gente descubre (y cabalmente comprende) la verdadera naturaleza de las cosas que se hacen en su nombre podría actuar con fundamento en ese conocimiento. La gente poderosa sabe que la gente ordinaria no siempre es reflexivamente despiadada y egoísta. (Cuando la gente ordinaria pesa los costos y beneficios, algo parecido a una consciencia intranquila, fácilmente podría inclinar la balanza.) Por esta razón, debe ser protegida de la realidad, criada en un clima controlado, en una realidad alterada, como pollos para asar o puercos en un corral.
Aquellos de nosotros que hemos logrado escapar a este destino y rascamos en el patio trasero ya no creemos todo lo que leemos en los periódicos y vemos en la televisión. Ponemos la oreja sobre el suelo y buscamos otras maneras de que el mundo tenga sentido. Buscamos la historia que no se dijo, el golpe de Estado que sólo se mencionó de pasada, el genocidio que pasó sin ser reportado, la guerra civil en un país africano que fue publicada en una columna junto a toda una plana publicitaria de ropa interior de encaje.
No siempre nos acordamos, y muchos ni siquiera saben, que esta manera de pensar, esta sencilla agudeza, esta instintiva desconfianza en los medios masivos sería cuando mucho una corazonada política y en el peor de los casos una acusación sin fundamento si no fuera por el implacable y tenaz análisis de los medios de una de las mentes más brillantes del mundo. Y ésta es sólo una de las maneras en las que Noam Chomsky ha modificado radicalmente nuestra comprensión de la sociedad en la que vivimos. ¿O debería decir, nuestra comprensión de las elaboradas reglas del manicomio en el cual todos somos internos voluntarios?
Al referirse a los ataques del 11 de septiembre en Nueva York y Washington, el presidente George W. Bush llamó a los enemigos de Estados Unidos "enemigos de la libertad". "Los estadunidenses preguntan por qué nos odian", dijo. "Odian nuestras libertades, nuestra libertad religiosa, nuestra libertad de expresión, nuestra libertad para votar y reunirnos y disentir unos con otros".5
Mandato del cielo
Si la gente en Estados Unidos quiere una respuesta real a esa pregunta (en contraposición a las respuestas que están en La guía para idiotas del anti-americanismo, o sea: "Porque nos tienen envidia", "Porque odian la libertad", "Porque son unos perdedores", "Porque nosotros somos buenos y ellos son malos") les diría, lean a Chomsky. Lean a Chomsky acerca de las intervenciones militares estadunidenses en Indochina, América Latina, Irak, Bosnia, la ex Yugoslavia, Afganistán y el Medio Oriente. Si la gente ordinaria en Estados Unidos leyese a Chomsky, quizá formularía sus preguntas de manera un poco distinta. Quizá serían: "¿Por qué no nos odian más de lo que ya lo hacen?" o "¿No es sorprendente que el 11 de septiembre no haya pasado antes?"
Desafortunadamente, en estos tiempos nacionalistas, palabras como "nosotros" y "ellos" son usados a la ligera. La frontera entre los ciudadanos y el Estado es deliberada y exitosamente borrada, no sólo por los gobiernos, sino también por los terroristas. La lógica que subyace a los ataques terroristas, así como a las guerras de "represalia" contra los gobiernos que "apoyan el terrorismo", es la misma: ambas castigan a los ciudadanos por las acciones de sus gobiernos.
(Una breve digresión: me doy cuenta de que para Noam Chomsky, un ciudadano estadunidense, criticar a su propio gobierno es más educado a que yo, una ciudadana india, critique al gobierno estadunidense. No soy una patriota, y estoy completamente consciente de que la venalidad, la brutalidad y la hipocresía están plasmadas en la pesada alma de todo Estado. Pero cuando un país deja de ser meramente un país y se convierte en un imperio, entonces la escala de las operaciones cambia drásticamente. Así que aclaro que hablo como un súbdito del imperio estadunidense. Hablo como una esclava que se atreve a criticar a su rey.)
Si me pidieran elegir una de las principales contribuciones de Noam Chomsky al mundo, escogería el hecho de que ha desenmascarado el feo, manipulador, despiadado universo que existe detrás de la hermosa y luminosa palabra "libertad". Ha hecho esto racional y empíricamente. Toda la evidencia que ha ordenado para construir su caso es formidable. Es aterrorizador, de hecho. La premisa inicial del método de Chomsky no es ideológica, pero sí es intensamente política. Emprende el curso de su indagación con la instintiva desconfianza hacia el poder que tiene un anarquista. Nos lleva en un tour a través de la ciénaga del establishment estadunidense, y nos guía a través del mareador laberinto de corredores que conecta al gobierno, al gran empresariado y al negocio de administrar la opinión pública.
Chomsky nos muestra cómo frases como "libre expresión", "libre mercado" y "mundo libre" tienen poco, si es que algo, que ver con la libertad. Nos muestra que entre la miríada de libertades que el gobierno estadunidense se adjudica a sí mismo está la libertad para asesinar, aniquilar y dominar a otros. La libertad para financiar y patrocinar déspotas y dictadores en el mundo. La libertad para entrenar, armar y dar cobijo a terroristas. La libertad para derrocar a gobiernos democráticamente electos. La libertad para amasar y usar armas de destrucción masiva –químicas, biológicas y nucleares. La libertad para emprender una guerra contra cualquier país con cuyo gobierno esté en desacuerdo. Y lo más terrible de todo, la libertad para cometer estos crímenes contra la humanidad en nombre de "la justicia", en nombre de "lo correcto", en nombre de "la libertad".
El procurador general John Ashcroft ha declarado que las libertades estadunidenses "no son concesiones de algún gobierno o documento, sino... atributos de Dios".6 Así que, básicamente estamos enfrentados a un país armado con un mandato del cielo. Quizá esto explica por qué el gobierno estadunidense se rehúsa a ser juzgado con los mismos estándares morales con los que juzga a otros. (Cualquier intento de hacerlo se descalifica como "equivalencia moral".) Su técnica es ponerse en el papel del bien intencionado gigante cuyas buenas obras son confundidas en países extraños por sus intrigadores nativos, cuyos mercados trata de liberar, cuyas sociedades trata de modernizar, cuyas mujeres trata de liberar, cuyas almas trata de salvar.
Quizá esta creencia en su propia divinidad también explica por qué el gobierno estadunidense se otorga a sí mismo el derecho y la libertad de asesinar y exterminar a personas "por su propio bien".
Cuando el presidente Bush Jr. anunció los ataques aéreos estadunidenses contra Afganistán, dijo: "Somos una nación pacífica".7 Y siguió: "Este es el llamado de Estados Unidos de América, la nación más libre del mundo, una nación construida con valores fundamentales, que rechaza el odio, rechaza la violencia, rechaza los asesinos, rechaza el mal. No nos cansaremos".8
Los servicios de Hollywood
El imperio estadunidense descansa sobre macabros cimientos: la masacre de millones de indígenas, el robo de sus tierras y, acto seguido, el secuestro y la esclavitud de millones de negros de Africa para trabajar esa tierra. Miles murieron en los mares al ser transportados en barco, como ganado, entre un continente y otro.9
"Robados de Africa, traídos a América" –"Buffalo Soldier", de Bob Marley, contiene todo un universo de inefable tristeza.10 Habla sobre la pérdida de la dignidad, la pérdida de lo no domesticado, la pérdida de la libertad, el destrozado orgullo de un pueblo. El genocidio y la esclavitud proveen los fundamentos económicos y sociales de la nación cuyos valores fundamentales rechazan el odio, los asesinos y el mal.
He aquí Chomsky, escribiendo en el ensayo "La fabricación del consenso" (The manufacture of consent), sobre la fundación de Estados Unidos de América:
"Hace unas semanas, durante las vacaciones del Día de Acción de Gracias, fui a pasear con algunos amigos y con la familia a un parque nacional. Nos topamos con una tumba que tenía la siguiente inscripción: ‘Aquí yace una india, una wampanoag, cuya familia y tribu dio de sí mismos y de su tierra para que esta gran nación pudiera nacer y crecer’.
"Claro, no es muy preciso decir que la población indígena dio de sí misma y de sus tierras para esa noble causa. Más bien fueron masacrados, diezmados y dispersados durante uno de los más grandes ejercicios de genocidio en la historia humana... el cual celebramos cada octubre cuando homenajeamos a Colón –un notable asesino de masas– en el día de Colón.
"Cientos de ciudadanos estadunidenses, bien intencionados y decentes, constantemente desfilan frente a aquella lápida y la leen, aparentemente sin reacción; excepto, quizá, una sensación de satisfacción de que al fin le estamos dando el debido reconocimiento a los sacrificios de los nativos... Quizá reaccionaran diferente si visitaran Auschwitz o Dachau y encontraran una lápida que dijera: ‘Aquí yace una mujer, judía, cuya familia y pueblo dieron de sí mismos y sus posesiones para que esta gran nación pudiera crecer y prosperar’."11
¿Cómo ha sobrevivido Estados Unidos a su terrible pasado y emergido oliendo tan dulce? No ha sido reconociendo su responsabilidad, ni a través de reparaciones, ni pidiendo perdón a los negros estadunidenses o los nativos, ni, por supuesto, cambiando sus modales (ahora exporta sus crueldades). Como la mayoría de los otros países, Estados Unidos rescribió su historia. Pero lo que separa a Estados Unidos de otros países y le da la delantera en la carrera, es que reclutó los servicios de la firma de publicidad más poderosa y exitosa del mundo: Hollywood.
En la versión best-seller del mito popular como historia, la "bondad" estadunidense llegó a su punto culminante durante la Segunda Guerra Mundial (también conocida como la Guerra Estadunidense contra el Fascismo). Perdido en el estruendo de las trompetas y las canciones angelicales está el hecho de que cuando el fascismo estaba en plena marcha en Europa, el gobierno estadunidense miró para el otro lado. Cuando Hitler llevaba a cabo su pogrom genocida contra los judíos, los funcionarios estadunidenses le negaron la entrada a los refugiados que huían de Alemania. Estados Unidos entró a la guerra después de que los japoneses bombardearon Pearl Harbor. Ahogado por ruidosos hosannas, está el acto más barbárico, de hecho, el acto más brutal que el mundo ha presenciado: el lanzamiento de la bomba atómica sobre las poblaciones civiles en Hiroshima y Nagasaki. La guerra ya casi había terminado. Los cientos de miles de japoneses que murieron, los incontables más que sufrieron de cáncer durante generaciones venideras, no eran una amenaza a la paz mundial. Eran civiles. Así como las víctimas de los bombardeos del World Trade Center y el Pentágono eran civiles. Así como las cientos de miles de personas que murieron en Irak a causa de las sanciones encabezadas por Estados Unidos eran civiles. El bombardeo de Hiroshima y Nagasaki fue un frío, calculado experimento llevado a cabo para demostrar el poder de Estados Unidos. En aquel momento, el presidente Truman lo describió como "el mayor evento en la historia".12
La Segunda Guerra Mundial, se nos dice, fue una "guerra por la paz". La bomba atómica fue un "arma por la paz". Nos invitan a creer que la disuasión nuclear evitó la Tercera Guerra Mundial. (Eso fue antes de que el presidente George Bush Jr. saliera con lo de la "doctrina del ataque preventivo" 13.) ¿Hubo un brote de paz tras la Segunda Guerra Mundial? Definitivamente hubo una paz (relativa) en Europa y América, pero, ¿eso cuenta como paz mundial? No, a menos de que las feroces guerras libradas por terceros en tierras donde viven razas de colores (chinks, negros, dinks, wogs, gooks*) no cuenten como guerras.

A partir de la Segunda Guerra Mundial, Estados Unidos ha estado en guerra con o ha atacado a, entre otros países, Corea, Guatemala, Cuba, Laos, Vietnam, Camboya, Granada, Libia, El Salvador, Nicaragua, Panamá, Irak, Somalia, Sudán, Yugoslavia y Afganistán. Esta lista también debería incluir las operaciones encubiertas del gobierno estadunidense en Africa, Asia y América Latina, los golpes que ha maquinado, y los dictadores que ha armado y apoyado. También debería incluir la guerra de Israel contra Líbano, que fue apoyada por Estados Unidos, en la cual murieron miles. Debería incluir el papel clave que Estados Unidos ha jugado en el conflicto en Medio Oriente, en el cual miles han muerto luchando contra la ocupación ilegal israelí de territorio palestino. Debería incluir el papel de Estados Unidos en la guerra civil en Afganistán en los ochenta, en la cual más de un millón de personas murieron.14 Debería incluir los embargos y sanciones que han conducido directa e indirectamente a la muerte de cientos de miles de personas, más visiblemente en Irak.15 Si lo juntamos todo, suena a que sí hubo una Tercera Guerra Mundial, y que el gobierno estadunidense era (o es) uno de sus principales protagonistas.
La mayoría de los ensayos en For reasons of state, de Chomsky, son acerca de la agresión estadunidense en Vietnam del Sur, Vietnam del Norte, Laos y Camboya. Fue una guerra que duró más de 12 años. 58 mil estadunidenses y cerca de 2 millones de vietnamitas, camboyanos y laosianos perdieron sus vidas.16 Estados Unidos desplegó medio millón de soldados terrestres y dejó caer más de 6 millones de toneladas de bombas.17 Y sin embargo (no lo creerían si ven la mayoría de las películas hollywoodenses), América perdió la guerra.
La guerra comenzó en Vietnam de Sur y luego se propagó a Vietnam del Norte, Laos y Camboya. Tras instalar un régimen clientelar en Saigón, el gobierno estadunidense se autoinvitó a luchar contra la insurgencia comunista –guerrilleros del vietcong que habían infiltrado las regiones rurales de Vietnam del Sur, donde los aldeanos los protegían. Justo éste fue el modelo que Rusia repitió cuando, en 1979, se autoinvitó a Afganistán. Nadie en el "mundo libre" tiene duda de que Rusia invadió Afganistán. Tras la Glasnost, hasta un ministro del Exterior soviético calificó de "ilegal e inmoral" la invasión soviética de Afganistán.18 Pero no ha habido una introspección parecida en Estados Unidos. En 1984, en una impresionante revelación, Chomsky escribió: "Durante los pasados 22 años, he buscado alguna referencia en el periodismo y en estudios académicos mainstream a una invasión estadunidense de Vietnam del Sur en 1962 (o en cualquier momento) o un ataque estadunidense contra Vietnam del Sur o una agresión estadunidense en Indochina –sin éxito. No ocurrió tal suceso en la historia. En vez, se habla de una defensa estadunidense de Vietnam del Sur contra los terroristas apoyados por el exterior (o sea, de Vietnam).19
La invasión que no existió
¡No ocurrió tal suceso en la historia!
En 1962, la fuerza aérea estadunidense comenzó a bombardear el Vietnam del Sur rural, donde vive 80% de la población. El bombardeo duró más de una década. Miles de personas murieron. La idea era bombardear a una escala tal que provocara una migración de pánico de las aldeas a las ciudades, donde la gente podría ser retenida en campamentos de refugiados. Samuel Huntington se refirió a esto como un proceso de "urbanización".20 (Cuando estuve en la escuela de arquitectura en la India aprendí sobre urbanización. No recuerdo que el bombardeo aéreo hubiera sido parte del plan de estudios). Huntington –ahora famoso por su ensayo "¿El choque de civilizaciones?"– era, en ese momento, presidente del Consejo de Estudios Vietnamitas del Grupo Consejero de Desarrollo de Asia del Sudeste. Chomsky lo cita describiendo al Vietcong como "una poderosa fuerza que no puede ser desvinculada de su bases mientras sus bases sigan existiendo".21 Huntington recomendaba "una aplicación directa de poder mecánico y convencional" –en otras palabras, para aplastar una guerra del pueblo, elimina al pueblo.22 (O, quizá, para actualizar la tesis: para prevenir el choque de civilizaciones, aniquila una civilización.)
He aquí un observador de la época que habla sobre las limitaciones del poder mecánico de Estados Unidos: "El problema es que las máquinas estadunidenses no son capaces de matar a los soldados comunistas sin usar una política de tierra-quemada que también destruye todo lo demás".23 Ahora, ese problema ya está resuelto. No con bombas menos destructivas, sino con un lenguaje más imaginativo. Hay una manera más elegante de decir "que también destruye todo lo demás". La frase es "daño colateral".
Y he aquí un relato de primera mano de lo que las "máquinas" de Estados Unidos (Huntington las llamó "instrumentos de modernización" y los oficiales del Pentágono las llamaron "bomb-o-grams") pueden hacer.24 Este es T.D. Allman volando sobre la Llanura de Jars en Laos:
"Aunque la guerra en Laos terminara mañana, la restauración de su equilibrio ecológico podría tomar años. La reconstrucción de los pueblos y aldeas totalmente destruidos en la llanura también podría tardarse igual. Aunque se hiciera esto, podría ser peligroso que los humanos vivieran en la llanura debido a que hay cientos de miles de bombas sin estallar, minas y trampas explosivas.
"Un reciente vuelo sobre la Llanura de Jars reveló lo que menos de tres años de bombardeo intenso estadunidense le puede hacer a una zona rural, aún después de que su población civil fue evacuada. En grandes áreas, el color tropical básico –verde luminoso– fue remplazado por un abstracto dibujo en negro y brillantes colores metálicos. Gran parte del follaje restante está atrofiado, opacado por los defoliantes.
"Hoy, el negro es el color dominante en los extremos norte y este de la llanura. Se deja caer napalm con regularidad para quemar el pasto y la maleza que cubre las llanuras y llena muchas de sus estrechas barrancas. Parecería que el fuego arde constantemente, creando rectángulos negros. Durante el vuelo, columnas de humo podían verse ascendiendo de las zonas recién bombardeadas.
"Las rutas principales, que conducen a la llanura desde el territorio en manos de los comunistas, son bombardeadas sin piedad, al parecer sin parar. Ahí, y por el borde de la llanura, el amarillo es el color dominante. Toda la vegetación fue destruida. Los cráteres son incontables... El área ha sido bombardeada tantas veces que la tierra semeja el desierto cacarizo y agitado de las zonas azotadas por tormentas en el desierto norafricano.
Más hacia el sudeste, Xieng Khouangville –alguna vez el pueblo más poblado en Laos comunista– yace vacío, destruido. Al norte de la llanura, el pequeño centro vacacional de Khang Khay también fue destruido.
"Alrededor del campo de aterrizaje en la base de King Kong, los principales colores son el amarillo (de la tierra levantada) y el negro (del napalm), con brillantes parches rojos y azules: los paracaídas usados para dejar caer los abastecimientos.
"Los últimos habitantes locales eran sacados en transporte aéreo. Las hortalizas abandonadas, que nunca serán cosechadas, crecen cerca de casas abandonadas con platos todavía en las mesas y calendarios en las paredes".25
(En los "costos" de la guerra nunca se cuentan a los pájaros muertos, los animales carbonizados, los peces asesinados, los insectos incinerados, las fuentes de agua envenenadas, la vegetación destruida. Rara vez se menciona la arrogancia de la raza humana hacia otros seres vivos con los cuales comparte este planeta. Todos estos son olvidados en la lucha por los mercados y las ideologías. Esta arrogancia probablemente será lo que deshaga a la raza humana.)
Capa tras capa
La pieza central de For reasons of state es un ensayo llamado "La mentalidad de los chicos del cuarto trasero", en el cual Chomsky ofrece un análisis extraordinariamente sutil y exhaustivo de los "Papeles del Pentágono" (Pentagon Papers), los cuales, dice, "proveen evidencia documentada de una conspiración para usar la fuerza en asuntos internacionales en violación de la ley".26 Aquí también, Chomsky señala el hecho de que mientras el bombardeo de Vietnam del Norte en cierta medida se discute en los "Papeles del Pentágono", la invasión de Vietnam del Sur escasamente merece una mención.27
Los "Papeles del Pentágono" son fascinantes, no como documentación sobre la historia de la guerra estadunidense en Indochina, sino para comprender las mentes de los hombres que lo planearon y ejecutaron. Es fascinante estar al tanto de las ideas que andaban en el aire, las sugerencias que se hacían, las propuestas que se planteaban. En una sección llamada "La mente asiática –la mente estadunidense", Chomsky examina la discusión de la mentalidad del enemigo que "estoicamente acepta la destrucción de la riqueza y la pérdida de vidas", mientras que "nosotros queremos vida, felicidad, riqueza, poder", y para nosotros "la muerte y el sufrimiento son elecciones irracionales cuando existen otras alternativas".28 Así que aprendemos que los asiáticos pobres, supuestamente porque no pueden comprender el significado de la felicidad, la riqueza y el poder, invitan a Estados Unidos a llevar esta "lógica estratégica a su conclusión, que es el genocidio". Pero entonces "nosotros" nos resistimos porque "el genocidio es una terrible carga".29 (Eventualmente, claro, "nosotros" proseguimos y cometimos genocidio de todos modos, y luego aparentamos que en realidad no había pasado nada.)
Claro, los "Papeles del Pentágono" también contienen algunas moderadas propuestas.
Es probable que los ataques a blancos en la población (per se) no sólo creen una contraproducente ola de repulsión en el extranjero y en casa, sino que también incrementen enormemente el riesgo de agrandar la guerra con China y la Unión Soviética. La destrucción de esclusas y presas, sin embargo –si se maneja con cuidado–, podría... ser prometedor. Debe ser estudiado. Tal destrucción no mata ni ahoga gente. Con el tiempo, inundar el arroz acarrea una hambruna generalizada (¿más de un millón?) a menos de que provean de alimentos –lo cual nosotros podríamos ofrecer "en la mesa de negociaciones".30
Capa tras capa, Chomsky desmantela el proceso de toma de decisiones usado por los funcionarios del gobierno estadunidense para revelar en su centro el despiadado corazón de la máquina de guerra estadunidense, completamente aislado de las realidades de la guerra, enceguecido por la ideología, y dispuesto a aniquilar a millones de seres humanos, civiles, soldados, mujeres, niños, aldeas, ciudades completas, ecosistemas completos –con métodos de brutalidad perfeccionadas científicamente.
He aquí un piloto estadunidense hablando sobre las alegrías del napalm:
"De verdad estamos contentos con estos chicos del cuarto trasero en Dow. El producto original no era tan chingón –si los gooks eran rápidos podían quitárselo. Así que los chicos comenzaron a añadirle poliestireno– ahora se pega como la mierda a una cobija. Pero entonces, si los gooks se echaban al agua dejaba de quemarles, así que comenzaron a añadirle Willie Peter [fósforo blanco] para que quemara mejor. Ahora quema hasta debajo del agua. Y una gota es suficiente, seguirá quemando hasta el hueso así que de todos modos morirán por envenenamiento de fósforo".31
Así que los gooks suertudos fueron aniquilados por su propio bien. Mejor Muerto que Rojo.
Gracias a los seductores encantos de Hollywood y al irresistible atractivo de los medios masivos estadunidenses, todos estos años después el mundo ve la guerra como una historia estadunidense. Indochina contribuyó con el telón de fondo tropical y exuberante en el cual Estados Unidos realizó sus fantasías de violencia, probó su más reciente tecnología, promovió su ideología, examinó su consciencia, agonizó por sus dilemas morales y se ocupó de su sentimiento de culpa (o pretendió hacerlo). Los vietnamitas, los camboyanos y los laosianos sólo eran parte del escenario. Sin nombre, sin rostro, humanoides de ojos rasgados. Eran simplemente los que murieron. Gooks.
La única lección verdadera que el gobierno estadunidense aprendió de la invasión de Indochina fue cómo librar una guerra sin tener que enviar tropas estadunidenses ni arriesgar vidas estadunidenses. Así que ahora tenemos guerras que se libran con misiles crucero de largo alcance, Black Hawks, "bunker busters" [destroza-bunkers]. Guerras en las que los "aliados" pierden más periodistas que soldados.
Chompsky
Como niña que creció en Kerala, en el sur de la India –donde el primer gobierno comunista democráticamente electo en el mundo llegó al poder en 1959, el año en que nací– me preocupaba muchísimo ser una gook. Kerala estaba a sólo unas cuantas miles de millas al oeste de Vietnam. Teníamos junglas y ríos y campos de arroz, y también comunistas. Me imaginaba a mi madre, mi hermano y yo salir volando de los arbustos a causa de una granada; o masacrados, como los gooks en las películas, por un marine estadunidense con brazos musculosos y chicle y estruendosa música de fondo. En mis sueños, yo era la niña que ardía en la famosa foto tomada en el camino de Trang Bang.
Como alguien que creció en el filo de la propaganda estadunidense y soviética (que más o menos se neutralizaban), la primera vez que leí a Noam Chomsky se me ocurrió que su ordenamiento de la evidencia, el monto de ésta, su carácter implacable, era un poco –¿cómo decirlo?– demente. Una cuarta parte de la evidencia que había juntado habría bastado para convencerme. Me preguntaba por qué tenía que hacer tanto trabajo. Pero ahora comprendo que la magnitud y la intensidad del trabajo de Chomsky es un barómetro de la magnitud, alcance y carácter implacable de la máquina de propaganda a la que se enfrenta. Es como la carcoma que vive en el tercer estante de mi librero. Día y noche oigo sus mandíbulas mascando a través de la madera, reduciéndola a un fino polvo. Es como si no estuviera de acuerdo con la literatura y quisiera destruir la estructura misma en la que descansa. Yo la llamo Chompsky.
Ser un estadunidense que trabaja en Estados Unidos y que escribe para convencer a los estadunidenses de su punto de vista en verdad debe ser como hacer un túnel a través de la dura madera. Chomsky forma parte de una pequeña banda de individuos que lucha contra una industria entera. Y eso lo hace no sólo brillante, sino heroico.
Hace algunos años, en una conmovedora entrevista con James Peck, Chomsky habló de sus recuerdos del día en que Hiroshima fue bombardeada. Tenía 16 años: "Recuerdo que literalmente no podía hablar con nadie. No había nadie. Me fui a estar solo. Cuando escuché lo que había ocurrido estaba en un campamento de verano y me metí al bosque y me quedé solo un par de horas. Nunca pude hablar con alguien al respecto y nunca pude entender la reacción de los demás. Me sentí completamente aislado".32
Ese aislamiento produjo a uno de los más grandes y más radicales pensadores públicos de nuestro tiempo. Cuando el sol se ponga sobre el imperio estadunidense, como lo hará, como debe hacerlo, el trabajo de Noam Chomsky sobrevivirá. Señalará con un dedo impasible y acusador al despiadado imperio maquiavélico, tan cruel, santurrón e hipócrita como los que ha remplazado. (La única diferencia es que está armado con una tecnología que puede provocar una devastación en el mundo como jamás se ha conocido en la historia y que la raza humana ni siquiera puede imaginar.)
Como la gook que pude haber sido, y quién sabe, quizá como una gook en potencia, difícilmente pasa un día en el que no me descubra pensando –por una razón u otra– "Chomsky Zindabad**".

(Traducción: Tania Molina Ramírez. Se reproduce con autorización de la escritora. Copyright Arundhati Roy 2004)
N DE LA T:
*Términos despectivos usados para referirse a los asiáticos, los africanos y los nativos del Medio Oriente.
<>
** "Larga vida para Chomsky".

NOTAS DE LA AUTORA

1. R.W. Apple, Jr., "Bush Appears in Trouble Despite Two Big Advantages," The New York Times, 04/08/88, p. A1. Bush hizo este comentario cuando se rehusó a disculparse por haber derribado un avión de pasajeros iraní, matando a 290 pasajeros. Ver Lewis Lapham, Theater of War (New York: New Press, 2002), p. 126.
2 Chomsky es el primero en señalar que otros pioneros analistas de medios incluyen a su, en muchas ocasiones, coautor, Edward Herman, a Ben Bagdikian (cuyo clásico The media monopoly, de 1983, narra la censura de Counter-Revolutionary Violence, de Chomsky y Herman), y a Herbert Schiller.
3 Paul Betts, "Ciampi Calls for Review of Media Laws," Financial Times (London), 24/07/02, p. 8. Para un panorama general de las participaciones en acciones de Berlusconi, ver Ketupa.net Media Profiles: http://www.ketupa.net/berlusconi1.htm.
4. Ver Sabin Russell, "U.S. Push for Cheap Cipro Haunts AIDS Drug Dispute," San Francisco Chronicle, 08/11/01, p. A13; Frank Swoboda y Martha McNeil Hamilton, "Congress Passes $15 Billion Airline Bailout," The Washington Post, 22/09/01, p. A1.
5. Presidente George W. Bush Jr., "President Bush’s Address on Terrorism Before a Joint Meeting of Congress," The New York Times, 21/09/01, p. B4.
6. Dan Eggen, "Ashcroft Invokes Religion In U.S. War on Terrorism," The Washington Post, 20/02/02, p. A2.
7. Presidente George W. Bush Jr., "Bush’s Remarks on U.S. Military Strikes in Afghanistan," The New York Times, 08/10/01, p. B6.
8. Presidente George W. Bush Jr., Comentarios en las oficinas centrales de la FBI, Washington, D.C., 10/10/01, Federal Document Clearinghouse.
9. Ver Howard Zinn, A People’s History of the United States: 1492–Present, edición del 20 aniversario (New York: HarperCollins, 2001).
10. Bob Marley y N.G. Williams (también conocido como King Sporty), "Buffalo Soldier."
11. Noam Chomsky, "The Manufacture of Consent," en The Chomsky Reader, ed. James Peck (New York: Pantheon, 1987), pp. 121–22.
12. Ver Jim Miller, "Report From the Inferno," Newsweek, 07/09/81, p. 72, Review of Committee for the Compilation of Materials on Damage Caused by the Atomic Bombs in Hiroshima and Nagasaki, Hiroshima and Nagasaki: The Physical, Medical, and Social Effects of the Atomic Bombings (New York: Basic, 1981).
13. David E. Sanger, "Bush to Formalize a Defense Policy of Hitting First," The New York Times, 17/06/02, p. A1; David E. Sanger, "Bush Renews Pledge to Strike First to Counter Terror Threats," The New York Times, 20/07/02, p. A3. También ver The National Security Strategy of the United States of America, 20/09/02:
14. Ver Terence O’Malley, "The Afghan Memory Holds Little Room for Trust in US," Irish Times, 15/10/01, p. 16.
15. Ver Anthony Arnove, ed., Iraq Under Siege: The Deadly Impact of Sanctions and War, 2nd ed. (Cambridge: South End Press; London: Pluto Press, 2002).
16. Ver Noam Chomsky, "Memories," reseña de In Retrospect por Robert McNamara (New York: Times Books, 1995), en Z magazine (julio–agosto 1995). Disponible enhttp://www.zmag.org/.
17. "Myth and Reality in Bloody Battle for the Skies," The Guardian (London), 13/10/98, p. 15.
18. Bill Keller, "Moscow Says Afghan Role Was Illegal and Immoral," The New York Times, 24/10/89, p. A1.
19. Noam Chomsky, "Afghanistan and South Vietnam," en The Chomsky Reader, ed. Peck, p. 225.
20. Samuel P. Huntington, "The Bases of Accommodation," Foreign Affairs 46: 4 (1968): 642–56. Citado por Noam Chomsky en At War with Asia (New York: Vintage Books, 1970), p. 87.
21. Samuel P. Huntington, "The Clash of Civilizations?" Foreign Affairs 72: 3 (verano 1993): 22–49.
22. Huntington, "The Bases of Accommodation." Citado por Chomsky en At War with Asia, p. 87.
23. T. D. Allman, "The Blind Bombers," Far Eastern Economic Review 75: 5 (29/01/72): 18–20. Citado por Noam Chomsky en For Reasons of State (New York: New Press, 2003), p. 72.
24. Chomsky, For Reasons of State, p. 72; Chomsky, At War with Asia, p. 87; y Lapham, Theater of War, p. 145.
25. T. D. Allman, "The War in Laos: Plain Facts," Far Eastern Economic Review 75: 2 (January 8, 1972): 16. Citado por Chomsky en For Reasons of State, pp. 173–74.
26. Chomsky, For Reasons of State, p. 18. También ver Noam Chomsky, "The Pentagon Papers as Propaganda and as History," en Noam Chomsky y Howard Zinn, ed., The Pentagon Papers: The Defense Department History of United States Decisionmaking on Vietnam: The Senator Gravel Edition: Critical Essays (Boston: Beacon Press, 1971–72), Vol. 5, pp. 79–201.
27. Chomsky, For Reasons of State, pp. 67 and 70.
28. William Pfaff, Condemned to Freedom: The Breakdown of Liberal Society (New York: Random House, 1971), pp. 75–77. Citado por Chomsky en For Reasons of State, p. 94.
29. Pfaff, Condemned to Freedom, pp. 75–77. Chomsky, For Reasons of State, pp. 94–95.
30. The Pentagon Papers, Volumen 4, p. 43. Citado por Chomsky en For Reasons of State, p. 67.
31. Philip Jones Griffiths, Vietnam Inc., 2nd ed. (New York: Phaidon, 2001), p. TK. La primera edición es citada por Chomsky en For Reasons of State, pp. 3–4.
32 Noam Chomsky, entrevista realizada por James Peck, en The Chomsky Reader, ed. Peck, p. 14.

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