"El ángel caído" de Josep Renau. |
Jon E. Illescas Martínez (Jon
Juanma) *
Recuerdo que hace diez años
estábamos movilizándonos contra la guerra de Irak. Uno de aquellos
días, durante una clase en la facultad, un profesor infame pero
lamentablemente muy inteligente, del Partido Popular, nos dijo algo
que nunca olvidaría. Afirmó que con este sistema capitalista las
guerras eran inevitables. En su juventud había luchado contra la
dictadura de Franco desde posiciones marxistas y por eso tenía un
conocimiento de la realidad mayor que sus colegas de partido. A lo
largo de su vida realizó una travesía hacia el oportunismo y el
cretinismo que lo llevó a militar primero en el PCE, luego en el
PSOE y posteriormente, sin aterrizajes de emergencia, en el PP. Pero
biografías que harían las delicias de Hades aparte, el caso es que
tenía razón: dentro del capitalismo es imposible que no haya
guerras, como es imposible que no haya malnutrición, desigualdades
sociales o crisis cíclicas.
Es obligación de todo persona sensible
estar en contra de la guerra contra el pueblo sirio y contra todas
las guerras que vendrán si no sobrepasamos antes este sistema que se
pudre encima de nosotros. Y es por eso que debemos unirnos a todas
las personas sensibles para alzar nuestra voz contra esta nueva
afrenta a ese proyecto inconcluso llamado humanidad. Debemos luchar y
decir no a esta nueva carnicería que quieren perpetrar para
beneficio de grandes capitalistas escondidos detrás del teatro que
financian día a día, con sus marionetas políticas a sueldo (Obama,
Cameron, Hollande, etc.) y sus medios de desinformación de siempre
(CNN, TVE, Antena 3-La Sexta y Telecinco-La Cuatro entre otros).
Hasta aquí la obligación de toda persona sensible que quiera seguir
siéndolo. ¿Y la nuestra?
La obligación de los socialistas y los
comunistas honestos es luchar por acelerar el fin del capitalismo y
su substitución por una fase superior de la humanidad: el
socialismo. Es imperativo que todo comunista se esfuerce por
convencer pedagógicamente a las personas sensibles que lo rodeen de
la necesidad del socialismo. Hemos de explicar que la historia puede
tener sentido si estamos a la altura de las circunstancias y para
ello tenemos el materialismo histórico que nos legaron Marx y
Engels, junto a los claros y oscuros de todos los intentos de
construcción socialista que ahora forman parte del acervo de la
humanidad.
En la actualidad, las fuerzas
productivas se han desarrollado mucho más que nuestra ética como
seres humanos y por eso todavía seguimos atascados en esta sociedad
de clases llamada capitalista. Sociedad que transforma gran parte del
conocimiento científico-técnico en opresión. Pese a la revolución
inaudita de los medios de producción gracias al desarrollo del
maquinismo y la telemática, en lugar de trabajar menos horas y poder
disfrutar de la vida, trabajamos más y así muchos siguen perdiendo
su trabajo, y con él su hogar y su sustento. Con este sistema en
lugar de construir generadores mejorados de energía renovable casi
inagotable, como la solar, o elaborar fármacos que finiquiten muchas
enfermedades crónicas (con consumidores crónicos), el sistema nos obliga
a construir bombas y centrales nucleares que contaminan nuestro futuro
y lo plagan de nuevas enfermedades. Millones de toneladas de recursos
se despilfarran sin sentido social bajo la necesidad de ampliar la
red que subsume toda la riqueza social bajo la forma mercancía, esto
es, en productos pensados para su venta en el mercado. De este modo,
donde debería haber expansión de la cultura y unión entre los
pueblos del mundo, crece la alienación, el resentimiento y el
chovinismo alimentado por las industrias culturales hegemónicas al
servicio de los mismos magnates que reclaman la necesidad de guerras
que amplíen sus márgenes de beneficio. Cuando una bomba cae y
explota, cientos de personas mueren, pero unas pocas se enriquecen
porque mañana podrán vender una nueva bomba que reemplace la
anterior.
Debemos unirnos todos los trabajadores
de la Tierra, la única y verdadera patria común, y entender que
hemos de luchar unidos si queremos librarnos de este sistema que nos
condena a la miseria moral y material. Es la única solución. Los
intentos de preservar la soberanía nacional en el sistema-mundo son
vanos, porque sería como si una vez alcanzada la madurez, un
individuo deseara vivir como un niño. Cuando no suena ridículo es
sencillamente una falsa utopía de corto vuelo: pan para hoy y hambre
para mañana. La soberanía nacional no existe desde hace siglos y
hoy menos que nunca con la profundización en el mercado mundial, la
internacionalización de capitales, el desarrollo de las comunicaciones y
el mestizaje cultural entre los pueblos del mundo. Desde este legado
progresivo del capitalismo que nos ayudó a superar las barreras y
los prejuicios grupales propios de otras épocas donde la producción
se desarrollaba en pequeña escala, debemos luchar por una soberanía
internacional hacia el socialismo.
Los capitalistas internacionales están
unidos como clase y sólo se pelean para disputarse las ganancias que
extraen del plusvalor global arrancado del sudor de la clase obrera
mundial. En las guerras que vendrán, los obreros nos mataremos para
que el capitalista A o el capitalista B le robe al otro un porcentaje
de su cuota de ganancias, pero ellos seguirán yéndose a jugar al
golf juntos porque por mucho que se odien entre sí, nunca cometerán
el error de matarse en una guerra fratricida entre los de su clase.
No lo hagamos nosotros.
Debemos darnos prisa porque cada
segundo que pasa sin que instalemos el socialismo, algún niño muere
de hambre, alguna mujer embarazada es despedida por su empresa, algún
jubilado es declarado inservible por los servicios de salud
recortados y algún militar bombardea, cumpliendo órdenes, un
colegio que estallará en pedazos con miles de sueños infantiles. Y
la semana que viene, ese mismo militar, respetable padre de familia,
viajará con sus hijos a California para visitar a Mickey y a Minnie
en Disneyland. Se hará unas fotos con ellos y les regalará uno de
esos simpáticos peluches traídos de Bangladesh para así continuar
la (a) normalidad capitalista... hasta que nosotros la finiquitemos.
No valen peluches por bombas, ni trabajo para unos sobre los
despidos, cuando no los cadáveres, de otros. No vale matar al
prójimo para vivir un día más, antes que el prójimo de más allá
nos vuele mañana la tapa de los sesos. La humanidad no ha sufrido tanto para
volver a la selva.
Socialismo o profundización en la
barbarie. De nosotrxs depende.
* Jon Juanma es el seudónimo de
Jon E. Illescas Martínez, artista plástico e investigador de la FCM
en la Universidad de Alicante y la Universidad Complutense de Madrid.
Blog: http://jonjuanma.blogspot.com.es/
y correo: jonjuanma@gmail.com
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