sábado, 9 de agosto de 2014

Japoneses arrojaron a chinos en hornos de fundición durante la Segunda Guerra Mundial ( XINHUA / Argenpress)


Las autoridades japonesas mataron a mineros chinos enfermos arrojándolos a hornos de mineral de hierro durante la Segunda Guerra Mundial, de acuerdo con la más reciente de una serie de publicaciones de confesiones de criminales de guerra japoneses.

La confesión escrita de Yuichi Kashiwaba, un oficial japonés apostado en el noreste de China de 1932 a 1945, fue publicada hoy en el sitio de internet de la Administración Estatal de Archivos (AEA) de China.

En 1932, Kashiwaba fue asignado a la policía militar en "Manchukuo", el estado títere establecido por el Imperio de Japón en el norte de China, y después asumió el cargo de jefe de policía de la ciudad de Fushun del estado.

En septiembre de 1942, como jefe de policía, Kashiwaba ordenó que la Mina de Carbón de Fushun fuera acordonada para contener un brote epidémico.

En un dormitorio fueron aisladas 97 personas y 54 murieron, de acuerdo con la confesión de Kashiwaba.

"En la Estación de Aislamiento No. 25 Yongantai se carecía de suministros adecuados. La gente en aislamiento tenía un mal estado de salud y muchos de ellos fueron arrojados a los hornos de mineral de hierro en el taller de reparación para que murieran quemados", escribió.

Kashiwaba también admitió qué ocurrió cuando cerca de 250 chinos que eran trabajadores esclavos en una mina de carbón local lograron escapar en septiembre de 1941.

Después de una persecución, Kashiwaba y sus subordinados rodearon a quienes escaparon, "mataron a algunos a tiros con pistolas y arrestaron al resto".

Durante su periodo como jefe de policía de Fushin, Kashiwaba ordenó que los mendigos locales fueran arrestados y dispersados, en grupos de entre 200 y 300, en las montañas cercanas una o dos veces al año, confesó.

Ésta es la más reciente de una serie de 45 confesiones de criminales de guerra japoneses que planea publicar la AEA. Desde el 3 de julio ha publicado una diaria.

La AEA decidió dar a conocer los testimonios después de que el primer ministro japonés, Shinzo Abe, y políticos derechistas negaran los crímenes de guerra.

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