Decenas de obreros de Foxconn, donde trabajan 800.000 personas, se han quitado la vida desde 2009.
Decenas de obreros de Foxconn, la
compañía que ensambla en China el iPhone, se han quitado la vida desde
2009, pero uno de ellos ha conmovido de forma especial al país al dejar
escrita antes de morir una colección de poemas que resumen
magistralmente el lamento de toda su alienada generación.
Xu Lizhi, de 24 años, se quitó la vida
el 30 de septiembre al arrojarse por la ventana de su dormitorio en
Shenzhen, una de las ciudades chinas donde el gigante taiwanés Foxconn
ensambla para otras multinacionales el iPhone, el iPad, la Xbox, la
Playstation, la Blackberry o la Wii, que luego se venderán en todo el
planeta.
El de Xu sería uno más en la veintena de
casos similares que, sobre todo en el año 2010, han sacudido a Foxconn,
la mayor fabricante global de componentes electrónicos y la firma
privada en China con más empleados, 800.000.
Sin embargo, este suicidio adquirió
inesperadas ramificaciones literarias, ya que el veinteañero era poeta
en sus ratos libres y dejó versos en los que la dura vida en la fábrica
era su tema más recurrente.
“Taller, línea de ensamblaje, máquina,
tarjeta de fichar, horas extra, salario./ Me han entrenado para ser
dócil./ No sé gritar o rebelarme,/ cómo quejarme o denunciar,/ sólo cómo
sufrir silenciosamente el agotamiento”, escribía Xu en ellos.
Tras el suicidio, amigos y compañeros
del joven poeta decidieron recopilar los trabajos de éste, traducirlos
al inglés y publicarlos en internet, donde en las últimas semanas se han
convertido en todo un símbolo para muchos jóvenes obreros emigrantes
como Xu.
El joven, nacido en un pueblo de la
sureña provincia de Cantón y huérfano desde pequeño, había viajado a la
ciudad, como millones de jóvenes de su edad, para buscar trabajo, y en
2011 consiguió empleo en Foxconn, contó el diario local Shenzhen Evening
News, uno de los primeros que rescató su figura del olvido.
En sus primeros poemas, Xu ya mostraba
el impacto que le causaban el cambio de medio rural a urbano o el paso
de la infancia al duro trabajo de adulto, algo que le pasa a muchos
jóvenes de su generación.
“La juventud se detuvo en las máquinas, murió antes de tiempo”, decía Xu en uno de sus versos.
Las nuevas generaciones de jóvenes
chinos, más formadas y más protegidas por sus padres que en épocas
anteriores, tienen mayores problemas para adaptarse a la realidad de las
grises e impersonales fábricas que mueven la economía china y, por
ende, la mundial, con bajos sueldos, horarios interminables y duras
condiciones.
“Soy como un muerto/ que abre lentamente
la tapa del ataúd”, escribía Xu en 2013, en un poema en el que relataba
su regreso al dormitorio de trabajadores, tras una dura jornada en la
cadena de ensamblaje.
Sus compañeros contaban que Xu intentó
en varias ocasiones dejar el empleo para ser contratado en bibliotecas o
librerías de Shenzhen, pero no tuvo suerte.
También buscó sin éxito trabajar fuera
de la cadena de montaje, como supervisor, o en una librería de la propia
Foxconn, en cuya revista interna para los empleados había conseguido
publicar alguno de sus poemas.
A principios de este año había tomado
por fin la decisión de dejar Foxconn e irse a Suzhou, ciudad del este de
China, para reunirse allí con su novia, pero acabaron rompiendo.
Un día antes de quitarse la vida, Xu se
había reincorporado al mismo puesto que había dejado en Shenzhen, y en
la noche anterior al triste desenlace escribía un poema cuyo título, “En
mi lecho de muerte”, ya era premonitorio.
“Quiero tocar el cielo, sentir ese azul
tan ligero/ pero no puedo hacerlo, así que dejaré este mundo./ Todos los
que han oído de mí/ no se sorprenderán de mi marcha”, apuntaba Xu en su
cuaderno.
En 2010, cuando los medios denunciaron
más de una docena de suicidios de empleados de Foxconn en Shenzhen en el
plazo de pocas semanas, la firma puso en marcha una serie de medidas
para reducir el malestar de los trabajadores, desde la contratación de
servicios psicológicos a mejoras en las condiciones laborales o la
simple colocación de rejas en las ventanas
El propio Xu escribió entonces sobre
esos suicidios: “Un tornillo cayó al suelo/ en su negra noche de horas
extra./ Cayó vertical y tintineante/ pero no atrajo la atención de
nadie,/ igual que aquella última vez,/ en una noche como ésta,/ en la
que alguien se lanzó al vacío”.
Las medidas preventivas lograron reducir
el número de suicidios en la firma, aunque sigue habiendo casos
esporádicos, y el de Xu, amplificado por la amargura de sus poemas,
volvió a recordar las duras condiciones, a veces inhumanas, de los
trabajadores en cadena de China, la también llamada “fábrica del mundo”.
via Grupo Tortuga
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