lunes, 8 de diciembre de 2014

Norman Bethune: el cirujano que llevó sangre a los campos de batalla en la Guerra Civil. (Publico)

Realizó las primeras transfusiones móviles de la historia y creó el primer banco de sangre con donaciones voluntarias. 

Bethune en Madrid, ante la ambulancia con la que realizaba las transfusiones móviles.
Bethune en Madrid, ante la ambulancia con la que realizaba las transfusiones móviles.-Archivo


Todo comenzó con la pequeña camioneta de Ford, que los españoles llamaban ‘la rubia' por su media carrocería de madera, un frigorífico, un esterilizador y diverso material médico. El doctor canadiense Norman Bethune llegó a Madrid el 3 de noviembre de 1936 para colaborar con los servicios médicos del Gobierno republicano durante la Guerra Civil. Con la ayuda del Comité Canadiense de ayuda a la democracia española, viajó a Europa.
Adquirió el vehículo en Londres e instrumental médico en París, desde donde emprendió camino hacia la España de la contienda en compañía de Henning Sorensen y del joven Hazen Sise, que hacía de conductor. En Marsella compró una furgoneta Renault de mayores dimensiones, un vehículo con el más tarde salvaría vidas de refugiados que huían de Málaga a Almería.
Le empujaba una personalidad crítica e ideas apegadas al comunismo, "me niego a vivir sin rebelarme contra un mundo que engendra crimen y corrupción", defendía. Permaneció medio año en España, y practicó más de 700 transfusiones, entre ellas, las primeras de la historia en un campo de batalla.
En Madrid instaló el primer banco de sangre que hubo en el país, en una vivienda de la calle Príncipe de Vergara que contaba con 15 habitaciones y en la que reunió más de 1.300 piezas médicas para su cometido. Desde allí, se repartía sangre a todos los hospitales de la capital. Bethune fue pionero, además, en organizar donaciones voluntarias, publicando anuncios en prensa y solicitudes por radio para llamar a los donantes, peticiones que los madrileños respondían en concurrencia.
"La solidaridad del pueblo de Madrid sobrepasó todas sus expectativas: cuando puso en marcha el Servicio Canadiense de Transfusión de Sangre se hizo un llamamiento a la población a través de la radio; enseguida se formó a las puertas una larguísima cola de gente que pacientemente esperó su turno. Tanta fue, que los canadienses llenaron todas sus botellas y tuvieron que despedir a personas dispuestas a donar, aunque les tomaron sus datos y grupo sanguíneo para llamarles cuando necesitaran sangre.
Nunca fue un problema la falta de donantes", explica a Público Jesús Majada Neila, comisario de la exposición ‘La huella solidaria', que recoge imágenes inéditas del trabajo del doctor Bethune en España y en China, donde colaboró con Mao Tse Tung en 1938 durante la invasión de Japón.
Precisamente, ha sido el Centro Cultural de China en Madrid el exhibidor de esta colección, una iniciativa que surge del Centro Andaluz de Fotografía para conmemorar el 75 aniversario de la muerte del médico canadiense.
"El servicio ya está en marcha. Hemos tenido una magnífica respuesta del pueblo de Madrid. Las primeras transfusiones fueron realizadas anoche con pleno éxito", reconoció Bethune en una de las múltiples notas donde detallaba su práctica: "Por su mirada y lo débil del pulso debe haber perdido más de dos litros. Sangre calentada a temperatura del cuerpo, jeringuilla totalmente esterilizada. Miro la etiqueta, ‘sangre número 695, donante 2206, grupo IV, recogida en Madrid el 6 de marzo'. Todo el regla; no hay hemólisis. Vamos allá, cinco minutos y hemos acabado".
Las primeras transfusiones móviles de la historia
Pese al éxito de las donaciones de sangre, -en ocasiones se regalaba vino a cambio-, Bethune se percató de que para la mayoría de los heridos que llegaban a los hospitales era demasiado tarde, y adoptó una idea nunca antes puesta en práctica: llevar la sangre hasta los frentes de guerra con una unidad móvil de transfusión. Planteó su propuesta a los servicios médicos republicanos, y el propio Bethune decidió asumir la organización y la financiación de la misma. "Conseguí un tipo de vehículo adecuado y compré un equipo completo.
De esta manera, el cirujano canadiense se sumó a los servicios médicos de las Brigadas Internacionales, y comenzó una labor inédita con la que salvó vidas primero en Madrid, después en Guadalajara, Valencia y Barcelona y, también, durante el éxodo en la carretera de Málaga a Almería.
Transfusiones en la carretera de la muerte
El equipo de Bethune -Servicio Canadiense de Transfusión, que contó con médicos españoles y extranjeros- fue extendiendo su radio de acción por los diferentes frentes bélicos, llevando sangre por toda la región madrileña, desde la sierra de Guadarrama a la Casa de Campo.
Después, emprendió camino hacia el este del país, pasando por Guadalajara, Valencia y terminando en Barcelona. Cuando se encontraba en la capital del Turia, recibió la noticia del avance de los militares rebeldes en Málaga, y decidió partir al sur con su equipo en febrero de 1937. "Supo que el ejército fascista estaba copando esa ciudad, pero cuando llegó Málaga ya había caído sin ninguna resistencia, y lo que Bethune se encontró fue una riada de cien mil personas que huían despavoridas por la carretera con el objetivo de refugiarse en Almería", aclara Majada.
Las impresiones de lo que allí vio quedaron plasmadas en sus escritos con todo tipo de detalles: "Se detuvo el camión, salí y me quedé en medio de la carretera. ¿De dónde venían? ¿A dónde iban? ¿Qué estaba ocurriendo? Me miraban tímidamente. No tenían fuerza para seguir, pero temían detenerse. Decían que los fascistas iban detrás de ellos. Sí, Málaga había caído. Las armas habían tronado. Las casas fueron arrasadas. La ciudad había sido golpeada duramente y toda persona capaz de andar se había echado al camino".
En pleno éxodo, Bethune trató de organizarse entre la riada de personas, muchas de ellas gravemente heridas y enfermas. Decidió descargar los aparatos de la furgoneta para hacer hueco a los niños más graves y llevarlos con prontitud a Almería. El material médico se cargaría en la primera ambulancia que circulase por la zona. "Paramos el camión en la estrecha carretera, descargamos el equipo y las existencias de sangre, y después abrimos las puertas traseras. Se podía ver la excitación en los rostros de los refugiados", testimonió.
Norman Bethune regresó medio año después a Norteamérica e inició una gira por diferentes ciudades narrando los episodios que había vivido en España con el objetivo de recaudar fondos para el gobierno republicano y de sensibilizar sobre la peligrosidad del auge del fascismo. Sobre la huida de refugiados de Málaga al Almería, exclamó: "Imaginaos ciento cincuenta mil hombres, mujeres y niños que huyen en busca de refugio a una ciudad situada a cerca de 200 kilómetros. No hay más que un camino. No hay más vía de escape. Lo que quiero contaros es lo que yo mismo vi en esta marcha forzada, la más grande, la más horrible evacuación de una ciudad que hayan visto nuestros tiempos".
"Además de un reputado cirujano torácico, Bethune era pintor, poeta, buen escritor y buen orador", puntualiza Majada sobre las otras facetas del médico canadiense.

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