viernes, 8 de enero de 2016

BRASIL: Editorial de A Nova Democracia (versión en castellano)






Editorial - Rechazar la politiquería y luchar por la Revolución Agraria
Traducción Enrique Chiappa

El indecente escenario político en que se arrastran las altas esferas del viejo Estado brasileño expresa el nivel avanzado de descomposición de todo el sistema político y de poder de las clases dominantes de grandes burgueses y latifundistas serviles al imperialismo, principalmente yanqui. El escarnio sobre los sufrimientos del pueblo en que se transformó la calesita del cinismo y descaramiento del juego sucio del impeachment o no de Dilma Rousseff y la derogación o no del mandato de Cunha, ha servido a los guardianes de la vieja orden de explotación y opresión, con destaque para el desempeño del monopolio mediático reinante en el país, para polarizar la atención del pueblo para desviarlo de los embates reales para dar solución a los grandes problemas de que padece la Nación hoy e históricamente.

Los reales problemas, y principalmente sus soluciones, según los intereses del pueblo y de la Nación, se encuentran distantes de la inmundicia de esa politiquería que los dos campos que se enfrentan desesperadamente para decidir cuál detendrá la dirección de la gestión de turno, insisten en arrastrar la atención y el ánimo de la sociedad. Pues, ambos contendores están comprometidos hasta la médula con la política económica y la economía política del imperialismo. Así ha sido la historia de los sucesivos gobiernos en el país como meras gestiones de turno anti pueblo y anti nación.

El más elemental y significativo de estos problemas es el agrario-campesino. El secular sistema de relaciones de propiedad de la tierra y de alta concentración de esta en las manos de un puñado de familias y corporaciones en detrimento de millones de pobres es base del atraso económico-social semifeudal y semicolonial del País. El latifundio, desde prácticamente quinientos años, viene reproduciéndose en Brasil, anclado de entrada en el sistema colonial y, posteriormente, en el sistema semicolonial sobre el cual el imperialismo engendró el capitalismo burocrático.

Todas las gestiones de turno de la semicolonia Brasil, principalmente después del establecimiento del simulacro de régimen republicano, tuvieron en el latifundio una base de apoyo para su sustentación al frente del empodrecido Estado brasileño.

Siendo imposible disociar latifundio de la oligarquía municipal y regional, el sistema político putrefacto correspondiente al sistema de poder en descomposición (el viejo Estado brasileño de grandes burgueses y latifundistas, servil del imperialismo) y reposa en lo que existe de más retrógrado y reaccionario en una relación mediada por la farsa electoral.

A cada elección, los oligarcas regionales y sus jefes locales venden los votos bajo su dominio para los políticos, tanto del ejecutivo como del parlamento, además de mantener asegurados sus intereses en la vasta burocracia judicial. Fortalecidos económicamente, invierten en más tierra, lo que implica en aumentar su poder político.


Las clases dominantes viven en este momento una crisis sin precedentes y más que nunca usan todo el poder del viejo Estado para oprimir el pueblo pobre del campo y de la ciudad. Y hacen esto bajo el recelo de que estas masas se levanten con furia replegada, tal como las revueltas populares de 2013 prenunciaron.

El “Poder Legislativo”, mientras va negociando  las querellas oriundas de las disputas dentro del Partido Único, paralelamente, lanza medidas proteccionistas del latifundio, principalmente de su versión productiva, el “agro negocio”, y de las mineras, en una desvergonzada agresión a los derechos de los pueblos indígenas, de los campesinos pobres sin tierra o con poca tierra y de los remanentes de quilombolas (antiguos esclavos).

El “Poder Judicial”, en todas sus instancias, pero principalmente en la primera y segunda, acoge las solicitudes, las más aberrantes, del latifundio y las expediciones de instrumentos como el “Interditoprohibitorum” para proteger la oligarquía de la cual es originario “su majestad el Juez”.

Albergado en la “decisión judicial”, el “Poder Ejecutivo”, cuya burocracia en sus ejemplares de dirección es servil de las clases dominantes, patrocina las frecuentes realizaciones de acciones combinadas y dirigidas a partir de la gestión central, donde las fuerzas armadas, la guardia nacional, las policías federal, militar y civil son utilizadas para la realización de desalojos violentos en el campo y en la ciudad y de la represión a las justas protestas del pueblo.

Es así que funciona el Estado de grandes burgueses y latifundistas al servicio del imperialismo. Es así que, aun enfrentando crisis económicas, políticas, éticas y morales, las clases dominantes explotadoras y sus canes oportunistas y revisionistas, cómplices en el Partido Único, creen que podrán continuar dominando por toda la vida.

Acontece que las masas ya dieron pruebas de que no están dispuestas a continuar bajo la opresión y explotación de este quebrado sistema político y económico. La realización reciente del 8º Congreso de la Liga de los Campesinos Pobres (LCP) del Norte de Minas y Sur de Bahía, las tomas de tierra en aquella región, en Rondônia, en Paraná, Centro-Oeste, Pará y en el Nordeste, dan bien el tono con que el campesinado brasileño, secularmente atingido por la explotación y miseria (y por esto aun secularmente combativo), está dispuesto a enfrentar la crisis de las clases dominantes avanzando para la Revolución Agraria.

Está más que claro para todo el pueblo brasileño que las instituciones del viejo Estado son incapaces de resolver la crisis en beneficio del pueblo. Como acostumbra a acontecer, siendo la crisis el resultado de la medición de fuerza entre los grupos políticos de las fracciones de las clases dominantes, todos permanecerán dentro del Partido Único bajo la nueva hegemonía, por lo menos hasta la próxima crisis.

Lo que los revolucionarios tienen como tarea es intensificar la movilización, la politización y la organización de las masas en preparativo de la Revolución Democrática, para la cual los campesinos ya emprenden esfuerzos de su primera fase como Revolución Agraria.

2016, por lo tanto, será una excelente oportunidad para convocar las masas a abandonar, definitivamente, cualquier ilusión electoral, entendiendo que la elección municipal es una de las armas de fortalecimiento delo que hay de más podrido de los sustentáculos de este sistema de explotación y opresión del pueblo y de la Nación, el latifundio anacrónico y odioso. No votar y luchar junto al movimiento campesino combativo por tomar todas las tierras del latifundio es la esencia del lema de “!Muerte al latifundio!” y “!Viva la Revolución Agraria!”.

Desde ya, rechazar y no dejarse usar como masas de maniobra para uno de los dos campos que actualmentepugnan desesperadamente por el dominio de la vieja y empodrecida política y centrar en las movilizaciones en defensa de los derechos del pueblo pisoteados, partir para la acción y luchar para imponer las necesidades populares es la tarea política más avanzada. Hacer preparativos para que las movilizaciones y luchas sean más contundentes y organizadas, para repeler los llamamientos de los oportunistas electoreros que infestan los movimientos populares y barrerlos de su medio, así como para repeler los ataques de las hordas represivas que el viejo Estado y sus gerentes de turno envía para masacrar el pueblo. Destruir su organización y aplastar su lucha es la cuestión clave.

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