jueves, 7 de diciembre de 2017
Dos poémas del Presidente Mao Tse-tung.
LA GRAN MARCHA
Octubre de 1935
El Ejército Rojo no teme los rigores de una larga marcha,
mil montañas, diez mil ríos no significan nada para él
las Cinco Cordilleras le parecen parvas olas,
simples terrones que se deslizan, los colosales macizos del Wumeng.
Tibios están los acantilados nubosos que, azotan las, aguas del Arenas de Oro,
frías las cadenas de hierro tendidas sobre el río Tatu.
Cuánta alegría causan las dilatadas nieves del Minshan
y, habiéndolas cruzado los tres Ejércitos, una sonrisa estalla en cada faz.
NIEVE
Febrero de 1936
Panorama del norte:
mil li sellados por el cielo,
diez mil li en que la nieve flota.
A cada flanco de la Gran Muralla,
blanca vastedad.
De arriba abajo, el gran río
ha perdido de pronto su tumulto.
Danzan las montañas, serpientes de plata,
elefantes de cera, avanzan las tierras altas,
intentando medir su estatura con el cielo.
En días de sol,
vestida de blanco y adornada de rojo, veréis la tierra
aún más hermosa, más cautivante.
Tierra tan rica en belleza que incontables héroes la honraron a porfía.
Lástima que a Chin Shi Juang y Jan Wu Ti
les faltara lustre literario, que Tang Tai Tsung y Sung Tai Tsu
tuvieran magro don poético.
Hijo predilecto del Cielo en su momento,
Gengís Khan
sólo entendía de cimbrar su arco contra el águila gigante.
Todo eso es pasado, es ido.
Para encontrar a los héroes de veras
hay que poner los ojos en nuestros propios días.
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