domingo, 30 de diciembre de 2018

TUNEZ: Continuan las protestas contra la política hambreadora del gobierno islamico.

Las protestas vuelven a Túnez tras el suicidio a lo bonzo de un joven periodista

Aberrazak Zorgui se quitó la vida como forma de protesta por la pobreza y precariedad que sufren las regiones marginadas del país

Enfrentamiento entre antidisturbios y manifestantes este martes en Kasserine (norte de Túnez).
Enfrentamiento entre antidisturbios y manifestantes este martes en Kasserine (norte de Túnez).
REUTERS
Túnez

”He decidido hoy desatar una revolución … Estoy harto de las promesas incumplidas”, dijo Abderrazak Zorgui mirando a la cámara en un mensaje grabado el pasado lunes y que colgó enseguida en las redes sociales. Veinte minutos después, se inmoló. Zorgui, un joven periodista en situación laboral precaria, murió a causa de las quemaduras mientras era atendido en el hospital. Con su trágica acción, pretendía emular a Mohamed Buazizi, el vendedor ambulante cuyo suicidio desencadenó la revolución de 2011. A pocos días del octavo aniversario de la huida del sátrapa Ben Alí, la conflictividad social se ha disparado en Túnez.
La decisión de Zorgui, de 32 años, no respondía solo a la desesperación provocada por su situación personal, sino que tenía una motivación política enmarcada en el sufrimiento de toda una generación de jóvenes parados sin expectativas de futuro. “Hay gente que no tiene absolutamente nada. Hay regiones sin un duro. Hay gente que está muerta aunque estén vivos”, comenta en su vídeo, colgado en las redes sociales y ampliamente compartido. “Voy a protestar solo. Me voy a inmolar y si alguien llega a encontrar un trabajo gracias a mí, estaré encantado… Quizás el Estado va a reaccionar”, añade.
Su suicidio tuvo lugar en la Plaza de los Mártires de la ciudad de Kasserine, capital de una de las provincias más pobres del país. Precisamente en una región colindante, Sidi Buzid, con una problemática social parecida, fue donde saltó la primera chispa revolucionaria en 2011. La muerte de Zorgui ha provocado una reacción de rabia entre los jóvenes en Kasserine, donde se han registrado enfrentamientos con la policía durante los dos últimos días. Según fuentes policiales, una treintena de personas han sido detenidas. Si bien han sido de menor intensidad, también se han registrado disturbios en las zonas de Teburba y Jebeniana, donde un muchacho intentó  inmolarse, pero lo evitaron los otros manifestantes.
La enorme desigualdad entre las provincias costeras y las del interior del país fue uno de los detonantes de la revuelta contra el régimen de Ben Alí, cuya propagación a otros países de la región dio lugar a las llamadas “Primaveras Árabes”. A pesar del éxito de la transición a la democracia en Túnez, los habitantes de las zonas y barrios marginados se quejan de que nada ha cambiado para ellos después de la revolución. En lugares como Kasserine, la tasa de paro juvenil supera el 50%, duplicando la media nacional.
La acción desesperada de Zorgui no es un caso aislado. En lo que va de año y hasta el mes de noviembre, se produjeron 434 suicidios o intentos de suicido, según la fundación FTDES. En la mayoría de casos, los autores eran hombres de entre 26 y 35 años de las regiones del centro del país. "Se ha registrado un aumento de los suicidios colectivos, y de aquellos que se realizan en lugares públicos con el fin de llamar la atención. La inmolación es el segundo método más utilizado, después de ahorcarse", cuenta Najla Arfa, del Observatorio Social Tunecino.
Así pues, en los últimos ocho años, se contabilizan decenas de jóvenes que han intentado emular a Buazizi quemándose a lo bonzo. “Este es un suicidio de protesta. Sin la atención o el apoyo del Gobierno, los partidos políticos o los sindicatos, muchos jóvenes se sienten completamente desamparados y consideran que su cuerpo es su único recurso para la protesta”, señala el sociólogo Abdesattar Sahbani, especializado en suicidios.
El mes de enero suele ser el más “caliente” en Túnez. El año pasado, el Gobierno tuvo que recurrir al toque de queda para frenar una ola de protestas sociales que desembocó en disturbios nocturnos en diversas ciudades. Este año, se podría repetir la misma situación, quizás agravada, pues la temperatura social se ha recalentado durante las últimas semanas. A los diversos paros sectoriales de abogados, maestros y transportistas, se ha unido la convocatoria de una huelga general para el próximo 17 de enero por parte del todopoderoso sindicato UGTT. Si a las movilizaciones en la calle de los jóvenes desempleados se sumara el músculo organizativo de la central sindical, el Gobierno podría verse desbordado, abriendo una crisis política de consecuencias imprevisibles.

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