martes, 5 de mayo de 2020

El covid-19, un nuevo chantaje del imperialismo para desmontar la lucha de clases y las guerras populares


 
En la década de los 60´del siglo pasado, Jruschov, con relación al tema nuclear y la manera cómo manejó con su similar de EEUU J. Kennedy sostenía: “Nosotros (los EEUU y la URSS) somos los países más poderosos del mundo; si nos unimos en nombre de la paz, no habrá ninguna guerra. Entonces, si algún loco quiere la guerra, bastará que le amenacemos con los dedos para que se sosiegue”.

“¿Para qué sirven los principios si se pierde la cabeza?” (Pravda,1963)

Es con este tipo de declaraciones que el revisionismo soviético de Jruschov y su camarilla  pretendía argumentar su nefasta tesis de la “coexistencia pacífica” con el imperialismo yanqui. Es decir, ante la llamada amenaza de una tercera guerra mundial, el revisionismo se planteaba una tregua con el imperialismo yanqui y obviamente parte de ese compromiso determinaba que la URSS renuncie al internacionalismo proletario, a apoyar las revoluciones populares y de liberación nacional so pretexto de no realizar actos que eventualmente puedan provocar a los EEUU. Y no solo eso,  es oportuno recordar cómo el revisionismo de Jruschov atacaba con vehemencia a la China del presidente Mao por  apoyar las revoluciones populares y de Liberación Nacional que se desataban en Asía, de quiénes decía era un acto irresponsable y que ponía en peligro la paz mundial.

Es decir, el cuento de la guerra nuclear por parte del revisionismo social imperialista de la URSS devino en un vil chantaje para los pueblos oprimidos del mundo para que desistan de sus procesos revolucionarios, y en ellos, de la lucha de clases.
¡El chantaje de la  guerra nuclear pretendía se devore la lucha de clases!
Hoy, el imperialismo de toda laya: EEUU; China, Rusia, Alemania, Francia; etc., sus títeres en los países del tercer mundo, y en ellos los revisionistas, reeditan nuevamente estos vómitos verdes de Jruschov de conciliación, de “coexistencia pacífica” utilizando la pandemia como caballo de Troya.

Esta nueva versión del chantaje nuclear que se muestra en la “unidad en contra del COVID-19”, en alguna medida trata de meternos en el “mismo cajón” de los años 60´del siglo pasado, donde  la lucha de los comunistas en el mundo y sus variadas formas cómo se manifiesta en los distintos países (guerra popular; lucha de clases cruenta, no cruenta) trata o pretende sea subordinada a una aparente contradicción principal que se expone en la “lucha de la humanidad” en contra de la pandemia.

Hoy, la emergencia sanitaria generada por el mismo imperialismo, sea este yanqui, chino o ruso, ha desnudado con más vehemencia aún cuán débil es el imperialismo en sus entrañas, un verdadero tigre de papel; capaz de desarrollar armamento nuclear,  viajar fuera del planeta; agredir a cualquier país en cualquier parte del mundo, no obstante, incapaz de sobrellevar una crisis al interior de sus fronteras que, como en el caso de los EEUU,  ha cobrado ya la vida de más de 80.000 estadounidenses que representan el 15% de los soldados yanquis que murieron en la Segunda Guerra Mundial; un número superior a la cantidad de bajas sufridas por el imperialismo en la guerra de Vietnam (53.000); más que aquellos que murieron en Corea (33.000); muchísimos más de aquellos que felizmente tuvieron que dejar sangre en tierra iraquí (5.000 bajas); a esto, sumar una indetenible alza de contagiados (aproximadamente un millón de personas) que con toda seguridad doblará el número de fallecidos en las próximas semanas.

Pero no, aún en esas condiciones, el imperialismo berrea llamados a la “unidad”, a la “paz” que son replicados en todos los países sometidos por las distintas manifestaciones del imperialismo en el mundo; sin embargo, estas mismas potencias siguen en pugna violenta en Medio Oriente: Siria, Irak, Irán; igualmente en Afganistán; Yemen y Palestina, acrecentando el dolor de los pueblos que son sometidos a la más abyecta miseria y destrucción.

Tampoco se quedan inactivos militarmente en América. Justamente en estos días intentaron una incursión armada a Venezuela desde Colombia.

El imperialismo y sus lacayos nos llama a la unidad de la misma manera como lo hicieron en 1963, utilizando las mismas tácticas: “una de ellas es el embaucamiento al estilo del sacerdote y la otra la represión a la manera del verdugo. La engañosa política de paz del imperialismo y su política de guerra siempre se han servido y complementado una a la otra”.

En este y cualquier contexto, ¿es conveniente llamar a una tregua en medio del desarrollo de la guerra popular en los países donde esta es llevada a cabo por los partidos comunistas?

¿Es conveniente caer en el anzuelo que lanzan los gobiernos y viejos Estados al proletariado y demás masas explotadas con eufemismos de unidad, de tregua a los “intereses partidistas, ideológicos o de grupos” para poder atender la crisis generada por  la pandemia?
¡No!, ¡imposible!

De pronto es importante recordar cómo en el desarrollo de la guerra popular en el Nepal y particularmente antes del ataque a Dunai, febrero del 2001, el CPN-M tuvo su Segunda Conferencia Nacional realizada en la India en dónde se empezó a fraguar la traición a la GP, ya que a partir de ese “evento” se aceptó una tregua planteada por el gobierno. Como un acto de “buena voluntad” el CPN-M entregó los prisioneros de guerra al régimen y fue a partir de esos hechos y de esa Conferencia que se van consolidando acciones “tácticas” llamando a la tregua, a las tratativas. No pasa mucho tiempo y el “camino Prachanda” anidó en la dirección del Partido y lo llevó al despeñadero de la historia, de la capitulación. La guerra popular fue traicionada vilmente.

Es decir, bastó un momento, un escenario en concreto y las fuerzas revolucionarias, a través de sus traidores, el revisionismo y el oportunismo, le regala la iniciativa al enemigo. Lo demás es prácticamente una cuestión de tiempo.

¡No puede haber paz, ni aún circunstancial entre la revolución y la contrarrevolución!; entre los países oprimidos y los países opresores; entre burguesía y proletariado, entre masas y feudalidad. La pandemia no justifica entregarle la iniciativa al enemigo de la clase, del pueblo y de las naciones; no se le puede permitir tome un respiro. El viejo Estado se remece, está débil, es cuándo debemos propiciar su caída, así nos enseñó el presiente Mao en los 6 Escritos Militares. No debemos permitir que el viejo Poder desde su bancarrota trate de mostrarse dadivoso, “humanitario”; que sobre todo tenga la oportunidad de vender la idea de que el Estado no le pertenece a una clase en particular, sino al pueblo, recreando de esta manera, las viejas tesis de Jruschov tan oportunas para sustentar el trillado discurso que convoca a la unidad para confrontar la crisis sanitaria en el Ecuador y el Mundo.

Definitivamente la pandemia se ensaña con los más vulnerables, con los más miserables, los pobres, los parias, los sin tierra, aquellos que no solo que están ajenos a recibir una atención hospitalaria digna; a los que viven al día y que ahora son confinados forzosamente a estar encerrados sin que los viejos Estados puedan atender sus más elementales requerimientos de subsistencia diaria.

No puede haber paz con los viejos estados y sus gobiernos cuando estos descargan toda la responsabilidad de sobrellevar la crisis social, de salubridad y económica en los hombros de los trabajadores como sucede precisamente ahora en el Ecuador.

No puede haber paz con los aparatos represivos porque estos sirven a los intereses del viejo estado. Se evidencia en cosas tan elementales como la violenta reacción que han tenido en contra de nuestro pueblo que ha sido agredido física, sicológicamente y aún en su dignidad por esos miserables guardianes del viejo Poder.

No puede haber paz, en Colombia cuando el paramilitarismo sostenido por las FFAA y el viejo Estado en su conjunto, sigue asesinando dirigentes campesinos en el Cauca, Putumayo y otros departamentos. Y en esto hay que considerar que quienes ponen una alta cuota de muertos son precisamente dirigentes campesinos/indígenas que están al frente de la lucha por la defensa de la tierra y que en gran medida ya están hartos del revisionismo armado y de la violencia paramilitar/estatal. Pero al revisionismo armado también “le pasan factura”, que sin ir más allá de su diatriba ideológica, propio de los principios y leyes que rigen al revisionismo, desembocó en un proceso de paz que se vino alimentando en permanentes treguas planteadas por navidad; treguas para canjes de prisioneros; por año nuevo, por semana santa, por las inundaciones, treguas “humanitarias” y así, una serie de pausas con cualquier pretexto que terminaron por entregarle la iniciativa total a la reacción. La suma de treguas pequeñas devino en una capitulación que como avalancha que se llevó todo, vidas de campesinos pobres, de combatientes, de desmovilizados, que en fin de cuentas fueron utilizados por su dirigencia para que esta termine donde siempre termina el oportunismo y el revisionismo: el Congreso, la Asamblea o cualquier dignidad política del viejo Estado.

No puede haber tregua en los países donde la clase, el campesinado pobre y las masas han desarrollado guerra popular so pretexto de que estas, las masas, sean atendidas sanitariamente, cuando sabemos que dicha atención, si es que llega, será inoportuna, deficiente y obviamente será  instrumentalizada para minar la base de apoyo que tiene la guerra popular en el seno del campesinado pobre.

La experiencia última de los camaradas de Filipinas con relación a la tregua unilateral decretada entre el mes de abril del presente año lo dice todo. El enemigo aprovechando la tregua por la pandemia, le montó 36 ataques al NPA en los que murieron 18 camaradas y 8 heridos. Si bien es cierto la oportuna reacción del ejército del pueblo le causó 56 bajas al enemigo, de por sí los hechos da cuenta de que el imperialismo y los viejos Estados siempre, siempre asisten a treguas, acuerdos, básicamente con la intención de destruir la revolución, ya sea desde el aniquilamiento de las fuerzas vivas, como el arrancarle bases de apoyo o incidir en su línea política e ideológica para arrastrarlos al aniquilamiento político.

Bien señalaba Lenin sobre la actitud que debemos tener los revolucionarios en el caso de las pandemias y la imposibilidad de renunciar a la lucha en contra del enemigo de la clase, ya que es obvio de que atrás de esta crisis mundial ha sido generada precisamente por ellos, por los enemigos de la clase y del pueblo.

Debemos hacer precisamente lo que hizo el presidente Mao en 1963 cuando Jruschov pretendía chantajear a los países del tercer mundo con la perorata de las armas nucleares y la tercera guerra mundial; desenmascararlos, combatirlos; denudar su falacia, su mentira, su estrategia. Combatir-resistir y persistir en la lucha de clases, en la guerra popular, pero también en la lucha de dos líneas en el seno del pueblo; no atender, no comprender esta situación nos llevará a vivir derrotas para el proletariado internacional.

La guerra popular ha dado saltos importantes en Turquía, Filipinas, India y Perú. Caer en el chantaje del COVID-19 dejará abiertas fisuras que con toda seguridad volverá vulnerable la guerra popular, porque lo ganado, será entregado al enemigo con facilidad y sí, contrario a lo que decía la publicación de Pravda respaldando las tesis de Jruschov en 1963, cuentan los principios así perdamos la cabeza porque así ha sido a lo largo de la historia, porque así “perdieron la cabeza” en la comuna de París, en la revolución en Rusia, en China, en las mismas guerras populares que se adelantan en el mundo aquellos comunistas convictos de sus principios y que nos han señalado la ruta correcta por dónde transitar si en verdad en nuestro programa está la Revolución de Nueva Democracia, el Socialismo y el comunismo.

No podemos ni debemos plantear treguas desde la guerra popular, o la lucha de clases por un hecho elemental: aún no tenemos el Poder en nuestras manos, y ese, en verdad, es el mayor y más sólido argumento.

Hoy no hay un viento que venga del Este para que prevalezca sobre el del Oeste; hoy hay un indetenible torbellino que emerge desde las mismas entrañas de los países del tercer mundo y que no habrá guerra nuclear, agresión militar, reacción, pandemia o fenómenos social o natural alguno que pueda detenerlo.

No a las treguas; no a los pactos; no a las tratativas sí a la guerra popular hasta el comunismo.
No a las teguas porque la opresión imperialista a las semicolonias no cesa, no se detiene ni un solo minuto; porque el capitalismo es depredador, inflexible y explotador con los obreros; porque los grandes terratenientes segundo a segundo, minuto a minuto desangran al campesinado pobre; porque el revisionismo y el oportunismo, no pierden un solo momento para hincar sus dardos venenosos por desmontar los alcances revolucionarios del proletariado y sus aliados estratégicos.

No a la tregua en la lucha de clases en los países donde se desarrolla guerra sin derramamiento de sangre; no a la conciliación de clases; si  a la confrontación abierta, decidida, aquella que aún desde la lucha reivindicativa aporte al pronto y urgente desarrollo de la guerra popular.

No a la lucha pasiva; no al diálogo; si a la lucha activa, revolucionaria, caso contrario, no seremos lo que somos.
 
¡VIVA LA GUERRA POPULAR EN EL PERÚ, FILIPINAS, TURQUÍA Y LA INDIA!
¡NO A LA TREGUA CON EL ENEMIGO DE LA CLASE, DEL CAMPESINADO POBRE Y DEL PUEBLO!
¡NO A LA CONCILIACIÓN DE CLASES SO PRETEXTO DE COMBATIR LA PANDEMIA DEL COVID-19!
¡SI NO COMBATIMOS AL REVISIONISMO, NADA HABREMOS HECHO!
¡A CONQUISTAR EL SOL ROJO DE LA LIBERACIÓN: EL COMUNISMO!


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