Un serio análisis de la situación de la revolución del Perú y sus necesidades
Un Mundo Que Ganar #2006/32
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(La version of this article that appears in Un Mundo Que Ganar #2006/32 contains some political and grammatical inaccuracies. The article has been carefully checked with the original in English and the necessary corrections have been made. We suggest that the attached corrected version be inserted in the journal for copies sold in the future and, if possible, that this corrected version be made available to those people who already have this issue of the journal in Spanish.)
Al cierre de esta edición, continúa el juicio de Abimael Guzmán (presidente Gonzalo) y los otros 23 líderes del Partido Comunista del Perú (PCP) por “terrorismo agravado contra el Estado” que empezó en septiembre de 2005. Según el gobierno y la defensa, no queda ninguna duda de que el único propósito es hacer que las cortes actuales confirmen la sentencia decretada, en la mayoría de los casos, por oficiales militares encapuchados en el juicio exprés y secreto de 1992. Antes del nuevo juicio, varias autoridades prometieron que el principal acusado de 70 años de edad nunca dejaría la prisión con vida. Las actuales elecciones presidenciales parecen una contienda por quién pueda prometer el peor destino para los líderes presos del PCP.
El proceso es un acto de venganza de los protectores del viejo orden. No se puede tildar de “terrorismo” a una rebelión de masas, sobre todo del calibre de la guerra revolucionaria bajo la dirección del PCP que empezó en 1980. Ningún amante de la justicia puede aceptar el castigo del gobierno peruano respaldado por Estados Unidos al presidente Gonzalo y a otros líderes por haber iniciado una guerra popular, una lucha armada que contó con profundas raíces y apoyo de las masas pobres. De eso se trata este juicio, sin importar cuáles sean los actuales puntos de vista de los defendidos.
Este afán de venganza tiene un propósito político: la abrumadora mayoría de los peruanos aún viven en la desesperanza, y los brotes de furia y violencia de las masas muestran que no han aceptado su suerte. El decaimiento de la guerra popular no se debe principalmente a ningún cambio de estas circunstancias. Es obvio por qué los gobernantes quieren aplastar y criminalizar la idea de la rebelión armada de las masas y el cambio revolucionario.
En los años desde el arresto del presidente Gonzalo, la guerra popular ha sufrido reveses muy serios. El nivel y el alcance geográfico de la lucha han declinado dramáticamente, sobre todo desde fines de los años 1990. No se sabe cuántos Comités Populares Abiertos (el poder político revolucionario de los campesinos que el partido estableció en el campo durante el auge de la guerra popular) y cuántos Comités Populares Clandestinos aún existen.
En diciembre de 2005, en las fechas en que el PCP solía realizar importantes operaciones militares, por primera vez en varios años había exitosas emboscadas a patrullas de la policía en la selva del Huallaga y Ayacucho. Se ha considerado la primera zona una plaza fuerte de las fuerzas de PCP que buscan una “solución política” para terminar la guerra, y que amenazaban lanzar acciones armadas para obligar al gobierno a otorgar una amnistía como una “salida” del conflicto1. La segunda zona se ha considerado un centro de los que quieren continuar la guerra. ¿Estuvieron coordinados esos ataques, como dicen las autoridades? Como ambas acciones se realizaron a nombre del presidente Gonzalo, es muy difícil determinar a cuál de estas dos metas políticas contradictorias servían. No ha salido en años ningún comunicado político importante para clarificar la orientación política del partido.
Se complica más la situación porque la conducta del presidente Gonzalo en el actual juicio da más peso a las señales fuertes y concordantes de diferentes fuentes de que muy probablemente él sea el autor del llamado a terminar la guerra. El factor determinante en la evolución del actual estado de la lucha es la manera en que el PCP ha abordado la situación.
El presidente Gonzalo fue capturado en septiembre de 1992, cuando parecía que avanzaba con fuerza la guerra popular. Pero estaba en ciernes un golpe mayor al partido. En octubre de 1993, el hombre fuerte del Perú respaldado por Estados Unidos, Alberto Fujimori, anunció que Abimael Guzmán le mandó una carta en que pide negociaciones para terminar la guerra popular. Después, se divulgó un video en que Gonzalo y Elena Iparraguirre (camarada Miriam, alta dirigente del partido y compañera del presidente Gonzalo) leían las cartas. En algunas fotografías, otros presos, algunos de ellos reconocidos líderes del partido, los flanqueaban.
El Comité Central del partido, conformado de los líderes del partido fuera de la cárcel, rechazó el llamado como una “línea oportunista de derecha” (LOD). El partido dijo: “No se puede aceptar lo que va contra principios” y “Es norma comunista internacional que no se dirige desde la cárcel”. Pero agregó que todo eso esto era una “patraña” fraguada por el gobierno en colaboración con Estados Unidos y un “grupillo negro” de presos renegados (ahora expulsados del partido). Decir que el presidente Gonzalo pudiera estar asociado con este “grupillo” era una “patraña”, parte de la “guerra de baja intensidad” patrocinada por Estados Unidos contra la guerra popular2. El partido dijo, el hombre que lucía como Gonzalo era un actor.
Cualquier partido revolucionario correría el riesgo de venirse a pedazos si su presidente intentara revocar sus anteriores posiciones sobre problemas básicos de orientación y conceptos estratégicos y propugnara por abandonar la guerra revolucionaria. Así fue aún más el caso para el PCP. En el centro de la identidad histórica del partido está el concepto de jefatura: la idea de que Gonzalo era más que el presidente del Comité Central del partido, que era un jefe (o sea, una categoría única de líder), quien, aparte de su papel en el partido, estaba por encima de él. Cada militante declaraba su sujeción incondicional a él. Ahora parecía que el hombre que dirigió el inicio y desarrollo de la guerra popular llamaba a que el partido celebrara conversaciones para conducir a un acuerdo de paz con el gobierno de Fujimori, cuya aplicación llevara a concluir la guerra. A cambio del acuerdo, se decía, el partido disolvería los comités populares y el ejército dirigido por el partido.
Es posible que a los líderes decididos a no rendirse les haya parecido que la única salida fuera la “solución” del Comité Central: la idea de que todo eso era una “patraña”. Pero esa idea era una trampa para el partido, porque en dos sentidos obró contra su capacidad de persistir en la guerra popular. Primero, aunque había cierta falta de claridad al comienzo sobre las circunstancias en que se hizo el llamado a acuerdos de paz, nunca hubo evidencia concreta de que fuera una “patraña”. ¿Cómo se podría mantener la continuación de la guerra sobre la base de llamar a los militantes a cerrar los ojos cuando parecía con cada vez mayor probabilidad que el llamado de acuerdos de paz era del presidente Gonzalo? Segundo, este enfoque intentó evitar el problema de analizar y refutar las justificaciones para terminar la guerra popular.
El presidente Gonzalo y los acuerdos de paz
El mejor argumento a favor de la idea de la “patraña” era que el llamado de acuerdos de paz contradecía lo que el presidente Gonzalo había sostenido previamente. Cuando lo presentaron en una jaula ante los medios informativos y una manada de policías y otros reaccionarios, Gonzalo se burló de su triunfalismo. El arresto fue simplemente un “recodo en el camino”, dijo, en medio del estruendo de los motores de un helicóptero militar. Llamó al partido a proseguir3. Pero ¿era cierto que el presidente Gonzalo nunca podría cambiar de idea ni podría llegar a una conclusión diferente? La declarada imposibilidad de que tal cosa sucediera se fue convirtiendo en la principal línea de razonamiento. De modo tautológico (una forma circular de argumentación en que la conclusión es el punto de partida), se desestimaba cualquier evidencia al contrario porque dada esta imposibilidad, no podría ser cierta esa posibilidad.
Cuando el video salió, dado su origen era natural no simplemente aceptarlo sin hacer un análisis. Cuando los familiares del presidente Gonzalo en el exterior dijeron que el gobierno de Fujimori, por sus propias razones, permitió que Gonzalo e Iparraguirre les argumentaran largamente por teléfono por qué eran necesarios los acuerdos de paz, no se pudo pasar por alto o rechazar con la argumentación circular de que como los familiares se volvieron defensores de los acuerdos de paz, debieron haber inventado las llamadas telefónicas para justificar su posición.
Con el mismo argumento se rechazó una interpretació n política de un suceso que para mucha gente convirtió la posibilidad de que el presidente Gonzalo apoyaba la LOD en una fuerte probabilidad: el “cambio rotundo” de Margie Clavo (camarada Nancy), un miembro de la dirección central del PCP quien, con Oscar Ramírez (camarada Feliciano, quien asumió la dirección del partido después de la captura de Gonzalo), fue una importante líder de la oposición a la línea de los acuerdos de paz. Cuando la presentaron esposada momentáneamente ante los medios informativos después de su arresto en 1995, coreó con desafío: “¡persistir, persistir, persistir!” en la guerra popular. Seis meses después, por televisión le dijo a un entrevistador que había hablado con el presidente Gonzalo y que él la convenció de la necesidad de los acuerdos. Aceptó la entrevista, dijo, para que pudiera criticar en público su propio papel, al dirigir al Comité Central a persistir en la guerra y por no haber aceptado inmediatamente el llamado del presidente Gonzalo4.
Ramírez, capturado en 1999, fue encerrado en la celda al lado del presidente Gonzalo. También dijo que Gonzalo discutió con él acerca de la línea de los acuerdos de paz, aunque la conclusión de Ramírez no fue la misma que la de Clavo. En una carta al presidente peruano y ante un juez en mayo de 2004, dijo que decidió que en el Perú, la “democracia es el mejor sistema político” y que había sido un error lanzar la guerra revolucionaria en primer lugar; criticó a Gonzalo por eso y no por llamar a terminarla5. Después, el camarada Artemio, quien reemplazó a Feliciano como líder del partido y de las fuerzas que persistían en la guerra, se volvió un firme defensor de la LOD , aunque seguía en libertad. Dijo que el presidente Gonzalo habló con él desde la prisión por un radioteléfono facilitado por las autoridades y que éste lo convenció de que había que terminar la guerra6. Se informó que Artemio explicó que nadie podía acusarlo a él ni a otros de no intentar mantener la guerra popular, aunque eso era imposible.
Todos estos líderes del partido tenían algunas cosas en común. Cuando estaban unidos sobre la posibilidad y la necesidad de continuar la guerra, defendieron con valor la revolución, y cuando se convencieron de lo contrario, hicieron otra cosa. Cuando salió el llamado a concluir la guerra popular atribuido a Gonzalo, alegaban que era una “patraña” y que la guerra podía y debía continuar y que ésa era su verdadera posición. Después de hablar con él, concluyeron que la guerra no podía ni debía continuar porque ésa era la verdadera posición de Gonzalo. (Una diferencia importante es que Ramírez [Feliciano] se autodenominó un anticomunista, y los demás seguían hablando a nombre del maoísmo.) La explicación más factible de la conversión de toda la dirección central conocida en opositores de la continuación de la guerra popular es el papel personal de Gonzalo en la LOD.
Aunque parecen nimias en comparación con lo que nos han indicado las acciones de esos líderes, hay otras indicaciones de declaraciones públicas y privadas de importantes figuras y otra gente, como la madre de Iparraguirre (quien ha tenido contacto constante con su hija y a veces con Gonzalo desde 1993) y Manuel Fajardo, el abogado de Gonzalo, quien lo ha visto con frecuencia desde 2000. Alfredo Crespo, el abogado que defendió a Gonzalo ante un tribunal militar en 1992, por lo cual recibió una sentencia de casi 14 años de prisión, se unió al equipo de defensa de Gonzalo en diciembre de 2005, poco después de salir de la cárcel. Explicó: “He decidido aceptar la defensa del doctor Abimael Guzmán porque Sendero Luminoso, también llamado Partido Comunista del Perú, tiene hoy una nueva política. Aboga por la reconciliació n nacional y la solución política a todos los problemas derivados de la guerra”7.
Lo que llama la atención es la terquedad con que algunas personas han rechazado continuamente estos hechos, y no los propios hechos.
Las recientes apariciones del presidente Gonzalo en la corte no contradicen su papel en defensa de los acuerdos de paz. En la primera sesión televisada del segundo juicio en 2004, presenciada por más de cien periodistas, el presidente Gonzalo abrazó a todos menos uno de sus coacusados, inclusive Clavo (la excepción fue Ramírez), en su totalidad conocidos partidarios de los acuerdos de paz. De pie, los dirigió a levantar los puños y corear, lenta y deliberadamente, mientras que las autoridades trataban de restaurar el orden: “¡Viva el Partido Comunista del Perú! ¡Gloria al marxismo-leninismo- maoísmo! ¡Gloria al pueblo peruano! ¡Vivan los héroes de la guerra popular!”
Estas consignas no van contra la LOD. Este acto en la corte, que un líder del calibre del presidente Gonzalo sin duda contempló con detenimiento con anterioridad, contrasta muchísimo con el discurso desde la jaula en circunstancias mucho más difíciles. No mencionó la única palabra que deslinda las dos líneas en el partido, “persistir”, que Clavo una vez gritó cuando tenía sólo unos segundos para dar a conocer su posición8.
Su posición en el actual juicio no ha cambiado. Aunque se han prohibido filmaciones independientes para que Gonzalo no armara otro fiasco para el gobierno, los periodistas tienen acceso a un audiocanal continuo. En ocasiones importantes, muchos reporteros han estado en la corte, pero después de nueve meses en general ya no están cubriendo el juicio. La estrategia jurídica del presidente Gonzalo, según sus dos abogados, es no reconocer la legitimidad del juicio, guardar silencio, esperar la inevitable sentencia y esperar una apelación ante la Corte Interamericana de Derechos Humanos en Costa Rica, que previamente rechazó la legalidad del primer tribunal militar que sentenció al presidente Gonzalo9. Si el presidente Gonzalo estuviera opuesto al llamado de los acuerdos de paz, ciertamente podría haber aprovechado el juicio para denunciar y distanciarse de los otros acusados. En el pasado nadie ha logrado detenerlo cuando él quería hablar. El líder que logró que se oyeran sus palabras desde la jaula, aún está hablando con el mundo.
La línea de los acuerdos de paz y el Comité Central
En realidad, la indicación más fuerte de que la LOD no era algo que fabricaron los servicios de inteligencia yanqui y peruano sino que Gonzalo la impulsaba, es la propia línea y los documentos que la sustentan. No rechazan de manera cruda el maoísmo, la revolución y la guerra popular. Arman argumentos filosóficos, históricos y políticos, que se dicen apoyar y aplicar los principios de lo que el PCP llamaba el marxismo-leninismo- maoísmo, pensamiento gonzalo a los problemas concretos que enfrentaba el partido.
Los documentos tratan dos temas. Primero, la situación objetiva. Antes de que Gonzalo cayera preso, el PCP bregaba con la situación internacional cambiante tras el colapso del bloque soviético que, según los documentos, denotó un “repliegue estratégico de la revolución mundial”. Ante algunos reveses, surgieron problemas teóricos y prácticos sobre cómo y en qué condiciones la guerra popular podría conservar los logros y avanzar más allá del nivel alcanzado. Por ejemplo, analizaban la ingerencia e incluso una potencial invasión de Estados Unidos, y si eso podría generar una oportunidad de ampliar el frente unido y avanzar hacia la toma del poder político nacional. Se debatía qué peso aún tenía el semifeudalismo10. En una palabra, se reconoció la urgente necesidad de hacer un nuevo análisis de la situación objetiva y sus consecuencias para el futuro de la guerra popular. La captura del presidente Gonzalo se dio en un momento cuando la revolución estaba en una encrucijada.
Segundo, los documentos plantean el “problema de dirección”: la captura del presidente Gonzalo y el que la mayoría de los líderes tradicionales de la dirección central del partido estuvieron muertos o presos. Se decía que no había líderes capaces de reemplazarlo en el lapso requerido para resolver los problemas del primer tipo. La LOD concluyó que, por muchas razones, sobre todo la situación internacional desfavorable y principalmente el “problema de dirección”, la guerra popular no podía continuar. Según la LOD , continuarla sólo llevaría a la destrucción del partido, y dadas las circunstancias, aunque la guerra popular se mantuviera, a la larga se convertiría en una “guerra sin perspectiva” y sin una clara meta ni posibilidad de tomar el poder político nacional, y se desintegraría en “bandas errantes”. Al celebrar negociaciones para concluir la guerra, se decía, el partido podría salvarse de la destrucción a manos del enemigo y volver a lanzar la lucha armada bajo condiciones más favorables en el futuro11.
Ésa era una línea coherente y no propaganda de un organismo de la policía. Era necesario analizar y responder a los problemas que planteaba. Independientemente de quién la haya propuesto primero, esta línea logró echar raíces en el partido porque daba respuestas, aunque erróneas, a problemas cruciales que la vida misma planteaba. Los revolucionarios necesitaban identificar, analizar y refutar esos argumentos al nivel de la línea política, o sea, examinarlas y determinar si reflejaban de manera correcta o incorrecta la realidad. Era necesario hacer balance objetivo (no subjetivo) de la correlación de fuerzas para determinar si era posible persistir en la guerra popular y si, dadas las condiciones concretas en ese momento, negociar era una forma viable con que el partido ganara tiempo para reafianzarse o si era una trampa mortal.
Cuando surgió el llamado de un acuerdo de paz, el Comité del MRI (CoMRI), el organismo dirigente del Movimiento Revolucionario Internacionalista, estudió la información y documentos disponibles para analizar y guiar al MRI a tomar parte en una trascendental lucha entre dos líneas que determinaría el futuro de la revolución en el Perú y que tendría grandes repercusiones en el MRI y en el movimiento comunista internacional. El CoMRI dijo: “En estas circunstancias, al MRI no sólo le ha incumbido continuar su apoyo a la guerra popular en el Perú, sino también participar en esta lucha entre dos líneas, llevando a cabo la investigación, el estudio de la situación, la discusión y la lucha necesarios para llegar a una correcta y cabal comprensión de todas las cuestiones involucradas y, sobre esta base, prestar el más poderoso apoyo a la línea marxista-leninista- maoísta y a los camaradas que la están aplicando en el Perú en este momento”. Planteó criterios para analizar el llamado a negociaciones de paz: “[éstas] ¿le sirven a la tarea de tomar el poder político a través de la guerra revolucionaria” y “protegen los ‘intereses fundamentales del pueblo’ a los que Mao se refería, es decir, la preservación del núcleo esencial del poder popular y de las fuerzas armadas revolucionarias?” Después de intensas investigaciones, síntesis y lucha, el MRI dijo que había que rechazar el llamado a los acuerdos de paz y que había que librar la lucha entre dos líneas contra la línea oportunista de derecha en el Perú y en el mundo. Sobre el papel del presidente del PCP, dijo: “Es importante continuar esforzándose para determinar cuáles son los puntos de vista actuales del presidente Gonzalo. Sin embargo, la cuestión central es la línea y no el autor”. El Llamado dijo que los partidarios de la LOD “deben repudiar tal línea… y retomar el camino revolucionario”12.
Como parte de este proceso, el CoMRI le encomendó a la Unión de Comunistas de Irán, el grupo precursor del Partido Comunista de Irán (Marxista-Leninista -Maoísta), hacer un detallado análisis y crítica de la línea de los acuerdos de paz13. El documento concluyó: “La guerra popular está lejos de terminar. Una derrota parcial no es una derrota definitiva”. La única forma de conservar los logros y resolver los problemas del partido era perseverar en la guerra popular. Dio una clara advertencia: una guerra popular, una vez iniciada, no se puede cerrar o abrir como un grifo, pues los reaccionarios aprovecharían la situación para aplastar a las fuerzas revolucionarias.
Tiene enorme importancia y valentía la firme oposición al llamado para terminar la guerra revolucionaria asumida por la dirección del PCP que quedaba. La LOD dijo, muy incorrectamente, que lo más importante era salvar el partido. A cambio de salvar el partido, la LOD estaba dispuesta a entregar el poder político rojo que Gonzalo había llamado la “médula” de la revolución por la manera en que se granjeó la participación consciente de las masas, y a disolver el ejército popular, sin el cual, como dijo Mao, “el pueblo no tendrá nada” con que defender sus intereses ni la propia vida. Objetivamente, tal paso traicionaría las esperanzas y sacrificios de las masas que defendían la guerra popular, a los que la apoyaban y, por todo el mundo, a los que les inspiraba. Desacreditar al maoísmo de esta manera habría causado un revés más grande y más desmoralizació n que habría producido la derrota misma. Si hiciera eso, en vez de dejar un valioso legado, el partido se convertiría en un obstáculo que tendrían que superar las actuales y futuras generaciones de revolucionarios, aunque los reaccionarios no lo despedazaran ni asesinaran cuantos militantes como pudieran.
No era inevitable que las únicas opciones eran una derrota gloriosa o una derrota ignominiosa. Estaba en juego un punto de orientación básica: persistir en luchar por los intereses revolucionarios de las masas, según los objetivos comunistas, o sea, ver cómo continuar en condiciones nuevas y muy difíciles. Pero era necesario fundamentar esta orientación, por básica que fuera, en más que un compromiso moral. De fondo, como enseñan las acciones de los líderes del PCP, las personas actúan a partir de su manera de ver las cosas, o sea, a partir de lo que piensan que es posible y necesario.
El problema es muy grande: los líderes a cargo de desarrollar la línea y la estrategia para la revolución ya no podían hacerlo con una orientación correcta, y al parecer llamaban a revocar todo el rumbo y principios estratégicos en que se habían basado. Pero la dificultad de lo que se requería, no quería decir que dicha tarea fuera menos necesaria. Como se sabe, aquellos que estaban fuera de la cárcel tuvieron que determinar, paso a paso y según las necesidades surgidas con el paso del tiempo, las respuestas a los problemas candentes. Para hacerlo, no era posible decir: “Bien, nuestro presidente nos ha abandonado, así que reexaminemos todos nuestros principios anteriores antes de dar otro paso”. Tal vez los revolucionarios pensaron que evitaban ese problema con la línea de la “patraña”. Tuvieron que persistir y ver cómo hacer lo que era tan necesario como respirar. Pero aunque resultara que el presidente Gonzalo no fuera el autor del llamado para terminar la guerra popular, no habría sido cierto, como decían las fuerzas de Proseguir, que el pensamiento y la línea desarrollados bajo su dirección hasta ese punto eran suficientes para dirigir la guerra popular hacia la victoria. Sería imposible persistir en la guerra popular sin analizar la línea y la práctica del partido, y la teoría y la experiencia internacionales, para encontrar las raíces de la LOD y elaborar nuevos análisis y conceptos estratégicos. En otras palabras, sin los avances teóricos y prácticos que se tienen que hacer incesantemente para el avance de ésta y cualquier revolución.
Eso habría sido muy difícil para cualquiera, y quizás los líderes del partido que quedaban no se consideraban estar a la altura de la tarea, sobre todo porque probablemente hubieron tenido que oponerse al propio presidente del partido. Pero ¿qué más podían hacer salvo usar sus cabezas y su manejo del maoísmo y jugar lo mejor que pudieran un papel de verdaderos líderes? Los líderes comunistas no caen del cielo. Ser líder abarca habilidades adquiridas de muchas diferentes maneras que tardan en desarrollarse. Pero en lo fundamental se trata de línea ideológica y política (orientación y método). Quiere decir usar el maoísmo para dirigir al partido a conocer y cambiar el mundo. Irónicamente, la única manera para refutar la tesis de que los líderes del partido que quedaban libres eran incapaces de continuar sin Gonzalo era, de la mano con los nuevos líderes que se formaran, ponerse a la altura y elevar su nivel como líderes del partido en todos los frentes, por ejemplo, bregar con los deslindes de línea y resolverlos. La acusación de la LOD de que los líderes del partido que quedaban libres eran “incompetentes” es muy cruel, pues era la propia LOD el mayor obstáculo a la revolución y a aquellos que trataban de dirigirla hacia adelante.
La noción de la “patraña” estaba muy relacionada con una concepción particular de lucha política en un partido comunista, y se convirtió en un vehículo para ella. El Comité Central adoptó la posición de perseverar mediante la práctica (“aplastar a la LOD mediante de la guerra popular”) e ignorar el contenido concreto de la LOD salvo denunciarla como “vómitos negros”. Aunque el comunicado de febrero de 1994 del Comité Central del PCP habla de “prestar atención a la lucha de dos líneas”, sostiene que con la posición de la LOD sus miembros “se han puesto al margen del partido por su propia voluntad”, como si no hubiera una LOD en el mismo partido y no fuera necesario librar la lucha entre dos líneas en su contra. Analizar y refutar los argumentos de la LOD , dicen algunos, quiere decir caer en la trampa del enemigo y dar crédito a la “patraña”. Se dice que la lucha entre dos líneas ha de librarse entre los revolucionarios, y que sólo es necesario “aplastar” físicamente a la LOD y sus “cabezas negras”. Los partidarios del PCP en el exterior decían que el problema más serio eran los que no aceptaban la teoría de la “patraña”, y no el problema de la línea de los acuerdos de paz.
Uno de los exponentes más vitriólicos de esta posición era el periodista peruano Luis Arce Borja. Cuando el MRI adoptó la posición “Agrupémonos todos en defensa de nuestra bandera roja que ondea en el Perú” y convocó a una vigorosa lucha entre dos líneas contra la propuesta de buscar acuerdos de paz, Arce Borja lanzó un febril ataque contra el MRI y su Comité que, por un tiempo, confundió a algunos amigos y simpatizantes del PCP. Arce criticó el análisis del MRI acerca de la lucha entre dos líneas en el PCP. Dijo: “Admitir que el ‘acuerdo de paz’ es parte de un proceso de conflicto interno del PCP, sirve para presentar al PCP como una organización corroída por una escandalosa división y debilitada hasta el límite de la destrucción. Esta forma de ver las cosas, es similar a la versión de los más recalcitrantes enemigos de la revolución”14. Un artículo15 de UMQG señaló que la lucha entre dos líneas es una característica permanente de todos los partidos comunistas, pero ésta tiene sus “mareas altas y bajas” en diferentes momentos, como manifestación de la lucha de clases en la sociedad y el correspondiente choque entre ideas. Tal lucha entre dos líneas es imprescindible para educar y transformar la concepción del mundo de los miembros del partido y las masas. Arce reaccionó a esta polémica con más rabia lanzando al campo de Fujimori y los imperialistas al MRI y a otra gente que no aceptaban la tesis de la “patraña”.
Arce ha defendido la tesis de la “patraña” al menos hasta junio de 2004. Durante el juicio de noviembre de ese año, de repente al gran defensor de la fe contra toda “duda” le entró una duda. Un año más tarde, Arce exclamó que ¡el presidente Gonzalo es un “traidor” y lo ha sido desde octubre de 1993! Dijo que Gonzalo escribió las cartas de paz. Pero no dejó salir ni una sola explicación ni mención de su posición anterior. ¡La culpa, chilla Arce, recae en el MRI por no haber denunciado entonces a Gonzalo y por haber llamado a defenderlo del Estado peruano desde entonces!16
Al no librar la necesaria lucha entre dos líneas, las fuerzas de Proseguir cayeron en un lío más profundo. Aunque Gonzalo fuera el líder de la LOD , o si no, esta línea no representaba una traición deliberada y consciente tal como cometen quienes, por ejemplo, dan información sobre los camaradas para salvarse el pescuezo. Un análisis equivocado y una línea incorrecta pueden representar un terrible error, con el fin de salvar la revolución aunque objetivamente llevara a su muerte, pero eso no niega lo correcto de la línea asociada previamente con Gonzalo, ni la naturaleza nociva de la LOD. Para determinar si una línea política es correcta o errónea, no se trata de los deseos subjetivos de sus exponentes, o sea, si quieren o no la revolución. Es necesario analizar lo que las líneas políticas proponen y hacen y a dónde llevarían, sin importar lo que algunas personas quieran. De todas maneras, independientemente de quién la haya planteado y por qué, hay que analizar la LOD como una línea y refutarla como tal.
Una gran lucha entre dos líneas contra la línea política de la LOD , y su orientación y método, y un balance global inicial de la experiencia del pasado y la situación del partido y la revolución, podrían dar al menos una idea inicial de cómo avanzar. Se tendría que ver cómo se podría vincular el proceso de perseverar en la guerra popular con la acumulación de fuerza revolucionaria y cómo eso le podría servir, y cómo se podría acelerar y a la vez aguardar cambios en las situaciones internacional y nacional (tal como Mao dijo en un período difícil de la guerra popular china), cuando sería posible tomar el poder político nacional como base de apoyo para la revolución proletaria mundial.
Aunque el Comité Central hubiera asumido esta posición, la guerra popular no necesariamente hubiera estado en condiciones de desarrollarse ni mantenerse. Primero, porque era un hecho inconfundible que el grueso de la dirección del partido había tomado un camino erróneo. Segundo, porque esto ocurrió en condiciones objetivas difíciles. Sin embargo, era particularmente trágico que, a pesar del análisis erróneo del Comité Central, se dio una aguda lucha entre dos líneas de un solo lado, la LOD. Al actuar como si nada hubiera pasado, como si la LOD no existiera, como si su desarrollo no indicara problemas concretos y como si el presidente Gonzalo no pudiera tener nada que ver con ella, la línea de la “patraña” y la correspondiente concepción de la lucha entre dos líneas hicieron que los que querían persistir actuaran a partir de un análisis y un plan que dejaban de corresponder a la realidad. A pesar de los otros problemas que enfrentaban, a causa de la línea de la “patraña” era aún más difícil resolver una situación negativa en una dirección positiva.
Es necesario estudiar a fondo la experiencia de la guerra popular en el Perú y sus problemas y líneas. El gran logro de iniciar y desarrollar la guerra popular y los posteriores reveses constituyen una experiencia muy importante del movimiento maoísta en los años desde la derrota del socialismo en China. Tanto la grandeza como las penas de esta experiencia son parte del patrimonio del movimiento comunista internacional y sobre todo del MRI. Es necesario hacer un análisis materialista de su complejidad y del papel de todos los que tomaron parte, no sólo para llevar a cabo la reorientación y reconstrucció n del PCP por las auténticas fuerzas maoístas en el Perú, sino para todos aquellos quienes asumen seriamente la tarea de dirigir la revolución en otros países y a nivel mundial. Es necesario continuar la defensa del presidente Gonzalo y los otros presos que iniciaron y dirigieron hacia adelante este gran levantamiento de los oprimidos aunque no se pueden defender sus actuales posiciones políticas. Hay que ofrecer ayuda ideológica y política a aquellos en el Perú quienes buscan superar los reveses de la revolución. No hay nada más despreciable que aquellos quienes, ante la disminución del valor de su “capital”, buscan mitigar sus pérdidas y hacer nuevas inversiones.
Surgieron muchos aspectos de la línea ideológica y política en el curso de la guerra popular y la lucha entre dos líneas en el PCP que hay que estudiar, analizar y debatir con más detenimiento. Se darán nuevos avances en el Perú en conjunción con las transformaciones y avances que se requieren en el movimiento comunista internacional entero, y como parte de los mismos.
Notas
1. Comité Regional del Huallaga y principal líder del PCP después de 1999, camarada Artemio. Ver la transcripción de una entrevista radial en el diario La República (16 abril 2004) y la propia entrevista del mismo a él (28 agosto 2004), y la entrevista de la televisora británica Canal 4 (7 enero 2004).
2. Declaraciones del Comité Central (7 octubre 1993 y febrero 1994), UMQG 1995/21.
3. Discurso desde la jaula, UMQG 1992/18.
4. Luego, se supo que el brazo derecho de Fujimori, Vladimiro Montesinos, supervisó la filmación. Pareció que Clavo leía un guión preparado previamente. No es de sorprenderse, pues el gobierno y Clavo llegaron a un acuerdo temporal pero con distintos fines respectivos.
5. Una fuente confiable envió una copia de esta carta al extranjero. Los principales puntos de su contenido salieron en una entrevista en la revista Caretas (10 abril 2003).
6. Entrevista de La República (28 agosto 2004). Después de la caída del gobierno de Fujimori en 2000, los documentos de la LOD concluyeron que, como los miembros del Comité Central que permanecían libres no asumieron el llamado a negociar directamente con Fujimori, un acuerdo de paz no era posible. No obstante, el objetivo inmediato siguió siendo obligar al gobierno a aceptar una “solución política”, con la amnistía para la mayoría de los prisioneros y aquellos a que buscaba el gobierno, como Artemio. Después de acordar un cese el fuego implícito con el gobierno por varios años, en 2004 Artemio anunció que, si no se alcanzara “una solución política a la guerra” en seis meses, sus fuerzas volverían a la lucha armada.
7. Agenciaperu. com, 18 diciembre 2005. Ha confirmado esta posición en cartas privadas.
8. Algunas personas en el extranjero con inclinaciones revolucionarias dicen que las consignas del presidente Gonzalo son prueba que él se ha opuesto a la línea de los acuerdos de paz desde el comienzo, porque no han captado los términos de la lucha entre dos líneas en el PCP: ésta no es una lucha entre los que se oponen a la revolución y los que la condenan, sino entre dos corrientes de pensamiento que se adjudican el manto del maoísmo, aunque proponen planteamientos opuestos. Por eso es necesario estudiar las líneas antes de poder distinguir entre el marxismo y el revisionismo.
9. Entrevista de Radio Programas Perú a Manuel Fajardo, el abogado de Gonzalo (17 octubre 2005). Esta posición se confirma en cartas que recibieron en abril de 2006 prominentes simpatizantes del Comité Internacional de Emergencia para Defender la Vida de Abimael Guzmán (CIE) en el extranjero, firmadas por Crespo e Iparraguirre, quien repite sus referencias escritas en otra cartas y declaraciones del pasado al “punto de viraje estratégico y la solución política que venimos proponiendo desde el 92” .
10. Discutido en la III Plenaria del Comité Central del partido, 1992. Aparte de mencionar otros problemas políticos, militares y teóricos del partido, el informe de esta plenaria refleja el fuerte costo de la masacre de los líderes presos en mayo de 1992. El principal documento es inédito (algunos documentos cortos se hallan en redsun.org y solrojo.org) . Pero Gonzalo aludió a algunos puntos importantes en el discurso desde la jaula, sobre todo si la guerra debía centrarse en una lucha de liberación nacional, en lugar de una revolución antifeudal.
11. El documento fundamental de la LOD , supuestamente una transcripción de un discurso de Gonzalo desde la cárcel, “Asumir y combatir por la nueva decisión y nueva definición” (“Asumir”). Circulan varias versiones con leves diferencias. Una versión inicial y relativamente corta salió en un diario limeño en enero de 1993 y se reimprimió en UMQG 1998/23.
12. “Agrupémonos todos en defensa de nuestra bandera roja que ondea en el Perú”, UMQG 1995/21. Ver también el programa de 11 puntos de la LOD , reimpreso en el mismo número.
13. “¡Se justifica la rebelión!”, UMQG 1995/21, que primero se circuló al interior del MRI en el proceso de investigación y estudio. Se publicó en octubre de 1995 con el llamado “Agrupémonos todos en defensa de nuestra bandera roja que ondea en el Perú”.
14. “Del silencio a la charlatanería: MRI y el ejercicio del saltimbanqui” , El diario internacional, marzo de 1995. Los principales puntos de este artículo salieron en UMQG 1996/22.
15. “Una respuesta inicial a Arce Borja: Sobre la tesis maoísta de la lucha entre dos líneas”, UMQG 1996/22.
16. “The Red Guards of Political Trafficking” (Los guardias rojos del tráfico político), El diario internacional, enero de 2006 [No se halla este artículo en el portal del EDI – UMQG, agosto de 2006]. Las únicas constantes de Arce Borja son su odio al MRI y una venenosa aversión muy especial hacia Bob Avakian, presidente del Partido Comunista Revolucionario, Estados Unidos, un partido fundador del MRI. Ver también: “Perú: Los retazos de una revolución traicionada”. n