por Thierry Meyssan / Red Voltaire / Kaosenlared
Explotando el mito de la llamada «primavera árabe» y las intervenciones de la OTAN, tanto oficiales como secretas, Qatar trata de imponer dirigentes islamistas donde quiera que se le presenta la oportunidad de hacerlo.
Esta estrategia no sólo ha llevado a Qatar a financiar la Hermandad Musulmana y a poner al servicio de esta las cámaras y micrófonos de la TV Al Jazzera sino incluso a apoyar a los mercenarios de Al-Qaeda. Estos últimos dirigen ahora el Ejército Sirio Libre, lo cual despierta gran inquietud en Israel y entre los partidarios del «choque de civilizaciones».
Los miembros del Consejo de Seguridad de la ONU no se ponen de acuerdo en cuanto a la interpretación de los sucesos que están enlutando Siria.
Según Francia, Gran Bretaña y Estados Unidos, Siria está viviendo una revolución, continuación de la «primavera árabe», que está siendo víctima de una sangrienta represión. Rusia y China estiman, por el contrario, que Siria está enfrentado la agresión de bandas armadas provenientes del exterior, a las que combate de una manera poco hábil que está dejando víctimas colaterales entre la misma población civil a la que quiere proteger.
La investigación que la Red Voltaire ha realizado en el terreno confirma esta última interpretación. Hemos recogido testimonios directos de los ataques de esos grupos armados. Los testigos señalan que el acento de algunos agresores al hablar la lengua árabe los delata como iraquíes, jordanos o libios, e incluso pashtunes.
En los últimos meses, diferentes diarios árabes favorables a la administración al-Assad han mencionado la infiltración en Siria de entre 600 y 1,500 hombres del Grupo islámico Combatiente en Libia (GICL), rebautizado desde noviembre de 2007 con la apelación Al-Qaeda en Libia. A fines de noviembre, la prensa libia relató el intento de la milicia de Zintan de arrestar a Abdelhakim Belhaj, compañero de armas de Osama ben Laden y jefe histórico de Al-Qaeda en Libia, convertido en gobernador militar de Trípoli por obra y gracia de la OTAN. El intento de arresto tuvo lugar en el aeropuerto de Trípoli, en momentos en que Belhaj salía para Turquía. Posteriormente, varios diarios turcos han mencionado la presencia de Abdelhakim Belhaj en la frontera turco-siria.
Estas denuncias encuentran la incredulidad de quienes siguen creyendo que Al-Qaeda y la OTAN son enemigos irreconciliables e incapaces de cooperar entre sí. Lo cierto es que esas denuncias confirman la tesis que vengo defendiendo desde los atentados del 11 de septiembre de 2011, de que los individuos catalogados como Al-Qaeda son mercenarios utilizados por la CIA.
¿Quién está diciendo la verdad?
Desde hace una semana, el diario español ABC, monárquico, ha venido publicando por entregas un reportaje del fotógrafo Daniel Iriarte. Este periodista se relaciona con el Ejército Sirio Libre (ASL, en inglés Syrian Free Army, ejército sirio libre, conducidos y bajo supervisión por los servicios de inteligencia británicos, es decir el MI6) que opera en el norte de Siria, precisamente en la frontera con Turquía. Daniel Iriarte es un defensor de la «revolución» y no hay para él términos demasiado duros cuando se trata de referirse al «régimen de al-Assad».
Según el coronel Riyad Al-Assad, jefe del Ejército Sirio Libre, este se compone de más de 20,000 hombres. Las autoridades sirias estiman que son en realidad algunos cientos.
Mientras tanto, en la edición del sábado 17 de diciembre de 2011, el español Daniel Iriarte refiere un encuentro que le pareció chocante. Mientras sus amigos del ASL lo llevaban a un nuevo escondite, Iriarte se encontró con unos extraños sublevados: 3 libios.
El primero de ellos era Mahdi al-Hatari, un libio que vivió en Irlanda antes de enrolarse en Al-Qaeda. Al final de la guerra contra Libia, Mahdi al-Hatari se convirtió en comandante de la Brigada de Trípoli y posteriormente fue segundo al mando del Consejo Militar de Trípoli, bajo la dirección de Abdelhakim Belhaj. Mahdi al-Hatari renunció a ese puesto, unos dicen que lo hizo porque había entrado en conflicto con el Consejo Nacional de Transición y otros que quería regresar a Irlanda, donde reside su esposa. En realidad, Mahdi al-Hatari se fue a Siria.
Más extraño aún, en junio de 2010, este miembro de Al-Qaeda estaba entre los militantes favorables a los palestinos que viajaban a bordo del barco turco Mavi Marmara. Agentes de numerosos servicios secretos, esencialmente del espionaje estadounidense, se habían infiltrado en la «Flotilla de la Libertad». Fue herido y retenido como prisionero en Israel durante 9 días.
Durante la batalla de Trípoli, Mahdi al-Hatari dirigió el grupo de Al-Qaeda que sitió y atacó el hotel Rixos, donde yo mismo me encontraba con mis compañeros de la Red Voltaire y la prensa internacional, y cuyos sótanos servían de refugio a varios dirigentes de la Yamahiria protegidos por la guardia de Khamis el-Kadhafi. Según este último, junto a Mahdi al-Hatari se hallaban varios oficiales franceses, presentes en el terreno como consejeros de este miembro de Al-Qaeda.
El segundo libio que el fotógrafo Daniel Iriarte se encontró en el Ejército Libre Sirio es nada más y nada menos que Adem Kikli, otro lugarteniente de Abdelhakim Belhaj. Iriarte no logró identificar al tercer libio, al que los demás llamaban Fuad.
Este testimonio de Iriarte concuerda con lo que los diarios árabes antisirios han venido proclamando desde hace semanas: el Ejército Sirio Libre cuenta al menos con 600 «voluntarios» de la organización Al-Qaeda en Libia.
Este testimonio de Iriarte concuerda con lo que los diarios árabes antisirios han venido proclamando desde hace semanas: el Ejército Sirio Libre cuenta al menos con 600 «voluntarios» de la organización Al-Qaeda en Libia.
Y toda la operación se desarrolla bajo la dirección del propio Abdelhakim Belhaj, quien cuenta con la ayuda del gobierno de Erdogan.
¿Cómo se explica que un periódico tan hostil al gobierno de al-Assad como ABC haya decidido publicar el testimonio de su enviado especial, cuando este revela los sucios métodos de la OTAN y confirma la tesis gubernamental sirio sobre la desestabilización armada? Lo que sucede es que, desde hace una semana, ideólogos del choque de civilizaciones se han pronunciado contra ese dispositivo, que incorpora extremistas islamistas a la estrategia del «mundo libre».
Como invitado del blog de CNBC, el ex primer ministro español José María Aznar reveló, el 9 de diciembre de 2011, que Abdelhakim Belhaj se encontraba entre los sospechosos de estar implicados en los atentados perpetrados en Madrid el 11 de marzo de 2004, atentados que pusieron fin a la carrera política de Aznar en España.
Esas declaraciones de Aznar coinciden con varias intervenciones de sus amigos del Jerusalem Center for Public Affairs, el think-tank (centro o instituto de propaganda política) que dirige el ex embajador israelí ante la ONU, Dore Gold . Estos amigos de Aznar expresan públicamente sus dudas ante la actual estrategia de la CIA, que consiste en instalar islamistas en el poder en todo el norte de África. Dicha crítica apunta en primer lugar contra la muy secreta cofradía de la Hermandad Musulmana y sobre todo contra 2 personalidades libias: el ya mencionado Abelhakim Belhaj y su amigo el jeque Ali Al-Salibi. Este último está considerado como el nuevo hombre fuerte en Libia. Tanto Belhaj como Al-Salibi tienen la reputación de ser los peones de Qatar en la actual Libia post-Kadhafi. Es además precisamente el jeque Al-Salabi quien distribuyó los 2 000 millones de dólares de ayuda qatarí a Al-Qaeda en Libia.
Reaparece así a la luz pública la contradicción que tanto se esfuerzan algunos por esconder desde hace 11 años: los mercenarios, antiguamente pagados por Osama bin Laden, nunca han dejado de estar al servicio de la estrategia de Estados Unidos, desde la primera guerra de Afganistán e incluso en la época de los atentados del 11 de septiembre. Sin embargo, los dirigentes occidentales siguen presentándolos como enemigos.
Es probable que las objeciones del señor Aznar y las del Jerusalem Center for Public Affairs sean descartadas por la OTAN, como antes lo fueron las del general Carter Ham, comandante en jefe del AfriCom, cuando -al principio de la guerra contra Libia- se le dio como misión garantizar en Libia la protección de los mismos yihadistas que hasta entonces habían estado matando soldados estadounidenses en Irak.
Lejos de la realidad, el Comité Antiterrorista de la ONU (el llamado «Comité de Aplicación de la Resolución 1267») y el Departamento de Estados de Estados Unidos siguen manteniendo en su lista negra a la organización de Abdelhakim Belhaj y del jeque Al-Salabi bajo su antigua denominación de Grupo Islámico Combatiente en Libia. Todos los Estados tienen la obligación, según parece, de arrestar a estos individuos si penetran en sus territorios.
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