Extraído de "De Tian An Men a Timisoara", por Ludo Martens, 1994.Traducido por Unión Proletaria
Mao Zedong y Enver Hoxha y la lucha sobre dos frentes
Cuando
elaboremos nuestras posiciones políticas, es esencial combatir no
solamente las desviaciones oportunistas de derecha, sino también las
tendencias izquierdistas. También hay que esforzarse en localizar los
aspectos contradictorios de las cuestiones que se debaten.
Desde
1978, cuando el Partido del Trabajo de Albania formuló críticas
exageradas y acusaciones gratuitas sobre el Partido Comunista chino,
dejamos de estudiar sus análisis. Aunque muchos de nuestros desacuerdos
con el PTA tenían fundamento, esta actitud no puede justificarse.
Incluso si unos partidos marxistas-leninistas cometen grave errores y se
desvían por la vía del revisionismo o del izquierdismo, debemos
estudiar su evolución, sacar lecciones de sus errores mientras seguimos
sacando lecciones de sus experiencias válidas. En las críticas del
oportunismo y del revisionismo que formuló el camarada Enver Hoxha,
podemos encontrar muchos elementos válidos. Hubiéramos podido
aprovecharlos sin por ello estar de acuerdo con la orientación global de
su línea. Al mismo tiempo, la observación crítica de los errores
izquierdistas de Enver Hoxha podría habernos puesto en guardia contra
errores similares en nuestro propio partido.
A continuación
analizamos algunos aspectos de los dos tomos que Enver Hoxha publicó
bajo el título
Reflexiones sobre China, publicados en Tirana en 1979.
Firmeza en los principios, flexibilidad en la táctica
Enver
Hoxha dio muestras de una gran vigilancia hacia el oportunismo. Siempre
tuvo en cuenta las posibles consecuencias de ciertos virajes
derechistas.
Al comienzo de los años 60, cuando los revisionistas
jruschovistas dieron algunos pasos “a la izquierda”, Enver Hoxha
desmonta rápidamente su doble juego y desvela sus intenciones reales.
En 1962, cuando Jruschov pide el cese de la lucha ideológica, Enver
Hoxha subraya que busca la tranquilidad para poder avanzar más lejos por
el camino de la traición.
En 1965, tras la caída de Jruschov,
Brezhnev propone a todos los revolucionarios la constitución de un
“frente común antiimperialista”. Enver Hoxha ve inmediatamente cuáles
son los objetivos de esta nueva táctica. Primero, atacar verbalmente y
demagógicamente a los imperialistas para engatusar a los
revolucionarios. Después, controlar a los comunistas chinos y tildarlos
de “sectarios” y “anti-unitarios” en el caso de que osaran seguir
luchando contra el revisionismo soviético. Finalmente, proseguir con la
colaboración con el imperialismo americano pero con una mayor discreción
de la que tuvo Jruschov, mientras se hacen algunos pequeños chantajes a
los Estados Unidos. Y Enver Hoxha concluye que una unidad
revolucionaria, combativa, contra el imperialismo no es posible mientras
los soviéticos no renuncien a sus concepciones oportunistas
fundamentales.
Pero también podemos notar, desde el principio, algunos aspectos izquierdistas en los análisis del PTA.
En
1962, el Partido Comunista chino propone aceptar una reunión con el
PCUS para limar las divergencias y reforzar la unidad del campo
socialista. El PCCh dice que hace falta mantener una cierta apariencia
de unidad y levantar la bandera del marxismo-leninismo, la lucha
antiimperialista y la unidad; esto propiciará mejores condiciones para
que se desarrollen núcleos revolucionarios en diferentes partidos
comunistas dirigidos por revisionistas.
Enver Hoxha concluye
enseguida: “Este es un camino vacilante, oportunista y con concesiones.”
Sin embargo, esta flexibilidad del PCCh estaba justificada y había que
tener en cuenta la posibilidad de virajes políticos en el seno del PCUS.
Había que mantener contactos tan amplios como fuera posible con el
PCUS para influenciar a los miembros y a los cuadros en un sentido
marxista-leninista. Enver Hoxha ve ahí “una acentuada tendencia hacia la
moderación y la pasividad”. Lenin siempre defendió la firmeza en los
principios y la flexibilidad en la táctica. Hoxha defiende la firmeza en
los principios rechazando la flexibilidad, que según él siempre
supondrá vacilación y concesiones.
Hoxha defiende su táctica
izquierdista a partir de un análisis optimista e subjetivista de la
situación en el movimiento comunista: “Los camaradas chinos parecen
tener la moral hundida, recelan de la lucha contra los revisionistas,
sobrestiman las fuerzas del enemigo y subestiman las nuestras.”
Clarividencia política y combate ventajoso
En
1964, Enver Hoxha desvela con gran perspicacia la tendencia al
acercamiento entre los revisionistas yugoslavos, rumanos e italianos,
tendencia que ve la luz en el seno del Partido Comunista chino. Subraya
con mucha pertinencia: “Los grupos revisionistas, titistas y
jruschovistas están a la cabeza del revisionismo moderno y se observa
claramente en ellos la tendencia al reagrupamiento de dos polos en su
seno: el polo soviético y el polo yugoslavo-policentrista italiano. Los
titistas trabajan para consolidar los agrupamientos que dirigen y lo
hacen como siempre, para hacer degenerar el marxismo-leninismo.”
En 1968, Enver Hoxha destaca cuatro debilidades y errores en la lucha
llevada por el Partido Comunista chino contra el revisionismo.
“Los camaradas chinos no tienen una clara visión ideológica de las
cosas. No conciben claramente lo que es el revisionismo moderno, el
revisionismo titista y jruschovista, ni en qué consiste su gran
nocividad. (…)
En segundo lugar, acerca de Tito y del titismo,
siguen pensando que ‘no es Tito quien se equivocó, sino que fue Stalin
quien se equivocó respecto a él’. Y cuando la coyuntura lleva a Tito a
tener divergencias con los soviéticos, los camaradas chinos lo ven con
mejores ojos. (…)
En tercer lugar, los camaradas chinos
manifiestan en su lucha algunas tendencias al chovinismo contra la Unión
Soviética, emiten algunas pretensiones territoriales y juicios poco
fundados sobre los supuestos errores de Stalin en el movimiento
comunista internacional.
En cuarto lugar, para los camaradas
chinos, cualquiera que se presente como adversario de los soviéticos es
un posible aliado, sin considerar la identidad de este pseudo-aliado.”
Pero el mismo Enver Hoxha también declara:
“El revisionismo moderno debe ser combatido por los
marxistas-leninistas con perseverancia, sin vacilar, hasta el final,
bajo la forma que sea, en cualquier tiempo y circunstancia.” “No le
haremos ninguna concesión a Jruschov, no llegaríamos a ningún compromiso
con él, porque es un traidor.” Es necesaria “la ruptura definitiva con
los revisionistas.” “Educar a las masas para la revolución en los países
revisionistas de Europa es una tarea indispensable. (…) (Los
marxistas-leninistas deben) aceptar la lucha a ultranza contra las
camarillas revisionistas-fascistas y consentir grandes sacrificios.”
Si podemos estar de acuerdo con Enver Hoxha en la necesidad de
mostrarnos firmes en la lucha de principios contra el revisionismo, la
flexibilidad en la táctica durante esta lucha también tiene una gran
importancia. Hace falta un análisis concreto de las diversas corrientes
políticas en los países socialistas, hay que saber dónde pueden
producirse agrupamientos de fuerzas marxistas-leninistas, hay que
mantener contacto con las fuerzas comunistas sanas, llegar a compromisos
con traidores para estar en condiciones de mantener relaciones con los
auténticos comunistas. Enver Hoxha niega todos estos principios. Sin
embargo, sin flexibilidad en la táctica, no se puede hacer triunfar los
principios justos. Conformarse con proclamar alto y claro los principios
justos sin buscar la táctica que permita hacerlos triunfar, demuestra
izquierdismo y lleva a la derrota.
El radicalismo izquierdista
se basa en una falsa apreciación de la realidad política en los países
dominados por los revisionistas. ¿Cómo pretende Enver Hoxha “educar a
las masas para la revolución contra los revisionistas-fascistas”? ¿Acaso
será una revolución sin partido comunista para dirigirla? ¿Acaso cree
que los verdaderos comunistas ya se organizan fuera del partido para una
nueva revolución proletaria? No había ni el menor indicio del
surgimiento de un movimiento comunista fuera del partido, ni de un
movimiento de masas de carácter revolucionario y proletario. Partiendo
de estos dogmas ideológicos, Hoxha se empecina en no ver que los
auténticos comunistas aún permanecen dentro del partido, pese a la
traición de los dirigentes revisionistas.
Flexibilidad y radicalismo
Aferrándose
a su posición izquierdista, Enver Hoxha siempre está a dos pasos de
arremeter contra el Partido Comunista chino, que tilda de “vacilante”.
En noviembre de 1964, tras la caída de Jruschov, Chou en-Lai viajó a
Moscú para tener discusiones con los dirigentes soviéticos a fin de
ayudarles a dejar la vía revisionista. Chen Yi expuso a los camaradas
albaneses la táctica del PCCh respecto a la dirección del PCUS. Si los
dirigentes soviéticos tienen intención de dejar la vía de Jruschov,
deben hacerlo con prudencia y circunspección, o sino los jruschovistas,
que siguen estando fuertes, contraatacarán. “Conviene rectificar los
errores gradualmente, tratándolos con un espíritu amistoso; no se debe
evocar estos errores más que en el interior de los partidos hermanos y
no hacerlos públicos.”
Esta táctica es correcta, siempre que
parta de una firmeza en los principios. Incluso se puede dar otro
argumento: aún si se rechaza entrar en una polémica con un partido
hermano, uno tiene el deber de exponer públicamente sus propios puntos
de vista y rechazar las posiciones que considera burguesas y
pequeño-burguesas.
Pero Enver Hoxha denuncia inmediatamente la
“línea oportunista y conciliadora” y incluso plantea la hipótesis de que
“la delegación china traicionará”.
En septiembre de 1969, tras
el funeral de Ho Chi Minh, Kosyguin se encontró con Chou en-Lai en el
aeropuerto de Pekín. Abordaron el problema de las fronteras y Chou
en-Lai propuso el cese de los enfrentamientos militares, el
mantenimiento del statu quo y la retirada de las tropas de los dos
partidos de las zonas disputadas. Trataron sobre problemas comerciales.
Las condiciones preliminares de los chinos eran que no se detuviera la
polémica ideológica y que las bases nucleares chinas no sean atacadas.
Chou en-Lai dijo a los responsables albaneses que la URSS se disponía a
atacar China, pero también que la dirección del PCUS estaba teniendo una
crisis. China quería dividir a palomas y halcones y trabajaba para
iniciar una distensión con la URSS.
Rita Marko, miembro del Buró
Político del Partido albanés, le dijo a Chou en-Lai que este encuentro
era un error y que le daría ventaja a los revisionistas. Chou en-Lai le
contestó: “Sois extremistas”. Según Enver Hoxha, este último comentario
da muestras de una “arrogancia inaudita”. “Ahora Chou en-Lai se ha
montado en el caballo revisionista-oportunista.”
Las declaraciones de Enver Hoxha son efectivamente izquierdistas y extremistas.
Evidentemente, los marxistas-leninistas deben ser vigilantes. Y un
acercamiento a una dirección revisionista puede ser el comienzo de un
viraje hacia el revisionismo. Se sabe que el espíritu de conciliación
hacia el oportunismo puede, poco a poco, arrastrar a un partido hacia el
barrizal del oportunismo. Un error, por pequeño que sea al comienzo,
puede alcanzar grandes proporciones si se profundiza en él. Cuando se
inicia un proceso, se ha de reflexionar sobre sus posibles evoluciones.
Pero de los pasos tácticos emprendidos por el Partido Comunista
chino – y que de hecho están completamente justificados – Enver Hoxha
hace las extrapolaciones más extremas y negativas. Solamente tiene en
cuenta las evoluciones más nefastas y se comporta como si esas
evoluciones ya se hubiesen dado. Esto ya no es vigilancia, sino
izquierdismo y sectarismo.
Además, se trataba esencialmente de
relaciones entre Estados y es difícil de comprender cómo un contacto con
el representante del Estado soviético, destinado a atenuar la tensión
en las fronteras, pueda ser tildado de por sí de error político.
Nixon y el lacayo del imperialismo americano
En
julio de 1971, Enver Hoxha pone el grito en el cielo: “Recibir al
presidente Nixon y tener una entrevista con él, no es justo y no será
aceptado por los pueblos, ni por los revolucionarios, ni por los
auténticos comunistas.” “Con este acto político, los chinos desorientan
el movimiento revolucionario mundial y apagan el ardor revolucionario.”
Con estas posiciones, Enver Hoxha roza el trotskismo.
Los comunistas se han pronunciado siempre por la coexistencia
pacífica con los Estados capitalistas. Y desde el primer año de
existencia de la Unión Soviética, Lenin mantuvo negociaciones con los
Nixon de la época.
Tras la revolución de Octubre, Lenin aceptó
negociar la paz con la Alemania del emperador Guillermo, en
Brest-Litovsk. Se sabe que Trotsky se opuso a esas negociaciones. A
comienzos de 1922, Lloyd George, el primer ministro de Gran Bretaña, la
mayor potencia imperialista de la época, convocó una conferencia
internacional para el enderezamiento de Europa, a la que fue invitada la
URSS. Lenin pidió inmediatamente que la Unión Soviética envíe allí a
sus representantes para defender el sistema socialista y dividir a sus
enemigos. Tras la conferencia de Génova, en abril de 1922, la URSS firmó
el tratado de Rapallo con la Alemania arruinada, asegurando así al
Estado soviético mejores condiciones políticas y económicas para la
construcción socialista.
En 1935, Stalin firmó un acuerdo con
Laval, el reaccionario francés, contra el expansionismo del fascismo
alemán. También en aquella ocasión, los trotskistas chillaron acusándole
de traición. En 1939, Stalin recibió a Von Ribbentrop para firmar el
Pacto germano-soviético que le dio al Estado soviético un año y medio de
respiro antes de la guerra. La reacción mundial y el trotskismo se
ensañaron contra este acuerdo.
Fue el imperialismo americano
quien había rechazado reconocer a la China socialista, de 1949 hasta
1971. A consecuencia de la lucha de los pueblos del mundo entero, Nixon
se vio obligado a reconocer el régimen de Mao y aceptó viajar a Pekín.
Era el primer paso hacia el restablecimiento de los derechos de China en
la ONU y en las organizaciones internacionales. Que el imperialismo
americano se vea obligado, tras 22 años de boicot, a tratar a China de
igual a igual, era una gran victoria para el socialismo en China.
Entonces, es difícil comprender cómo Enver Hoxha haya podido llegar a
ciertas extravagancias pueriles. Se enfurece porque Chou en-Lai dijera:
“El pueblo chino y el pueblo americano son amigos”: Y se indigna
diciendo: “Para Chou, Nixon ha dejado de ser un imperialista, un
fascista, un verdugo del pueblo. Esto se llama pasarse al bando de los
lacayos del imperialismo.” Pareciera oírse a un trotskista hablando del
pacto germano-soviético.
China: desviación oportunista o “social-imperialismo”
A
partir de 1973, cuando la política exterior de China empezó a girar
hacia la derecha, Enver Hoxha hizo algunas observaciones pertinentes
acerca de la lucha de clases a escala internacional. Es indiscutible que
el Partido Comunista chino, como nuestro propio partido por otra parte,
podría haber sacado provecho de estas críticas y evitar la adopción de
posiciones demasiado unilaterales.
Cuando China empezó a apoyar
la Europa unida frente a las dos superpotencias, tanto en lo político
como en lo económico y militar, Enver Hoxha hizo las siguientes
observaciones: “Luchamos por acentuar las contradicciones, dice Chou
En-lai. Hasta aquí podemos estar de acuerdo. ¿Pero a favor de quién
deberíamos acentuarlas? ¿Solamente existen esas contradicciones? (…)
¿Deberíamos olvidar la gran cuestión de clase, la lucha del
proletariado, es decir la solución de la gran contradicción entre el
proletariado y la burguesía?”
Enver Hoxha jamás compartió el
análisis del Partido Comunista chino que veía en la URSS de los años
1975-1985 a la superpotencia más peligrosa. Tampoco estuvo de acuerdo
con la previsión según la cual la Unión Soviética desencadenaría una
guerra por el control de Europa occidental. Para el PTA, la Unión
Soviética más bien desencadenaría la guerra contra el eslabón débil del
sistema capitalista mundial, golpearía allí donde pensaría obtener el
mayor provecho.
Tampoco carecen de fundamento las observaciones
de Enver Hoxha sobre el carácter nacionalista y antisoviético de la
política exterior china de los años 70. “Esta política se rige por dos
criterios fundamentales. El primero: la benevolencia o la ausencia de la
misma hacia China. (…) Si le cantáis alabanzas, os manifiesta su
adhesión, seáis quien seáis. El segundo: si estáis en contra de los
revisionistas soviéticos, sois amigos de los chinos, seáis quien seáis.”
Enver Hoxha también tuvo razón al criticar la estrategia de Deng
Xiaoping, quien declaró en 1977: “Hay que destruir el plan general de
guerra preparado por la Unión Soviética, y espero que en esta lucha se
reunirá el mundo entero, el tercer mundo, el segundo mundo, e incluso
los Estados Unidos, que pertenecen al primer mundo. (…) Es preciso que
esta movilización sea multilateral, política, ideológica, económica y
militar.” Enver Hoxha denuncia el carácter aventurero y provocador de
esta estrategia. “Poco le importa a Deng Xiaoping si las acciones que
propone tendrán por efecto el hundir a los pueblos y al proletariado de
todos los países en un baño de sangre. A este fascista no le importa la
lucha de liberación de los pueblos contra el imperialismo, el
social-imperialismo así como contra la burguesía reaccionaria de sus
países.”
Pero al criticar las desviaciones oportunistas del
Partido Comunista chino, Enver Hoxha se pierde en una verborrea
izquierdista no menos peligrosa.
Desde el momento en que Nixon
fuera recibido en China en 1971, Enver Hoxha planteó la hipótesis… ¡de
que China se convierta en una nueva “superpotencia”! En el momento de la
eliminación de la Banda de los Cuatro, volvió a evocar esta idea: “La
misma China tenderá a convertirse en una gran potencia
social-imperialista.” “La vía de Mao, Chou, Deng y Hua Kuo-Feng es la
vía del capitalismo, la vía de la reacción y del social-imperialismo.”
Acusando a China de conchabarse con anticomunistas, Enver Hoxha se hunde
él mismo en un delirio izquierdista en el que él también se junta con
cierta extrema derecha: “La lucha que lleva China contra el
social-imperialismo soviético solamente tiene un carácter de expansión
territorial. China tiene la ambición de ocupar territorios limítrofes al
norte, como los de Siberia, Mongolia, etc. Por otra parte, también
quisiera, si bien no poner la mano sobre ellos, al menos extender su
influencia en la India y en otros países del sudeste asiático, como
Indonesia, Filipinas, los países Extremo Oriente, Australia, etc.” Estas
son, letra por letra, las tesis propagadas por la extrema derecha
norteamericana.
El revisionismo y el izquierdismo abandonan el
análisis materialista y riguroso de las realidades en movimiento y
contradictorias entre sí. A menudo parten de premisas idealistas, se
centran ciegamente sobre un aspecto de las cosas y lo desarrollan de
forma rectilínea. A partir de algunas constataciones reales pero
parciales, hacen extrapolaciones arbitrarias e idealistas. Tras una
visita de Nixon y algunos gestos de reconciliación y compromiso con el
imperialismo americano por parte de China, Enver Hoxha evoca la
hipótesis de una superpotencia china que se encamina por la vía del
expansionismo, luchando por la hegemonía mundial. Uno no puede basar una
política marxista-leninista con tales florituras. En efecto, partiendo
de las premisas de Enver Hoxha, se podría perfectamente considerar un
porvenir diametralmente opuesto: el revisionismo en China restablecerá
el capitalismo, la anarquía capitalista provocará el derrumbamiento de
las autoridades centrales, China se dividirá y se convertirá de nuevo en
una neo-colonia de varias potencias imperialistas.
La manera
unilateral, arbitraria y extremista de analizar las divergencias
ideológicas y políticas se manifiesta sobre todo en la siguiente
observación, que Enver Hoxha formula en 1976, cuando predice que China
se convertirá en una superpotencia: “Habíamos previsto esta situación
hace mucho tiempo, en 1960 (!), cuando los dirigentes chinos fingían
defendernos contra los jruschovistas.” De la menor indecisión táctica a
la completa degeneración en superpotencia expansionista: para Enver
Hoxha, es imposible escapar de este encadenamiento lógico…
¿Crítica del revisionismo o lucha extremista?
Es cierto que Enver Hoxha avisó sobre el peligro de reconciliación de la dirección china con algunas corrientes revisionistas.
En 1977, predice que tras la reconciliación política con el
revisionismo yugoslavo y rumano, China se acercará a Polonia y Hungría.
“Así piensa juntar esos países o separarlos de la Unión Soviética. He
aquí una vieja política del imperialismo americano y británico de la que
Tito, bajo la máscara del supuesto socialismo científico, es la
vanguardia con sus maniobras políticas.” Y Enver Hoxha denuncia el
“socialismo específico con los colores del país” defendido por Tito,
Togliatti y ahora también por China. “Es la vía de la alianza con todos
los demás partidos revisionistas de Occidente o de los otros
continentes.” Ahí, Enver Hoxha acertó.
Pero en lugar de hacer un
análisis concreto de las luchas políticas en el seno del Partido
Comunista chino – de las tendencias revisionistas que indiscutiblemente
están presentes, como de la corriente marxista-leninista –, Enver Hoxha
se pierde de nuevo en exageraciones izquierdistas y afirmaciones
arbitrarias. No hay mucho lugar para la dialéctica cuando se declara
perentoriamente que todos están podridos y que se les combatirá a todos
sin vacilar. “No debemos alimentar ninguna esperanza en que los
revisionistas chinos puedan enmendarse, ni tener la mínima indecisión en
nuestra actitud hacia ellos.” ¡Pero Enver Hoxha cree que aún tiene más
cosas que demostrar, en especial, que Mao Zedong nunca ha sido un
marxista! “Mao sigue diciendo que ‘el campesinado es la fuerza dirigente
más revolucionaria, y que es sobre ésta que debe apoyarse la
revolución’. Para Mao, el papel del proletariado en la revolución no
está más que en segundo lugar, por no decir que en tercer lugar”. “Otra
expresión de esta línea antimarxista de Mao es la concepción según la
cual ‘las ciudades deben ser cercadas por el campo’. En otras palabras,
es el campesinado pobre el que debe guiar la revolución, porque ‘el
proletariado de las ciudades ha perdido su espíritu revolucionario, se
ha vuelto conservador’.” El primer texto del primer volumen de Mao,
Análisis de las clases de la sociedad china, publicado en 1926, ya
permite refutar estas elucubraciones de Enver Hoxha. Durante toda de la
revolución, el Partido Comunista chino emprendió un intenso trabajo
clandestino entre los obreros. Muchos cuadros obreros, a punto de ser
descubiertos por la policía, fueron transferidos hacia las zonas de
guerrilla donde se reunieron con los cuadros proletarios que siempre
constituyeron el armazón político del ejército campesino.
También es interesante constatar, una vez más, que los “análisis”
izquierdistas y extremistas se despegan de la realidad y que desconocen
la dialéctica. Por este motivo, pueden fácilmente juntarse con los
“análisis” revisionistas. En efecto, las flagrantes no-verdades de Enver
Hoxha que acabamos de mencionar parecen sacadas de las innumerables
obras que los brezhnevistas han escrito sobre el “maoísmo”.
La lucha en el seno del partido: liberalismo e izquierdismo
Enver
Hoxha hizo algunas críticas sobre la manera con la que el Partido
Comunista chino lleva la lucha interior. Merecen una reflexión. En
1966-67, hizo los comentarios siguientes sobre la lucha contra los
revisionistas durante la Revolución Cultural.
“Hace falta
golpear a los enemigos, no solamente con palabras y carteles, sino
también, si hiciera falta, con una bala en la cabeza. El enemigo debe
sentir profundamente, hasta la médula, los golpes de la dictadura del
proletariado.” “Si se sigue por la vía oportunista de la ‘educación y la
reeducación’, uno se expone a grandes peligros.” “Una revolución que no
golpea a los jefes de la traición, no es una revolución.” “Actualmente,
mientras se desarrolla la revolución para arrancar el poder de las
manos de los revisionistas, observamos manifestaciones de diletantismo,
tolerancia, indolencia y liberalismo hacia los elementos anti-partido.
Hemos observado que brilla por su ausencia la disciplina de hierro que
debe existir en el partido y en la revolución.” “Se observada una
actitud oportunista, liberal-burguesa hacia estos elementos hostiles,
anti-partido. Jruschov elogiaba a los chinos por esta actitud y Mikoyan
lo calificó de ‘buena actitud de los camaradas chinos’ y de ‘no tener
nada en común con la política que llevaba Stalin con los cuadros’.”
“Junto con el resto de su grupo, Liu Shao-shi bajará de nuevo la cabeza,
como lo hizo otras veces, y la levantará, al igual que la levantó otras
veces. Pero Mao ya no estará allí para salvar la situación.”
Los
acontecimientos de estos últimos quince años le han dado toda su
significación a estas observaciones. Deng Xiaoping y los demás miembros
del grupo de Liu Shao-shi hicieron su autocrítica y prometieron que no
volverían a poner en tela de juicio las justas conclusiones de la
Revolución Cultural. Pero una vez en el poder, permitieron que Hu
Yaobang y a Zhao Ziyang practiquen un revisionismo mucho más extremo que
el que Mao combatió en 1966. Está claro que el PCCh se encuentra con
grandes dificultades para definir una línea marxista-leninista coherente
en lo que respecta a la dictadura del proletariado, la lucha de clases
bajo el socialismo y la educación marxista-leninista. El partido no ha
sido capaz de discriminar entre la crítica-educación de los cuadros que
hayan cometido errores oportunistas y la depuración de los revisionistas
recalcitrantes. Y se hace de manifiesto que los revisionistas mejoran
sus tácticas para esconder sus intenciones, ocupar posiciones dirigentes
y reclutar elementos burgueses.
Pero Enver Hoxha saca
conclusiones arbitrarias y exageradas de su constatación de los errores
oportunistas. Apenas desarrolla el concepto de ‘lucha política, crítica,
educación y reeducación de los cuadros’ y pone el acento de forma
unilateral sobre la depuración y la represión.
En 1975, varios
cuadros del PTA, entre los cuales estaba Beqir Balluku, ministro de
Defensa y miembro del Buró Político, fueron ejecutados. Enver Hoxha
habla del “complot militar-económico conducido por Beqir Balluku, Petrit
Dume, Hito Kato, Abdyl Këllezi, Koço Theobdhosi, Lipe Nashi, etc. El
objetivo de estos traidores era liquidar el partido y su dirección
marxista-leninista, hacer de Albania un país revisionista”. Eran
“antiguos agentes de los soviéticos, pero también se ligaron a los
chinos”. ¿De qué crímenes se les acusaba? “El plan estratégico hostil
que preparaba Beqir Balluku (ministro de Defensa) estaba elaborado por
sugerencia de Chou En-lai.” “Chou En-lai le dijo a Beqir Balluku: ‘Para
vosotros, no hay otra estrategia que la del maquis’. En otras palabras:
‘Huid a las montañas desde el primer día de ataque del enemigo’.” “Chou
En-lai le reiteró a Adil Carçani su plan diabólico: ‘Uníos con los demás
países de los Balcanes, independientemente de vuestras diferencias’.
¡Qué infame enemigo y abyecto pseudo-marxista!” Los crímenes de Adil
Carçani eran “la descentralización de la economía, los pasos hacia la
autogestión, el sabotaje de nuestra industria petrolífera, el
inflamiento de la burocracia”. “Es muy posible que Abdyl Këllezi, siendo
el hombre de los yugoslavos, haya sido al mismo tiempo el hombre de los
chinos. Por tanto (!), este complot parece haber sido muy extenso.” En
1976, en el momento de la eliminación de la Banda de los Cuatro, Enver
Hoxha formula la consigna de la lucha “contra el social-imperialismo
chino” y afirma que Chou En-lai había actuado contra Albania desde hacía
varios años, saboteando su economía mediante una ayuda insuficiente y
la demora del envío de máquinas. Luego asegura que “Beqir Belluku y
Abdyl Këllezi eran sus cómplices en el complot tramado contra Albania
para derrocar nuestra dirección”.
Para Enver Hoxha, toda
divergencia seria se convierte en complot. Pocos esfuerzos se realizan
para resolver divergencias – e incluso divergencias graves – mediante la
discusión y la lucha política. Los balances de estas luchas políticas
no son utilizados para la educación y la unificación política e
ideológica de los cuadros. Reina una unidad aparente, pero no está
basada en una comprensión común de las contradicciones que se han
conocido en el transcurso de la lucha.