Reza en la Constitución Política de Colombia de 1991, que el constituyente primario es el pueblo, quien tiene la autoridad máxima para decidir sobre su ordenamiento jurídico y político y la posibilidad de modificar la Constitución, ya sea a través de una asamblea constituyente o de referendos constitucionales.
Pero la realidad es otra, ya que el pueblo no tiene ninguna autoridad para decidir, pues sobre el Estado deciden las clases dominantes; es decir, los grandes capitalistas, terratenientes e imperialistas que son quienes tienen y ejercen el Poder. Por eso, cuando el pueblo toma el camino de la lucha para conquistar sus exigencias, ese «Estado social de derecho», utiliza todo el poder para aplastarlo, ya sea por medio de sus jueces, carceleros o de las fuerzas del «orden» de la policía, el ejército o los paramilitares.
Así mismo, está planteado en la Constitución que la forma en que se ejerce la «verdadera» democracia en nuestro país es por medio del voto, que permite a los ciudadanos participar en la elección de quienes ocuparán cargos públicos y ejercerán el mandato de los electores.
No obstante, lo que ha decantado el actual período del gobierno reformista, es que el voto dado por el pueblo al llamado proyecto del cambio —para que llevara a cabo las demandas del levantamiento popular del 2021— es inútil. Pues el Congreso de la República no ha aprobado siquiera las limitadas y recortadas reformas sociales presentadas, y cuando Petro intenta por las vías constitucionales —que lo facultan para tomar decisiones— aplicar alguna medida en favor del pueblo, de inmediato encuentra la más feroz oposición de los gremios capitalistas, sus representantes políticos, y sus medios de comunicación.
Estos hechos confirman lo dicho por Marx y Engels desde hace más de 100 años en el Manifiesto Comunista: el gobierno del Estado moderno no es más que una junta que administra los negocios comunes de toda la clase burguesa; donde el voto no es más que el derecho que tienen los esclavos asalariados de elegir a los que van a pisotearlo desde el gobierno y a administrar las suculentas riquezas de sus enemigos.
No importa que haya mayorías progresistas en el Congreso; no importa que el presidente sea de izquierda; no importa si se lleva a cabo una Asamblea Constituyente y se apela al tal «constituyente primario». Mientras el poder real, es decir, mientras el poder económico de los grandes capitalistas e imperialistas se mantenga, las exigencias del levantamiento popular solo se podrán conquistar con la lucha revolucionaria en las calles y un nuevo Paro Nacional; por ello también, los comunistas afirman que la emancipación de los trabajadores, que pondrá fin a la esclavitud asalariada, solo será posible mediante la revolución que destruya todo el poder del capital.
Es por eso que quienes queremos de verdad que el pueblo mejore sus condiciones de vida, las cuales siguen empeorando cada día, y acabar de raíz dicha situación con la destrucción del sistema capitalista, insistimos en que el camino para lograrlo es con la lucha revolucionaria.
Hoy esa lucha revolucionaria equivale a retomar las Asambleas Populares, la forma de organización que el pueblo adoptó desde el 2019 para ejercer la democracia directa desde abajo, instrumentos para la lucha con los cuales sí se pueden conquistar las reivindicaciones inmediatas del pueblo y llevar a cabo las transformaciones que necesita el país, en la medida en que eleven su nivel de conciencia, desechen las ilusiones constitucionales y actúen con independencia del Estado.
Dichas Asambleas en el levantamiento popular del 2021 organizaron la seguridad de los combatientes, el suministro de alimentos a la comunidad, la atención a los heridos, la educación… bautizaron zonas, calles, avenidas, puentes y parques con el nombre de los caídos; hicieron rodar las estatuas y monumentos de los «héroes» de la reacción representantes de la antigua esclavitud y del oprobio, le rindieron homenaje a la resistencia, a la lucha y a la dignidad.
Las Asambleas Populares sí pueden, siguiendo las enseñanzas del levantamiento popular, echar atrás las leyes nefastas contra el pueblo establecidas meses antes, durante y después de la Constitución del 91, como la Ley 50 del 90, la 100 del 93 y las consiguientes leyes que han desmontado conquistas históricas conseguida con sangre y deteriorado la situación económica y social de los trabajadores de la ciudad y el campo. Las Asambleas Populares deben ser expresión del poder del pueblo, para el pueblo, y por el pueblo, ejerciendo la democracia directa, sometiendo a votación las propuestas y decidiendo por mayoría, para que sean ejecutadas por las masas mismas, en contraposición al «consenso» que dilata la toma de decisiones, e impide que se ejecuten.
Las Asambleas Populares no deben convertirse en escenarios de la rebatiña de la próxima campaña electoral, ni barranquito o trampolín para que unos cuantos politiqueros hagan carrera hacia el Congreso, desde donde actuarán como enemigos del pueblo, igual e incluso peor que los politiqueros de los partidos tradicionales de las clases dominantes.
Las Asambleas Populares no deben convertirse tampoco en un parlamento paralelo al parlamento burgués, para cogobernar con los enemigos, ¡no! las Asambleas deben ser embriones del nuevo poder de las masas, legislativas y ejecutivas al mismo tiempo y no sometidas a ningún poder ajeno a ellas mismas. Asambleas que sirven de entrenamiento y preparan a los trabajadores para tumbar el poder de los capitalistas, terratenientes e imperialistas, porque no se puede perder de vista que, aunque se logren arrancar unas cuantas mejoras, la cura definitiva a los grandes problemas de la sociedad colombiana no está en la permanencia del sistema capitalista y su Estado. La escuela de la lucha actual tiene que servir para preparar la Revolución, para la conquista del poder que destruya el viejo Estado de los ricos, expropie a los expropiadores, expulse a los imperialistas y establezca un nuevo Estado de los obreros y campesinos. Entonces, solo entonces, cuando tenga el Poder de verdad, el pueblo podrá decidir si realiza una nueva Constituyente.
Esa es la lucha revolucionaria que los comunistas, aprendiendo de la experiencia de los trabajadores, le proponemos al pueblo. Es hora de confiar en la fuerza de su unidad, organización, movilización y lucha. No más ilusiones en el Congreso, antro de parlanchines, no más ilusiones en que con un cambio de presidente se pueden realizar las transformaciones que exige el pueblo, no más ilusiones en los supuestos héroes que luchan por el pueblo, ¡solo el pueblo salva el pueblo!
Comité Ejecutivo – Unión Obrera Comunista (mlm)
14 Abril del 2024
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