sábado, 9 de mayo de 2009

Un articulo del PRC de Canarias analiza la nueva situación en Euskadi.





La lucha de clases en Euskadi y el frente españolista


prccanarias



Gran revuelo se ha organizado en los mentideros políticos y periodísticos españoles a cuenta del acuerdo entre el PSOE y el PP para desplazar al Partido Nacionalista Vasco del gobierno autonómico.
Mientras unos se lamentan amargamente y acusan al PSOE de establecer una alianza “contra natura” con la derecha, los otros tratan de justificar su pacto con el Partido Popular con argumentos como la “pacificación” o la “normalización” de la sociedad vasca.
Sin embargo, un partido demócrata cristiano de derechas como el PNV, que ha gobernado en coalición con los socialistas y que ha apoyado a varios gobiernos en Madrid, tanto del PSOE como de la derecha española, no debería sorprenderse tanto de que los partidos centralistas se pongan fácilmente de acuerdo para desalojarlos del gobierno. Porque deberían reconocer que no ha sido menos antinatural, si debiéramos seguir la lógica de su discurso victimista actual, la alianza con el centralista partido de los socialistas españoles cuando les ha convenido.
Las reivindicaciones nacionales, culturales y lingüísticas del pueblo vasco han sido siempre despreciadas y reprimidas, unas veces de forma violenta y otras de manera más sutil y “democrática”, por el estado centralizado español en su secular intento de uniformizar culturalmente su mercado nacional tras la unión primero dinástica y luego política, legislativa, monetaria y económica del mosaico de reinos independientes de la península ibérica.
Y si bien lograron hace mucho tiempo la uniformidad religiosa de todo su territorio estatal por medio de la persecución inquisitorial de herejes y de la expulsión masiva de judíos y moriscos -de ahí el cristianismo militante del PNV cuyos presidentes juran el cargo “ante Dios humillado”- nunca pudieron completar la uniformidad lingüística ni pudieron hacer desaparecer totalmente otras manifestaciones de la identidad nacional de los vascos.
Además la oligarquía central española se ha encontrado con que la burguesía vasca, lejos de ser absorbida y neutralizada desde Madrid, se ha convertido en parte fundamental de la economía estatal, concentrando en ese territorio periférico buena parte de la industria ligera y la casi totalidad de la industria pesada, destacando importantes sectores estratégicos como la fabricación de armamento y la construcción de maquinaria.
Sobre esta base económica y financiera, la clase de los capitalistas vascos rivaliza con el centralismo y resiste los intentos de dominación y de absorción de la burguesía monopolista que, desde Madrid y en torno a la nueva monarquía “democrática y parlamentaria”, ostenta el poder del Estado. Y para ello la burguesía vasca, a través el partido nacionalista que la representa, utiliza las diferencias culturales y lingüísticas y la defensa de la identidad nacional para mantener su parcela de poder y su capacidad económica y legislativa.
Pero, en lo que se refiere a la política laboral y social, no hay ni puede haber diferencias con la patronal española. Porque cuando se trata del despido libre y de la reducción de los salarios y de los derechos de los trabajadores, los empresarios capitalistas coinciden sin dificultades superando cualquier diferencia lingüística. Y, ante esto, pareciera que los capitalistas centralistas representados por el Partido Popular dominan con soltura la antigua y hermosa lengua euskera para entenderse perfectamente con sus hermanos de clase vascos.
Porque la relación entre el PNV y el PP, que se ha materializado en sus pactos parlamentarios en Madrid, se define por la dualidad de unidad y rivalidad. Unidad para explotar a los trabajadores y rivalidad para competir por los mercados.
Mientras tanto, ¿quién representa y defiende los intereses de los trabajadores del País Vasco? Pregunta obligada sobre todo en estos momentos en que la crisis capitalista envía al paro a miles de obreros sin distinciones nacionales, lingüísticas ni culturales.
¿Representará ese papel y asumirá esa tarea la “izquierda abertzale”? ¿Pondrán las fuerzas políticas progresistas, socialistas y revolucionarias de Euskadi la lucha de clases en primer lugar y en el puesto de mando de su política? ¿Darán a la justa lucha por la defensa de la identidad nacional un enfoque clasista y anticapitalista, o se dejarán llevar por el nacionalismo superficial y folklórico, tan querido y tan utilizado por los burgueses para rivalizar y competir por los mercados productivos y comerciales con los sectores centralistas de la burguesía del estado español?
Si la “izquierda nacional” se limita a intervenir en la contienda entre burguesías a favor de una y en contra de la otra, correrá un alto riesgo de caer en la trampa del nacionalismo burgués y de perder de vista el fundamental carácter de clase de la lucha de liberación nacional. No habría de extrañarnos entonces que la clase obrera del País Vasco volviera la espalda a ese falso soberanismo propio de los capitalistas e incapaz de dar respuesta a los problemas de los trabajadores en esta época de transformaciones sociales históricas y del avance revolucionario, a escala mundial, hacia la sociedad socialista.

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