Autor: Kamo
La historia del MCI y las múltiples formas de lucha y tácticas de las cuales éste se ha servido, como destacamento de vanguardia del proletariado revolucionario, nos ha legado un prolijo acervo de experiencias que los comunistas estamos en la obligación de investigar, penetrar, asimilar y sintetizar, para asimilar sus aciertos, superar sus inevitables errores y vincular la verdad universal del marxismo-leninismo a las condiciones específicas, concretas de nuestros países.
Uno de los aspectos más acuciantes, y piedra angular para la elaboración de una correcta estrategia para la revolución socialista, es la fidedigna comprensión del papel del proletariado como clase de vanguardia, del discernimiento de sus aliados y la formación de frentes para no combatir en solitario al enemigo principal y acorralarlo (en nuestro caso concreto, la oligarquía financiera y su Estado fascista y centralista) atrayéndose tras de sí a los sectores vacilantes y oscilantes para conseguir derrocarlo.
Al respecto, la experiencia acumulada nos muestra con meridiana claridad las dos desviaciones principales que nos alejan de una línea justa, marxista-leninista. Por un lado, la desviación “izquierdista”, en la que algunos “maoístas” suelen enlodarse, cayendo en banales peroratas al más puro estilo del “clase contra clase” trotskista (1)
Un error que hunde sus raíces en la incomprensión del papel que la historia ha reservado al proletariado como clase de vanguardia, como jefe y dirigente del conjunto de masas populares, clases y capas enfrentadas a la explotación y horrores del capitalismo. Obvian por completo el “análisis concreto de la situación concreta”, el estudio de la base económica, la composición clasista de la sociedad y las relaciones recíprocas entre las diversas clases, el desarrollo histórico de sus luchas, la situación internacional, la naturaleza del Estado y la dilucidación del enemigo principal del proletariado, aplicando así los principios generales del Socialismo Científico a nuestra realidad concreta. Tergiversan y vulgarizan, de esa manera, el marxismo-leninismo, transformándolo en un doctrinarismo de vacuas y estériles generalidades, de fórmulas abstractas sin ligazón con la realidad, estando así incapacitados para elaborar una estrategia revolucionaria adecuada. Del genial descubrimiento de Marx y Engels sobre la misión histórica del proletariado como portador de una formación económico-social cualitativamente superior hacen una auténtica caricaturización despojada de su contenido revolucionario. Así replicaba Marx, con la inmensa riqueza y profundidad que se halla en cada una de sus palabras, a semejantes adláteres del escolasticismo:
“Aquí, se considera a la burguesía como una clase revolucionaria -- vehículo de la gran industria -- frente a los señores feudales y a las capas medias[...]Por otra parte, el proletariado es revolucionario frente a la burguesía, porque habiendo surgido sobre la base de la gran industria, aspira a despojar a la producción de su carácter capitalista, que la burguesía quiere perpetuar. Pero el Manifiesto añade que las "capas medias . . . se vuelven revolucionarias cuando tienen ante sí la perspectiva de su tránsito inminente al proletariado"[...]¿Es que en las últimas elecciones se ha gritado a los artesanos, a los pequeños industriales, etc., y a los campesinos: Frente a nosotros, no formáis, juntamente con los burgueses y los señores feudales, más que una masa reaccionaria?” (2)
Encerrar el proletariado en sí mismo, renunciar a llevar a cabo una amplia y multifacética tarea de agitación y propaganda política entre todas las clases objetivamente interesadas en el derrocamiento del capitalismo, achatar el movimiento a las reivindicaciones puramente socialistas y rechazar con desdén toda denuncia de cualquier atropello, arbitrariedad o forma de opresión por parte del Estado ante las clases y capas no proletarias, plantear unos objetivos que lo mismo son válidos para Haití que para Alemania; he ahí la estrechez de miras y puerilidad del “izquierdismo”, íntimamente ligado con el economicismo, con el reformismo (3)
De ese enfoque abstracto y huero se deriva de manera lógica otro error: su absoluta incapacidad para saber ligar, entroncar la lucha por los derechos democráticos con la lucha por la revolución socialista (4)
Para los países en los que todavía está pendiente la revolución democrático-burguesa, la cuestión ofrece pocas dudas y no creo que resulte necesario enfatizar en los diáfanos errores de los “izquierdistas”. Al entrar el capitalismo en su etapa monopolista, en su fase última y en descomposición, concentrándose el capital en las manos de una ínfima oligarquía financiera que pone bajo su férula y se distribuye, en virtud y a través de la fuerza, el mundo, agudizándose con ello al máximo todos los antagonismos y contradicciones internas del capitalismo, se despliega la “tendencia a la reacción”, la liquidación de todas las instituciones y derechos democráticos que la burguesía en su etapa ascensional había forjado en su lucha revolucionaria contra la aristocracia terrateniente, culminando este proceso en la instauración de dictaduras terroristas abiertas en las que organiza la contrarrevolución de forma permanente, convirtiéndose el proletariado en el genuino y más consecuente baluarte de los derechos democráticos (5)
Pongamos el ejemplo de España. Se trata de un país de capitalismo monopolista de Estado, en el que el carácter de la revolución sólo puede ser socialista. Sin embargo, el sistema terrorista, fascista de dominación del que se vale la oligarquía financiera para conservar su dominio de clase y sus sempiternos privilegios conculca y arrasa los derechos y libertades democráticas más básicas y fundamentales, lo que provoca que amplios sectores de la sociedad se vean enfrentados a los monopolistas y estén sujetos de ser atraídos por el proletariado, cuyo deber es ganárselos o, al menos, provocar en ellos una neutralidad benevolente.
Reivindicaciones como la derogación de la legislación “antiterrorista”, la disolución de la Audiencia Nacional como tribunal de excepción y persecución política, la amnistía para lxs presxs políticos, el reconocimiento y libre ejercicio del derecho a la autodeterminación para las naciones oprimidas por el Estado imperialista español, etc. son reivindicaciones de carácter democrático-general que, al ser dirigidas por el proletariado, las impregna de su naturaleza de clase y encuadra en la lucha por el socialismo, transformándolas así en reivindicaciones de tipo democrático-revolucionario, pues crean las premisas y condiciones para la obra emancipadora del proletariado, que actúa de esa manera como auténtica clase de vanguardia, a la cabeza de las masas populares 6 . Esas tareas de tipo democrático-revolucionario, acompañadas por la insurrección popular dirigida por el proletariado tras todo un largo proceso de acumulación de fuerzas a través de la Guerra Popular Prolongada, acaban rebasando, superando los estrechos márgenes en los que la oligarquía financiera ejerce su dictadura de clase, provocando esos cambios cuantitativos un salto de una cualidad a otra, resultando esas medidas la solución de continuidad, el nexo cuantitativo entre la dictadura terrorista del gran capital monopolista y el socialismo 7.
Sin embargo, existe otra desviación, “derechista”, que resulta mucho más peligrosa, con resultados más catastróficos para los intereses del proletariado y el conjunto de las masas populares y que es la que se ha mostrado, en la historia del MCI, como forma embrionaria del revisionismo contemporáneo. Las alianzas y acuerdos, la formación de frentes del proletariado con amplios sectores no proletarios enfrentados al monopolismo y al fascismo así como en las luchas de liberación nacional, encierran el riesgo de que se vea hipotecada la independencia política e ideológica del proletariado y se convierta a éste en un apéndice de la burguesía. Sólo un Partido proletario de nuevo tipo, leninista, audaz y templado en las formas superiores, más avanzadas de la lucha de clases y depositario de una profunda y honda comprensión de la ciencia revolucionaria del proletariado puede llevar a cabo de forma correcta esas alianzas y asimilación de las reivindicaciones democrático-generales preservando su independencia orgánica, política e ideológica (8)
Este Partido nunca debe perder de vista que su objetivo final es la revolución socialista, que esas reivindicaciones sirven para ampliar su campo de acción y crear las condiciones para ese fin, al que deben quedar subsumidas, que esas alianzas se llevan a cabo bajo la premisa de la dirección política del proletariado, para atraerse a esos sectores (campesinos, pequeña burguesía, profesionales, intelectuales, naciones oprimidas, etc.) objetivamente enfrentados al fascismo y al monopolismo, que oscilan entre el proletariado vigoroso y revolucionario y la burguesía moribunda, que ofrece una rabiosa y porfiada resistencia en sus últimos estertores, para no enfrentarse aislado a la oligarquía financiera y al imperialismo, obteniendo, al menos, una neutralidad amistosa de esos sectores intermedios (9)
Sin embargo, son muchos los autoproclamados “comunistas” que caen en este error una y otra vez, poniéndose a la zaga de la burguesía y convirtiendo a la clase obrera en epígono de ésta, lo que constata la disgregación y confusión ideológica que ha dejado en herencia el revisionismo moderno, así como su arraigo y la ineludible necesidad de una lucha tenaz y contundente por parte de las fuerzas marxista-leninistas . Podemos comprobarlo, por ejemplo, en la postura seguidista y acrítica que muchos han adoptado ante Chávez, Morales, Correa y otros representantes de las burguesías nacionales, dejando en sus manos la dirección del movimiento, atando de pies y manos al proletariado, el cual se ha hallado descabezado cuando la verdadera naturaleza de clase de éstos ha quedado desenmascarada (10)
Esta desviación suele presentarse con caracteres más definidos, en su forma más nítida y acabada cuando, a la lucha por la revolución socialista, le acompaña la lucha de liberación nacional. En Euskal Herria, por ejemplo, estamos viviendo un proceso de liquidación reformista del MLNV, al que se pretende convertir en un apéndice de la burguesía “nacional” vasca e integrarse, como ésta, en la forma fascista y centralista de dominación de los monopolistas.
La burguesía, en su etapa ascensional, revolucionaria conquistó, a través de luchas revolucionarias que van del S.XVII hasta finales del S.XIX, el poder político, acorde a su posición económica, formó su mercado y, con ello, dotó de cohesión y unificó el territorio y todo el acervo lingüístico, psicológico, cultural, etc. heredado del feudalismo y etapas anteriores del desarrollo de la producción social, creando y dando contenido a la Nación, a través de su forma burguesa. Fue la época de las revoluciones burguesas, de la formación de los Estado-Nación.
Con el paso del capitalismo librecambista al capitalismo monopolista, imperialista y con las primeras experiencias victoriosas del proletariado sobre la burguesía (la Comuna de París y, sobre todo, la Revolución de Octubre) se cierra la época de las revoluciones burguesa y se abre la época del derrumbe del capitalismo y las revoluciones proletarias. Sin embargo, en los pueblos coloniales y en los Estados multinacionales donde el capitalismo y, por ende, la burguesía se desarrollan tardíamente, la Nación se forma, se perfila y configura bajo el yugo del imperialismo extranjero, despojada de sus inalienables derechos democrático-nacionales. Estas burguesías periféricas o nacionales aparecen con retraso en la escena histórica, cuando los intereses particulares de la burguesía dejan de coincidir con el desarrollo histórico objetivo de la producción y ésta deja de tener algo progresivo que ofrecer a la humanidad, siendo incapaces de encabezar y dirigir de forma consecuente, hasta el fin, la lucha de liberación nacional. Esta burguesía nacional, por un lado, se siente sojuzgada, arruinada, lastrado su libre desenvolvimiento por los gigantescos capitales monopolistas, que la depauperan y arrojan periódicamente a sus miembros a engrosar las filas del proletariado; por el otro extremo se encuentra a ese mismo proletariado por el que se siente atraído pero en el que teme caer, que avanza impetuoso hacia el futuro de la humanidad, hacia la revolución socialista. Y esa burguesía nacional vacilante y pusilánime, incapaz de independencia política, no dudará, en una situación de “peligro revolucionario”, ante la posibilidad de perderlo todo, en renunciar a todas sus veleidades “independentistas” y “patrióticas”, todas sus cínicas peroratas sobre los derechos democrático-nacionales (que, para ella, no son más que el derecho a poseer su propio mercado en el que poder explotar a “su” clase obrera) para ponerse bajo el amparo del gran capital centralista a cambio de las cuatro migajas que éste deje caer (11)
Además, hay otro aspecto que no conviene olvidar: el imperialismo es un monstruoso sistema de sojuzgamiento del mundo, de las naciones oprimidas por una reducida banda de oligarcas financieros. Bajo esas condiciones, las naciones pequeñas no tienen ni la más mínima posibilidad de alcanzar una soberanía e independencia reales, efectivas si no derroca el dominio de la burguesía, instaura su dictadura democrático-popular y expropia a la gran burguesía. Es decir, que en la actual época histórica es el proletariado el que debe hacer reposar sobre sus invencibles hombros la lucha por los derechos democrático-nacionales de las naciones oprimidas, cuya soberanía e independencia quedan indisolublemente ligadas a la revolución socialista.
Por lo tanto, renunciar a la dirección proletaria, situar a la clase obrera a la zaga de la burguesía nacional no es sólo renegar de la revolución socialista, sino también traicionar la lucha por la soberanía nacional y la libre autodeterminación. Precisamente, a donde está conduciendo el sector liquidacionista al MLNV, que diluye y hace pasar a un plano secundario, aplazándola a las calendas griegas, la lucha por la emancipación social del Pueblo Trabajador Vasco, dejando de esa forma, en la práctica, la dirección del movimiento en manos de una burguesía “nacional” que hace ya mucho, mucho tiempo se integró en el Estado fascista y centralista a cambio de mezquinas prebendas. Para ello, se ven en la obligación de repudiar y anatemizar las formas de lucha verdaderamente revolucionarias y consecuentes, que son las que han desbrozado el camino y creado las condiciones para la liberación nacional y social de Euskal Heria. La supeditación del movimiento popular a los intereses de la burguesía siempre va acompañado de la renuncia de las formas revolucionarias de lucha: las medios se vuelven acordes a los fines.
Estos ejemplos, considero, dan muestra de la imperiosa necesidad del estudio de las, riquísimas por su contenido y múltiples por su forma, experiencias del MCI, especialmente de todas las valiosas enseñanzas que podemos extraer de las justas líneas marxista-leninistas aplicadas por el PCE durante nuestra Guerra Nacional Revolucionaria, el PCCh durante todo su proceso revolucionario y de lucha contra el imperialismo japonés y el PTA durante la Guerra de Liberación Nacional del pueblo albanés dirigido por la clase obrera, para la elaboración de una correcta estrategia y táctica revolucionarias, sin caer en el burdo esquematismo del “clase contra clase” ni en el reformismo más ramplón.
1 Véase el ejemplo del MAI
3 Véase “¿Qué hacer?”, Capítulo III, sección E.
4 Lenin y los bolcheviques también tuvieron que combatir esa desviación, representada por los “comunistas de izquierda”. Véase, por ejemplo, “Acerca de la naciente tendencia del economismo imperialista;”
5 “Una vez constatado que, aterrorizado ante el movimiento obrero ascendente y sus fines últimos, el liberalismo burgués ha vendido su alma, se sigue que el movimiento obrero socialista es hoy día el único apoyo de la democracia y que no es la fortuna del movimiento socialista la que depende de la democracia burguesa, sino, por el contrario, es la fortuna del desarrollo democrático la que está vinculada al movimiento socialista” Reforma o revolución; Rosa Luxemburgo
6 “Pero divide al "pueblo" en "clases", no para que la clase de vanguardia se encierre en sí misma, se limite con una medida mezquina, sino para que la clase de vanguardia, que no adolece de la ambigüedad, de la inconsistencia, de la indecisión de las clases intermedias, luche con tanta mayor energía, con tanto mayor entusiasmo por la causa de todo el pueblo, al frente de todo el pueblo" Dos tácticas de la socialdemocracia en la revolución democrática; Lenin
7 “La democracia es una forma de Estado, una de las variedades del Estado. Y consiguientemente, representa, como todo Estado, la aplicación organizada y sistemática de la violencia sobre los hombres. Esto, por una parte. Por la otra, la democracia significa el reconocimiento formal de la igualdad entre los ciudadanos, el derecho igual de todos a determinar el régimen del Estado y a gobernar el Estado. Y esto, a su vez, se halla relacionado con que, al llegar a cierto grado de desarrollo de la democracia, ésta, en primer lugar, cohesiona al proletariado, la clase revolucionaria frente al capitalismo, y le da la posibilidad de destruir, de hacer añicos, de barrer de la faz de la tierra la máquina del Estado burgués y de sustituirla por una máquina más democrática, pero todavía estatal, bajo la forma de las masas obreras armadas, como paso previo hacia la participación de todo el pueblo en las milicias. Aquí la cantidad se transforma en calidad; este grado de democratismo se sale ya del marco de la sociedad burguesa, es ya el comienzo de su reestructuración socialista” El Estado y la revolución; Lenin
8 “La unidad, la cohesión revolucionaria y la presteza combativa de los Partidos Comunistas son el más precioso capital, que no nos pertenece solamente a nosotros, sino a toda la clase obrera. Hemos asociado y seguiremos asociando la presteza para lanzarnos a la lucha contra el fascismo, conjuntamente con los partidos y organizaciones socialdemócratas, con la lucha irreconciliable contra el socialdemocratismo, como ideología y como práctica de la conciliación con la burguesía, y también, por consiguiente, contra toda penetración de esta ideología en nuestras propias filas” El fascismo y la clase obrera; Dimitrov
9 “Con una organización así, la fe en la fuerza del partido se hará tanto más firme y tanto más extensa cuanto más clandestina sea esta organización; y en la guerra, como es sabido, lo más importante es no sólo infundir confianza en sus fuerzas al ejército propio, sino hacer que crean en ello el enemigo y todos lo elementos neutrales; una neutralidad amistosa puede, a veces, decidir la contienda” ¿Qué hacer?; Lenin
10 “Siguiendo la línea de la unidad con todos los que pueden ser unidos en un frente, los partidos marxistas-leninistas, en oposición a los puntos de vista de los revisionistas modernos, deben no sólo salvaguardar su independencia y su función dirigente, sino al mismo tiempo combatir las vacilaciones de sus distintos aliados, sus tendencias reaccionarias y sus tentativas de dividir los frentes y de dedicarse a chalaneos con las fuerzas de la reacción. La línea de la unidad y de la lucha contribuye al fortalecimiento de los frentes, a su depuración de los elementos reaccionarios y contrarrevolucionarios, a la consolidación de la cohesión y del espíritu revolucionario, a la obtención de una unidad más elevada y asentada sobre una base más sólida. Aplicar únicamente la línea de la unidad y renunciar a la lucha conduce a una unidad falsa formal y permite a los elementos y fuerzas reaccionarias socavarla y liquidarla fácilmente, asestando así un rudo golpe a la propia causa de la revolución” El golpe fascista en Indonesia y las enseñanzas que de él extraen los comunistas; Enver Hoxha
11 “El desarrollo monopolista no sólo había colocado a las burguesías nacionales en una situación de completa dependencia económica respecto de la oligarquía financiera, sino que también, y como no podía ser menos, las había supeditado en el terreno político. Desde tiempo atrás, las antiguas burguesías nacionales no existen como fuerza política independiente, por lo que sus objetivos no podían ser diferentes de los objetivos de la oligarquía: seguir manteniendo la explotación de los obreros y defender su sistema frente al peligro de revolución.
Esta situación se venía gestando desde los tiempos de la II República, cuando el triunfo de las fuerzas populares en las elecciones del 16 de febrero demostró que el proletariado tenía ya suficiente fuerza para conducir el proceso democrático-revolucionario y hacerlo avanzar hacia el socialismo. Esto explica la complacencia -cuando no el apoyo más o menos encubierto- de la burguesía nacionalista al golpe y la victoria militar fascista; para esta burguesía era un mal menor la pérdida de los Estatutos y otras prerrogativas logradas durante la República, frente a la posibilidad de perderlo todo si las fuerzas populares llegaran a ganar la guerra.” Lucha de clases y movimientos nacionales en España; PCE(r)
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