Pesadilla en Gaza
Por Noam Chomsky / La Jornada - Entre todos los horrores
desplegados en la más reciente ofensiva israelí en Gaza, el objetivo de Tel
Aviv es simple: volver, a la chita callando, a la norma.
En Cisjordania, la norma es que Israel continúe su
construcción ilegal de colonias e infraestructura para poder integrar a su
territorio cualquier cosa que pueda ser de valor, mientras confina a los
palestinos en cantones inviables y los sujeta a represión y violencia.
En Gaza, la norma es una existencia miserable bajo un sitio
cruel y destructivo, que Israel administra para permitir apenas la
subsistencia, pero nada más.
La más reciente escalada israelí fue disparada por el brutal
asesinato de tres muchachos de una comunidad de colonos en Cisjordania ocupada.
Un mes antes, dos chicos palestinos fueron muertos a tiros en la ciudad de
Ramalá, en esa misma zona. Ese hecho despertó poca atención, lo cual es
entendible, puesto que es rutina.
“El desdén institucionalizado por la vida de los palestinos
en Cisjordania explica no sólo por qué recurren a la violencia –escribe Mouin
Rabbani, analista de Medio Oriente–, sino también el más reciente ataque
israelí a la franja de Gaza.”
En una entrevista, el defensor de derechos humanos Raji
Sourani, que ha permanecido en Gaza durante los años de brutalidad y terror
israelí, señaló: “La frase que con más frecuencia escuchaba cuando la gente
empezaba a hablar de un cese el fuego era: ‘todos dicen que es mejor para
nosotros morir y no regresar a la situación que teníamos antes de esta guerra.
No queremos eso de nuevo. No tenemos dignidad ni orgullo; sólo somos blancos
fáciles, y muy baratos. Si la situación no mejora en verdad, es mejor morir’.
Hablo de intelectuales, académicos, personas comunes y corrientes. Todos lo
dicen”.
En enero de 2006, los palestinos cometieron un crimen grave:
votaron por quien no debían en una elección libre cuidadosamente vigilada, y
entregaron el control del parlamento a Hamas.
Los medios proclaman constantemente que Hamas está dedicado
a la destrucción de Israel. En realidad, los líderes de Hamas han dejado en
claro en repetidas ocasiones que aceptarían una solución de dos estados, de
conformidad con el consenso internacional que ha sido bloqueado por Estados
Unidos e Israel durante 40 años.
En contraste, Israel, fuera de unas cuantas palabras vanas,
está dedicado a la destrucción de Palestina, y se aplica en ese cometido.
El crimen de los palestinos en enero de 2006 fue castigado
de inmediato. Estados Unidos e Israel, con la vergonzosa adhesión de Europa,
impusieron severas sanciones a la población errante e Israel incrementó su
violencia.
Rápidamente, Estados Unidos e Israel empezaron planes para
un golpe militar que derrocara al gobierno electo. Cuando Hamas tuvo el descaro
de revelar los planes, los ataques israelíes y el sitio se volvieron mucho más
severos.
No debería haber necesidad de revisar el deplorable
historial de lo ocurrido desde entonces. El sitio implacable y los salvajes
ataques son acentuados por episodios de cortar el césped, para tomar prestada
la alegre expresión con que designa Israel sus periódicos ejercicios de
tirotear a los peces en el estanque como parte de lo que llama guerra de
defensa.
Una vez que cortan el césped y los desesperados pobladores
buscan reconstruir algo después de la devastación y los asesinatos, se acuerda
un cese del fuego. El más reciente se estableció después del asalto israelí de
octubre de 2012, llamada operación Pilar de Defensa.
Aunque Israel mantuvo el sitio, Hamas observó la tregua,
como concede Tel Aviv. Las cosas cambiaron en abril de este año, cuando Fatah y
Hamas forjaron un acuerdo de unidad que instauró un nuevo gobierno de
tecnócratas, sin afiliación a ninguno de los dos partidos. Naturalmente, Israel
estaba furioso, y más aún cuando hasta el gobierno de Obama se unió a Occidente
en indicar aprobación. El acuerdo de unidad no sólo socava la aseveración de
Israel de que no puede negociar con una Palestina dividida, sino también
amenaza el objetivo de largo plazo de separar Gaza de Cisjordania y proseguir
sus políticas destructivas en ambas regiones.
Algo tenía que hacerse, y la ocasión se presentó el 12 de
junio, cuando los tres jóvenes israelíes fueron asesinados en Cisjordania. En
un principio el gobierno de Netanyahu sabía que estaban muertos, pero fingió
que lo ignoraba, lo cual dio la oportunidad de lanzar una incursión en
Cisjordania, con Hamas por objetivo.
El primer ministro Benjamin Netanyahu afirmó tener cierto
conocimiento de que Hamas era el culpable. También resultó mentira.
Una de las principales autoridades sobre Hamas, Shlomi
Eldar, informó casi de inmediato que muy probablemente los asesinos procedían
de un clan disidente de Hebrón que desde hace mucho tiempo ha sido una espina
en el costado de Hamas. Eldar añadió: Estoy seguro de que no recibieron luz
verde de la dirigencia de Hamas; sólo les pareció que era momento de actuar.
Sin embargo, la escalada de 18 días después del secuestro
logró minar el temido gobierno de unidad, e incrementó drásticamente la
represión israelí. Israel también llevó a cabo docenas de ataques en Gaza, y el
7 de julio dio muerte a cinco miembros de Hamas.
Al final Hamas reaccionó disparando sus primeros cohetes en
19 meses, lo cual dio pretexto a Israel para lanzar su operación Borde Protector
el 8 de julio.
Al 31 de julio se había dado muerte a unos mil 400
palestinos, en su mayoría civiles, entre ellos cientos de mujeres y niños. Y a
tres civiles israelíes. Grandes áreas de Gaza habían quedado reducidas a
escombros. Cuatro hospitales habían sido atacados; cada ataque fue un crimen de
guerra más.
Funcionarios israelíes exaltan la humanidad del que llaman
el ejército más ético del mundo, que informa a los habitantes de que sus
hogares serán bombardeados, práctica que es sadismo disfrazado santurronamente
de piedad, en palabras de la periodista israelí Amira Hass: Un mensaje grabado
demanda a cientos de miles de personas que dejen sus hogares ya elegidos como
blancos, por otro lugar igualmente peligroso ubicado a 10 kilómetros de
distancia.
De hecho, no hay lugar en la prisión de Gaza que esté a buen
resguardo del sadismo israelí, que puede incluso exceder los terribles crímenes
de la operación Plomo Fundido de 2008-09. Las terribles revelaciones suscitaron
la reacción acostumbrada del presidente más moral del mundo, Barack Obama: gran
simpatía por los israelíes, acerba condena de Hamas y llamados a la moderación
a ambas partes.
Cuando los ataques actuales se detengan, Israel espera
quedar libre para continuar sin interferencia sus políticas criminales en los
territorios ocupados, con el apoyo estadunidense que ha disfrutado en el
pasado. Y los pobladores de Gaza quedarán en libertad de regresar a la norma en
su prisión gobernada por Israel, en tanto en Cisjordania los palestinos podrán
observar en paz cómo Israel desmantela lo que quede de sus posesiones.
Tal es el desenlace probable si Estados Unidos mantiene su
apoyo decisivo y virtualmente unilateral a los crímenes israelíes y su rechazo
al consenso internacional que desde hace tanto tiempo existe en torno a un
acuerdo diplomático.
Pero el futuro sería muy distinto si Washington retirara ese
apoyo. En ese caso sería posible avanzar hacia la solución duradera en Gaza a
la que ha convocado el secretario de Estado John Kerry, la cual ha suscitado
condena histérica en Israel porque la frase podría interpretarse como un
llamado a poner fin al sitio y a los ataques constantes israelíes. Y –horror de
horrores– la frase podría incluso interpretarse como un exhorto a aplicar el
derecho internacional en el resto de los territorios ocupados.
Hace 40 años Israel tomó la fatídica decisión de elegir la
expansión sobre la seguridad, rechazando un tratado total de paz ofrecido por
Egipto a cambio de la evacuación del Sinaí egipcio ocupado, donde Israel
emprendía proyectos intensivos de colonización y desarrollo. Desde entonces Tel
Aviv se ha adherido a esa política.
Si Estados Unidos decidiera unirse al mundo, el impacto
sería grande. Una y otra vez Israel ha abandonado planes anhelados si
Washington se lo demanda. Así son las relaciones de poder entre los dos
gobiernos.
¿Podría cambiar la política estadunidense? No es imposible.
La opinión pública ha tenido un giro considerable en años recientes, en
particular entre los jóvenes, y no puede ignorarse por completo.
Durante algunos años ha habido buen fundamento para las demandas
públicas de que Washington observe sus propias leyes y reduzca la ayuda militar
a Israel. La ley estadunidense estipula que no se puede brindar asistencia en
seguridad a ningún país cuyo gobierno siga una pauta consistente de graves
violaciones de los derechos humanos reconocidos internacionalmente.
Israel, sin duda, es culpable de esa pauta consistente, y lo
ha sido por muchos años. El senador Patrick Leahy, de Vermont, autor de esa
disposición legal, ha mencionado su aplicabilidad potencial a Israel en casos
específicos, y con un bien dirigido esfuerzo educativo, de organización y de
activismo, es posible impulsar con éxito tales iniciativas.
Eso podría tener un impacto muy significativo por sí mismo,
y a la vez daría una plataforma para acciones ulteriores con el fin de obligar
a Washington a volverse parte de la comunidad internacional y observar las
normas del derecho internacional.
Nada podría ser más
significativo para las trágicas víctimas de tantos años de violencia y
represión en Palestina.
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