En torno a la tesis del “Partido monolítico”
La tesis de la primacía de la unidad sobre la contradicción tiene un carácter “derechista-
izquierdista”. Según la coyuntura de la lucha de clases, dicha tesis funciona, ya sea como
tesis “conciliadora”, que da una “base” para renunciar a la lucha”, concretamente en el partido
(en nombre de la unidad al precio que sea), ya sea -como sucede a finales de los años 20-
como tesis que aporta una “base” al sectarismo, a “la lucha sin piedad” (en nombre de una
unidad que parece no poder ser preservada más que excluyendo de ella toda contradicción). El
primer tipo de efecto es derechista, el segundo es aparentemente “de izquierda” por el “rigor”
de sus consecuencias: implica la negación de la diversidad de las contradicciones y de su
universalidad.
En la situación de extrema tensión del final de la NEP y de principios de los años 30, la
tesis de la primacía de la unidad sobre la contradicción es aceptada por la mayoría de los
elementos revolucionarios del partido y de la clase obrera, y revela efectos “ultraizquierdistas”.
Algunos ejemplos concretos muestran dichos efectos en la coyuntura de la época.
El efecto más inmediato (que es un efecto de “legitimación”) concierne a las condiciones
de funcionamiento del partido, y corresponde a la afirmación de la tesis política del carácter
necesariamente “monolítico” del partido.
La tesis del carácter “monolítico” del partido bolchevique se aborda realmente de
manera sistemática a finales de 1928. Juega un papel clave en un discurso pronunciado por
Stalin el 19 de noviembre (1). En este discurso se subraya de forma justa la diferencia de
principios que separan al partido bolchevique de los partidos socialdemócratas (diferencia que
remite a su base de clase, a su ideología y a las formas de organización que derivan de ella).
Sin embargo, en el plano de las condiciones de funcionamiento del partido, esta diferencia se
“reduce” no por la posición que equivale al centralismo democrático, sino por el carácter
necesariamente “monolítico” del partido (2). Ahora bien, la idea de un partido “monolítico” no
solamente rompe con la experiencia del marxismo-leninismo, sino que es ilusoria: el partido
está necesariamente recorrido por contradicciones, en particular por aquellas que le impone su
papel como instrumento que permite al proletariado unir bajo su dirección a las hondas masas
populares, de modo que, de una manera o de otra, los intereses de las diversas capas que
constituyen las masas ejercen una acción en el seno del partido. Aparecen forzosamente
puntos de vista divergentes cuando se trata de evaluar estos intereses contradictorios; por lo
tanto, la cuestión es saber cómo conseguir de manera correcta un acuerdo entre puntos de
vista que reflejan las aspiraciones diversas de las masas que deben apoyar la revolución para
que esta pueda continuar desarrollándose. Esta es la razón por la que, en su Carta al
Congreso, Lenin había escrito:
“Nuestro partido se apoya en dos clases; por tanto, su desmembramiento sería posible
y su caída inevitable si no se llegara a un acuerdo entre estas dos clases” (3).
Si llevamos hasta el final el “principio del monolitismo”, negamos los medios para unir a
las amplias masas, ya que tendemos a negar, en la práctica, el principio del centralismo
democrático. Este supone, en efecto, que las ideas diversas pueden estar centralizadas
después de ser examinadas y discutidas de forma crítica. La puesta en marcha real de este
principio exige que se reconozca que debe ser asegurada la unidad contradictoria de la
centralización y de la democracia, y que el primer término solo puede tener sentido bajo la
dominación del segundo. El “monolitismo” niega este principio en nombre de una “unidad”
formal que debe ser obtenida, siempre de manera ilusoria, por medio de una lucha sin piedad.
Esta lucha por una unidad “imposible de encontrar” tiende a debilitar la dictadura del
proletariado, a aislar a la clase obrera del resto de las masas populares, a reforzar las
presiones administrativas ejercidas sobre las masas y a desarrollar los aparatos de represión.
A corto plazo, poner el acento de forma unilateral sobre la unidad y el centralismo en
detrimento de la democracia puede permitir obtener éxitos rápidos, concretamente en lo que
afecta al desarrollo industrial y técnico. A largo plazo, por culpa de ello se generan efectos
perjudiciales para la clase obrera en cuanto al rol dirigente del partido. En efecto, el
reforzamiento de los aparatos de represión tiende a desarrollar su autonomía en relación al
partido y a acrecentar sus intervenciones en la vida de este último, en concreto en el momento
de las purgas. Finalmente, de esta forma la lucha por el “monolitismo” se convierte en un arma
en la lucha de clases, un arma que -después de haber permitido “resolver rápidamente” un
determinado número de dificultades- sirve a las fuerzas sociales burguesas, ya que perjudica la
consolidación del papel dirigente del partido y el reforzamiento de este último en medio de una
lucha ideológica clara
Si la tesis de la primacía de la unidad sobre la contradicción funciona como
“legitimación” de una concepción “monolítica” del partido, cabe decir que no es ella la que,
evidentemente, “produce” esta concepción, sino que esta se desarrolla sobre la base de
condiciones objetivas; es esencialmente una consecuencia del desarrollo de luchas de clases
cuya dirección escapa al partido y sobre las cuales no logra actuar más que reforzando su
unidad mediante el uso de la coacción.
Esto se demuestra por las modificaciones aportadas a las condiciones de
funcionamiento del partido bolchevique después de la rebelión de Kronstadt, de las huelgas de
principios de 1921 y de las revueltas campesinas del invierno de 1920-1921, en un periodo en
el que “el campesinado está cada vez más descontento con la dictadura del proletariado” (4).
En dicho periodo, Lenin considera que las reglas que presidían anteriormente el funcionamiento
del partido deben ser cambiadas, y que las actividades de oposición en el seno del partido
deben ser reducidas (5). Es entonces cuando son adoptadas medidas que limitan estas
actividades. Sin embargo, estas no son prohibidas, sino que se reglamentan, y se prevén
medios de expresión para los que estén en desacuerdo con la mayoría (6). Entonces, no se
trata en absoluto de una concepción “monolítica” del partido. No obstante, las medidas tomadas
en la coyuntura particularmente difícil de principios de 1921 pueden servir de inicio de prácticas
que se dirigen hacia la búsqueda del “monolitismo”.
De hecho, a lo largo de la NEP la posibilidad de expresar puntos de vista divergentes
en el seno del partido se limita cada vez más y, de forma progresiva, cada vez tiene menos
que ver con lo que sucedía anteriormente de manera habitual. La razón inmediata de esta
transformación de las relaciones políticas es la debilidad del partido en el campo. Dicha
debilidad se considera como el signo de una situación siempre peligrosa que incita a limitar de
forma seria la amplitud de las discusiones en el partido. Esta situación tiende a ocultar la idea
según la cual pueda ser justo ir a contracorriente. Por otro lado, conduce frecuentemente a los
opositores mismos a la renuncia a expresar su punto de vista y, finalmente, a declarar que no
pueden tener razón contra el partido. De este modo, una determinada práctica se va forjando.
Así, Trotsky, sin renunciar a sus posiciones, sigue la misma tónica ante el XIII Congreso (1924):
“Camaradas, ninguno de nosotros desea o puede tener razón contra el partido (...) Sé
que no se puede tener razón contra el partido. Podemos tener razón solamente con el partido y
a través de él...” (7).
En definitiva, si estos debates tienen aún lugar en el curso de la NEP, ninguno de ellos
llega hasta el final: se toman medidas disciplinarias ante que las raíces teóricas de las
divergencias sean puestas al día y que el conjunto del partido se pronuncie sobre el fondo de
los problemas planteados. La razón principal de esto no es -al menos al principio- la cuestión
de las medidas “disciplinarias” aplicadas a los opositores o la represión ejercida contra ellos. Lo
que determina y explica que la discusión no llegue al final o se desarrolle en un lenguaje que
solo comprende un reducido número de personas, es la preocupación común de unos y otros
por afirmar la unidad del partido, preocupación dictada sobre todo por la situación difícil del
partido en el campo y por el temor de que esta amenace al poder soviético.
El resultado es que la unidad del partido realizada permanece de manera formal. Esta
no descansa sobre una lucha ideológica que permita hacer de la unidad una realidad profunda,
lo que provoca que los mismos debates surjan una y otra vez sin parar. La concepción de la
unidad que se forja de este modo supone admitir, al menos implícitamente, la primacía de la
unidad sobre la contradicción. Es este el terreno sobre el que surge la tesis del “monolitismo”,
tesis idealista que niega la universalidad de la contradicción y la necesidad de una unidad viva
del partido.
La afirmación del principio del “monolitismo” toma forma cuando la situación pasa a ser
particularmente peligrosa tras la resistencia de los campesinos a las medidas excepcionales.
En el curso de los años de extrema tensión de la colectivización “por arriba”, este principio se
convierte en un dogma, ya que dicha tensión conduce al partido a unir sus fuerzas al máximo
no sobre la base de una profunda discusión, sino bajo la forma de la obediencia o de la
coacción (8).
Notas:
(1) Cf. Stalin, Obras, tomo 11, p. 255. Se trata del discurso publicado bajo el título: “La
industrialización del país y la desviación de derecha en el PC(b) de la URSS”.
(2) Ibid., p. 293.
(3) Cf. Lenin, Obras Completas, tomo 36, p. 606. Sobre este punto, véase también el
tomo 1 de esta obra, p. 288.
(4) Cf. Lenin, Obras Completas, tomo 32, p. 184; véase también el tomo 1 de esta obra,
concretamente las pp. 206, 357 y 361.
(5) En el X Congreso del partido, Lenin declara: “No necesitamos más oposiciones,
camaradas, no es el momento” (ibid., p. 209, las cursivas son mías, Charles Bettelheim).
(6) Estas decisiones son incorporadas a la “resolución sobre la unidad del partido”
adoptada por el X Congreso a propósito de la cual Lenin habla de una “medida extrema (...)
adoptada excepcionalmente” en una “situación peligrosa” (ibid., p. 270).
(7) Intervención en el XIII Congreso, citado por E. H. Carr, Interregnum..., op. cit., p.
363.
(8) En este momento, los debates abiertos se detienen y las “adhesiones” a la línea
general se multiplican. Las contradicciones en el seno del partido “se eliminan”, aparentemente.
En realidad, estas se reproducen bajo formas nuevas -pero esto atañe a problemas de un
periodo que no analizamos en el presente volumen.
Recopilación de Socialismo o Barbarie.
1 comentario:
La critica comunista revolucionaria cientifica de la praxis del Partido Comunista Bolchevique en el periodo 1923-1953 está aun por hacer. Cosa que es sorprendente, ya que abarca toda la epoca de la construccion del Socialismo en la URSS. Una critica comunista revolucionaria cientifica debe analizar paso a paso y de forma documentada toda la praxis (teoria y practica) de Los comunistas sovieticos bajo la direccion de STALIN. Los dos libros de Bettelheim son un intento admirable en ese sentido, pero fueron escritos hace más de 40 años. Necesitamos un Lenin colectivo (o varios) que haga este trabajo titanico para poder reconstruir la Teoria Revolucionaria Comunista Cientifica. El 24 de julio de realizo en Compostela, Galiza, una Conferencia Internacional en este sentido, en la que participo un camarada marxista leninista maoista. También tubo aportaciones de otros militantes comunistas gallegos,argentinos,catalanes, brasileños, portugueses, vascos, dominicanos, andaluces...
Urge un debate estrategico entre comunistas revolucionarios, y este tipo de acciones colectivas son fundamentales para ello.
Saludos comunistas revolucionarios desde Euskal Herria.
Mikel Erro.
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