Un nuevo pulso político en Madagascar
Txente Rekondo
Las raíces de los incidentes violentos de estos días hay que buscarlas en las elecciones presidenciales del 2001, que desembocaron en un presidente apoyado sólo por Occidente
Madagascar es la cuarta isla más grande del mundo, y a pesar de todo, su incidencia en los medios de comunicación suele ser muy pequeña. Durante la celebración de las elecciones parlamentarias de 2007, pudimos comprobar que la realidad de aquel país apenas tenía eco en los medios occidentales, a pesar de que la incidencia de actores e intereses extranjeros en la isla cobra protagonismo cada día que pasa.
Desde finales de diciembre dos acontecimientos han sacudida a la sociedad de Madagascar. Por un lado, los ciclones han vuelto a sembrar de destrucción buena parte de la isla, y por otro lado, las protestas populares y los enfrentamientos políticos han contribuido a incrementar la inestabilidad.
Tras los incidentes violentos de estos días, la capital del país, Antananarivo (Tana en el lenguaje coloquial), ha amanecido en una tensa calma, aunque las tiendas que permanecen abiertas no tienen gran cosa que ofrecer a sus clientes. Los autobuses no circulan y es muy difícil lograr gasolina. Además, las escuelas siguen cerradas, lo mismo que numerosos centros de trabajo.
Las raíces de este nuevo pulso político hay que buscarlas en torno a las elecciones presidenciales del 2001, que desembocaron en seis meses de violencia que puso al país al borde de una guerra civil, dividiendo a la sociedad entre los partidarios de Didier Ratsiraka y los de Marc Ravalomanana. Ambos candidatos a la presidencia se proclamaron vencedores, pero finalmente los tribunales, en primer lugar, y seguidamente buena parte de la llamada comunidad internacional, apoyaron al segundo, proclamándose Ravalomanana como presidente de Madagascar, y Ratsiraka huyendo del país y logrando asilo en Francia.
Desde entonces, los intentos de los seguidores de Ratsiraka por hacerse con la riendas del poder no han cesado, pero las divisiones dentro de su propio partido político, las victorias electorales del actual presidente y de su partido político, el Tiako I Madagasikara- TIM (Yo amo Madagascar) han frenado las maniobras de Didier Ratsiraka.
La nueva crisis política se ha acentuado desde finales de diciembre, cuando el gobierno cerró el canal privado de televisión, Viva, controlado por el actual alcalde de Antananarivo, Andry Rajoelina, que se ha convertido en el portavoz de las protestas y que mantiene serias discrepancias con el presidente desde que accedió a la alcaldía en 2007.
Posteriormente, este mismo mes, se ha producido el cierre forzado de las instalaciones de la radio Viva, lo que ha desencadenado las protestas contra el presidente, y donde miles de malgaches se han echado a las calles gritando "Demokratia: zo fototra" (democracia: un derecho fundamental).
La represión gubernamental, provocando inicialmente dos muertos (cifra que se ha disparado en los últimos días hasta más de setenta), provocó un sinfín de ataques contra propiedades ligadas al poderoso y rico presidente del país. Así, se incendió la televisión nacional y otros medios de comunicación propiedad de Ravalomanana, se han asaltado la mayoría de tiendas de la cadena Magro, también del presidente, y otros centros de abastecimiento.
La oposición no ha tardado en mover ficha, y mientras que Andry Rajoelina ha hecho diversos llamamientos solicitando la dimisión del actual gobierno y la formación de un nuevo gobierno de transición, que él mismo estaría "dispuesto a presidir", los grupos opositores han convocado nuevas protestas en otras ciudades y provincias de Madagascar, intentando crear una especie de bola de nieve para acabar con el actual presidente. Una táctica que en el pasado se ha utilizado en varias ocasiones en la isla.
Los llamamientos a la desobediencia civil, o la creación de los Andrimaso-pokonolona (grupos de vigilancia civil), son algunos pasos dados por los opositores. Sin embargo, las declaraciones iniciales del alcalde de Antananarivo, anunciando la composición de un "gobierno insurreccional" parecen haberse desvanecido.
Las presiones de la llamada comunidad internacional, las desavenencias internas y la desconfianza del propio Rajoelina hacia algún tipo de maniobra de los partidarios de Ratsiraka, han hecho recular de momento al alcalde de Tana.
Entre las medidas de la formación que lidera Rajoelina, está la utilización masiva del color naranja, intentando buscar paralelismos con las llamadas "revoluciones de colores", y de esa manera lograr una cierta simpatía entre las cancillerías occidentales.
Los representantes de la comunidad internacional en Madagascar, ante un escenario con posturas extremas, donde la oposición hace llamamientos a la huelga general, y el presidente anuncia su intención de no ceder, han hecho un llamamiento al diálogo y a la calma. De esa forma evitan posicionarse por uno u otro contendiente, y al mismo tiempo no condicionan su presencia ante la victoria de unos u otros.
En este contexto conviene seguir con detenimiento la postura de Francia, que mantuvo colonizado el país durante décadas y que se resiste a perder su influencia. Oficialmente los dirigentes franceses han manifestado su intención de permanecer imparciales ante el conflicto, pero tras esas pomposas declaraciones se puede entrever un pulso por recobrar protagonismo en la isla.
En ese sentido, la política del actual presidente, que algunos la presentan como de un mayor acercamiento hacia Estado Unidos y el mundo anglófono, no es vista con buenos ojos desde París. Y por otro lado, Francia permite que resida dentro de sus fronteras Didier Ratsiraka, quien utilizaría su posición en el continente europeo para mover sus propios hilos.
El presidente malgache tampoco ha tardado en movilizar a sus seguidores, y ya ha iniciado una importante contra-ofensiva con su partido TIM al frente. Además de decisiones de ámbito político, ha utilizado su extraordinaria riqueza para repetir sus métodos conocidos: reparto de dinero, de alimentos entre la población, requisa de taxis y otros vehículos para utilizarlos en las movilizaciones de sus seguidores"
Otro aspecto que ha enfurecido a muchos malgaches ha sido la venta de casi un millón y medio de hectáreas de tierra cultivable a la multinacional surcoreana Daewo, la mitad de la que dispone la isla. Además del impacto ecológico, las perspectivas de empleo también se han diluido, ya que la multinacional empleará principalmente granjeros sudafricanos para la explotación de estas tierras.
Esta nueva práctica de neo-colonialismo se está extendiendo por otras zonas del mundo, donde tanto estados como corporaciones multinacionales están comprando enormes cantidades de tierra para explotar recursos que carecen en sus países o para comerciar con los mismos.
En Madagascar cerca del setenta por ciento de la población sufre malnutrición o no tiene acceso a una alimentación adecuada, y ese mismo porcentaje vive con menos de un dólar al día. Más de la mitad de la población tiene menos de 18 años, y sus expectativas no son muy halagüeñas, y las explotaciones de la tierra están desforestando la isla a pasos acelerados, poniendo en serio peligro la rica fauna de la misma.
Y mientras todo esto ocurre a las élites políticas no se les ocurre otra cosa que continuar con sus históricas disputas para hacerse con el poder. Algunas fuentes locales apuntan que "los viejos dinosaurios" de la política malgache siguen pugnando por hacerse con mayores cotas de poder, y en ese sentido apuntan que esas mismas fuerzas estarían utilizando la figura de Rajoelina. Roland Ratsiraka, sobrino de Didier, sería una de las figuras claves en ese entramado.
Nadie pone en duda que ala población malgache le sobran los motivos y lanzarse a la calle contra las políticas gubernamentales de unos y de otros, pero la utilización de esos dinosaurios de la situación puede volver a convertir a las masas del país en los eternos perdedores de ese tipo de disputas.
Gabinete Vasco de Análisis Internacional (GAIN)
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