El 14 de mayo, los oprimidos del mundo perdieron a una gran líder. La noticia de la muerte de Chiang Ching entristeció e hizo sentir una profunda pérdida a revolucionarios de todo el mundo que aprendieron de Mao y la Revolución Cultural. Pero los de arriba han callado el significado de la vida y muerte de Chiang Ching y muchos no saben sobre ella más que las mentiras y calumnias que ven en la prensa burguesa. Está claro que la clase dominante odia todo lo que representa Chiang Ching. Pero eso debe despertar la curiosidad de los oprimidos. El pueblo necesita saber sobre porque ella fue una de los líderes revolucionarios más grandes de nuestros tiempos. Y deja un legado y espíritu de rebelión al que debemos aspirar todos los que soñamos con un mundo libre de explotación y opresión. Chiang Ching dedicó toda la vida a los del fondo de la sociedad: las masas oprimidas de obreros y campesinos que rompieron las cadenas de la tradición, que se atrevieron no solo a tomar el Poder en China, sino a seguir revolucionando toda la sociedad, de arriba abajo.
Mao dijo: “Ser resuelto, no temer a ningún sacrificio y superar todas las dificultades para conquistar la victoria“. Y esa fue exactamente la clase de vida que vivió Chiang Ching desde el momento que empezó a ser revolucionaria hasta el día que murió. Como mujer, luchaba contra el peso de la tradición y arrastró enormes obstáculos toda la vida. Fue un verdadero ejemplo de lo que significa “desencadenar la furia de la mujer como una fuerza poderosa para la revolución“.
Chiang Ching nació en la provincia oriental de Chantun en 1914 y se unió al Partido Comunista en 1933, a los 19 años. El partido la mandó a Shanghai, donde se hizo artista de cine y teatro, trabajó con la compañía de Trabajo y Estudio de Shanghai y enseñó en una escuela nocturna para trabajadores. Pero Chiang quería crear obras culturales que se relacionaran más con la lucha revolucionaria. Así que, después de unos pocos años, pidió que la mandaran a Yenán, la base de apoyo revolucionario establecida bajo la dirección de Mao Tse-tung. Llegó a Yenán en 1937 para trabajar con la Unidad de Filmación de Documentales, y conoció a Mao. Durante 40 años serían íntimos camaradas, unidos por el odio al enemigo y el amor al pueblo.
A Mao le interesaban mucho el teatro, los conciertos, la poesía y el arte, y admiraba a las artistas y actrices emancipadas. Sabía que ellas tropezaban con las ideas tradicionales de que las actrices eran mujeres de “mala fama”. Como ellas, él reconocía el importante papel del arte y la literatura para moldear la opinión pública. La línea de Mao era que el arte debía servir a la causa revolucionaria. Y fue en el contexto de su aspiración común de crear un arte al servicio del pueblo que Mao y Chiang Ching se conocieron y se enamoraron. El matrimonio hizo muy feliz a Mao y lo hizo entender mejor los problemas del arte y la literatura. Chiang Ching lo influenciaría en esa esfera toda la vida.
Los enemigos de Mao dentro del partido se opusieron a su casamiento. Pero Mao y Chiang estaban resueltos a casarse y el Buró Político del partido finalmente les dio permiso, pero con la ultrajante condición de que Chiang no asumiera ninguna posición en el partido ni participara en asuntos políticos. Incluso en las filas revolucionarias había hombres que se aferraban a las ideas feudales de la inferioridad de la mujer y se horrorizaban ante la idea de una revolucionaria fuerte. Desde entonces en adelante, Chiang tuvo que luchar para ser reconocida como líder por derecho propio. Corrían chismes sobre ella. A menudo, cuando los enemigos de Mao querían atacarlo pero tenían miedo de hacerlo abiertamente, comenzaban algún rumor sobre Chiang.
En 1949, el proletariado revolucionario liberó a China y las masas comenzaron construir una nueva sociedad. Era una sociedad socialista con la meta de eliminar toda la opresión y la desigualdad. Una sociedad que movilizó a millones para transformar todas las esferas, ya sea económica, política, filosófica o cultural. Y con la transformación radical de toda la sociedad, la lucha por la liberación de la mujer también avanzó.
Por primera vez, las mujeres de China tenían derechos iguales. El gobierno prohibió la brutal práctica de los casamientos arreglados a la fuerza y le dio a la mujer derecho a divorciarse. Prohibió tratar a las esposas como esclavas domésticas y animó a las mujeres a tomar la iniciativa y unirse a la lucha por construir una nueva sociedad. Fue un movimiento radicalísimo que jaló a la dirección revolucionaria a muchas mujeres y destacó a Chiang Ching como una gran líder revolucionaria.
Tomando por asalto a las momias culturales
En la década de los 60, Chiang Ching pasó largos períodos en Shanghai, recuperándose de graves problemas de salud. En ese tiempo asistió al teatro, al cine y otras presentaciones artísticas. Lo que descubrió le chocó y preocupó. Muchas de las obras culturales que vio contradecían directamente las metas de la sociedad socialista. Encontró que prosperaba un “teatro de los muertos“: una cultura que promovía las viejas ideas, prácticas y costumbres de las clases explotadoras. Una esfera dominada por conservadores opuestos a la eliminación del privilegio y la desigualdad.
Una de las características de la sociedad socialista es que todavía hay clases y lucha de clases. ¿Seguiría China por el camino socialista o la arrastrarían de vuelta al capitalismo? Las viejas ideas y prácticas persistían: sin un buen empujón no caerían. Y dentro del partido muchos dirigentes actuaban como guardianes del privilegio en vez de líderes de la rebelión contra lo antiguo. Esas eran las fuerzas que Chiang Ching encontró guiando el trabajo cultural del partido. Informó:
“En nuestras óperas reinan emperadores, reyes, generales, cortesanos, letrados y beldades, y para colmo espíritus y monstruos…. En nuestro país hay más de 600 millones de trabajadores, campesinos y soldados, pero apenas un puñado de terratenientes, campesinos ricos, contrarrevolucionarios, elementos malos, derechistas y burgueses. ¿Serviremos a este puñado o a los 600 millones? Los cereales que comemos los cultivan campesinos, la ropa que nos ponemos y las casas en que vivimos las hacen los trabajadores, y el Ejército Popular de Liberación hace guardia en los frentes de defensa nacional. Sin embargo no los representamos en la ópera. Artistas, permítanme preguntarles ¿cuál es su posición de clase? ¿Y dónde está la ‘conciencia’ de artista de la que siempre hablan?”
Chiang Ching le dio voz a una nueva generación de artistas y público que hacían urgentes demandas. La sociedad estaba cambiando y ellos querían teatro, ballet, música y otras formas artísticas que tomaran en cuenta esa nueva conciencia. Querían obras culturales que denunciaran la vieja sociedad que lucharon tan duro por tumbar. Y querían una cultura que apoyara e impulsara la continua lucha para transformar radicalmente a la sociedad, y no obstaculizarla. Chiang Ching estaba de acuerdo y tomó la delantera para desarrollar una nueva cultura revolucionaria, que las masas adoptaron ampliamente.
De Pekín a Shanghai trastornó la rutina tradicional y se ganó el odio de las fuerzas conservadoras que dirigían el trabajo cultural del partido. Chiang Ching había pasado la década de los 50 investigando y estudiando la esfera del arte y literatura, así que para la década del 60 estaba lista para trabar lucha con los revisionistas como Chou Yang, el ministro de Cultura, quien se oponía tenazmente a representar óperas con temas revolucionarios. Chiang dirigió y desató esa lucha. Habló con artistas, actores y músicos, animándolos a aplicar la línea de Mao sobre el arte y la literatura. Sin consultar con las autoridades respectivas, entró en los teatros y compañías de ballet, y habló directamente con los artistas. Los alentó a criticar el “arte burgués” y a los dirigentes del partido que lo promovieran. En el Teatro Chino de Opera de Pekín, el Teatro de Shanghai de Opera de Pekín, en las academias de ballet de Pekín y de Shanghai, y en muchas partes animó a talentosos artistas jóvenes a oponerse a los anticuados líderes conservadores y crear nuevas obras.
Muchas veces Chiang Ching tuvo que “ir contra la corriente”. Los enemigos de la revolución saboteaban su trabajo y la atacaban y calumniaban. Y hubo veces cuando ella y los demás camaradas que seguían la línea de Mao estaban claramente en minoría. Pero Chiang Ching tenía mucha fe en las masas y contó con ellas para librar la lucha para una nueva cultura revolucionaria. Fue la primera en proponer la “combinación de tres en uno“, como método para crear buenas obras modernas. La idea era combinar en grupos directivos cuadros del partido, dramaturgos y masas. Los cuadros proponían un tema; los dramaturgos lo estudiaban, hacían investigación en el seno del pueblo y escribían un drama. Después las masas, que conocían el tema porque lo vivían, discutían la obra y daban su opinión. Así se desarrollaron las obras modelo como el famoso “Destacamento femenino rojo“. Finalmente las representaban no solo las grandes compañías profesionales sino toda clase de grupos pequeños de las ciudades y el campo. Más tarde usarían el método de “tres en uno” como modelo para el Comité Revolucionario: la nueva forma de organización directiva desarrollada durante la Revolución Cultural.
Ópera revolucionaria de Pekín
Chiang Ching es mejor conocida como creadora de la nueva Opera revolucionaria de Pekín. Fue una de las primeras victorias de la Revolución Cultural: la primera salva de una lucha que opuso los partidarios de Mao a los “seguidores del camino capitalista” del partido. Había muchísimo en juego en esa batalla. Chiang Ching sabía que si los enemigos de Mao podían controlar la propaganda y cultura tendrían mucho poder para promover sus ideas. Si los revolucionarios permitían que “emperadores y príncipes” dominaran en la esfera cultural, eso pronto infectaría la estructura social y económica de la sociedad socialista.
La ópera de Pekín tenía raíces en siglos de arte folclórico, pero era un producto del feudalismo y representaba a una clase privilegiada. Incluso en el socialismo esa forma de arte se resistía al cambio. Las óperas modelo conservaron muchos de los elementos artísticos de la ópera clásica, pero trataban temas políticos actualizados. Chiang Ching también encontró formas de darle más fuerza e impacto a la música tradicional. Agregó instrumentos occidentales, como instrumentos de viento, el timbal, el piano y el harpa. Así podían expresar mejor la variedad de emociones humanas. Y los principales personajes eran las masas y los héroes y heroínas de la revolución. Era un ejemplo de integrar el rico patrimonio cultural de la China en un nuevo arte socialista. Como dijo Mao en 1963: “Las óperas deben desarrollar lo nuevo a partir de lo antiguo; no lo antiguo de lo antiguo“.
Los altos funcionarios del partido a cargo de la cultura trataron de bloquear las innovaciones de Chiang Ching. Rechazaron obras de trabajadores y campesinos jóvenes con el pretexto de que eran “inferiores desde un punto de vista técnico” o que los artistas eran “desconocidos“. Les ponían obstáculos a las nuevas producciones o las saboteaban: los teatros estaban ocupados, no había lugar para ensayar, no les hacían publicidad. Y repetidas veces intentaron silenciar la dirección de Chiang Ching. Por ejemplo, en un festival de ópera del otoño de 1964 ella hizo un importante discurso sobre la revolución de la Opera de Pékin. Pero eso no se informó hasta tres años más tarde, en 1967.
Dirigiendo a las masas en la creación de la historia
La intensa lucha de la esfera cultural templó y adiestró a Chiang Ching para batallas más grandes. Quedaba por verse: ¿podría mantener el Poder el proletariado o se lo arrebatarían los dirigentes del partido que querían restaurar el capitalismo? Mao sabía que el problema no podía resolverse echando del partido a un puñado de enemigos; llamó a los millones de masas a lanzarse a la lucha. En ese levantamiento masivo, Chiang Ching se destacó como una gran dirigente.
Chiang Ching ayudó a dar lo que Mao llamó “la señal” para comenzar la Revolución Cultural. Bajo su dirección y la de Mao, se escribió una crítica de la obra: “A propósito de la pieza histórica titulada ‘La destitución de Jai Rui’“, que era un ataque poco disimulado contra la revolución. Ese artículo fue el toque de clarín que llamó a las masas a denunciar y a botar a los seguidores del camino capitalista dentro del partido. Chiang Ching también dirigió la publicación de la Circular del 16 de Mayo, la importantísima declaración de principios que detalló las metas y métodos de la Revolución Cultural.
El 25 de mayo de 1966 unos estudiantes pusieron en una pared de la Universidad de Pekín lo que Mao llamaría el “primer cartelón de grandes caracteres marxista-leninista“. Era una crítica del presidente de la universidad y otras autoridades del partido. Mao los apoyó y pidió que el texto se radiodifundiera y publicara en los periódicos. En la Universidad de Pekín pronto estalló una lucha popular que se regó a otras universidades. Chiang Ching reconoció la importancia del levantamiento y decidió viajar a la Universidad de Pekín. Quería hablar con los estudiantes e investigar la situación de primera mano. Encontró que los “equipos de trabajo” que el partido había mandado a Pekín para “guiar” la lucha en realidad pretendían sofocar y desviar a los estudiantes rebeldes.
Chiang Ching se identificó con los estudiantes y tenía enorme prestigio entre ellos. Cuando se formaron los primeros Guardias Rojos ella los defendió y los alentó. Cuando fue nombrada directora auxiliar del grupo central a cargo de la Revolución Cultural, asistió a siete de los ocho mítines de los Guardias Rojos celebrados en Pekín. Más tarde, empezó a cobrar influencia entre los estudiantes una línea ultraizquierdista que incitaba a la violencia para resolver las diferencias en el seno del pueblo. Cabía el peligro de que saboteara la línea de Mao, así que Chiang Ching se zambulló a combatirla. Le dijo a los estudiantes: “No golpeen a otros. La lucha física solo afecta la carne y los huesos; la lucha de razonamiento afecta el corazón“.
Chiang Ching también ayudó y apoyó a los trabajadores que se levantaron contra los “seguidores del camino capitalista” en posiciones de autoridad en sus fábricas. En diciembre de 1966, animó a los trabajadores de la Federación Sindical a levantarse y realizar una de las primeras tomas del Poder.
A medida que la Revolución Cultural cobró impulso, los derechistas del partido siguieron oponiéndose a los cambios revolucionarios que se estaban forjando en las esferas de la economía, salud pública, educación y cultura. Chiang Ching nunca se cansó de movilizar a las masas para impedir que los reaccionarios volvieran a poner al mando a los “expertos” y minaran los métodos socialistas. Y cuando Deng Xiao-ping y tipos de esa calaña dijeron que China debía abrir sus puertas al capitalismo occidental, Chiang Ching y otros camaradas revolucionarios los denunciaron e hicieron ver que era un plan para vender el país.
Mientras dirigía la Revolución Cultural, Chiang Ching continuó jugando un papel importante en la lucha por desarrollar una cultura revolucionaria. En noviembre de 1966, como asesora cultural del Ejército Popular de Liberación, llamó a los soldados a empuñar pluma, pintura, batuta y cámara y unirse a la lucha por desarrollar arte al servicio del pueblo.
En 1976, cuando los enemigos de Mao revoloteaban a su alrededor, preparándose para un golpe militar, Chiang Ching, Chang Chun-chiao y otros, tomaron últimas medidas para impedirlo y salvar la revolución.
En octubre de 1976, poco después de la muerte de Mao, los reaccionarios seguidores del camino capitalista dieron el golpe que se les había impedido dar por 10 años. Arrestaron a Chiang Ching y en 1981 la enjuiciaron por su papel en la Revolución Cultural. La sentenciaron a la pena de muerte. Pero los nuevos emperadores de China tenían miedo de que su ejecución prendiera una rebelión, y más tarde cambiaron la sentencia a cadena perpetua.
A pesar de que estaba presa, su optimismo revolucionario y espíritu de rebelión trascendió los muros de la censura y mentiras. Durante una década siguió denunciando al gobierno de Deng Xiao-ping y nunca abandonó su posición de que “¡se justifica la rebelión contra los reaccionarios!” Poco antes de su muerte salieron informes de que al leer los periódicos, ella acusaba: “Esta no es la línea revolucionaria del Presidente Mao“.
Ahora que Chiang Ching está muerta, los opresores siguen calumniándola y mintiendo sobre su vida. Saben lo que significa para los oprimidos tener una dirigente como ella. Saben que las lecciones de su vida son un arma poderosa para todos los que quieren tumbar el sistema y construir una nueva sociedad.
Chiang Ching siempre mantuvo las miras en la meta de la revolución mundial, y su fe en las masas le dio la fuerza y optimismo revolucionarios que le permitieron seguir firme durante tiempos tumultuosos y peligrosos. Estaba dispuesta a perderlo todo para ganarlo todo. Y estaba dispuesta a morir. Por todo eso los defensores de la opresión odian a Chiang Ching y nunca pararán de mentir y engañar con fines de enterrar su legado. ¡Pero no se lo podemos permitir! El pueblo debe enseñar la verdadera historia de Chiang Ching. Debemos recordarla y sostener la causa revolucionaria por la que ella vivió y murió.
Extraído del periódico “Revolutionary Worker”, 16 de junio de 1991
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