24 de febrero de 2022
Desde el Partido Comunista Maoísta condenamos la escalada de tensiones y el militarismo que afecta a las masas en Ucrania y Rusia. Finalmente, en este último mes estos problemas han seguido creciendo hasta finalmente estallar el conflicto bélico durante esta madrugada y el día de hoy. Tras la creciente tensión y la no retirada de la OTAN, el apoyo a Ucrania, el acumulamiento de tropas y el reconocimiento ruso a las Repúblicas del Donbás (Lugansk y Donetsk), los Acuerdos de Minsk quedaban finalmente rotos, y Rusia ha decidido ir más allá con el inicio de las hostilidades de forma considerable.
Estos acuerdos de paz fueron sistemáticamente violados, con ataques mutuos continuados y una tregua o paz falsa. Por supuesto, esto es otra muestra de la inutilidad de la legalidad burguesa para dirimir conflictos entre los imperialistas, ya que toda tregua, legalidad internacional, etc., es papel mojado ante las ambiciones de la clase dominante.
Debemos dejar claro que se ha victimizado a Rusia durante estos meses, pero no se trata de un pueblo defendiéndose de una invasión imperialista, sino que es un claro pulso entre potencias. El estado ruso no es precisamente un garante de la paz, sino que ha realizado múltiples intervenciones militares en los últimos años, siendo la primera en muchos años la Guerra de Georgia en 2008, precisamente enmarcada en esta pugna contra el imperialismo estadounidense y contra la expansión de la OTAN. Otras intervenciones o presencia militar rusa en zonas de interés estratégico se han dado en: Transnistria, la reciente intervención de Rusia y sus aliados (encuadrados en una alianza llamada, CSTO) en Kazajistán, o el propio conflicto ucraniano en el que el estado ruso se anexionó la península de Crimea. Sin duda otro gran conflicto con intervención rusa fue el de Siria, donde se aseguraron sus intereses en este último país, siendo el apoyo ruso fundamental para hacer prevalecer en el poder político a Bashar al-Assad. De esa manera, se mantuvieron los contratos y concesiones a Rusia, la venta masiva de armamento ruso que de hecho creció, la explotación casi exclusiva de gas y petróleo por parte de la oligarquía financiera rusa, etc.
No podemos caer en la tesis de que hay gobiernos ‘’antifascistas’’ o antiimperialistas, sino que la política internacional, la geopolítica, se rigen por la lucha de clases, y en el caso ruso, vemos una oligarquía financiera que lleva años asegurando su área de influencia. Esto último no es un sinónimo de ‘’asegurar la soberanía nacional contra injerencias imperialistas’’. Nada más lejos de la realidad, sino que es asegurar su propia porción en el reparto del mundo que se hace por parte de los imperialistas, característica fundamental que ya analizó Lenin en su obra ‘’El imperialismo, fase superior del capitalismo’’. Ante esta afirmación, los revisionistas de todo pelaje dirán que somos ‘’otanistas’’, pues no entienden que el comunista no debe elegir entre un imperialismo u otro, y esto es algo, que de nuevo Lenin nos enseñó.
Pero detengámonos no sólo en la oligarquía financiera y sus intereses, sino en su representante y gestor político, Vladimir Putin y su gobierno. Recordamos que en el año 2020 realizamos un comunicado titulado ‘’La oleada reaccionaria en Europa del Este’’. Analizábamos como Putin y el estado ruso, son firmes aliados de ultrareaccionarios como Nigel Farage o Marine Le Pen, que promocionaban a anticomunistas como Aleksandr Solzhenitsyn, etc. A su vez, en estos últimos dos años, se han conformado otras alianzas como la que tienen con Viktor Orbán, que no pasa precisamente por ser un elemento de referencia para los comunistas ni para cualquier progresista.
Pero es que el propio Putin ha cubierto su discurso de feroz anticomunismo en torno a Ucrania, acusando a la URSS, y en especial a Lenin de haber cometido un gran error al crear la Ucrania moderna, separándola del territorio ruso que es lo que debería ser, con lo que habría sido una división arbitraria, que debilitó a Rusia, y que separó a los pueblos. En definitiva, todo un discurso reaccionario, anticomunista, y en especial, manipulador para legitimar su actuación e intereses sobre Ucrania, para legitimar el enfrentamiento, la toma de posiciones y la expansión imperialista sobre este territorio. Nos encontramos con un elemento que lejos de lo que puedan decir analistas burgueses o revisionistas, no quiere recuperar lo que fue la URSS, ni tampoco es un antiimperialista convencido que lucha por la soberanía rusa. Lo que es, es un político que lleva a la práctica las ambiciones imperialistas de la oligarquía rusa.
La conclusión ante estas guerras imperialistas debe ser clara: no podemos apoyar aquellos bandos que se venden a sí mismos como antifascistas, antiimperialistas u otras caracterizaciones similares. Esto no es un pueblo imperializado defendiéndose contra el invasor, es una oligarquía financiera imperialista dando un paso adelante y atacando a sus rivales capitalistas. Ante cualquier conflicto interimperialista, las masas vuelven a perder, y los comunistas no podemos engañarnos y entender que en una contradicción entre la OTAN/Ucrania y Rusia, podemos limitarnos a elegir una de las opciones.
Debemos condenar la guerra imperialista, dar apoyo a las masas ucranianas y rusas afectadas en el conflicto, llamar a la organización proletaria que dé una opción revolucionaria a nuestra clase ante tal conflicto, y en nuestro país realizar una labor ideológica y agitativa contra la guerra imperialista, y un esfuerzo organizativo para que las masas se movilicen y condenen esta guerra. Ni con la oligarquía estadounidense y europea, ni con la burguesía ucraniana, ni con la oligarquía rusa: nosotros estamos con las masas.
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