Por: Análisis y Opinión
Las elecciones que se celebrarán en Bolivia no son limpias ni transparentes ni democráticas ni expresan la voluntad de la ciudadanía, se trata de una gran farsa que busca legitimar la dictadura de clase y la explotación del capital a través del llamamiento a la población a entregar su voto y así decir que la población ha expresado su decisión.
La propaganda demoliberal del MAS
Cada vez que se acercan las elecciones las instituciones encargadas del proceso lanzan millonarias campañas “educativas” sobre la importancia del voto, la soberanía del pueblo, la necesidad de ejercer el derecho ciudadano responsablemente, la democracia y la participación, etcétera, este año la novedad es la democracia intercultural, algo que se menciona mucho pero en realidad no se sabe lo que es ni cómo funciona o qué aporte nuevo da a este proceso electoral, porque en los hechos vemos más y más de lo que hubo en los procesos anteriores.
Lo que lanza el Tribunal Supremo Electoral (TSE) no es más que un resumen de las concepciones liberales burguesas acerca de la “democracia” identificada con el voto, a esto se agregan los valores de la libertad, la igualdad, la participación, la soberanía popular, entre otros conceptos teóricos que no se reflejan en la realidad. Si comparamos los ideales burgueses con la campaña política actual nos damos cuenta de la farsa que estamos presenciando.
En principio no se puede decir que los candidatos compiten en iguales condiciones, esto está claro, los más millonarios pueden invertir grandes sumas de dinero mientras que los más modestos, como el Partido Verde, apenas pueden difundir su mensaje con unos cuantos afiches y spots publicitarios. Otra cosa es el gobierno que tiene la desfachatez de usar los recursos estatales a su disposición para la campaña de su candidato, Evo Morales, quien, dentro del ordenamiento burgués es un candidato ilegal puesto que la Constitución aprobada el 2009 prohibía una nueva postulación de Morales, pero, como hemos dicho, una cosa son los principios abstractos y otra cosa es la realidad.
La campaña política es la pugna de intereses para definir quién va a llevar las riendas del aparato estatal y cómo se va definir el programa de reformas en función de las clases dominantes interesadas, en esta pelea toda estrategia y táctica vale. Hemos visto por ejemplo la compra y venta de candidatos con ofrecimiento de dinero o con cargos en la administración pública, también ha sido parte del proceso electoral el uso del Ministerio Público para la persecución política, como el caso del candidato del Movimiento Sin Miedo a senador por Cochabamba, al que se lo envió a la cárcel por un delito menor mientras que a los candidatos del MAS que cometen irregularidades similares ni se los toca. La represalia contra el “sin miedo” en realidad fue por poner al descubierto a Evo Morales confesando el uso de los recursos del Estado para promoverse como candidato.
Otro elemento que cuestiona los “principios democráticos electorales” es la clara parcialidad del órgano encargado de llevar adelante las elecciones, el Tribunal Supremo Electoral, es el mismo que no tiene ni un ápice de vergüenza al organizar la millonaria campaña “educativa” en los medios de comunicación sobre la transparencia de las elecciones; para nadie es un secreto que esta institución se ha convertido en un apéndice del gobierno.
La coacción política y el chantaje para conseguir el voto
Pero la pugna por el control estatal no se ha quedado ahí, los candidatos que tienen control de las instituciones estatales no han dudado en usar la coacción para ejercer presión sobre las personas y llevarlos a hacer campaña política, eso sucede en la administración estatal, en las gobernaciones y en las alcaldías. Qué de libre puede ser el proceso electoral cuando se acarrea a funcionarios públicos con la amenaza de perder el trabajo si no se participa de las campañas electorales o no se vota por el jefe.
Este acto de coacción no solo funciona en la administración estatal, existe una vieja práctica de control de las organizaciones sociales, bajo la tradicional consigna de “ser orgánicos” se impone a las bases de las organizaciones populares el votar por el partido que la dirigencia ha negociado, muchas veces a espaldas de las bases mismas. En este caso el gobierno ejercita un control descarado que niega todo derecho político y libertad democrática cuando anuncia el castigo a través de chicotazos, a través de multas, amenazas de quitarle tierras a quienes voten en contra de los candidatos oficialistas o sanciones a campesinos cocaleros que no vayan al cierre de campaña de Evo. El control gamonal que se ejerce como una práctica semifeudal ahora por el MAS forma parte del chantaje y amenaza para controlar la disidencia, aquella que ha nacido de las propias bases del MAS cuando se les impuso candidatos que fueron elegidos a dedo por los jerarcas desconociendo los candidatos elegidos por las bases.
Entonces de qué libertad, igualdad, transparencia o voluntad popular se puede hablar si más bien de lo que se trata es de garantizar el voto a punta de chantaje y amenaza. Mientras el MAS hace alianzas con partidos reaccionarios y políticos salidos de las tiendas más oscuras de la política nacional, haciendo una verdadera traición a sus bases, tilda de traidoras a las bases que amenazan con el voto cruzado cuestionando esta política de imposición.
Los principios demoliberales que difunde el gobierno y el TSE son pura paporreta vacía de contenido cuando son contrastados con la realidad. Pero, si vamos más allá del enfoque liberal, si analizamos el Estado como una dictadura de clase al servicio de las clases dominantes, nos damos cuenta de lo que en realidad está en juego.
El programa reaccionario de Evo Morales
Para el pueblo boliviano está cada vez está más claro que el gobierno de Evo Morales se adecua al viejo orden conservador y hace alianzas con los sectores más reaccionarios que antes figuraban como sus opositores: grandes empresarios y viejos terratenientes. Estos ahora se sienten cómodos con el MAS porque el gobierno les permite hacer buenos negocios, los banqueros en estos últimos 6 años han hecho crecer sus ganancias en 312%, según declaraciones del ministro de Economía Luis Arce Catacora, así que la burguesía financiera está contenta con el gobierno “revolucionario” de Evo Morales.
Las relaciones de Morales con la “comunidad internacional” es decir el imperialismo, más allá de las acostumbradas rimbombantes declaraciones de Evo, son muy buenas y estables, tanto así que Evo Morales se da el lujo de invitar al presidente del Banco Mundial para ser vitoreado por las dirigencias campesinas (sus acólitos), es decir, el imperialismo también felicita la gestión económica de Evo Morales.
Eso explica que una gran mayoría de políticos llamados neoliberales figuren en las listas de candidatos del partido de Evo, también explica que la Confederación de Empresarios Privados le haga la agenda económica al gobierno, esa agenda que Morales llama la “Agenda Patriótica” para el 2025.
El programa de gobierno del MAS ya no se distingue de los programas reaccionarios, su orientación general es la promoción de la inversión imperialista (la llamada inversión extranjera directa) en el país y se prepara para darle condiciones adecuadas para la explotación de nuestros recursos naturales, uno de ellos es quitar la subvención a los carburantes. Lo que define las elecciones es la continuidad y profundización de un programa proimperialista en beneficio del capital transnacional, en beneficio a los empresarios privados, en particular los bancos y en beneficio a los terratenientes, como lo ha ofertado García Linera recientemente en Santa Cruz. Todo esto está en juego y la competencia es entre el MAS y una raquítica y alicaída oposición.
En este panorama las elecciones son el medio para legitimar este camino reaccionario, para que el gobierno y los sectores dominantes puedan argumentar que el pueblo ha expresado su “decisión soberana” otorgando al nuevo gobierno la representación que le dé el cheque en blanco y tome las medidas convenientes favorables a la gran burguesía, los terratenientes y el imperialismo. Eso es lo que está en juego.
El papel lacayo del revisionismo y las dirigencias populares corruptas
Una vista rápida de las listas de candidatos nos muestra el pacto de Morales con los conservadores, en ellas encontramos a políticos recalcitrantes que antes golpeaban a los indígenas, que decían que los indios “deben ser desinfectados”, que trataban a Evo como auquénido, esta clase de gente ahora es recibida con los brazos abiertos en el MAS. La última adquisición de Morales en Santa Cruz es la diputada Jessica Echeverría que fue miembro del partido de Manfred Reyes Villa y después salto al partido de Tuto Quiroga siendo su vocera, Carlos Romero la recibió en medio de champagne y vítores de militantes del partido de gobierno, como relata la agencia Fides.
Las molestias que generan en las bases de las organizaciones estas alianzas reaccionarias son maquilladas por una dirigencia prebendalizada y cooptada por el gobierno para dar la impresión de que el gobierno es el representante genuino del pueblo boliviano. Se trata de una política corporativa del gobierno que tuvo la capacidad de cooptar a estas dirigencias siempre dispuestas a recibir la prebenda, o quebrar a las organizaciones que se le oponen al gobierno como la CIDOB, el Conamaq, sindicatos rebeldes e incluso instituciones de la sociedad civil como la Asamblea de Derechos Humanos para colocar a sus adictos dispuestos a ocultar los crímenes del gobierno y mantener la fachada de “gobierno de los movimientos sociales”.
Este papel lacayo es reforzado por la participación del revisionismo en el gobierno, un sector cada vez menos influyente pero que aún juega un sucio papel. Este sector está conformado por organizaciones que se dicen guevaristas que capitularon para seguir el camino electorero, algunas tendencias trotskistas conciliadoras y centristas, los archirevisionistas electoreros del PCB (de Marcos Domic) y sus primos hermanos los maoístas de membrete pero revisionistas en realidad, el PCML, del clan familiar Echazú, todos llaman a blindar al MAS y su programa reaccionario, con su fraseología pseudorevolucionaria califican al gobierno de Evo Morales de revolucionario, antiimperialista, progresista, etcétera, contribuyendo así a negar el carácter proimperialista del MAS y negando la verdad al pueblo. El revisionismo es una degeneración del marxismo, como señala Lenin, es la avanzada de la burguesía en las filas del movimiento popular, por lo tanto no se les puede decir marxista a esta clase de gente. Hoy son parte de la decadencia histórica que debe ser barrida del movimiento popular para que deje de traficar con sus luchas.
No votar
En esta situación una posición revolucionaria consecuente es no legitimar las elecciones reaccionarias y por ello el pueblo boliviano no debe participar de las mismas, no debe votar, no ganará nada con ello. Se necesita cuestionar a fondo la vieja sociedad y esa se consigue solamente cuestionando la participación misma del proceso electoral. El voto en blanco o nulo aunque pueden ser una expresión del descontento con los candidatos que participan en este proceso, no cuestiona el proceso mismo.
El pueblo necesita construir su propio camino, construir su propio poder, su propia alternativa. Los auténticos revolucionarios, los marxistas consecuentes tienen la tarea de construir junto a su pueblo el campo popular que vaya más allá de los límites del viejo Estado, que rompa con la lógica de la explotación del capital y la dominación del imperialismo, no es cierto cuando se dice “estamos avanzando algo con Evo”, esa es una mentira de cabo a rabo, por ese camino NO se transforma la sociedad sino se renuevan las fuerzas del viejo Estado y se profundiza el capitalismo burocrático que beneficia al imperialismo, a la gran burguesía y a los terratenientes, eso es lo que está pasando hoy y ya no lo necesitamos más.
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