En la India, el segundo país más poblado del planeta con 1.352 millones de habitantes y la quinta economía más grande a nivel mundial, sufre hambre extrema la cuarta parte de su población.
No sin razón el pasado 26 de noviembre, una huelga política nacional de 250 millones de trabajadores, paralizó la banca y la industria del carbón, mineral de hierro y del acero; el transporte en puertos, trenes y buses; la salud y el comercio informal. La huelga taponó por un día las arterias económicas del capitalismo en el subcontinente asiático. El Pliego: contra las leyes laborales que alargan la jornada laboral a 12 horas y suprimen prestaciones sociales al 70% de los trabajadores.
Fue una gran huelga política obrera enmarcada entre dos huelgas políticas nacionales de los campesinos. La primera, acordada por ocho organizaciones campesinas, estalló el 25 de septiembre contra tres leyes del ultra-reaccionario régimen de Modi, aprobadas en el parlamento para reformar la regulación estatal de la compra y venta de veintidós productos agrícolas a precios fijos y protegidos. A lo largo de grandes movilizaciones, marchas de camiones y tractores, y poderosos combates callejeros contra la represión policial, la huelga política nacional campesina se fusionó en Nueva Delhi la capital con la huelga obrera del 26 de noviembre.
Luego del fracaso de cinco rondas de conversación entre las organizaciones campesinas y el gobierno, que cínicamente califica las reformas de “alivio” para los campesinos y “liberación” de los “constreñimientos” de antiguas leyes, el 8 de diciembre estalló la segunda huelga política nacional de los campesinos en la India, en común acuerdo de 150 organizaciones campesinas, y con apoyo de paros solidarios de los trabajadores ferroviarios, bancarios y transportistas, con la simpatía y respaldo de trabajadores y movimientos sociales en todo el país bajo el lema “sin campesinos no hay comida”, el movimiento de masas campesinas bloqueó las avenidas principales que dan acceso a la capital Nueva Delhi, rompió las barricadas policiales y taponó carreteras en 20 estados.
Aunque la producción agrícola de la India representa apenas el 17% del PIB nacional, ocupa a 700 millones —50%— de su población, de la cual el 85% de los campesinos son pequeños propietarios con parcelas menores a dos hectáreas.
Desde los años 60 del siglo XX, la intensificación del desarrollo capitalista de la agricultura ha llevado ruina, miseria, desespero al campesinado. Tras eufemismos como la “Revolución Verde” se sometió a los productores agrícolas a la compra obligada de semillas, fertilizantes, agua y energía a corporaciones monopolistas internacionales; agobiados por las deudas y las desastrosas consecuencias del cambio climático para sus cosechas, desde la última década del siglo pasado suman 300.000 los campesinos que tomaron el camino del suicidio.
En ese contexto, las tres leyes anti-reguladoras de la compra y venta de cereales sin intermediarios, con el argumento seudo nacionalista de que “solo las grandes empresas panindias pueden optimizar la distribución de la producción agrícola, con grandes inversiones en la cadena de frío”, en realidad ceden el monopolio del comercio agrícola a las grandes cadenas monopólicas imperialistas como Walmart que reducirán el precio de compra de las cosechas, impondrán contratos y precios de monopolio para la venta de los productos agrícolas en los centros de acopio y grandes superficies. ¡Profundizar la privatización imperialista de la agricultura india, es la “liberación” que ofrece el régimen de Modi a los campesinos!
Son más que justas las huelgas políticas de obreros y campesinos en la India, subcontinente con una compleja formación económica social, donde conviven modos de producción capitalistas y pre-capitalistas. Los camaradas maoístas, dirigentes de la guerra popular prolongada que se desarrolla principalmente en el llamado “corredor rojo” oriental de la India, afirman el carácter semi-feudal de esa sociedad. Tendrán sus datos y razones, pero las fuerzas sociales que actualmente se despliegan en el escenario urbano y rural de la lucha de clases en el norte y centro de la India, no son propiamente siervos de la gleba, sino proletarios desposeídos de toda propiedad a excepción de su fuerza de trabajo, y campesinos pequeños propietarios.
Y no obstante que partidos revisionistas y reformistas ejercen gran influencia en el actual movimiento huelguístico, por su composición de clase, por sus reivindicaciones y sus formas de lucha, son movimientos de masas que se corresponden objetivamente con una lucha anti-capitalista, con la necesidad de la alianza obrero-campesina en toda la India, con la necesidad de unir sus fuerzas a las masas populares que conscientemente han empuñado los fusiles en la guerra popular contra el poder reaccionario de las clases dominantes y los imperialistas. La gran tempestad desatada por los verdaderos productores de riqueza en la India, augura que si los comunistas maoístas logran unir ese brío social a la fuerza armada de la guerra popular, el asedio campesino de Delhi servirá de inspiración para el asedio y asalto a toda la fortaleza enemiga del pueblo indio, y serán contados los días del poder reaccionario de Modi y Cía.
¡Viva la alianza obrero-campesina y la guerra popular en la India!
No hay comentarios:
Publicar un comentario