Aislar al pez del agua: Una práctica genocida en la India
Por Adolfo Naya¹.
Desde la época colonial hasta la rebelión
naxalita de 1967, y así hasta nuestros días, los diferentes gobiernos
de la India han perseguido a todos los grupos que se oponían a la
opresión, a la explotación y a la expansión capitalista, especialmente a
las comunidades Adivasis y a los Dalits. En el año 2009 el Gobierno de
la India inició en los Estados de Chhattisgarh, Jharkhand, Orissa,
Bihar, Bengala Occidental, Andhra Pradesh, Telengana y Maharashtra una
operación militar denominada “Cacería Verde”, cuyo objetivo declarado es
eliminar a la guerrilla maoísta o Naxalitas.
Una de las prácticas genocidas aplicadas
en el marco de esta operación es la eliminación y detención de líderes
sociales, sindicales, estudiantiles o activistas políticos. Para ello se
inspira en la estrategia de contrainsurgencia “Corazones y Mentes” del
Mariscal británico Gerald Templer, que posteriormente sintetizó Sir
Robert Thompson sobre la experiencia adquirida durante las campañas de
contrainsurgencia en Malasia y Vietnam. Parte de esta estrategia es la
siguiente:
“El Gobierno debe dar prioridad, no al aplastamiento de la guerrilla, sino a la liquidación de la subversión política que le da cobertura. Con la destrucción de la infraestructura política se trata de “aislar al pez del agua”, evitando el contacto de la población con la organización clandestina” (González Calleja, 2002).
“Aislar al pez del agua” es una práctica
muy común en todos los genocidios. También llama la atención sobre ello
Bauman (2016) cuando afirma que el primer objetivo del genocidio es
“decapitar” a sus dirigentes y centros de autoridad, para de este modo
eliminar la cohesión y la capacidad de mantener su identidad, perdiendo
así su capacidad de defensa, y su destrucción como entidad autónoma y
unida.
“La estructura interna del grupo se derrumbará y éste se convierte en un conjunto de individuos a los que se puede ir cogiendo de uno en uno para incorporarlos a la nueva estructura administrativa o reunirlos a la fuerza en una categoría subyugada y segregada, dominada y vigilada directamente por los administradores del nuevo orden.” (Bauman, 2016)
Esta persecución también se sirve de la
técnica “Guerrilla Cazador-Asesino”. Una de sus actividades
fundamentales, señala el profesor de Estrategia Militar Joe Celeski
(2010), es la de “cazar” objetivos concretos de personas individuales u
“objetivo de alto valor” para descabezar a la organización insurgente,
así como a los líderes de las organizaciones que pueden dar apoyo, tanto
político como logístico.
Así mismo, se crean los medios de
contra-organización, que consisten en acciones de identificación,
infiltración y “neutralización” de las organizaciones políticas
insurgentes, utilizando para ello el sabotaje, la detención o la
“neutralización” de los “enemigos” del brazo político, en combinación
con una campaña contra-ideológica. También se crean
“seudo-organizaciones” que adoptan la apariencia de la guerrilla para
tener acceso a las áreas de operaciones del “enemigo” y llevar a cabo
sus objetivos.
En el 2012, la ONG Human Rights Watch
denunciaba el acoso y represión que sufría la población y las defensoras
de los derechos humanos bajo la Operación “Cacería Verde”:
“Las trabajadoras de derechos humanos y activistas, en particular aquellas que hablan contra los abusos de las fuerzas gubernamentales, temen ser etiquetadas como “maoístas” por poder ser detenidas o peor. Las activistas locales reconocen que entran en contacto con los maoístas: trabajar en lugares remotos de Chhattisgarh, Orissa, Jharkhand y Andhra Pradesh hace que sea inevitable. Las fuerzas de seguridad del Estado, frustrados por su incapacidad para realizar un seguimiento de los combatientes maoístas que se deslizan en los bosques en los estados contiguos, a menudo dirigen sus ataques contra los “blandos” objetivos de los aldeanos de las zonas que apoyan a los maoístas y activistas que critican los abusos policiales y políticas estatales”.
A principios del año 2016, varios medios
de comunicación comenzaron a hablar de la “Misión 2016” como una
continuación de la Operación “Cacería Verde”. Aunque no declarada, uno
de sus objetivos principales era la de acabar y destruir la red urbana
de apoyo del PCI (Maoísta). Así se refería la revista india Frontline:
“Según esta red, de acuerdo con la maquinaria de seguridad detrás de “Misión 2016”, consta de maoístas clandestinos y simpatizantes maoístas. Los aportes realizados por las fuerzas de seguridad apuntan a cortar el “oxígeno” del PCI (Maoísta) para acabar con los simpatizantes maoístas urbanos y por lo tanto “asfixiar” a los maoístas. El problema con esta premisa es que cualquiera que esté en desacuerdo con la versión del Estado, de la democracia o el nacionalismo, o que plantea preguntas sobre violaciones de derechos humanos por las fuerzas militares y paramilitares o simplemente se niega a tomar partido en la guerra desplegada, se marca como maoísta. Los reporteros, investigadores, activistas, abogadas y estudiantes se adaptan fácilmente a esta simple definición de un simpatizante maoísta que merece ser exterminado”.
También en 2016 el gobierno del Primer
Ministro Modi inició la campaña “Make in India”, a través de la cual
ensalza el poderío económico del país legitimando el continuo
“desarrollo” en zonas de grandes riquezas naturales. Apoyado en este
discurso “criminaliza” a quienes se oponen a tal “desarrollo”, sea por
la vía armada o por la vía pacífica.
Por otra parte, está llevando a cabo una
campaña de ensalzamiento “nacional” y de la religión hindú, a la cual
pertenece el Primer Ministro Modi. Ataca las minorías religiosas -en
especial la musulmana-, y tacha de “anti-patriotas” o
“anti-nacionalistas” a todo aquel que se muestre contrario a las
políticas desarrolladas por el Gobierno contra los naxalitas, Adivasis,
Dalits, o contra quienes están a favor del derecho de autodeterminación
de pueblos como Jammu-Cachemira, Manipur o Assam, realizando una “caza
de brujas” contra activistas de derechos humanos, profesores,
intelectuales, abogados, sindicalistas, periodistas y estudiantes que
se manifiesten en ese sentido.
Un caso paradigmático es el del profesor
de literatura inglesa en la Universidad de Delhi GN Saibaba.
Destacado intelectual y defensor irrenunciable de los derechos del
pueblo, padece la parálisis del 90% de su cuerpo, agravada por una
pancreatitis aguda, y se desplaza en silla de ruedas. Su papel activo en
denunciar la Operación “Cacería Verde” y las atrocidades cometidas
por el Estado indio contra Adivasis y Dalits, lo ha llevado a ser
acusado por el gobierno de “peligroso maoísta”, conspiración para
cometer un “acto terrorista” y “pertenencia a una organización
terrorista”. El 7 de marzo de 2017 el profesor GN Saibaba y otros cinco
activistas sociales fueron condenados a cadena perpetua por su relación
con los maoístas.
El 6 de junio de 2018 eran detenidos el
abogado del profesor, Surendra Gadling; el activista de los derechos de
los Dalits, Sudhir Dhawale; la profesora Shoma Sen, el sindicalista
campesino Mahesh Raut y el defensor de derechos humanos Rona Wilson. El
13 de agosto, el conocido líder estudiantil de la JNU de Delhi, Umar
Khalid, sufría un intento de asesinato cuando iba a participar en una
Conferencia. Este estudiante ya había sido detenido en febrero de 2017,
acusado de “sedición” por unas protestas en la Universidad. Y el 28 de
agosto de 2018 fueron detenidos los abogados Arun Ferreira y Sudha
Bharadwaj, el poeta e intelectual Varavara Rao, el intelectual y
defensor de los derechos humanos Gautam Navlakha y el activista de
derechos humanos Vernon Gonsalves.
A la vista de estos hechos, resulta
bastante evidente que los ataques que están teniendo lugar en la India
contra la “disidencia política” son parte de las prácticas sociales
genocidas promovidas por el gobierno en su plan de eliminación de la
“parte rebelde”, es decir, de las que resisten y practican otra manera
de ver las relaciones sociales y económicas. Es la guerra de clases
aplicada en su fase superior, el genocidio (Naya, 2018).
¹Adolfo Naya Fernandez. Antropólogo
social y sindicalista, autor del libro Operación “Cacería Verde” en la
India: Las prácticas sociales genocidas de la estrategia de
contrainsurgencia “Corazones y Mentes”. UNO Editorial.
Referencias:
Bauman, Zygmunt (2016) Modernidad y Holocausto. Madrid: Ediciones Sequitur.Celeski, Joseph D. (2010) Hunter-Killer Teams:Attacking EnemySafe Havens. Florida: The JSOU Press Hurlburt Field.
González Calleja, Eduardo (2002) La violencia en la política: perspectivas teóricas sobre el empleo deliberado de la fuerza en los conflictos de poder. Editorial CSIC.
Naya Fernandez, Adolfo (2018) Operación “Cacería Verde” en la India: Las prácticas sociales genocidas de la estratexgia de contrainsurgencia “Corazones y Mentes”. UNO Editorial.
1 comentario:
SOBRE LA INDIA.
Los revolucionarios maoístas tienen claro que cuando se obra lealmente de acuerdo a la ciencia del MLM principalmente maoísta seran perseguidos y masacrados, todas las leyes, carceles, ejércitos son para exterminar cualquier manifestacion que vaya en poner en peligro la estabilidad del poder capitalistas-imperialista y esto si lo tienen claro los maoístas en la India y su partido comunista(maoísta). Corresponde materializar honestamente en las masas el carácter de la guerra popular como claramente nos ha dado ejemplo La histórica guerra en Vietnam(Hochi Ming), en Campuchea(Pol Pot) y la que nos esta dando la guerra popular en el Perú(Pensamiento Gonzalo).
La reacción demolerá todas las manifestaciones de oposicion al dominio capitalista eimperialista lo sostienen a sangre y fuego, experiencias a mil tenemos y nos sirve de ejemplo para no seguir hablando de revolución a secas y aplastar todas esas asquerosas manifestaciones de los revisionistas-oportunistas que deberan ser eliminados por ser verdaderos enemigos de proletariado y de la revolucion mundial.
Tomado de combatir y resistir.
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