¿Trump antisistema?
Las parejitas, rivales en el circo electoral, de fiesta |
La opción "antisistema", como la llaman muchos medios de desinformación es, no obstante, la del Partido Republicano de Bush y Reegan, que se diferencia únicamente de la progresía "demócrata" en que bombardean a otros pueblos díscolos y explotan a la clase trabajadora de forma menos hipócrita y sin necesidad de tanto maquillaje analgésico.
A algunos, incluso, se les llena la boca de esperanza de paz afirmando que con Trump será más asequible vivir como hermanos, como si bajo el sistema capitalista esta paz fuera posible. En primer lugar, el capitalismo se basa en la violencia ejercida por una clase, minoritaria y parásita, sobre otra, mayoritaria y productora de la riqueza, en lo que Marx y Engels llamaría "la guerra de clases", conflicto insalvable hasta que no se eliminen definitivamente esas clases sociales, labor que puede hacer solamente la trabajadora, pues la capitalista siempre va a necesitar del proletariado, fuente principal de su riqueza; en segundo lugar, porque el capitalismo, en especial en su fase imperialista, necesita de la guerra, económica o militar para continuar su necesidad de más recursos, más beneficios, más plusvalia de su exportación de capital, por lo que los acuerdos, alianzas o reubicaciones de unos estados capitalistas u otros son solo antesalas de nuevas guerras:
"Por esto, las alianzas "interimperialistas" o "ultraimperialistas" en la realidad capitalista, y no en la vulgar fantasía pequeñoburguesa de los curas ingleses o del "marxista" alemán Kautsky -- sea cual fuera su forma: una coalición imperialista contra otra coalición imperialista, o una alianza general de todas las potencias imperialistas -- no pueden constituir, inevitablemente, más que "treguas" entre las guerras. Las alianzas pacíficas preparan las guerras y, a su vez, surgen del seno de la guerra, condicionándose mutuamente, engendrando una sucesión de formas de lucha pacífica y no pacífica sobre una y la misma base de relaciones imperialistas y de relaciones recíprocas entre la economía y la política mundiales" (Lenin, Imperialismo, fase superior del capitalismo).
El capitalismo, "inevitablemente", tiende hacia la guerra, aunque una posición débil en la cadena imperialista (de la que forman parte todos los estados sometidos a un régimen capitalista) aparentemente haga parecer que algunos estados capitalistas "no son agresivos" y, por ende, siguiendo esta lógica Kautskiana que desmotara Lenin, "no son imperialistas".
Así que Trump, para los incrédulos o lelos que celebran la victoria del delincuente capitalista
En cuanto a la agresividad de Estados Unidos en su política exterior (la continuidad de la explotación de la clase trabajadora se da por descontada en ambos casos), y a pesar de los que se ilusionan fácilmente o, como Kautsky, simplemente justifican esa misma explotación, lo cierto es que sobre todo en un momento en el que el mundo unipolar surgido tras el triunfo del capitalismo en la URSS en los noventa está perdiendo terreno hacia los nuevos bloques imperialistas en ciernes, con Trump va a seguir por la única via por la que el capitalismo puede desarrollarse: la competencia, el robo, la guerra, a pesar de que en momentos puntuales las "treguas", "alianzas" y "acercamientos" entre unos y otros puedan parecer lo contrario de lo que ya Lenin demostró que eran: "preparación para nuevas guerras".
En resumen, y para volver al principio, Trump, como Clinton, es en realidad un hombre del sistema, llegado a ser presidente de Estados Unidos, no lo olvidemos, gracias a un proceso electoral en el que son las Corporaciones quienes, mediante la financiación de las campañas o de sus medios de propaganda, deciden cuales son las opciones que pueden ser votadas, el elefantito capitalista e imperialista (recordemos a los criminales Reagan, o a los Bush) o el burrito capitalista e imperialista (como en el caso de los genocidas Clinton y Obama). En todos los casos, aunque el alma primitivas y pseudorreligiosa del hombre posmoderno tienda a poner en el individuo en concreto el máximo poder imaginable, no son más que dos títeres de los grandes corporaciones monopolísticas de su país y, en consecuencia, marionetas de uno u otro bloque imperialista.
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