Argentina. 24 de marzo… ¿y la Triple A?
Por Rolando Astarita
Los 24 de marzo se han convertido
en jornadas de movilización por las luchas en curso, de defensa de
libertades democráticas y denuncia de los gobiernos y partidos políticos
que desde 1983 han asegurado la impunidad del aparato represivo de la
dictadura. En este último respecto se han denunciado, entre otras, las
leyes de Punto Final y Obediencia Debida de Alfonsín; los indultos de
Menem; la designación de Milani al frente del Ejército; o los intentos
del actual gobierno de salvar a los genocidas (por ejemplo, aplicando el
2 x 1). Pero también es fundamental mantener la memoria de lo que fue
la dictadura.
Sin embargo, existe un tema que apenas
se menciona en las recordaciones, a saber, los asesinatos, secuestros y
torturas a militantes de izquierda y populares, perpetrados por la
Triple A, grupos parapoliciales y fuerzas represivas. En particular,
pocas veces se habla (a excepción de la izquierda revolucionaria) de la
responsabilidad de Perón, y de Isabel Perón, en estos hechos. Por
ejemplo, el Encuentro Memoria, Verdad y Justicia, en sus documentos
publicados en ocasión de los 24 de marzo entre 2011 y 2017,
rutinariamente repite: “Denunciamos también los crímenes contra el
pueblo que comenzaron a ensayarse antes del golpe, en el Operativo
Independencia de Tucumán y en el accionar de la Triple A y demás bandas
fascistas en todo el país”. Eso es todo. ¿Y la responsabilidad de los
gobiernos de Perón y de Isabel Perón en el surgimiento y accionar de
esas bandas? ¿Y la denuncia por la impunidad que garantizaron a los
asesinos de la Triple A, y sus mentores, los gobiernos desde Alfonsín a
la fecha? Nada, ni palabra.
La realidad, sin embargo, es que solo
los asesinados por los grupos parapoliciales, o la Triple A, entre 1973 y
marzo de 1976, que han sido registrados, suman 683 (véase http://www.desaparecidos.org/arg/victimas/listas/aaa.pdf).
Pero algunas estimaciones elevan la
cifra total de asesinados a unos 900 compañeros. Según el Anexo del
Nunca Más, edición 30 aniversario del golpe militar, hubo más de 1100
casos de desapariciones forzadas de personas y ejecuciones sumarias
entre 1973 y marzo de 1976. Agreguemos que un ensayo general de
represión por izquierda ocurrió en Ezeiza, el 20 de junio de 1973,
cuando Perón volvió por segunda vez al país. CNU (Concentración Nacional
Universitaria), Comando de Organización, la guardia militar de Osinde y
elementos de la Juventud Sindical asesinaron a una cantidad no
especificada de militantes de la Juventud Peronista. Oficialmente se
reconocen 13 muertos y 356 heridos, aunque las cifras podrían ser mucho
más elevadas. Pero nunca se hizo una investigación oficial de esta
masacre.
Más en general, la historia “oficial”
nos dice que Perón retornó para unir pacíficamente a los argentinos, y
que la Triple A fue una creación exclusiva de López Rega, posterior a la
muerte del líder. Pero lo cierto es que bajo su gobierno se desarrolló
una intensa represión parapolicial, y hubo 63 asesinatos de militantes
de izquierda y populares. Sergio Bufano hizo una cronología, incompleta,
de ataques por parte de grupos parapoliciales que puede consultarse
en Lucha Armada en la Argentina, N° 3, 2005, http://www.elortiba.org/old/pdf/Sergio_Bufano_Peron_y_la_Triple_A.pdf.
Escribe: “Si la memoria requiere de insumos precisos, la siguiente
cronología contribuye a registrar la violencia paraestatal producida
durante la gestiones de Lastiri y de Perón. La lista fue elaborada por
el Latin American Studies Association y publicada por la Universidad
Nacional Autónoma de México en 1978. Es incompleta y sólo se registraron
algunos de los atentados dirigidos contra los grupos de izquierda,
particularmente las organizaciones de base del peronismo vinculado a la
organización Montoneros. La lista culmina un día después de la muerte
del Presidente Perón”.
Otro dato significativo: bajo el
gobierno de Perón se editaba la revista El Caudillo, dirigida por Felipe
Romeo, cuyo lema era “el mejor enemigo es el enemigo muerto”. El
Caudillo recibía incontables fondos del Ministerio de Bienestar Social, y
claramente era el vocero de los grupos fascistas y parapoliciales.
Jamás Perón puso algún reparo; tampoco Isabel.
Después de la muerte de Perón los
crímenes de la Triple A se multiplicaron. Según Inés Izaguirre, “a
partir de su muerte y hasta el final del período constitucional, las
bajas se multiplican por 25: los muertos por 17; los desaparecidos por
49” (“El mapa social del genocidio”, en Lucha de clases, guerra civil y
genocidio en Argentina, 1973-1983, p. 94). Durante todo este período los
ataques al clasismo estuvieron en el primer plano, no solo por parte de
la Triple A, sino también de las patotas de la burocracia.
Además, es un hecho que los principales
miembros de la Triple A fueron nombrados por decreto, por Perón: Rodolfo
Almirón y Juan Ramón Morales habían sido dados de baja en la Policía
Federal (acusados de ilícitos con drogas) y fueron reincorporados y
ascendidos. También los comisarios Alberto Villar y Luis Margaride
fueron elevados a jefe y subjefe, respectivamente, de la Federal. Villar
y Margaride fueron principales organizadores de la Triple A. Osinde y
López Rega también fueron ascendidos por Perón.
Otro hecho significativo bajo la
presidencia de Perón fue el llamado “Navarrazo”: el 28 de enero de 1974
el teniente coronel Antonio Domingo Navarro asaltó a mano armada a la
casa de gobierno de Córdoba, apresó al gobernador Obregón Cano, al
vicegobernador Atilio López y a todos los ministros, quienes
permanecieron secuestrados. Hubo muertos y heridos, y el gobierno
provincial fue depuesto. Sin embargo, Perón no condenó el golpe ni
repuso a las autoridades, y Navarro fue premiado con el consulado
argentino en Barcelona. Pero este solo fue el punto más alto del ataque a
gobernadores izquierdistas. Izaguirre escribe:
“En realidad, desde la obligada renuncia
de Cámpora, ya estaba planteada la ofensiva contra los gobernadores más
afines a la izquierda peronista. Todos ellos eran viejos peronistas
reconocidos por su lealtad a Perón, que habían sido permeables a la
incorporación de miembros radicalizados del peronismo, en especial de la
JP. Todos habían sido electos en las elecciones del 11 de marzo de 1973
y eran cuadros políticos reconocidos en sus provincias. El papel de la
CGT fue decisivo en la caída de estos gobernadores –Buenos Aires,
Córdoba, Mendoza, Santa Cruz y Salta– pero también hubo denuncias y
“depuraciones” en otras gobernaciones” (p. 92).
Agreguemos la postura de Perón ante
gobiernos de derecha en América Latina. Cuando el golpe contra Allende,
el gobierno de Lastiri reconoció inmediatamente a la dictadura de
Pinochet, y hubo maltrato a refugiados que llegaban a Ezeiza. Perón no
abrió la boca. En mayo de 1974 Perón recibió a Pinochet y le dio su
apoyo. Según Eduardo Luis Duhalde este encuentro, lejos de ser
protocolar, fue un antecedente del plan Cóndor. En las Naciones Unidas
Argentina fue uno de los pocos países que rechazaron proyectos de
condena a la violación de los derechos humanos en Chile en las Asambleas
Generales de 1974 y 1975. El 30 de septiembre fue asesinado en Buenos
Aires el general chileno Carlos Prats, refugiado en Argentina. En 1975
el gobierno de Isabel condecoró a Pinochet con la Gran Cruz de la Orden
de Mayo al Mérito Militar. Por otra parte, el gobierno de Perón también
tuvo una actitud de colaboración con la dictadura de Stroessner, de
Paraguay; con la de Bordaberry, de Uruguay; y de Banzer, de Bolivia. El
sistema Cóndor nació a fines de 1975, con activa participación
argentina.
Todas estas cuestiones deberían entrar
en los ejercicios de la Memoria, y en los reclamos de justicia y castigo
de los genocidas. Sin embargo, amplios sectores del progresismo
bienpensante evitan ahondar en esta historia, y en especial en las
responsabilidades de Perón. Además, cuando se planteó, hace unos años,
investigar su participación en la creación de la Triple A, la dirigencia
sindical puso el veto: “no jodan con Perón”. Desde entonces el tema se
ha convertido en absoluto tabú. Por eso, cuando en los documentos ad
usum se menciona el terrorismo de derecha previo al golpe, no se menta
siquiera lo que hicieron los gobiernos peronistas, entre 1973 y 1976,
amparando ese terrorismo. O sea, se trata de “Memoria” en dosis
limitadas. De ahí que, frente a tanta hipocresía (¿no les da un poquito
de náuseas?), necesitamos contar esta vieja historia. Hay que decirlo
con todas las letras: cuando volvió al país Perón se rodeó de un montón
de fachos asesinos con el fin de atacar y aniquilar a la vanguardia
obrera y a la izquierda. Lo cual no impidió que el Partido Comunista y
la izquierda nacional y popular votaran, en 1973, alegremente por Perón.
Esto es, por el equipo conformado por los López Rega, Lastiri, Osinde,
Lorenzo Miguel, Norma Kennedy, Yessi, Villar, Victorio Calabró, Brito
Lima, Giovenco y similares. Más, por supuesto, Isabelita. Todo con el
cuento de la “liberación nacional”. ¿Será por esto que se sigue tapando
toda esta inmundicia? ¿O es que estos recuerdos echan demasiado vinagre
en el menjunje de la unidad patriótica?
En cualquier caso, el tema es ineludible a la hora de hablar de los antecedentes que pavimentaron el camino al golpe de 1976.
Rolando Astarita
Veterano militante de la izquierda alternativa argentina, es profesor de economía en la Universidad de Buenos Aires.
Veterano militante de la izquierda alternativa argentina, es profesor de economía en la Universidad de Buenos Aires.
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