sábado, 11 de octubre de 2014

La resistencia kurda: Mujeres bellas y fuertes (Resumen Latinoamericano)


No Friends but the Mountains - Women if the PKK Guerrillas


Resumen Latinoamericano/ Jorge Ricardo Ottino, desde Kurdistán/Revista NAN -
Tres de julio de 2014, 2:24. Montañas de Xinêre, áreas de Defensa de Media, Kurdistán Sur, República de Irak.


Dem bash, heval —dice una voz tierna, y sé que éste es un día más en el que me puedo levantar tranquilo. El peligro no acecha mi suerte desde la madrugada.
Dos semanas atrás, cientos de kilómetros atrás, mucho más lejos de la séptima columna de montañas que llegué esta mañana a divisar, un muchacho de veintiún años, rubio y pecoso, nos había advertido a quienes dormíamos con él en una alta cumbre:
—No se puede salir en medio de la noche sin mi autorización. No podrán tampoco encender sus linternas ni fumar. El enemigo podría detectar la luz y también el calor. Los aviones no tripulados con cámaras termosensibles surcan valles, laderas y montañas, y apenas detectan un blanco, en menos de treinta minutos pueden llegar los bombarderos y provocar una masacre. Si escuchan dos disparos (sosteniendo la mirada, casi sonriendo, acompaña), ¡pum! ¡pum!, entonces hay drones, no se puede salir de ningún modo. Si escuchan tres disparos (para no dejar dudas, este alemán que se ha sumado a la guerrilla kurda repite el gesto), ¡pum! ¡pum! ¡pum!, entonces deben salir con lo puesto, calzarse rápidamente y, sin cuestionar absolutamente nada, seguirme formados uno tras otro hacia el refugio, pues tres disparos significan que hay aviones de guerra, bombarderos. Por la mañana —continúa— vendrán los camaradas de la guardia a darnos la diana. Si los compañeros dicen: “Dem bash, heval” (“Buenos días, camarada”, en lengua kurda), podemos levantarnos y salir. Comenzar nuestro día. Mientras no haya “dem bash” no se puede salir. Si no hay “dem bash” —insiste—, nos quedamos aquí para que el enemigo no nos detecte.
La carpa donde dormimos se encuentra oculta bajo un árbol, semienterrada gracias a una impecable tarea de ingeniería, trabajo muy común entre los guerrilleros de Kurdistán, nación a la que le han negado su condición de país soberano. Durante miles de años han vivido en las regiones que hoy conforman el sur y este de Turquía, el norte de Siria e Irak y buena parte del este y norte de Irán. Fue aquí donde comenzó la revolución neolítica, de aquí surgen por primera vez las lenguas y gran parte de la cultura de la humanidad. Basta alzar la cabeza para imaginar que mientras creaba al hombre, en su alegría el Ser Supremo pretendió tratar esta región como Piazzolla a los fuelles de su bandoneón. Así se extienden, por más de 2500 kilómetros a lo largo y 500 a lo ancho, las montañas de entre 1500 y 3500 metros de altitud, que copan el paisaje kurdo.
Pan, aceitunas, algo de queso blanco y un poco de tomate con un té negro. Esos son los ingredientes de un clásico desayuno en las montañas de Kurdistán. En el campamento del que nos vamos funciona una de las academias de formación del Partido para la Liberación de las Mujeres de Kurdistán. Antes de despedirnos —porque un coche nos ha venido a buscar—, se cuadran militarmente una al lado de la otra para darnos su saludo. La comandante, en un gesto de reconocimiento, hermandad y ternura, nos regala pulseras trenzadas con algunas mostacillas en color verde, amarillo y rojo. Los colores de la bandera kurda. “Para que le lleven a sus madres de parte nuestra”, dice en su lengua materna, que durante más de 50 años estuvo prohibida por los nacionalistas de los Estados que ocupan el territorio de su pueblo.
Luego de la Primera Guerra Mundial, las potencias vencedoras de Occidente decidieron repartir y rematar el viejo y podrido Imperio Otomano. Entonces llegó el ocaso definitivo para los pueblos de Medio Oriente: protectorados franceses, ingleses, reinados totalitarios o repúblicas de corte fascista se impusieron a los pueblos, bajo el modelo francés del Estado-nación. En el caso de Turquía, para justificar su nacionalismo sin nación, luego del genocidio del pueblo armenio —con 1.5 millones de víctimas— comenzó el genocidio a los kurdos, que aún no ha terminado. En el caso de Siria e Irak, fueron políticas nacionalistas árabes las que buscaron desterrar a los kurdos de sus parcelas y, sobre todo, de ríos y fronteras en pos de una política nacionalista de pureza étnica.
Fue con la lucha en estas montañas que hoy los kurdos pueden hablar su lengua, bailar y cantar sus canciones sin peligro de ir presos o ser asesinados. En los cuatro países donde están organizados, los revolucionarios kurdos tienen grandes movimientos sociales, políticos, legales y guerrilleros con los que se oponen a la opresión del sistema estatal y plantean la construcción de una sociedad democrática socialista.
El camino acaricia la falda de montañas y rocas con la misma suavidad con que se desplazan las serpientes de la zona; se abre entre miles de árboles de bellotas, nogales y sauces, que crecen naturalmente entre los arroyos de agua fresca de deshielo hasta las quebradas de los valles. Cruzamos un grupo de carpas de pastores, que pasan el verano en la montaña cultivando hortalizas y paseando sus cabras y ovejas. Cuando el crudo invierno se acerque, volverán como cada año a las aldeas, los pueblos y las ciudades, con sus animales para salvarlos de la nieve. Así un año tras otro. De una de las carpas se acercan corriendo dos niños y una niña que, con sonrisas en sus rostros y harapos en el resto de sus cuerpos, levantan a lo alto sus manos con los dedos en V, al grito de “Bijî serok Apo” (“Viva el presidente Apo”). “Apo” significa tío y es como el pueblo kurdo llama a su presidente, su líder, el dirigente principal del Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK), Abdulláh Öcalan, quien guarda prisión perpetua en una isla-cárcel de Turquía.
El 15 de febrero de 1999 se produjo lo que ellos llaman la “conspiración internacional”. Öcalan se encontraba en la embajada griega en Kenia. Desde allí, intentaría llegar de forma clandestina a Sudáfrica, donde el presidente Nelson Mandela le ofrecía asilo político. Sin embargo, comandos encapuchados de la CIA y el Mosad israelí irrumpieron en la sede diplomática para llevárselo y entregarlo al servicio de inteligencia turco (MIT). “Apo” temía que lo mataran por la reacción que esa noticia podía provocar en su pueblo. Luego de su captura, 62 personas quemaron sus cuerpos en señal de protesta e indignación.
Seguimos camino, cruzamos a un guerrillero con un rebaño de 60 cabras, nos detenemos a saludarlo. Ni el PKK ni la guerrilla, ni ninguno de los movimientos es propietario de tierras, empresas o cabra alguna; por ello nuestro interés en saber quién es este pastor que lleva puesto el uniforme guerrillero, pero en lugar del clásico fusil Kaláshnikov porta un largo bastón curvo. Luego de saludarlo, nuestro traductor nos informa que se trata de un viejo guerrillero que luego de muchas batallas y padecimientos decidió sólo andar con sus animales por estas montañas. La tarea que ha tomado no lo llena de la gloria que buscan quienes van a la guerra por una medalla, pero las cabras que él aporta a los campamentos de la guerrilla enriquecen la carga calórica que demanda el cuerpo para andar. No sólo la carne sino también la leche y el yogurt que entrega diariamente.
Por fin llegamos a un punto desconocido. El chofer nos indica una senda que debemos seguir. Surcando las pendientes y esquivando las rocas, nos acercamos al campamento que tenemos por destino. Allí, un nogal de unos trescientos o quinientos años extiende sus ramas unos cuarenta metros a la redonda, otorgando una cobertura natural contra los aviones espías y el sol, que llega a quemar a más de 40 grados. La sombra del nogal conforma el Kamelia del campamento, o sea, el centro operativo, algo así como un living de la vida del campamento guerrillero. Esta sombra es prolifera en vientos frescos, que más arriba del gigante vegetal que nos contiene y alberga interpretan sinfonías en las hojas y en las ramas más tiernas.
Saludamos a dos compañeras que nos salen al paso. Más tarde, llegan en tandas otras seis. Todas visten el mismo uniforme, el de las sastrerías de la guerrilla. No hay rangos militares ni distintivos en sus vestimentas. Cada una sabe quién es quién y sus responsabilidades. Enseguida, dos de ellas se agrupan en torno al samovar y nos sirven té, mientras las otras se interesan por nuestros nombres y preguntan, insistentemente, si hemos desayunado y si gustamos comer algo. Estamos en el área del Partido de la Liberación de las Mujeres de Kurdistán, específicamente en el Comité de Jineología. En la voz kurda, “jin” significa mujer, así que estamos en el “Comité de la Ciencia de la Mujer”. El término lo acuñó Öcalan en uno de los muchos libros que ha escrito desde que el régimen turco logró detenerlo y encerrarlo. Tras las rejas, el líder asegura que “la historia de la esclavitud de la mujer nunca se ha escrito todavía, y que la historia de la libertad de las mujeres está también por hacerse y escribirse”. Con tal magnitud asumen su tarea las guerrilleras de este campamento.
Aquí ellas tienen la tarea de estudiar y analizar la historia de la mujer desde tiempos del neolítico, la construcción de las jerarquías y la posterior creación de los Estados, que llevó a que las mujeres perdieran el lugar que tenían en la sociedad. “Mientras los hombres cazaban y protagonizaban las necesidades de autodefensa de la comunidad, las mujeres eran quienes organizaban la vida. Ellas administraban la vida comunal, desarrollaban la agricultura, la cultura general, la administración. Podemos ver cómo en las sociedades antiguas fueron destruidas las imágenes de las diosas para imponer a los dioses, que posteriormente correspondieron a las mitologías de los imperios”, repasa una de ellas. Continúa otra: “Es con el establecimiento del machismo y el patriarcado como comienza la injusticia y la falta de libertad. La esclavitud, humillación y degradación de la mujer allanaron el camino para que la humanidad sea capaz del esclavismo, el feudalismo y, actualmente, la modernidad capitalista que destroza el mundo con guerras, perdiendo así el sentido de la vida de los hombres y las mujeres”. Así hablan Zozan y Rezî, de 32 y 36 años, que se sumaron a la lucha guerrillera hace diez años, cuando la persecución policial en Kurdistán Norte (Turquía) las obligó a plegarse a las montañas y asumir un compromiso más decidido y absoluto.
Por estos días, Estados Unidos y las potencias occidentales descargan armamento en el Kurdistán Sur (Irak) donde, desde que aniquilaron a Sadam Husein, forjaron una alianza con los kurdos del Partido Democrático de Kurdistán (PDK), un engendro político con raíces profundas que sólo representa los intereses de las grandes compañías extranjeras. El PKK sostiene una estratégica lucha ideológica con los kurdos aliados a los países occidentales, mientras trata de lograr la coordinación militar necesaria para defender a la población de los ataques terroristas del Estado Islámico de Irak y del Levante (EIIL), un grupo terrorista, asesino y fanático, supuestamente islamista, que desde mediados de año tomó el control de algunas ciudades del norte iraquí, luego de fracasar en la misión para la que los occidentales los financian: derrotar a la guerrilla kurda en Siria. Este Frankenstein del imperialismo ha desatado fuerzas poderosas que parecen ser incontrolables. La única explicación es aquella enseñanza que dejó el comandante Ernesto Guevara, tan apreciado por la guerrilla kurda: “Es la bestialidad del imperialismo la que bestializa a los hombres”.
La noche anterior, cuando las estrellas del hemisferio norte ya habían cubierto el cielo sin luna y fumábamos conteniendo el cigarro con las dos manos para esconder la llama, le confesé a una guerrillera del PAJK que era muy fácil enamorarse de ellas: es magnética la mirada de estas mujeres que han vivido el martirio de sus familias, el encierro de sus compañeros, el incendio de sus pueblos, sucesivos bombardeos de Turquía y cañonazos y cohetes del régimen iraní, por no nombrar la tortura, la mutilación y la muerte constante en la guerra. De alguna manera, esas vivencias hicieron que sus gestos expresen más ternura, más sensibilidad, más humanidad e incluso más erotismo que los de las más refinadas figuras femeninas que cubren las pasarelas de la moda occidental. La compañera me abrazó al tiempo que rompía el canto del arroyo con una fina carcajada. “He tenido pareja, pero siempre acababa por querer ser mi dueño, imponer su dominación sobre mí —me confesó—. Aquí, en la montaña, nosotras no tenemos relaciones con compañeros, aprendemos a orientar el deseo hacia la lucha revolucionaria. Entonces, el amor platónico aparece de una manera repetida y profunda —su voz se enternece y seguramente sus ojos hayan brillado en este minuto tanto como la imagen de la mártir Bêrîtan, que lleva en el bolsillo izquierdo de su chaleco guerrillero—. Todas las mujeres que ves aquí son tuyas y todos los hombres también pertenecen a una mujer: eso, si se quiere, es socialismo”. En medio de carcajadas, resumo los debates que tuvimos por la tarde y sostengo la sentencia del Che sobre que el socialismo es ante todo un hecho de conciencia.
En el Comité de Jineología una guerrillera prepara la cena; otras regresan para un breve descanso, tomar un té y conversar sobre las tareas pendientes, sentadas en la mesa del Kamelia bajo el fresco reparo del antiguo nogal. “Nuestro objetivo principal en las montañas no es militar. Si bien ejercemos la legítima autodefensa y portamos fusiles porque el enemigo puede atacar en cualquier momento, nuestra tarea más importante es formar personas nuevas: el hombre y la mujer nuevos de los que hablaba el Che y de los que escribe y habla siempre Reber Apo (“Nuestro guía Apo”). En nuestras academias, hombres y mujeres pasan por cursos de cuatro o cinco meses de formación, de 7 a 11 y de 13 a 17. Se estudia sistemáticamente”, destacó uno de los directores de la principal academia política, llamada Mártir Mazlum Dogan, donde llegan militantes de las “cinco partes” de Kurdistán —las cuatro regiones ocupadas y Europa, donde hay unos cuatro millones de refugiados e inmigrantes— para prepararse ideológicamente, en autodefensa, en formación política. Allí, lejos de las presiones de la vida capitalista, conviven colectivamente y afilan sus ideas y personalidades para la batalla en todos los terrenos.
“Queremos antes que nada que nuestra militancia cree una nueva personalidad, totalmente contradictoria con la del capitalismo. Queremos formar hombres y mujeres para la sociedad socialista. Miles de mártires han caído en estos treinta años de lucha armada y hoy, en el norte de Siria, en Rojavá, más de dos millones de kurdos junto a otros pueblos, naciones, etnias y credos, construyen un sistema de vida distinto al del Estado y la modernidad capitalista. Allí están alcanzando grandes éxitos y enfrentando al régimen autoritario (de Bashar Al Assad) y a las bandas fundamentalistas que respalda el imperialismo”, sentencia el director de la academia del PKK.
Los revolucionarios kurdos luchan en todas partes. Siempre está presente la posibilidad del bombardeo turco y también el cañoneo con obuses y cohetes por parte del Estado Iraní, que trata de coordinar con Turquía, aliado incondicional yanqui, las maniobras para asestar golpes a la guerrilla. En tanto, en Siria, en medio de la guerra civil, los kurdos no tomaron posiciones pro sunnitas ni pro chiitas; o sea, ni pro régimen ni pro oposición, sino que se concentraron en construir la fuerza propia para poder tener autodeterminación y seguridad en la larga guerra que se auguraba. Por ello han podido construir gobiernos autónomos en tres cantones (regiones) al norte de Siria, donde han construido su propia seguridad y fuerzas armadas: las Unidades de Defensa del Pueblo (YPG) y las Unidades de Defensa de la Mujer (YPJ). Los terroristas han extendido ahora la modalidad de la guerra civil siria a Irak y también allí están luchando los kurdos y resistiendo contra el terrorismo internacional, nueva forma que tienen los imperialistas de aniquilar revoluciones. El objetivo de todo el movimiento de liberación kurdo es que la sociedad pueda vivir sin Estado y sin autoritarismo, garantizando su autodefensa y la organización de todos los aspectos de la sociedad. Una propuesta que llaman Confederalismo Democrático e incluye a todos los pueblos, las etnias y las religiones. Hoy, en Siria, encuentra su desarrollo más profundo y avanzado.
“Todo lo que estamos haciendo tiene el objetivo final del socialismo —dice la Comandante Tekoshin, del Partido para la Liberación de las Mujeres de Kurdistán—. Queremos extender lo que llamamos la ideología de la liberación de las mujeres, pues si la explotación y la opresión comenzaron con la dominación sobre la mujer, el socialismo y la libertad sólo serán posible de la mano de la liberación de las mujeres de Kurdistán, Oriente Medio y el mundo.”

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