jueves, 26 de febrero de 2015

Cómo la Gran Revolución Cultural Proletaria transformó la Universidad china


 




Nota – La Gran Revolución Cultural Proletaria en China (1966-1969) fue la más alta cumbre alcanzada en el camino hacia el comunismo. Bajo la dirección de Mao Tsetung y su íntimo camarada de armas Lin Piao, el proletariado y las amplias masas populares chinas obtuvieron grandes victorias en los ámbitos de la vida política y social, en educación y por erradicar el analfabetismo, en la sanidad, en la liberación de la mujer, en la creación de un nuevo arte y cultural al servicio del pueblo, etc., etc. No es casual que, por este motivo, la Gran Revolución Cultural Proletaria en China, tanto ayer como hoy, sea el blanco de los rabiosos ataques de la burguesía y los revisionistas de todo tipo.
La Gran Revolución Cultural Proletaria en China es un valioso tesoro para el movimiento comunista internacional y para quienes anhelan un mundo libre de explotadores y explotados. Todos cuantos aspiran a una sociedad sin clases, al comunismo, deben estudiarla y aprender de ella.
Una pincelada sobre las importantes transformaciones que la Gran Revolución Cultural Proletaria realizó en el terreno universitario de la República Popular China lo ofrece el apartado titulado La Revolución Cultural dentro del capítulo Mao Tsetung del libro de Bernd Oelgart Ideólogos e ideologías de la Nueva Izquierda, Anagrama, Barcelona 1971, págs. 46-58, que ofrecemos a continuación tomado del blog de los camaradas de Gran Marcha Hacia el Comunismo.

LA REVOLUCIÓN CULTURAL

No tenemos intención de trazar una descripción histórica de la revolución cultural –fenómeno único en el mundo socialista, pero conforme con la línea política maoísta.
(…) nuestra opinión es contraria a la de muchos comentaristas occidentales que pretenden que la revolución cultural comenzó desde arriba, y niegan con ello todo origen espontáneo a ese movimiento. En nuestra opinión, existen cierto número de indicios que demuestran lo contrario: por una parte, la publicación bastante tardía en agosto de 1966, de las directivas oficiales como la “Decisión respecto a la gran revolución cultural proletaria en dieciséis puntos”, cuando la crítica violenta había comenzado un año antes. Y, por otra parte, la libertad de acción bastante considerable de los guardias rojos en ese país inmenso. Las decisiones centrales se limitaban a la línea ideológica. (…)
La revolución cultural en el terreno universitario se realizó de entrada sobre el fondo político y solamente más tarde sobre los aspectos constructivos. Era necesario comenzar con el análisis de la función de la universidad en la sociedad, saber qué hace la autoridad en los establecimientos, para formar aquella clase de personas, antes de reconstruir un modelo de tipo nuevo. Las críticas expresadas por las alumnas femeninas son sintomáticas: “…Un gran número de estudiantes han sido gravemente indoctrinado por medio de ideas reaccionarias de las clases explotadoras tales como “la carrera de letras es la única honorable”, “crearse una reputación”, “convertirse en expertos”, “abrirse camino” (…) etc. El actual sistema de exámenes favorece la propagación de estas ideas (…) Muchas escuelas se preocupan unilateralmente de tener una gran proporción de alumnos admitidos en las escuelas superiores y por este motivo muchas se convierten en escuelas “especiales”, escuelas “clave” que únicamente admiten a los “estudiantes destacados”. Las escuelas han abierto las puertas de par en par a quienes sólo se interesan por los libros y no prestan ninguna atención a la política, pero las han cerrado a un gran número de destacados hijos de obreros, de campesinos y de cuadros revolucionarios…” (1).
Se desprende de esta carta la importancia concedida a la educación moral e ideológica. Los establecimientos escolares que en tiempos revolucionarios quieren estar al servicio del pueblo deben politizar e ideologizar una amplia parte de los cursos en perjuicio de materias de menor valor inmediato, como, por ejemplo, la segunda lengua extranjera. Después, aparece la abolición del sistema de exámenes tomado del modelo ruso, reduciendo la selección y la especialización demasiado restringida que contribuye a favorecer la creación de élites, y luego está ampliación del acceso a las escuelas para el mundo obrero y campesino, al que ya nos habíamos referido. Un medio de permitir el aumento del número de alumnos ha sido el de reducir el número de años escolares obligatorios de los ciclos del primario, del secundario y de los finales, ocupados parcialmente por los programas de trabajo transitorio. Parece evidente que ésta disminución rebaja el nivel de los estudios, pero en este inmenso país se trata fundamentalmente de aportar una instrucción cuantitativa. En ese sentido, una reducción de la escolaridad para una minoría permite a largo plazo aumentar el nivel general de toda la población. Resulta de ello: (1) una estratificación más igualitaria (aspecto humanista); (2) la instrucción mínima necesaria para la modernización de la agricultura y de la industria (aspecto económico); (3) una interacción de ambos aspectos. Se puede comprobar el acuerdo unánime de los observadores y sinólogos en cuanto a la constatación del esfuerzo realizado en ese terreno y del éxito conseguido. E. Snow comenta: “Después de haber visitado numerosas escuelas primarias, medias y superiores, he llegado a la conclusión de que ninguna nación ha conseguido liberar en tan poco tiempo las masas populares del analfabetismo, ni inculcar a millones de seres conocimientos de técnica científica e industrial. (…) En todos los terrenos de los estudios avanzados ya se han impuesto standards comparables a los de Rusia y Occidente”. (2) Escribía eso en 1960, es decir, exactamente once años después de la toma del poder en un país de los más atrasados del mundo, comparable a la Rusia de 1917, pero mucho más atrasado en 1949 que la India actualmente.
(…) Desde esta perspectiva, se comprenden las acusaciones al mandarinato universitario durante la revolución cultural, tendientes a impedir el restablecimiento de la función burguesa de la universidad –formación de élites- y a seguir adelante creando unidades teoría-praxis, que ensamblarían la lucha de clases, la lucha por la producción y la experimentación científica. La primera etapa de este triptico fue la participación de los estudiantes en los trabajos manuales de las comunas y la industria. A este fin, el año universitario comprende algunos meses de trabajos manuales. Pero las pretensiones de una relación verdadera entre obreros y estudiantes necesitan una forma nueva de Universidad, pues la participación de los estudiantes en los trabajos rurales no cambia en su raíz la institución que es la universidad, pues la relación directa no se realiza. Los programas de ensayos para conseguir que los estudiantes, y luego los cuadros, no constituyan una capa privilegiada son numerosos. Así, por ejemplo, “más de cien personas de la Universidad Tongtsi de Shangai, han sido enviados por equipos para hacer investigaciones y estudios en los campos y en las fábricas en agosto y septiembre de este año. Sobre la base de sus investigaciones, ha sido elaborada una proposición audaz para reorganizar la Universidad Tongtsi, y convertirla en una nueva institución, en una comuna. Estará compuesta por una universidad, una sección de construcción y un centro de investigación, reuniendo así una triple función: la enseñanza, la investigación y la construcción”. (3)
Estas tentativas demuestran una voluntad encarnizada de hacer desaparecer el antiguo tipo de estudiante separado de las masas, y a largo plazo también el del obrero exclusivamente manual, acercándolos entre sí. (…)
Notas
(1) Cahiers de la Gauche prolétarienne, No 1, Paris, abril 1969, pág. 71.
(2) E. Snow: La Chine en marche, Stock, París 1962, pág. 168.
(3) Cahiers de la Gauche prolétarienne, ob. cit., pág. 82.


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