martes, 23 de noviembre de 2010

La otra cara de las alabanzas de Evo al Ejército boliviano.- CEP.-



La otra cara de las alabanzas de Evo al Ejército boliviano.-



Bolivia, 22 de noviembre de 2010 (CEP).- Ni en sus mejores sueños los miembros de la cúpula militar del Ejército boliviano se habían limpiado tan bien de la represión y el genocidio cometido históricamente contra el pueblo boliviano. Ni en sus mejores sueños, hasta que llegaron Evo Morales y los militantes del Movimiento Al Socialismo (MAS) para dar un espaldarazo a esa institución parasitaria y levantar la frente de los militares responsables de más de sesenta muertes en octubre de 2003.

El 17 de noviembre, el Ejército fue homenajeado con la Orden Parlamentaria al Mérito Democrático “Marcelo Quiroga Santa Cruz”. Una medalla que lleva el nombre de un luchador social (Quiroga Santa Cruz) que fue asesinado y desaparecido justamente por el Ejército en el golpe militar de julio de 1980.
Los familiares de Marcelo todavía esperan conocer dónde fueron enterrados sus restos, y han impulsado campañas jurídicas junto con otros familiares de desaparecidos en los gobiernos militares. A pesar de eso los envalentonados militares se niegan a cumplir las órdenes judiciales para abrir sus archivos castrenses.
El respaldo Evo Morales a los uniformados es tan fuerte, que este año varias incursiones del Ministerio Público salieron trasquiladas del Estado Mayor cuando intentaron hacer cumplir las órdenes judiciales de desclasificar archivos secretos. Los fiscales que lo intentaron, fueron luego cambiados de caso. Los militares simplemente no admiten ni pisar sus instalaciones.
Como capitán general de las Fuerzas Armadas, Evo Morales tampoco ha movido un dedo para cumplir sentencias de la Corte Interamericana de Derechos Humanos. Su ministra de Justicia, la indígena Nilda Copa, insiste en que un “comité interinstitucional” está a cargo de reestablecer la justicia, pero los familiares de los desaparecidos insisten en que están cansados de décadas de recorrer pasillos judiciales sin resultados.
El mérito democrático del Ejército no está precisamente en hacer pública la información de décadas de gobiernos militares, tiempo en el que no solo desapareció Quiroga Santa Cruz sino también centenas de estudiantes, obreros, campesinos, dirigentes sindicales y políticos progresistas.
Tampoco hubo mérito democrático en haber conformado un narco-gobierno a la cabeza de los militares Luis García Meza y Luis Arce Gómez, justo inmediatamente después de asesinar a Quiroga Santa Cruz. Ni hubo mérito democrático cuando el general y terrateniente Hugo Banzer Suárez benefició con inmensos latifundios a otros gamonales en las tierras bajas del país.
Los militantes del MAS –ideólogos de la condecoración al Ejército, con Héctor Arce a la cabeza de la Cámara de Diputados (Asamblea Plurinacional)– justifican el premio a los militares, con el argumento de que las Fuerzas Armadas no son las “de antes”, es decir de las décadas de los 60 a 80 en que gobernaron con mano dura.
Pero no hay que retroceder tanto, basta con mirar a octubre de 2003 cuando los actuales miembros de la cúpula militar tenían el mando operativo de las tropas que actuaron asesinando a sangre fría a decenas de personas en El Alto desde sus bien resguardados tanques de guerra. Tampoco está lejos febrero de 2003, cuando un grupo de militares francotiradores perfectamente identificado (con fotos y videos) asesinó a un obrero y una enfermera de la Cruz Roja, después de identificarlos como el enemigo. Más de treinta muertos hubo en esa protesta popular, en la que el pueblo estaba desarmado.
Más cerca todavía están (denuncias datan del mes pasado) los casos de torturas y vejámenes a jóvenes soldados de origen campesino como parte de la instrucción militar obligatoria. O el “uso” generalizado de estos soldados en tareas de servidumbre y trabajo no remunerado a favor de los oficiales militares. En octubre de 2009 se supo oficialmente que los soldados son alquilados a empresas petroleras del Chaco para trabajar como guardias de seguridad de sus instalaciones, obviamente ellos no cobran el jornal sino el comandante del regimiento asentado en la zona. ¡¿Cuál “mérito democrático”?!

Con semejante respaldo del gobierno, el 14 de noviembre el comandante del Ejército, general Jorge Cueto, declaró públicamente a su institución militar como “antiimperialista, anticapitalista, socialista y comunitaria”. Ante las críticas oportunistas de los opositores, Evo Morales salió a respaldar con uñas y dientes a los milicos.
Y si los masistas repiten que no se trata del Ejército “de antes”, el propio Evo no tiene pudor al insistir en que esa institución es antiimperialista, etcétera, etcétera, desde antes de la existencia de la república. Es decir antes de su propia creación como el brazo armado del Estado boliviano.

Tanto Evo Morales como sus correligionarios se esfuerzan por borrar y negar el carácter de las Fuerzas Armadas, quieren cambiar la historia de un plumazo y meter debajo de la alfombra las atrocidades ejecutadas contra el movimiento popular. Con este propósito encargaron este año al Ejército la “educación cívica” de algunos grupos de ciudadanos y dirigentes sindicales en el país.

Pero ni una pesadilla kafkiana habría pretendido premiarlos con una condecoración por defender la democracia.
Los militares, por su parte, son simples oportunistas. Ahora que el gobierno del MAS se inclina por la propaganda y la demagogia, los militares pueden declararse antiimperialistas, etcétera, etcétera, sin que les tiemble la mano. Al final están acostumbrados a los reacomodos políticos de tanto en tanto. Cualquier cosa mientras la estructura estatal se mantenga intacta, conservando el privilegio y el poder para los terratenientes, la gran burguesía y el imperialismo.

Lo que el pueblo boliviano debe preguntarse es ¿por qué tanta adulación a las Fuerzas Armadas?, ¿por qué Evo insiste en borrar la historia en beneficio de los uniformados? La respuesta es evidente al mirar la protesta popular creciente, los sectores asalariados empobrecidos retomando la protesta, sectores desocupados y de pequeños cuentapropistas saliendo a protestar por el alto costo de vida, mujeres marchando a golpe de sus ollas vacías, amas de casa reclamando por la falta de alimentos, campesinos abandonados a su suerte ante la sequía y la falta de insumos.

Evo Morales y el MAS se preparan para contener las cada vez más radicales protestas de los sectores populares. ¿Cómo? Como siempre lo hicieron los gobiernos encargados de cuidar el viejo Estado: con la ayuda del Ejército, cuyos miembros ya actuaron (aunque “sólo como escoltas”) en la represión a la protesta de Caranavi en abril de este año donde mataron a dos estudiantes y donde no ha cesado la persecución a los dirigentes (¡incluidos sus abogados!).
El gobierno está dejando una clara señal tanto al Ejército como al pueblo boliviano para encarar el futuro político en el país. Y en este caso el pueblo y sus dirigentes honestos necesitan volver a levantarse del letargo en que el “proceso de cambio” ha dejado durante estos últimos años.

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