La dictadura del proletariado y la revolución cultural – VI Congreso de la Internacional Comunista (1928)
Nota – Reproducimos a continuación el apartado titulado “La dictadura del proletariado y la revolución cultural” correspondiente al capítulo IV “El periodo de transición del capitalismo al socialismo y la dictadura del proletariado” del Programa de la Internacional Comunista adoptado por el VI Congreso Mundial celebrado en Moscú el 1º de Septiembre de 1928:
PROGRAMA DE LA INTERNACIONAL COMUNISTA
Adoptado por el VI Congreso Mundial en Moscú el 1º de Septiembre de 1928:
IV. El periodo de transición del capitalismo al socialismo y la dictadura del proletariado
7. La dictadura del proletariado y la revolución cultural
Este papel de organizador de la nueva sociedad humana presupone la madurez cultural del proletariado, su autotransformación interior y la formación por él de nuevos cuadros capaces de asimilar todos los conocimientos científicos, técnicos y administrativos necesarios para la edificación del socialismo y de la nueva cultura socialista.
Si la revolución burguesa contra el feudalismo presupone que en las entrañas de la sociedad feudal misma se halla una nueva clase, superior por su madurez cultural a la clase dominante, y que en los límites de la sociedad feudal ejerce ya la hegemonía en la vida económica, la revolución proletaria se desarrolla en otras condiciones. Como la clase obrera, en la sociedad capitalista, es una clase económicamente explotada, políticamente oprimida y, desde el punto de vista cultural, aplastada, sólo en el período de transición, sólo después de la conquista por ella del poder estatal, sólo destruyendo el monopolio burgués de la instrucción y apoderándose de la ciencia, sólo en la práctica de la gran obra de edificación transforma su propia naturaleza. Para la elaboración de una conciencia comunista de las masas y para la obra socialista misma es necesaria la transformación en masa de los hombres, transformación que sólo es posible en el movimiento práctico, en la revolución; por consiguiente, la revolución es necesaria no sólo porque no existe otro medio para derribar la clase dominante, sino también, porque la clase que la derriba no puede lavarse de la inmundicia de la antigua sociedad y hacerse apta para crear una sociedad nueva más que por la revolución.
Al suprimir el monopolio de clase de los capitalistas sobre los medios de producción, la clase obrera debe, asimismo, aniquilar el monopolio burgués de la instrucción, es decir, apoderarse de las escuelas en todos los grados, el superior inclusive. Constituye para la causa del proletariado una de las misiones más importantes la preparación de especialistas obreros lo mismo en el terreno de la producción (ingenieros, técnicos, organizadores, etcétera), que en el de la ciencia, en el militar, en el artístico, etcétera. Juntamente con éstos surgen otros objetivos, elevación general del nivel cultural de las masas proletarias, educación política de las mismas, aumento de los conocimientos y
perfeccionamiento técnico, adquisición de hábitos de actividad pública y de dirección, lucha contra los vestigios de los prejuicios burgueses y pequeñoburgueses, etcétera.
Sólo en la medida en que el proletariado eleva a sus sectores de vanguardia hacia los “puestos de dirección” de la edificación socialista y de la cultura, sólo en la medida en que dichos sectores van siendo más nutridos, incorporando cada vez más a nuevos miembros de la clase al proceso de transformación revolucionaria y cultural y eliminando paulatinamente la división interior misma de la clase en sectores “avanzados” y “atrasados” del proletariado, se crea al mismo tiempo la garantía de la edificación victoriosa del socialismo y la garantía contra la corrupción burocrática y la degeneración de clase.
El proletariado, sin embargo, en el proceso de la revolución, transforma no solamente su propia naturaleza, sino también la de las demás clases, en primer lugar la de los numerosos sectores pequeño-burgueses del campo y de la ciudad, particularmente la de los sectores campesinos trabajadores. Al asociar las grandes masas a la revolución cultural, al incorporarlas al proceso de edificación socialista, al unirlas y educarlas desde el punto de vista comunista por todos los medios que se hallan a su disposición, al luchar decididamente contra todas las ideologías antiproletarias y corporativas, al eliminar sistemáticamente y con particular tenacidad el atraso general y cultural del campo, la clase obrera prepara con ello —sobre la base del progreso de las formas económicas colectivas— la eliminación de la división de la sociedad en clases.
Entre los objetivos de la revolución cultural debe ocupar un sitio importante la lucha contra vacilar. El poder proletario debe abolir toda clase de apoyo de estado a la Iglesia, el cual no es más que una agencia de las clases dominantes, destruir toda intervención de la Iglesia en la educación y en la enseñanza y aplastar sin piedad la actividad contrarrevolucionaria de las organizaciones clericales. Al mismo tiempo el poder proletario, que permite la libertad de creencias y suprime la situación privilegiada de la religión antes dominante, lleva a cabo la propaganda antirreligiosa por todos los medios a su alcance, reconstituye sobre la base de la concepción científica materialista toda la labor educativa y de enseñanza.
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