martes, 28 de octubre de 2008

Estado español: Debate sobre el POUM




Desde hace meses, dentro del movimiento de recuperacion la Memoria Historica, han aparecidos diversos articulos y posicionamientos sobre el Partido Obrero de Unificación Marxista, sus tesis y su papel en la Guerra Civil Revolucionaria de 1936-1939.
El Presente articulo, firmado por Albert Escusa, esta tomado de la pagina kaosenlared, en su seccion de colaboraciones. Lo publicamos por su extension en dos partes.



SOBRE EL ANTICOMUNISMO DE IZQUIERDAS, EL «ESTALINISMO», EL POUM Y EL MOVIMIENTO COMUNISTA

Albert Escusa

Se ha vuelto casi un deporte nacional, por parte de algunos autores, publicar en las páginas de izquierda de Internet artículos que se dedican de forma más o menos encubierta a criticar la historia del movimiento comunista, responsabilizándole de todos los males habidos y por haber, ya sea el ascenso de Hitler al poder, el cambio climático o la derrota del equipo local. “Estalinismo” se ha convertido para algunos en una palabra mágica. El “estalinismo” encierra, como el misterio de la Santísima Trinidad, tres propiedades en una: la primera, evita entrar en un debate histórico con argumentos contrastados; la segunda, evita dar una explicación acerca del fracaso histórico y de la incompetencia política crónica de la corriente a la que están adscritos los anticomunistas de izquierdas; y la tercera, sirve para intentar avergonzar a los militantes, pero sobre todo a los potenciales simpatizantes de los diferentes partidos comunistas, para disuadirlos de ingresar en los partidos comunistas. Todo este discurso se ha visto favorecido por una etapa histórica donde la división y el enfrentamiento en el seno del movimiento comunista, particularmente en nuestro país, ha conducido a que éste se desintegre en numerosos fragmentos desunidos, aislados y dispersos.
Precisamente la última propiedad mágica del “estalinismo” quizás sea la más codiciada por los anticomunistas de izquierda. Se ha demostrado, tanto con ejemplos históricos como en la actualidad, que, de todas las fuerzas que se proclaman anticapitalistas y dicen querer superar el actual sistema socioeconómico, el movimiento comunista (con todas los errores, fracasos, traiciones, rupturas, degeneraciones y lo que se le quiera añadir) ha demostrado en la práctica (sabiendo superar todas sus limitaciones anteriormente señaladas), que es el que cuenta con la capacidad de llevar a término tales propósitos anticapitalistas. Así, mientras que hoy, sobre el planeta Tierra, no hay ninguna fuerza política o social del anticomunismo de izquierdas con peso político o social (si descontamos la excepción coyuntural de Francia, debido más que nada a la degeneración extrema del PCF), varias corrientes que se reclaman del comunismo en su versión marxista-leninista o incluso marxista a secas, y que reivindican –cada una a su peculiar manera– la experiencia soviética como un avance progresivo para la humanidad, o bien son fuerza de gobierno en algunos países, o bien cuentan con grandes partidos obreros y populares de masas, guerrillas antiimperialistas y una gran influencia en los movimientos sociales. Y no sólo eso: el movimiento comunista ha sabido conservar, entre grandes sectores de la población, allí donde tiene influencia, una cultura de revolución y de justicia social, con la memoria histórica comunista y sus símbolos, que arranca en octubre de 1917 y cuya historia, patrimonio y símbolos son elementos de rebeldía incontestables para muchas personas.
Nada de ese patrimonio tienen los anticomunistas de izquierda. Sus realizaciones históricas son muy limitadas y están cogidas con pinzas: la insurrección cantonalista de 1873 que ayudó a hundir la I República, las colectivizaciones de 1936-1939 en algunas localidades de la España republicana, las aburridas trincheras de Huesca en la guerra civil, algunas victorias militares de la parte del Ejército Rojo dirigida por Trotsky o la actividad de las bandas guerrilleras del líder campesino ucraniano Makhno en 1918-21, son las contadas realizaciones que puede reivindicar el anticomunismo de izquierdas. Los nuevos movimientos como el antiglobalización o el movimiento zapatista, fueron teorizados por muchos como las pruebas de la derrota definitiva del modelo político que representaba el partido comunista clásico. Sin duda alguna, el movimiento antiglobalización fue una respuesta importante de masas a la globalización neoliberal, que consiguió movilizar a amplios sectores sociales, principalmente estudiantes universitarios. Pero finalmente el movimiento antiglobalización, carente de una dirección política, ha quedado reducido a inofensivos Foros Sociales. Por su parte, el zapatismo no ha dado ni siquiera la imagen de un movimiento superador del capitalismo y el imperialismo, sino más bien se ha mostrado como un indigenismo folclórico; los territorios zapatistas se pusieron de moda en los años noventa como santuarios de peregrinación para intelectuales procedentes de la izquierda anticomunista donde recibían la inspiración divina contra el “estalinismo” y los partidos comunistas. Hace años que pasaron de moda y ya no son visitados por tales intelectuales. Asimismo el Foro de Porto Alegre y el apoyo a Lula en Brasil, presentados como el último grito de “socialismo verdadero” frente a la práctica del movimiento comunista, han acabado encumbrando a un hombre que, lo menos que se puede decir de él, es que no parece muy interesado en realizar cambios profundos en su país, más bien todo lo contrario, y cuando ha tenido que enfrentarse a dirigentes antiimperialistas consecuentes como Hugo Chávez o Evo Morales, para defender los intereses de las multinacionales brasileñas, no ha dudado en hacerlo. Lo que sorprende, ante todo, es que los anticomunistas que defendían todas estas alternativas atacando a los partidos comunistas, hoy permanezcan mudos y no realicen ninguna valoración crítica de las mismas.
Así pues, cuando hace muchos años que ya no queda ni rastro del “estalinismo” al que se le achacaban (y se le achacan) todas las responsabilidades de los fracasos propios y ajenos, cuando ya no queda ningún pretexto para que los anticomunistas de izquierda liberen todas sus energías revolucionarias y demuestren a los “estalinistas” cómo se hacen las verdaderas revoluciones, vemos que tales energías se desgastan, como siempre, en “demostrar” que de no haber sido por Stalin y los suyos, desde 1924 habría comunismo en Europa, o que en 1936 desde algunas misérrimas aldeas de Huesca, con la genialidad de Andreu Nin y con el viejo máuser de Orwell, no llevaría más que dos semanas derrotar a Franco, realizar la revolución en España, vencer a la Alemania nazi, a Mussolini, a los Estados Unidos, al Japón y al Imperio británico, derrocar a la «burocracia degenerada de Stalin» e implantar el resplandeciente comunismo en el Sistema Solar (esta vez el comunismo de verdad, por supuesto). Es un plan tan sencillo que no podemos imaginarnos cómo no se les había ocurrido antes. O lo que es lo mismo: soñar es gratis.
Nuevamente el POUM como arma arrojadiza
El POUM y la “revolución” española es un clásico entre los clásicos del anticomunismo. Y eso a pesar de que ya no hay casi ningún historiador serio que, habiendo investigado aquella época libre de la costra ideológica orwelliana, sostenga la tesis de que la “revolución” y “contrarrevolución” fueron los factores dominantes de la guerra civil española en 1936-1939. Efectivamente, a pesar de los discursos ideológicos que taparon la realidad y que han dado una visión completamente deformada de la historia, la “revolución” de 1936 fue más que nada una revolución de símbolos, posturas estéticas y comportamientos (la quema de iglesias como rito anticlerical, la ropa obrera que se puso de moda incluso entre los burgueses, la quema de dinero, el deslumbramiento de los “turistas revolucionarios” como Orwell, etc.), antes que un proceso real de transformaciones socioeconómicas, mientras que las instituciones republicanas, aunque mantuvieran las mismas formas, en su contenido reflejaron la nueva correlación de fuerzas producto de la derrota del fascismo en Cataluña. Esto conllevó la entrada masiva de los representantes de los partidos y sindicatos obreros en tales instituciones, desvirtuando su viejo carácter de clase. Entonces, si tal “revolución” fue más aparente y más limitada a los símbolos y los discursos que a los hechos reales, si el factor “revolución” constituye algo completamente secundario para juzgar aquella etapa y se ha demostrado lo erróneo de semejante catalogación, si además, las instituciones republicanas habían adquirido un carácter plenamente popular y distaban de ser tan «burguesas» ¿a quién beneficia seguir manteniendo la leyenda? A los anticomunistas de izquierdas, por supuesto.
Por ello, y por la falta de nuevas ideas, se vuelve una y otra vez al POUM, con una obsesión digna de estudio. Fue la norma por parte del anticomunismo de izquierdas blanquear las actividades de los principales dirigentes del POUM tras la guerra y pasar de puntillas sobre los mismos, aprovechando que muchos sectores de jóvenes militantes de izquierda desconocían la historia de tales dirigentes. Ahora, en un reciente “¿Qué hay que rescatar del POUM?” (1), se sugiere que hubo una “época buena” y una “época mala”. Por lo menos ya hemos avanzado algo, porque hasta ahora los anticomunistas de izquierdas preferían guardar un sospechoso silencio sobre la “época mala”. Pero ¿dónde hay que establecer en verdad la frontera entre ambas épocas?
Hay que considerar que todos los principales dirigentes del POUM, recién acabada la guerra, o bien giraron rápidamente hacia la tan odiada socialdemocracia “menchevique” creando el Moviment Socialista de Catalunya (MSC), o bien ingresaron en las nóminas de la CIA, como fue el caso de Gorkin, Maurín y otros. La práctica totalidad de los altos dirigentes renegaron de sus antiguas creencias. Los “auténticos líderes revolucionarios”, a partir del 1º de abril de 1939 dejaron de ser tales revolucionarios. ¿Es posible una metamorfosis tan repentina? ¿A qué se debe que, cuando es más necesario luchar contra el fascismo, tales dirigentes que repartían certificados y lecciones de revolución a diestro y siniestro y estigmatizaban a los “reformistas del PSUC”, abandonen la lucha y se transmuten en lo contrario de lo que decían ser? ¿Cómo explican los anticomunistas de izquierda que los “mencheviques reformistas” del PCE y el PSUC continuaran la lucha antifranquista sacrificando miles de vidas, y los principales dirigentes del POUM como Maurín y Gorkin ingresaran en la derecha pro-yanqui defendiendo al imperialismo más agresivo, mientras que otros fundaron el MSC para defender al imperialismo europeo? ¿Acaso la lucha contra el franquismo era menos necesaria que la lucha contra el Frente Popular? Misterios de la Santísima Trinidad “antiestalinista”, como fue un misterio divino que Maurín permaneciera vivo y en buenas condiciones en las cárceles de Franco, mientras a otros dirigentes republicanos los fusilaban o torturaban por la vía de urgencia. Maurín fue liberado en 1946 gracias a la intercesión de un obispo pariente suyo, que convenció al propio Franco de que era mejor mantenerlo vivo porque era un enemigo de los comunistas, y estas gestiones fueron seguidas directamente desde el mismísimo Vaticano (2). ¡Eso sí que es un auténtico privilegio del mejor burócrata! ¿Qué opinarán de todo ello los anticomunistas de izquierda y los apologistas del POUM? ¿Publicarán algún libro sobre estos temas?
El POUM no fue ningún partido inocente como machaconamente pretenden hacernos creer. En medio de la guerra, cuando en otros lugares del Estado se combatía a vida o muerte, desde las páginas de la Batalla, periódico del POUM, se instaba a luchar contra los “mencheviques de la revolución” en alusión al PSUC situándolo como el enemigo a batir. Muchos dirigentes del PSUC y la UGT murieron asesinados entre agosto de 1936 y mayo de 1937. Desideri Trillas, dirigente sindical de la UGT, que había acompañado a Maurín en 1924 a Moscú, murió asesinado en 1936 por pistoleros de la CNT; el 24 de abril, Rodríguez Salas, comisario afiliado al PSUC, sufrió un atentado fallido, y el 25 cayó asesinado Roldán Cortada, antiguo colaborador de Maurín, depurado años antes por éste de la ejecutiva del Bloc Obrer i Camperol por desavenencias políticas, y asesinado en 1937 por pertenecer al PSUC. Muchos afiliados a la UGT fueron asesinados por no ingresar en la CNT. Seguramente la mano del POUM no estaba detrás de estas «víctimas de la revolución», pero desde las páginas de La Batalla, se señaló con insistencia quienes eran los enemigos: el Frente Popular y sus bases más consistentes y clarividentes, el PSUC y la UGT.
La guerra y el peligro fascista fueron cosas muy remotas y lejanas para el POUM, y por ello se dedicó a hacer la “revolución”. En La Batalla, se reproducían a gran tamaño eslóganes como «¡Muera la república democrática!», se calificaba al antifascismo como traición a la revolución cuando los antifascistas frenaban con su sacrificio el avance del ejército franquista, se llamaba a eliminar las instituciones republicanas calificadas como “burguesas” (aunque estuvieran dominadas por la mayoría obrera), se publicaba a toda página y en grandes letras las octavillas arrojadas por los aviones de Franco llamando a desertar, se injuriaba impunemente y de forma constante a los dirigentes republicanos, socialistas y comunistas y, entre otras “hazañas”, con el objetivo desmoralizar a los combatientes y provocar la deserción, se escribían noticias falsas acerca de una supuesta negociación del gobierno republicano con Franco en vistas a una rendición (3).
Por otra parte, en las filas del POUM se cobijaban a espías notorios como el jefe de la columna extranjera del POUM, Georges Kopp, agente del espionaje inglés y futuro colaboracionista de los nazis en Francia, y espías a favor de Franco que realizaron actos de sabotaje, mientras que otros se ofrecieron a la quinta columna para asesinar a Negrín y Álvarez del Vayo. No hay constancia de que por aquella época Orwell ya fuera un agente del espionaje británico, aunque se relacionó con personas directamente implicadas, como el propio Kopp, de quien era amigo íntimo






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