Escribirte con un@ pres@ polític@ y romper el hielo cuesta, ¡pero merece la pena!
Escribir a los presos. Una acción que
aparentemente es fácil de realizar. Pero no. NO lo es, porque resulta
que todos tenemos miedo. Todos, y quien diga que no, miente.
A todo el que se plantea el tema con un
mínimo de seriedad le asaltan inmediatamente las dudas: como sabes que
no hay privacidad y que tu carta la van a leer y fotocopiar antes de entregársela al preso (tenlo por seguro) pues te da algo de reparo.
Y está muy justificado ese temor, porque
sabes que al hacerlo pasas a formar parte del honorable club de los
que no tragan con el sistema, y de los que, conscientes
de ello, dan el paso de actuar, y de hacerlo además poniéndose en
contacto con la vanguardia política de los inconformistas y de los
luchadores.
Es, por así decirlo, tu entrada pública y
oficial en ese club. Y como tal, es lógico que todo el mundo que lo
hace se plantee sus consecuencias, como debe hacerse en toda decisión libremente tomada.
Cuando se da el paso y un@ se pone a
escribir, la primera carta yo diría que es la más difícil. Empiezas a
pensar: "Por San Lenin bendito, y qué le digo, y
cómo, qué le cuento y qué no, estaré siendo cargante, hasta qué punto
puedo especificar las cosas teniendo en cuenta lo enfermita que está la
libertad de expresión en este país"..., y un sinfín de detalles de esos rondan tu mente.
Pero cuando te decides y empiezas,
amigo, ya no hay quien te pare. Le haces ver tus motivos solidarios por
los cuales le escribes, y un montón de cosas más: le haces partícipe de tu vida, le cuentas quién eres, le mantienes informad@ de lo que se cuece en la calle, ...
Pero lo que no se puede describir con
palabras es lo que sientes cuando te llega su primera carta. Se te
acelera el corazón, notas en ese preciso momento que
ha valido la pena el empezar a escribir por encima de mil dudas y
temores, y te lanzas con una fiereza y curiosidad desbocadas a leer el
texto.
Y es entonces, es ahí cuando sientes que
efectivamente vale la pena escribirles. "Cómo no he empezado antes!",
te dice tu conciencia. Tus expectativas se
ven completamente satisfechas, y entiendes que si ell@s han elevado su
compromiso hasta entregar su vida por la causa obrera y popular, por
la causa del comunismo, porqué no
te vas a arriesgar tú a comunicarte con ellos. Es más. Sientes que el
cartearte es un riesgo mínimo en comparación con el citado compromiso adquirido por ell@s.
Además, te sientes completamente bien porque constatas que has actuado acorde con lo que te pedía hacer tu conciencia.
De ahí en adelante, las cartas
siguientes se asemejan mucho a una correspondencia con cualquier otra
persona, teniendo en cuenta eso sí las trabas de tiempo que
ocasiona el sistema penitenciario con sus retenciones y
comprobaciones, siempre en nombre de la democracia, de la libertad de
expresión y de la seguridad, por supuesto.
Yo, lo digo de verdad, nunca me he
sentido más pleno que cuando les escribo y me contestan, por encima de
mil trabas burocráticas en forma de limitaciones, aislamientos, intervenciones, retenciones, ...
Y por otra parte, el que les escribamos
tiene una importancia capital, porque les demostramos a l@s carceler@s y
director@s de los centros penitenciarios de
turno, que por encima de lo que ell@s pretenden, para nada los pres@s
están solos, para nada consiguen librarles del calor y cariño del
pueblo, que tanto se han ganado y merecen.
NO. Jamás estarán solos. Porque mientras
haya represión, explotación, habrá lucha, y por lo tanto vanguardia
organizada. Y en tanto haya represión contra esa
vanguardia, habrá elevación de la conciencia del pueblo, y en
consecuencia más y más deseos de comunicarse con los que sin
preguntarnos qué pensamos o cómo, lucharon, luchan y lucharán por nuestros derechos.
¡Rompe su aislamiento! Escríbeles, que
sientan el cariño del pueblo! Carceler@s, director@s de prisiones,
enteraros, ¡no están ni estarán solos nunca!.
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