domingo, 14 de diciembre de 2014

La denuncia del poeta suicida Xu Lizhi, que trabajaba en la fábrica donde se ensambla el iPhone, estremece China

Decenas de obreros de Foxconn, donde trabajan 800.000 personas, se han quitado la vida desde 2009.
 
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Decenas de obreros de Foxconn, la compañía que ensambla en China el iPhone, se han quitado la vida desde 2009, pero uno de ellos ha conmovido de forma especial al país al dejar escrita antes de morir una colección de poemas que resumen magistralmente el lamento de toda su alienada generación.
Xu Lizhi, de 24 años, se quitó la vida el 30 de septiembre al arrojarse por la ventana de su dormitorio en Shenzhen, una de las ciudades chinas donde el gigante taiwanés Foxconn ensambla para otras multinacionales el iPhone, el iPad, la Xbox, la Playstation, la Blackberry o la Wii, que luego se venderán en todo el planeta.
El de Xu sería uno más en la veintena de casos similares que, sobre todo en el año 2010, han sacudido a Foxconn, la mayor fabricante global de componentes electrónicos y la firma privada en China con más empleados, 800.000.
Sin embargo, este suicidio adquirió inesperadas ramificaciones literarias, ya que el veinteañero era poeta en sus ratos libres y dejó versos en los que la dura vida en la fábrica era su tema más recurrente.
“Taller, línea de ensamblaje, máquina, tarjeta de fichar, horas extra, salario./ Me han entrenado para ser dócil./ No sé gritar o rebelarme,/ cómo quejarme o denunciar,/ sólo cómo sufrir silenciosamente el agotamiento”, escribía Xu en ellos.
Tras el suicidio, amigos y compañeros del joven poeta decidieron recopilar los trabajos de éste, traducirlos al inglés y publicarlos en internet, donde en las últimas semanas se han convertido en todo un símbolo para muchos jóvenes obreros emigrantes como Xu.
El joven, nacido en un pueblo de la sureña provincia de Cantón y huérfano desde pequeño, había viajado a la ciudad, como millones de jóvenes de su edad, para buscar trabajo, y en 2011 consiguió empleo en Foxconn, contó el diario local Shenzhen Evening News, uno de los primeros que rescató su figura del olvido.
En sus primeros poemas, Xu ya mostraba el impacto que le causaban el cambio de medio rural a urbano o el paso de la infancia al duro trabajo de adulto, algo que le pasa a muchos jóvenes de su generación.
“La juventud se detuvo en las máquinas, murió antes de tiempo”, decía Xu en uno de sus versos.
Las nuevas generaciones de jóvenes chinos, más formadas y más protegidas por sus padres que en épocas anteriores, tienen mayores problemas para adaptarse a la realidad de las grises e impersonales fábricas que mueven la economía china y, por ende, la mundial, con bajos sueldos, horarios interminables y duras condiciones.
“Soy como un muerto/ que abre lentamente la tapa del ataúd”, escribía Xu en 2013, en un poema en el que relataba su regreso al dormitorio de trabajadores, tras una dura jornada en la cadena de ensamblaje.
Sus compañeros contaban que Xu intentó en varias ocasiones dejar el empleo para ser contratado en bibliotecas o librerías de Shenzhen, pero no tuvo suerte.
También buscó sin éxito trabajar fuera de la cadena de montaje, como supervisor, o en una librería de la propia Foxconn, en cuya revista interna para los empleados había conseguido publicar alguno de sus poemas.
A principios de este año había tomado por fin la decisión de dejar Foxconn e irse a Suzhou, ciudad del este de China, para reunirse allí con su novia, pero acabaron rompiendo.
Un día antes de quitarse la vida, Xu se había reincorporado al mismo puesto que había dejado en Shenzhen, y en la noche anterior al triste desenlace escribía un poema cuyo título, “En mi lecho de muerte”, ya era premonitorio.
“Quiero tocar el cielo, sentir ese azul tan ligero/ pero no puedo hacerlo, así que dejaré este mundo./ Todos los que han oído de mí/ no se sorprenderán de mi marcha”, apuntaba Xu en su cuaderno.
En 2010, cuando los medios denunciaron más de una docena de suicidios de empleados de Foxconn en Shenzhen en el plazo de pocas semanas, la firma puso en marcha una serie de medidas para reducir el malestar de los trabajadores, desde la contratación de servicios psicológicos a mejoras en las condiciones laborales o la simple colocación de rejas en las ventanas
El propio Xu escribió entonces sobre esos suicidios: “Un tornillo cayó al suelo/ en su negra noche de horas extra./ Cayó vertical y tintineante/ pero no atrajo la atención de nadie,/ igual que aquella última vez,/ en una noche como ésta,/ en la que alguien se lanzó al vacío”.
Las medidas preventivas lograron reducir el número de suicidios en la firma, aunque sigue habiendo casos esporádicos, y el de Xu, amplificado por la amargura de sus poemas, volvió a recordar las duras condiciones, a veces inhumanas, de los trabajadores en cadena de China, la también llamada “fábrica del mundo”.
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