De “Una vez más sobre las
divergencias entre el camarada Togliatti y nosotros”.
Ediciones en Lenguas Extranjeras. Pekín.
1963.
Por la Redacción de la revista Hongqi
(Bandera Roja del P.C.Ch.).
Por la Redacción de la revista Hongqi
(Bandera Roja del P.C.Ch.).
V. EL ESTADO Y
LA REVOLUCIÓN
¿Podría el capital monopolista de Estado convertirse en un “instrumento más eficaz para contrastar el desarrollo del capital monopolista”?
En un artículo escrito el 4 de enero de 1963 como respuesta a una editorial del Remin Ribao, el camarada Luigi Longo, uno de los dirigentes principales del P.C.I., dijo: “Nuestro X Congreso a reafirmado también con fuerza que el punto firme de lo que hoy llamamos el camino italiano al socialismo es reconocer que hoy, en las actuales condiciones internacionales y nacionales, aunque perdure el régimen capitalista, es posible y necesario llegar a la liquidación de los monopolios y de su poder económico y politíco”. Consideran que, con las medidas que han propuesto, podrán transformar las actuales relaciones de producción capitalista de Italia y el “régimen de la gran propiedad” de la burguesía monopolista italiana.
Las medidas económicas de las “reformas estructurales” propuestas por Togliatti y otros camaradas radican, según sus propias palabras, en la realización de “la demanda de ciertas nacionalizaciones, la demanda de una planificación y de intervención del Estado en la vida económica a través de la programación, la nacionalización de sectores productivos enteros, etc.“
Probablemente el camarada Togliatti y otros camaradas podrán idear otras medidas más.
Desde luego, ellos tienen derecho a pensar y decir lo que quieran; nadie tiene derecho a intervenir en ello, ni tampoco nosotros intentamos hacerlo. Pero ya que quieren que otros, piensen y hablen como ellos, no podemos por menos de continuar la discusión sobre problemas que han planteado.
Empecemos por el problema de la intervención del Estado en la vida económica.
Desde la aparición del Estado, ¿cuál de los Estados de distinta naturaleza, sea de los esclavistas, de los señores feudales o de la burguesía, no ha intervenido en la vida económica? Cuando estas clases se encuentran en ascenso, la intervención de su Estado en la vida económica puede tomar una forma, y cuando se encuentran en decadencia, dicha intervención puede adoptar otra forma. En diferentes países donde el Poder estatal es de la misma naturaleza, la intervención del Estado en la vida económica se puede realizar en formas diferentes. Por lo pronto, no hablaremos de cómo el Estado esclavista o feudal intervenía en la vida económica, sino de cómo interviene el Estado burgués en ella.
La política adoptada por el Estado burgués, sea política de luchar por las colonias o por la hegemonía mundial, sea política de comercio libre o de protección aduanera, etc., constituye la intervención del Estado en la vida económica, y los Estados burgueses la han aplicado desde hace tiempo para proteger los intereses de la burguesía. Semejante intervención ha desempeñado un papel importante en el desarrollo del capitalismo. Por lo tanto, la intervención del Estado en la vida económica no es algo nuevo que haya aparecido recién en Italia.
Posiblemente la “intervención del Estado en la vida económica“ del que hablan el camarada Togliatti y otros camaradas no se refiere a la citada política aplicada ya desde hace tiempo por la burguesía, sino principalmente a la “nacionalización“ como ellos la llaman.
Pues bien, pasemos a tratar el problema de la “nacionalización”.
En realidad, desde la sociedad eclavista, los Estados de diferente naturaleza tienen diferentes clases de “economía nacionalizada”. El Estado esclavista tenía su economía nacionalizada y el feudal también la suya. El Estado burgués, desde su nacimiento, ha tenido su economía nacionalizada. Por eso el problema radica en aclarar cuál es la naturaleza de la nacionalización y a qué clase sirve.
Un comunista veterano como el camarada Togliatti, por supuesto, no puede ignorar lo que dice Engels en Del socialismo utópico al socialismo científico.
“De un modo o de otro, con o sin trusts, el representante oficial de la sociedad capitalista, el Estado, tiene que acabar haciéndose cargo del mando de la producción. La necesidad que responde esta transformación de ciertas empresas en propiedad del Estado empieza manifestándose en las grandes empresas de transporte y comunicaciones, tales como el correo, el telégrafo y los ferrocarriles”.
Engels hizo una nota muy importante para este párrafo:
“Y digo que tiene que hacerse cargo, pues, la nacionalización sólo representará un progreso económico, un paso de avance hacia la conquista por la sociedad de todas las fuerzas productivas, aunque esta medida sea llevada a cabo por el Estado actual, cuando los medios de producción o de transporte se desborden ya realmente de los causes directivos de una sociedad ánonima, cuando, por tanto, la medida de la nacionalización sea ya económicamente inevitable. Pero recientemente, desde que Bismarck emprendió el camino de la nacionalización, ha surgido una especie de falso socialismo, que degenera alguna que otra vez en un tipo especial de socialismo, sumiso y servil, que en todo acto de nacionalización, hasta en los dictados de Bismarck, ve una medida socialista. Si la nacionalización de la industria del tabaco fuese socialismo, habría que incluir entre los fundadores del socialismo a Napoleón y a Metternich. Cuando el Estado belga, por razones políticas y financieras perfectamente vulgares, decidió construir por su cuenta las principales líneas ferreas del país, o cuando Bismarck, sin que ninguna necesidad económica le impulsase a ello, nacionalizó las líneas más importantes de la red ferroviaria de Prusia, pura y simplemente para así poder manejarlas y aprovecharlas mejor en caso de guerra, para convertir el personal de los ferrocariles en ganado electoral sumiso al gobierno y, sobre todo, para procurarse una nueva fuente de ingreso sustraída a la fiscalización del parlamento, todas estas medidas no tenían, ni directa ni indirectamente, ni consciente ni inconscientemente, nada de socialistas. De otro modo, habría que clasificar también en las instituciones socialistas a la Real Compañía de Comercio Marítimo, la Real Manufactura de Porcelanas, y hasta los sastres de compañía del ejército, sin olvidar la nacionalización de los prostíbulos, propuesta muy en serio, allá por el año treinta y tantos, bajo Federico Guillermo III, por un hombre muy listo”.
Más adelante, Engels expuso con énfasis el carácter de la llamada “propiedad del Estado” en los países capitalistas. Él escribió:
“Pero las fuerzas productivas no pierden su condición de capital al convertirse en propiedad de las sociedades anónimas y de los trusts o en propiedad del Estado. Por lo que a las sociedades anónimas y a los trusts se refiere es palpablemente claro. Por su parte, el Estado moderno no es más que una organización creada por la sociedad burguesa para defender las condiciones exteriores generales del modo capitalista de producción contra los atentados, tanto de los obreros como de los capitalistas aislados. El Estado moderno, cualquiera que sea su forma, es el Estado de los capitalistas, el capitalista colectivo ideal. Y cuantas más fuerzas productivas asuma en propiedad, tanto más se convertirá en capitalista colectivo y tanto mayor cantidad de ciudadanos explotará. Los obreros siguen siendo obreros asalariados, proletarios. La relación capitalista, lejos de abolirse con estas medidas, se agudiza. Más, al llegar a la cúspide, se derrumba. La propiedad del Estado sobre las fuerzas productivas no es solución del conflicto, pero alberga ya en su seno el medio formal, el resorte para llegar a la solución”.
Engels escribió dichos párrafos en la época en que el capital monopolista hacia su primera aparición y cuando empezaba a producirse en el capitalismo el paso de la libre competencia al monopolio. ¿Han perdido validez ahora estas argumentaciones de Engels cuando el capital monopolista ocupa la posición de completo predominio? ¿Se puede afirmar que en estos momentos la nacionalización en los países capitalistas ha transformado y hasta liquidado la “naturaleza capitalista de las fuerzas productivas”? ¿Se puede decir que el capitalismo monopolista de Estado, formado en esta época mediante la nacionalización capitalista o de otras maneras, ya ha dejado de ser capitalismo? ¿Puede decirse, quizás, que este no sea así en los demás países, pero sí en Italia?
Aquí tenemos que investigar el problema sobre el capitalismo monopolista de Estado y sobre el capitalismo monopolista de Estado en Italia.
La concentración del capital conduce al monopolio. Después del estallido de la Primera Guerra Mundial, el capitalismo mundial dio un paso adelante no solamente hacia el monopolio en general, sino también del monopolio en general hacia el monopolio de Estado. Después de la Primera Guerra Mundial, sobre todo después de la crisis económica que se produjo en 1929 en el mundo capitalista, el capitalismo monopolista de Estado cobró un nuevo desarrollo en todos los países imperialistas. Durante la Segunda Guerra Mundial, a fin de sacar fabulosas ganancias del conflicto bélico, la burguesía monopolista de los países imperialistas beligerantes utilizó al máximo el capital monopolista estatal. Después de la guerra, en algunos países imperialistas el capital monopolista de estado llegó a ser, en diferentes grados, la fuerza dominante en la vida económica del Estado.
En comparación con los otros principales países imperialistas, la base del capitalismo de Italia es relativamente débil. Con el fin de concentrar las fuerzas de capital para obtener las máximas ganancias, competir con el capital monopolista internacional por la expansión de mercados y por un nuevo reparto de las colonias, Italia emprendió el camino del capitalismo estatal. En 1914, el gobierno italiano constituyó el Sindicato de Préstamos para las empresas industriales con el objeto de facilitar créditos y subsidios a los grandes bancos y empresas industriales. Durante el régimen fascista de Musolini, el organismo estatal y las organizaciones del capital monopolista se fusionaron aún más. Particularmente durante la gran crisis de 1929-1933, el gobierno italiano compró, a precios anteriores a la crisis, una gran cantidad de acciones de los bancos y empresas en bancarrota, colocando muchos bancos y empresas bajo el control del Estado y organizó el Instituto de Reconstrucción Industrial, estableciendo una colosal organización del capital monolista estatal. Después de la Segunda Guerra Mundial, el capital monopolista de Italia, incluído el capital monopolista estatal, que había sido la base del régimen fascista, no solamente quedó intacto, sino que se desarrolló a un ritmo aún más elevado. Hoy, las empresas del capital monopolista estatal y las empresas mixtas de capital monopolista estatal y privado, representan alrededor de un 30% de toda la economía de Italia.
¿Qué conclusiones deben sacar los marxista-leninistas del desarrollo del capitalismo monopolista de Estado? ¿Pueden las empresas nacionalizadas, o sea, el capital monopolista estatal en Italia estar “en contraste con los monopolios”, ser la “expresión de las masas populares” y convertirse en “un instrumento más eficaz para contrastar el desarrollo del capital monopolista” como lo han afirmado el camarada Togliatti y algunos otros camaradas del P.C.I.?
Los marxista-leninistas jamás podrán llegar a tal conclusión.
El capitalismo monopolista de Estado es una forma del capitalismo monopolista en que el capital monopolista y el Poder estatal se han fusionado. Aprovechando a plenitud el Poder del Estado, acelera la centralización y concentración de capital, intensifica la explotación del pueblo trabajador, la anexión de las empresas medianas y pequeñas y la anexión de unos grupos del capital monopolista por otros y refuerza al capital monopolista italiano para la expansión en la arena internacional. Bajo el rótulo de “intervención del Estado en la vida económica” y de “oposición al monopolio” y en nombre del “Estado”, engaña y traspasa, por medios encubiertos y sutiles, enorme cantidad de ganancias a las manos de los grupos del capital monopolista.
Las formas principales de los servicios que presta el capital monopolista de Estado a la burguesía monopolista son los siguientes:
Primero, utiliza los fondos del erario público y los impuestos pagados por el pueblo para proteger a los capitalistas del riesgo que confrontan al hacer inversiones, garantizando así a los grupos monopolistas fabulosas ganancias.
Por ejemplo, el Estado paga interés y garantiza el principal de todos los bonos de capitalización emitidos por el Instituto de Reconstrucción Industrial, la mayor organización monopolista de Estado de Italia. Los tenedores de estos bonos reciben por lo general un tipo anual de interés, de 4,5 a 8 por ciento, además de lo cual devengan los dividendos que reparte la empresa cuando obtiene utilidades.
Segundo, a través de la legislación y el presupuesto del Estado, redistribuye una parte de la renta nacional en forma favorable a las organizaciones del capital monopolista con el fin de asegurar fabulosas ganancias a los grupos del capital monopolista.
Por ejemplo, en 1955, el gobierno italiano asignó alrededor de un tercio del presupuesto del Estado para compras y pedidos de mercancias a los grupos del capital monopolista privado.
Tercero, a través de una de las dos formas alternativas, es decir , la compra o la devolución de las empresas, el Estado a veces toma posesión de las empresas que sufren pérdidas o quiebran o de las empresas que, una vez nacionalizadas, se harán beneficiosas para ciertos grupos monopolistas, traspasando a veces a las manos de los grupos del capital monopolista privado las empresas que obtienen ganancias.
Por ejemplo, según las estadísticas proporcionadas por el economista italiano Gino Longo, para comprar las acciones de los bancos y otras empresas en quiebra, los sucesivos gobiernos de Italia gastaron en total, de 1920 a 1955, 1,647 mil millones de liras (en términos de precios de 1953), cifra que equivalía a más de la mitad del capital nominal de todas las sociedades anónimas de Italia con un activo mayor de 50 millones de liras en 1955. Aún más, según estadísticas incompletas, desde su establecimiento hasta 1958, tan sólo el Instituto de Reconstrucción Industrial revendió sucesivamente a las organizaciones del capital monopolista privado acciones de las empresas lucrativas, por un valor total de 491 mil millones de liras (en terminos de precios de 1953).
Cuarto, utilizando el poder del estado, refuerza la centralización y concentración del capital y agrava la anexión de las empresas medianas y pequeñas por el capital monopolista.
Por ejemplo, durante el periodo comprendido entre 1948 y 1958, el capital nominal total de los diez mayores grupos del capital monopolista que controlan las arterias de la economía de Italia y el estado aumentó en 15 veces. De ellos el de la FIAT (Fabrica Italiana Automoboli Torino) aumentó en 25 veces, y el de la compañía de cemento de Italia en 40 veces. Aunque las compañías pertenecientes a estos diez grandes grupos del capital monopolista constituyen apenas un 0.04% del número total de las sociedades anónimas de Italia, el capital en acciones privadas dominado y controlado directamente por ellos mismos representa el 64% del capital total en acciones privadas del país. Durante el mismo periodo, el número de empresas medianas y pequeñas arruinadas iba en aumento.
Quinto, a nombre del “Estado” y por medios diplomáticos, la lucha encarnizadamente por mercados internacionales y sirve de instrumento útil a la burguesía monopolista de Italia para extender el neocolonialismo.
Por ejemplo, en los pocos años comprendidos entre 1956 y 1961, la ENI (Ente Nazionale Idrocarburi) logró el derecho a explorar y extraer el petróleo, o venderlo, o construir oleoductos y refinerías de petróleo en países tales como la República Arabe Unida, Irán, Libia, Marruecos, Túnez, Etiopía, Sudán, Jordania, India, Yugoslavia, Austria y Suiza, conquistando así una posición para la burguesía monopolista de Italia en el mercado internacional de petróleo.
En los hechos citados se puede observer claramente que el monopolio estatal y el monopolio privado constituyen en realidad dos formas que la burguesía monopolista usa de manera coordinada para obtener fabulosas ganancias. El desarrollo del capital monopolista estatal hace recrudecer las constradicciones propias del sistema imperialista y de ninguna manera puede, como dijera el camarada Togliatti y otros camaradas, “limitar y quebrantar el poder de los grandes grupos monopolistas”, ni cambiar las contradicciones inherentes del sistema imperialista.
Entre algunas gentes de Italia, está en boga el punto de vista de que el capitalismo italiano de hoy es ya diferente del de hace cincuenta años y que ha entrado en una “nueva etapa”. Estas gentes califican el actual capitalismo italiano de “nuevo capitalismo”. Afirman arbitrariamente que bajo el “nuevo capitalismo”, o en la llamada “nueva etapa” del capitalismo, han resultado ínutiles los principios fundamentales del marxismo-leninismo tales como los de la lucha de clases, la revolución socialista, la conquista del poder por el proletariado y la dictadura del mismo. A su modo de ver, el llamado “nuevo capitalismo” parede poder desempeñar tal que puede resolver, dentro del sistema capitalista, las contradicciones fundamentales del capitalismo mediante la “programación”, el “progreso técnico”, el “empleo pleno”, el “estado de bienestar”, etc., y a través de una “Alianza Internacional”. En Italia, los primeros partidarios y predicadores de esta “teoría” son el movimiento católico y los reformistas sociales. En realidad, en esta “teoría” en la que Togliatti y otros camaradas han encontrado un nuevo fundamento para su teoría de “reformas estructurales”.
El camarada Togliatti y otros camaradas sostienen que “los conceptos de planificación y programación de la economía considerados un tiempo como prerrogativas socialistas, son hoy discutidos y aceptados de modo cada vez más amplio”.
La opinión del camarada Togliatti consiste en lo siguiente: primero, la economía nacional se puede desarrollar de manera planificada, no sólo en los países socialistas sino también bajo el sistema capitalista; segundo, en la Italia capitalista, pueden ser aceptadas la planificación y programación de la economía, prerrogativas del socialismo.
Los marxista-leninistas han sostenido siempre que es preciso y posible que los países capitalistas adopten cierta política de regulación respecto a la economia nacional en interés de la burguesía en su conjunto. Semejante idea la observamos en las palabras de Engels que citamos más arriba. En la época del capital monopolista, esta función reguladora del estado capitalista está principalmente al servicio de los intereses de la burguesía monopolista. Esta regulación, a veces, puede realizarse incluso a expensas de ciertos grupos monopolistas, pero jamás perjudicará, sino precisamente representa, los intereses de la burguesía monopolista en su conjunto.
Lenin dijo muy bien: “…el error más generalizado está en la afirmación reformista-burguesa de que el capitalismo monopolista o monopolista de Estado no es ya capitalismo, puede ya llamarse ‘socialismo de Estado’, y otras cosas por el estilo. Naturalmente, los trusts no entrañan, no han entrañado hasta hoy y ni pueden entrañar una completa sujeción a planes. Pero en tanto trazan planes, en tanto los magnates del capital calculan de antemano el volumen de la producción en un plano nacional o incluso en un plano internacional, en tanto regulan la producción con arreglo a planes, seguimos moviéndonos, a pesar de todo, dentro del capitalismo, aunque en una nueva fase suya, pero que no deja, indudablementa, de ser capitalismo”.
Pero, algunos camaradas del P.C.I. sostienen que en la Italia dominada por la burguesía monopolista, la realización de la llamada “planificación” puede resolver los importantes problemas formados en la historia de Italia, incluídos “los problemas de la libertad y la emancipación de la clase obrera”. ¿Cómo es posible que se produzca tal milagro?
El camarada Togliatti dice: “El capitalismo monopolista de Estado, que es el aspecto moderno del régimen capitalista en casi todos los grandes países, es esa etapa –ha afirmado Lenin– fuera de la cual, para avanzar, no hay otra cosa sino el socialismo. De esta necesidad objetiva es necesario, sin embargo, hacer brotar un movimiento consciente”.
Bien se sabe que Lenin dijo que “…el capitalismo … avanzó del capitalismo al imperialismo, del monopolio al control estatal. Todo esto ha hecho la revolución socialista más próxima y ha creado para la misma las condiciones objetivas” (V.I. Lenin; Obras Completas, t. XXIV, pág. 211, versión china). En otros lugares Lenin también pronunció semejantes palabras. La idea de Lenin es muy clara: El desarrollo del capitalismo monopolista de estado “solo prueba la proximidad…de la revolución socialista” y no es “en modo alguno, un argumento para mantener una actitud de tolerancia ante los que niegan esta revolución y ante los que encubren las lacras del capitalismo, como hacen todos los reformistas” (V.I. Lenin: El estado y la revolución). Al hablar de las llamadas “reformas estructurales” y el “movimiento consciente”, el camarada Togliatti, precisamente como los reformistas, usa un lenguaje ambiguo para eludir el problema de la revolución socialista planteada por el marxismo-leninismo y para hacer más atractivo el capitalismo italiano.
Páginas 125-139
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