El camarada N. Shanmutathasan junto al Presidente Mao
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El autor se lo dedicó a su nieto, "con la esperanza de que algún día se adentre por el sendero de la revolución, pero evitando los errores que yo cometí en mi juventud por falta de una orientación correcta".
Así que el libro es también un repaso a los errores del movimiento comunista de aquel país, enmarcados en la historia y por los conflictos del movimiento comunista internacional y, por supuesto, en el contexto asiático y del desarrollo, fortalecimiento y extensión del marxismo-leninismo y las aportaciones esenciales del camarada Mao Tse Tung.
El libro está editado por el Partido Comunista de Sri Lanka, cuyos camaradas fueron los que nos lo dieron a conocer y nos aconsejaron su traducción.
Tras la publicación de los capítulos I, II y III, compartimos en esta entrada el Capítulo IV: La aparición del neocolonialismo
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CAPÍTULO
IV: LA APARICIÓN DEL NEOCOLONIALISMO
Mientras
tanto, con el objetivo de lograr nuevas reformas, el segundo Consejo
de Estado, cuyo mandato se prolongó debido a la guerra, adoptó una
resolución reformista impulsada por el Sr. S. W. R. D.
Bandaranayake, en la que se solicitaba la cesión de mayores márgenes
de libertad. Retrospectivamente, es interesante destacar que esta
resolución pedía la sustitución del inglés como idioma oficial
por el cingalés y el tamil.
Los
británicos, no obstante, crearon la Comisión Soulbury para
investigar las solicitudes de nuevas reformas; aunque
oficialmente D. S. Senanayake boicoteó la comisión, en privado hizo
partícipes a sus miembros de sus puntos de vista. Las
recomendaciones que formuló la Comisión Soulbury deben valorarse a
la luz de las nuevas condiciones que habían surgido a finales de la
II Guerra Mundial, que tan radicalmente había cambiado la historia
del mundo. La derrota de Alemania, Italia y el Japón fascistas,
así como la transformación de la Unión Soviética socialista en
una gran potencia, dieron un formidable empuje a los movimientos de
liberación nacional en Asia. El imperialismo británico se dio
cuenta de que no podía seguir gobernando sus colonias a la manera
tradicional, por lo que decidió llegar a un compromiso con las
burguesías nativas de dichas colonias, alarmadas también por que,
debido al creciente carácter revolucionario de los movimientos de
liberación nacional, resultasen ellas mismas barridas con el
imperialismo. De ese modo, para asegurar la mutua explotación del
pueblo, se sentaron las bases de un compromiso entre el imperialismo
y las burguesías autóctonas en el que éstas actuarían como socio
minoritario del imperialismo. A su vez, el imperialismo
británico acordó transferir un poder aparente a cambio de la
garantía de sus inversiones económicas en las colonias.
La
misma explotación colonial de viejo cuño prosiguió con ligeras
modificaciones. En algunos casos, incluso se intensificó. Sin
embargo, ahora, los imperialistas permanecían en un segundo plano.
Habían pasado a la parte de atrás mientras a la burguesía nativa
se le había asignado el asiento del conductor. Las marionetas
que danzaban en el teatro local eran autóctonas, pero los hilos
invisibles que las manejaban se movían en Whitehall o
Washington. Éste era el método que el imperialismo
norteamericano ya había perfeccionado en sus relaciones con los
países de América Latina. Estos últimos eran nominalmente
independientes e incluso miembros de la ONU. Pero todos ellos
estaban, sin embargo, bajo el férreo control del todopoderoso dólar
y obedecían a sus dictados. Ésta es la clásica forma de dominación
económica conocida como neocolonialismo. Ésta fue la mercancía
averiada que se hizo pasar por independencia en 1948 a países como
la India, Birmania y Ceilán. En 1948, Ceilán pasó del gobierno
colonial al neocolonial.
A
fin de que funcionara el sistema parlamentario de gobierno otorgado
por la constitución de Soulbury, D. S. Senanayake unió en 1947,
bajo su dirección, a todos los partidos burgueses, a saber, el
Congreso Nacional, la Asamblea Cingalesa y la Liga Musulmana –todos
excepto el Congreso Tamil–, en un nuevo partido, el Partido
Nacional Unido [UNP,
en sus siglas en inglés].
La historia política posterior de Ceilán se puede comparar a un
juego de sillas musicales entre las familias Senanayake y
Bandaranayake. Durante los primeros nueve años, de 1947 a 1956, el
país estuvo gobernado por el clan Senanayake (padre, hijo y
sobrino). En los nueve siguientes, de 1956 a 1965, le correspondió
el turno a la familia Bandaranayake (marido y esposa). Entre 1965 y
1970, cinco años más, volvieron a la poltrona los Senanayake
(hijo). En 1970, el péndulo regresó a los Bandaranayake (esposa).
Ello
no quiere decir que no hubiera diferencias entre los Senanayake y los
Bandaranayake o entre el UNP y el Partido
de la Libertad de Sri Lanka [SLFP].
Había diferencias, pero no lo bastante fundamentales como para
representar una solución diferente a los problemas básicos del
pueblo. Los problemas fundamentales no sólo siguieron sin
resolverse, sino que se agravaron aún más tras los 23 años de
gobiernos parlamentarios burgueses de los Senanayake y los
Bandaranayake. Mientras ambos clanes ensayaban, con nulo éxito, los
mismos remedios envueltos en discursos diferentes, la suerte de la
mayoría del común siguió deteriorándose.
El
UNP representa a la burguesía compradora, que es proimperialista,
prooccidental y antinacional. Sus dirigentes imitaban a Occidente en
el lenguaje, el vestido, las costumbres y la cultura. Defendían la
permanente dominación imperialista de nuestra economía. El SLFP
representaba a la burguesía cingalesa, cuyo desarrollo en Ceilán
como clase separada durante el primer decenio que siguió a la II
Guerra Mundial se debió a la acumulación de capital en manos
locales, resultado de los negocios efectuados durante la guerra y con
posterioridad a ella. La burguesía nacional deseaba reemplazar al
imperialismo y desarrollar el capitalismo nacional. En esa medida,
tenía una perspectiva progresista. Sin embargo, como clase, también
ella era burguesa y mostraba todas las inhibiciones inherentes a su
carácter clasista. Es la tercera vez que la burguesía nacional
saborea el poder y era inevitable que en sus filas se produjera una
evolución en consonancia. Algunos de los sectores que la integran
han alcanzado el grado de burguesía compradora, que no se encuentra
ya, exclusivamente, en las filas del UNP. Además de ello, también
ha surgido otro grupo de capitalistas como consecuencia de la
proliferación de las empresas estatales, una clase de capitalistas
que ha llegado a serlo sin poseer un capital propio. Se trata de los
jefazos de las nuevas sociedades públicas, quienes han sacado buen
provecho de sus jugosos sueldos, así como de la corrupción y los
sobornos con la venta de licencias comerciales, las comisiones, etc.
Todos ellos apoyan al gobierno de turno, porque de eso depende su
propia existencia. Por esta razón, es completamente acientífico
llamar socialista al SLFP, en el sentido de que defienda la abolición
del capitalismo. A pesar de que ambos bandos sigan hablando de
socialismo para engañar al pueblo, existe acuerdo entre el UNP y el
SLFP (y ahora el Frente Unido) sobre la continuidad del sistema
capitalista. Sin tal entendimiento común en temas fundamentales, el
funcionamiento del sistema parlamentario burgués es imposible.
Partiendo
de esa base, detengámonos a analizar más de cerca los
acontecimientos políticos desde las primeras elecciones
parlamentarias de 1947. Aquél fue el año de la famosa huelga
general de mayo-junio, organizada por el Partido Comunista y el
Partido de la Sociedad Igualitaria de Ceilán [LSSP]. Las
organizaciones sindicales que oficialmente la dirigían a través de
un comité conjunto eran la Federación Sindical de Ceilán (del PC),
la Federación de Trabajo de Ceilán (del LSSP), y la Federación
Sindical de Funcionarios que dirigían conjuntamente, por entonces,
el PC y el LSSP. En su punto más álgido, cerca de 50.000
trabajadores tomaron parte en la huelga. Un funcionario llamado
Kandasamy resultó muerto de un disparo durante una manifestación.
Esta huelga representó un hito en la historia del movimiento
revolucionario, superado tan sólo por el Hartal de 1953. Sin
embargo, la fuerza bruta del Estado, que contó con el hábil apoyo
de las mentiras de la prensa burguesa, consiguió sofocarla.
Centenares de trabajadores de todos los sectores fueron despedidos de
sus trabajos como acto de venganza del gobierno y de la clase
capitalista.
D.
S. Sananayake y Oliver Goonetileke usaron esta huelga como arma de
negociación en sus conversaciones en Whitehall de ese mismo año.
Asustaron a los imperialistas británicos diciéndoles que la huelga
general era el presagio de lo que se avecinaba –la alternativa
roja– si no se concedían las reformas que les solicitaban y no se
les cedía el poder.
Ni
que decir tiene que los sentimientos militantes despertados por la
huelga fueron la causa de las victorias electorales de gran número
de candidatos contrarios al UNP. En cualquier caso, un hecho
importante que muchos analistas políticos soslayan con frecuencia y
oportunamente es que D. S. Senanayake y su UNP no consiguieron
obtener la mayoría en las primeras elecciones parlamentarias
celebradas en 1947, y ello a pesar de la feroz campaña antimarxista,
con carteles que exhibían consignas como “Salvad la religión de
las llamas del marxismo”. De 100 escaños, la UNP obtuvo solamente
46. Los tres partidos de izquierda, que concurrieron por separado,
lograron 20 escaños (el LSSP 10, el Partido Bolchevique Leninista
[BLP] 5 y el PC 5), mientras el Congreso Tamil y el Congreso Indio de
Ceilán consiguieron 7 cada uno. Los independientes se hicieron con
20. Estaba claro que éstos tenían el control de la situación en
sus manos. Ambos bandos los cortejaron. La famosa conferencia de
“Yamuna”, que reunió a todas las fuerzas opuestas al UNP, se
celebró en la residencia del señor H. Sri Nissanka, pero acabó sin
acuerdo. La situación se allanó para el UNP cuando Colvin R. de
Silva, el líder del BLP, ofendió a los independientes
calificándolos de “burros de tres cabezas”. De ese modo, D. S.
Senanayake logró atraer a un número suficiente de independientes a
su campo, lo que le permitió formar gobierno. Aun así, la realidad
inalterable era que su partido había obtenido sólo una minoría de
votos en las elecciones.
Un
hecho digno de mención es que en las elecciones de 1947 los partidos
de izquierda obtuvieron el mejor resultado de su historia. De un
total de 100 escaños, los tres partidos obtuvieron 20. En 1952 la
cifra se redujo a 13, mientras que en 1956 alcanzaron 17. En 1960 y
1965, en que el número de parlamentarios se amplió hasta los 150,
los partidos de izquierda vieron mermar su porcentaje de voto. Sólo
en 1970 mejoraron sus resultados gracias al acuerdo del Frente Unido
con el SLFP, aunque sin alcanzar la quinta parte de los escaños
conseguida en 1947.
Guerrilleras tamiles del Ejercito de Liberación Popular de Sri Lanka |
D.
S. Senanayake fue plenamente consciente de que la mayoría del pueblo
no le había aceptado. Todas sus políticas se orientaron, por tanto,
a lograr una mayoría absoluta en las elecciones generales. Fue él
quien puso en marcha el proceso de soborno sistemático del
electorado. Pronto agotó las reservas en libras esterlinas que
Ceilán atesoraba en Londres, gastadas en la importación de
productos alimenticios. Si este dinero se hubiera invertido en la
importación de maquinaria industrial, el beneficio para el país
habría sido inmenso. Pero Senanayake no creía en el desarrollo
industrial.
No
fue ése, no obstante, su peor error. Durante su mandato empezó la
práctica de subsidiar el arroz. Hoy todo el mundo reconoce la
intolerable carga que este subsidio, que ha llegado a sobrepasar los
600 millones de rupias anuales, impone a la economía. Sin embargo,
en la actualidad, la subvención del arroz se ha convertido en una
cuestión política. Si se pudiera decir cuál es la medida tomada
conscientemente por un gobierno que más ha contribuido a la ruina
económica del país, ésa sería la decisión de subvencionar el
arroz adoptada por D. S. Senanayake. Las futuras generaciones vivirán
para maldecir su nombre.
Antes
de finales de 1948, D. S. Senanayake se ganó a su hasta entonces
implacable rival, G. G. Ponnampalam, al ofrecerle una cartera
ministerial. No hay que olvidar que Ponnampalam había derrotado al
candidato de Senanayake, A. Mahadaveda (hijo de Ponnampalam
Arunachalam) en las elecciones de 1947, en la circunscripción de
Jaffna. Por lo tanto, su unión fue una jugada absolutamente
oportunista por ambas partes. Pero fracturó el Congreso Tamil. S. J.
V. Chelvanayagam lo abandonó para formar el Partido Federal, que
siguió implicado en la política regional en el norte. El Congreso
Tamil, aunque no renunció al regionalismo, dejó de desempeñar
papel efectivo alguno en la política tamil o cingalesa a partir de
1948, a pesar de que Ponnampalam logró conservar su escaño hasta
1970. Él mismo abandonó su política del cincuenta-cincuenta y
volvió a sus antiguas posiciones, hasta el punto de apoyar las
medidas de D. S. Senanayake para privar de la nacionalidad y del
derecho al voto a los trabajadores de las plantaciones tamiles de
origen indio.
En
1951, el UNP entró en crisis, acontecimiento que afectó al
desarrollo político posterior de Ceilán. El líder de la cámara y
hombre de mayor talento de entre todos los que rodeaban a D. S.
Senanayake, vástago de una aristocrática familia proimperialista de
Ceilán y emparentado por matrimonio con una familia feudal de Kandy,
era S. W. R. D. Bandaranayake, quien había recibido una educación
liberal en Oxford. Bandaranayake siempre se había visto como el
heredero natural de Senanayake. Pero ahora daba la impresión de que
el “viejo” tenía otras ideas. Senanayake promovió hábilmente
la rivalidad entre S. W. R. D. Bandaranayake y Sir John Kotalawala,
su sobrino, si bien su anhelo había sido siempre que le sucediera su
hijo. Bandaranayake abandonó indignado las filas del UNP y se pasó
a la oposición.
Ese
mismo año, Bandaranayake creó
el Partido de la Libertad de Sri Lanka [SLFP].
Con independencia de los motivos que le impulsaron a dejar el UNP, se
percató rápidamente del potencial que tenía unir a todas las
fuerzas contrarias a dicho partido, y dar satisfacción a las
aspiraciones nacionalistas y culturales del común. Bandaranayake
había sido uno de los miembros budistas –lo más opuesto a los
“cristianos de arroz”– del Consejo de Estado creado por la
llamada constitución Donoughmore. Había adoptado la vestimenta
nacional. Posteriormente, se convirtió en el adalid de la lengua
cingalesa, aunque él mismo estaba imbuido de la cultura occidental.
Todo ello le permitía mostrarse extraordinariamente sensible al
sentir popular, lo cual hubo de resultarle de gran utilidad. Si se
trataba de oportunismo, cabía excusárselo. No obstante, por aquel
entonces, aún estaba en plena travesía del desierto.
En
esas circunstancias, el 22 de marzo de 1952, D. S. Senanayake se cayó
del caballo mientras montaba por Galle Face Green y se mató. Lo que
siguió fue la más indecorosa disputa por la sucesión que cabe
imaginar, descrita de forma inimitable por un correligionario de Sir
John Kotalawala, uno de los contendientes, en el archipopular folleto
titulado “El derbi del primer ministro”.
Así las cosas, fue el “viejo” quien resolvió el asunto desde la
tumba. Parece ser que había
aconsejado al
gobernador general, Lord Soulbury –en ese momento de permiso en
Inglaterra–, que, en caso de que le pasará algo (a D. S.
Senanayake), recurriera a su hijo Dudley para formar gobierno. Y esto
es precisamente lo que Soulbury hizo en su apresurado retorno,
ignorando las
razones del
más veterano de los conmilitones de D. S. Senanayake, Sir John
Kotalawala, quien, a pesar del enfurruñamiento pasajero,
consintió
finalmente en ponerse a las órdenes de Dudley.
Que
Dudley Senanayake sucediera a su padre al modo más genuinamente
dinástico, que al Sr. Bandaranayake, tras su asesinato, le sucediera
su viuda y que, desde
entonces, no
haya habido un solo primer ministro de Ceilán que no fuese cingalés,
goigama y budista, revelan hasta qué punto prevalecen las
concepciones feudales en el país. La idea de que sólo el hijo es
quien mejor puede interpretar los puntos de vista políticos del
padre o la de que sólo una viuda pueda hacer lo propio con el legado
político de su difunto marido nada tienen de democráticas. Son
ideas
feudales. En el caso del hijo, al menos había sido ministro en el
gabinete de su padre. En el de la viuda, ni siquiera había llegado a
gozar de la confianza política de su marido. ¡Estamos tan
absolutamente enfangados en las tradiciones y las ideas feudales,
que ya se habla de que el principal objetivo de la actual primera
ministra es aferrarse a las riendas del poder todo el tiempo que haga
falta para asegurar la sucesión de su hijo!
La
victoria en las elecciones generales de 1952 fue relativamente
sencilla para Dudley Senanayake, ya que supo explotar al máximo
todos los sentimientos de emoción provocados por la muerte de su
padre. Las elecciones se celebraron anticipadamente porque John
Exter, el director estadounidense del Banco Central, había advertido
de la inminencia de la crisis económica, recomendando la formación
de un nuevo gobierno, antes de adoptar severas medidas de ajuste. En
los presupuesto del UNP de 1953 se detallaban las medidas que harían
recaer la carga de la crisis económica sobre los hombros del pueblo.
Se suprimió el subsidio del arroz, cuyo precio se triplicó. Las
tarifas de ferrocarril y postales aumentaron, y el almuerzo gratuito
del mediodía quedó eliminado en las escuelas.
Pero
el pueblo no estaba dispuesto a aceptar esa carga. Las direcciones de
los partidos de izquierda aún no habían degenerado hasta caer en el
reformismo de los años posteriores. En la convocatoria unitaria de
los tres partidos de izquierda y de los sindicatos que dirigían, se
convocó un hartal para el 12 de agosto de 1953. La respuesta del
pueblo fue estupenda. Todos los sectores de la clase obrera, con
excepción de los trabajadores de las plantaciones, respondieron al
llamamiento. A pesar de la negativa del Sr. Bandaranayake a sumarse a
la convocatoria del Hartal, la práctica totalidad de las fuerzas
contrarias al UNP se unió a la poderosa oleada de protestas. Los
autobuses y los trenes no funcionaban. Las tiendas estaban cerradas.
Cesó toda la actividad laboral, la administración se paralizó y se
supo que el gobierno se había refugiado en la seguridad de un barco
en el puerto de Colombo. Fue el punto álgido de la acción
revolucionaria conocida hasta entonces en Ceilán. Era una muestra de
hasta dónde estaban las masas dispuestas a llegar, si se les daba
una dirección unida y revolucionaria.
Por
desgracia, la gran respuesta popular asustó a las direcciones
reformistas de los partidos de izquierda tanto como al gobierno. Los
primeros
desconvocaron el
movimiento la tarde del mismo día 12, mientras éste declaró el
estado de emergencia y recurrió a la represión a gran escala. Doce
personas murieron por disparos y cientos fueron encarceladas. Una de
las consecuencias del Hartal fue que el primer ministro se acobardó
y dimitió, desapareciendo de la vida política hasta su retorno en
1960.
Sir
John Kotalawala se convirtió entonces en primer ministro,
desarrollando una política absolutamente reaccionaria en el país y
de total sumisión a los imperialistas en el plano internacional.
Siempre dispuesto a ser un instrumento en manos de los imperialistas,
acudió a la famosa conferencia de Bandung, donde pronunció un
provocativo discurso anticomunista con la intención de molestar a
Chu En-lai. Este último, no obstante, lo ignoró con el siguiente
comentario: “No he venido aquí a pelearme”. Su papel como primer
ministro se recuerda, igualmente, por su negativa a permitir la
entrada en el país de un equipo de fútbol soviético y de un grupo
de científicos del mismo país que iba a observar un eclipse solar,
así como por su abierto desprecio hacia la sensibilidad religiosa y
cultural del pueblo, tal como quedó demostrado en el incidente de la
barbacoa. Su absoluta falta de cercanía al sentir popular se hizo
patente, finalmente, en su convocatoria de elecciones anticipadas
basándose en la idea equivocada de que el UNP nunca había estado en
mejor situación.
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