Editorial - Rechazar la
politiquería y luchar por la Revolución Agraria
Traducción Enrique Chiappa
El indecente escenario político en que se arrastran
las altas esferas del viejo Estado brasileño expresa el nivel avanzado de
descomposición de todo el sistema político y de poder de las clases dominantes
de grandes burgueses y latifundistas serviles al imperialismo, principalmente yanqui.
El escarnio sobre los sufrimientos del pueblo en que se transformó la calesita
del cinismo y descaramiento del juego sucio del impeachment o no de Dilma Rousseff
y la derogación o no del mandato de Cunha, ha servido a los guardianes de la
vieja orden de explotación y opresión, con destaque para el desempeño del
monopolio mediático reinante en el país, para polarizar la atención del pueblo
para desviarlo de los embates reales para dar solución a los grandes problemas
de que padece la Nación hoy e históricamente.
Los reales problemas, y principalmente sus soluciones,
según los intereses del pueblo y de la Nación, se encuentran distantes de la
inmundicia de esa politiquería que los dos campos que se enfrentan
desesperadamente para decidir cuál detendrá la dirección de la gestión de
turno, insisten en arrastrar la atención y el ánimo de la sociedad. Pues, ambos
contendores están comprometidos hasta la médula con la política económica y la
economía política del imperialismo. Así ha sido la historia de los sucesivos
gobiernos en el país como meras gestiones de turno anti pueblo y anti nación.
El más elemental y significativo de estos problemas es
el agrario-campesino. El secular sistema de relaciones de propiedad de la
tierra y de alta concentración de esta en las manos de un puñado de familias y
corporaciones en detrimento de millones de pobres es base del atraso
económico-social semifeudal y semicolonial del País. El latifundio, desde
prácticamente quinientos años, viene reproduciéndose en Brasil, anclado de
entrada en el sistema colonial y, posteriormente, en el sistema semicolonial
sobre el cual el imperialismo engendró el capitalismo burocrático.
Todas las gestiones de turno de la semicolonia Brasil,
principalmente después del establecimiento del simulacro de régimen
republicano, tuvieron en el latifundio una base de apoyo para su sustentación
al frente del empodrecido Estado brasileño.
Siendo imposible disociar latifundio de la oligarquía
municipal y regional, el sistema político putrefacto correspondiente al sistema
de poder en descomposición (el viejo Estado brasileño de grandes burgueses y
latifundistas, servil del imperialismo) y reposa en lo que existe de más
retrógrado y reaccionario en una relación mediada por la farsa electoral.
A cada elección, los oligarcas regionales y sus jefes
locales venden los votos bajo su dominio para los políticos, tanto del
ejecutivo como del parlamento, además de mantener asegurados sus intereses en
la vasta burocracia judicial. Fortalecidos económicamente, invierten en más
tierra, lo que implica en aumentar su poder político.
Las clases dominantes viven en este momento una crisis
sin precedentes y más que nunca usan todo el poder del viejo Estado para
oprimir el pueblo pobre del campo y de la ciudad. Y hacen esto bajo el recelo
de que estas masas se levanten con furia replegada, tal como las revueltas
populares de 2013 prenunciaron.
El “Poder Legislativo”, mientras va negociando las querellas oriundas de las disputas dentro
del Partido Único, paralelamente, lanza medidas proteccionistas del latifundio,
principalmente de su versión productiva, el “agro negocio”, y de las mineras,
en una desvergonzada agresión a los derechos de los pueblos indígenas, de los
campesinos pobres sin tierra o con poca tierra y de los remanentes de
quilombolas (antiguos esclavos).
El “Poder Judicial”, en todas sus instancias, pero
principalmente en la primera y segunda, acoge las solicitudes, las más
aberrantes, del latifundio y las expediciones de instrumentos como el
“Interditoprohibitorum” para proteger la oligarquía de la cual es originario
“su majestad el Juez”.
Albergado en la “decisión judicial”, el “Poder
Ejecutivo”, cuya burocracia en sus ejemplares de dirección es servil de las
clases dominantes, patrocina las frecuentes realizaciones de acciones
combinadas y dirigidas a partir de la gestión central, donde las fuerzas
armadas, la guardia nacional, las policías federal, militar y civil son utilizadas
para la realización de desalojos violentos en el campo y en la ciudad y de la
represión a las justas protestas del pueblo.
Es así que funciona el Estado de grandes burgueses y
latifundistas al servicio del imperialismo. Es así que, aun enfrentando crisis
económicas, políticas, éticas y morales, las clases dominantes explotadoras y
sus canes oportunistas y revisionistas, cómplices en el Partido Único, creen
que podrán continuar dominando por toda la vida.
Acontece que las masas ya dieron pruebas de que no
están dispuestas a continuar bajo la opresión y explotación de este quebrado
sistema político y económico. La realización reciente del 8º Congreso de la
Liga de los Campesinos Pobres (LCP) del Norte de Minas y Sur de Bahía, las
tomas de tierra en aquella región, en Rondônia, en Paraná, Centro-Oeste, Pará y
en el Nordeste, dan bien el tono con que el campesinado brasileño, secularmente
atingido por la explotación y miseria (y por esto aun secularmente combativo),
está dispuesto a enfrentar la crisis de las clases dominantes avanzando para la
Revolución Agraria.
Está más que claro para todo el pueblo brasileño que
las instituciones del viejo Estado son incapaces de resolver la crisis en
beneficio del pueblo. Como acostumbra a acontecer, siendo la crisis el
resultado de la medición de fuerza entre los grupos políticos de las fracciones
de las clases dominantes, todos permanecerán dentro del Partido Único bajo la
nueva hegemonía, por lo menos hasta la próxima crisis.
Lo que los revolucionarios tienen como tarea es
intensificar la movilización, la politización y la organización de las masas en
preparativo de la Revolución Democrática, para la cual los campesinos ya
emprenden esfuerzos de su primera fase como Revolución Agraria.
2016, por lo tanto, será una excelente oportunidad
para convocar las masas a abandonar, definitivamente, cualquier ilusión
electoral, entendiendo que la elección municipal es una de las armas de
fortalecimiento delo que hay de más podrido de los sustentáculos de este sistema
de explotación y opresión del pueblo y de la Nación, el latifundio anacrónico y
odioso. No votar y luchar junto al movimiento campesino combativo por tomar
todas las tierras del latifundio es la esencia del lema de “!Muerte al latifundio!”
y “!Viva la Revolución Agraria!”.
Desde ya, rechazar y no dejarse usar como masas de
maniobra para uno de los dos campos que actualmentepugnan desesperadamente por
el dominio de la vieja y empodrecida política y centrar en las movilizaciones
en defensa de los derechos del pueblo pisoteados, partir para la acción y
luchar para imponer las necesidades populares es la tarea política más
avanzada. Hacer preparativos para que las movilizaciones y luchas sean más
contundentes y organizadas, para repeler los llamamientos de los oportunistas electoreros
que infestan los movimientos populares y barrerlos de su medio, así como para repeler
los ataques de las hordas represivas que el viejo Estado y sus gerentes de
turno envía para masacrar el pueblo. Destruir su organización y aplastar su
lucha es la cuestión clave.
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