Guerra de banderas mientras la izquierda observa colonizada
(Sobre los resultados en Catalunya)
Jon E. Illescas (Jon Juanma)
Ayer en
Catalunya, pese a la guerra de banderas catalanas y españolas, en realidad
perdió el único grupo que no ondeaba ninguna tela ni que se atreve siquiera a
sacarla. Ganó una clase, la burguesa, y perdió otra, la trabajadora. Ganaron
los recortadores y perdieron los recortados. Ganó la hegemonía capitalista pese
a los diversos disfraces nacionales que adopta (¡le encanta travestirse!)
Curiosamente, poco después que Junqueras, Mas y Romeva acabaran su previsible
discurso y se oyera una canción en català, sonó el mismo flujo de pop americano
sintetizado que bailan los jóvenes catalanes o murcianos, gallegos o
castellanos, en las discotecas financiadas por capitales de todo el mundo.
Todos, independentistas catalanes y nacionalistas españoles bailaron al mismo
ritmo de la hegemonía burguesa.
Es mucho
más fácil interiorizar que “la culpa es de los españoles” o que “la culpa es de
los catalanes” que unir a ambos en la misma sintonía y señalar que el problema
reside en el capitalismo y sus ejecutores (Mas, Rajoy, la Troika, etc.). Esto
demuestra que la Ley Universal del Mínimo Esfuerzo (LUME) también gobierna en
la lógica política de los gobernados/dominados. Para que el primer mensaje
triunfe, sólo hay que estar jodido con algo y echarle la culpa a alguien bien
delimitado (“los españoles”, “los catalanes” o, mejor aún, “España” y “Catalunya”).
Para entender que el capitalismo nos oprime a todos hace falta estudiar,
entender la lógica del sistema y saber que se puede substituir por otro
superior.
Los
únicos que se atrevieron a desmarcarse (parcialmente) de la guerra de banderas
durante la campaña fueron Catalunya Sí que es Pot. Sin embargo, no izaron su
propia tela. ¿Alguien se percató de alguna bandera roja que unificara a todo el
género humano independientemente del lugar de nacimiento? Es más (que no Mas),
su propio nombre (“Catalunya sí que es Pot”) indica su hipoteca con la
ideología burguesa: “Catalunya”. ¿Alguien se imagina una unión de la izquierda
en todo el Estado para diciembre que se llamara “España sí se puede”? Sonaría
demasiado “facha”. Y tanto en un caso como en otro, efectivamente lo son (o lo
serían). No existe nada que se llame Catalunya o España, no son personas ni seres
vivos, como mucho espectros. No sufren los recortes hospitalarios ni la subida
de las matrículas universitarias. Hay catalanes que sí y catalanes que no, españoles
que sí y españoles que no, obreros que sí y burgueses que nunca. No existen las
naciones como sujetos políticos, existen las personas y las clases. Los límites
nacionales han sido tradicionalmente impuestos a punta de espada o de tanques
por los conquistadores, las diferentes clases dominantes cuando se reparten los
territorios, etc. Las naciones sirven para dividir a la clase trabajadora en
diferentes establos donde las burguesía mundiales nos sacan hasta la última
gota de leche, donde nos explotan para obtener sus beneficios (que luego
invierten muy “nacionalmente” llevándoselos a algún paraíso fiscal). Sin
embargo, luego muchos de los explotados, bailan al son de las banderas de los
establos. ¿Puede haber algo más absurdo, más primario, en estos tiempos de
mundialización de los goces y los padeceres?
Lo
cierto es que desde el inicio de los tiempos el homo sapiens necesita símbolos que le ayuden a generar una
identidad. Que, más allá de su materialidad cruda, les enraícen como “sujetos”
a un conjunto mayor, les hagan sentir parte de una comunidad. Sin embargo, pese
a que vivimos en un mundo más interconectado que nunca, menos “nacional” y más mundialmente
interdependiente, donde todos consumimos los mismos productos culturales, donde
catalanes, españoles, griegos y alemanes bailamos las mismas canciones
internacionales y vemos las mismas series o películas, las banderas, en parte,
parecen ondear más fuerte que nunca.
Del 27S podemos
aprender que las mayorías bailarán al son de los símbolos de sus burguesías
porque son ellas las que controlan los medios de comunicación y el resto de
industrias de la conciencia. Los activistas sociales y militantes somos minoría,
pese a todos los cientos de recortes, pese a todo el dolor y el sufrimiento
generados a millones. Seguimos siendo minoría. Hemos sido socializados desde
niños por sus industrias de la conciencia para ser ciudadanos pasivos. Eso no
se rompe de la noche a la mañana. La propaganda política no dura quince días
durante las elecciones, dura todo el resto del año. La oligarquía mediática de
la clase capitalista controla nuestros sueños y anhelos, nuestras esperanzas,
porque la mayoría de la gente consume acríticamente su flujo cultural e
ideológico (sus informativos, sus programas de entretenimiento, sus películas, sus
canciones, en definitiva, su cultura).
Sin
nuestros propios medios y nuestra propia industria cultural socialista jamás
podremos disputar la hegemonía. Y así las burguesías nos enfrentarán a placer
mientras nos explotan en cada uno de sus establos “nacionales”. Ya lo hicieron
en dos guerras mundiales y serían perfectamente capaces de hacerlo en una
tercera. Las mayorías de izquierda dependen de los medios burgueses en exceso.
Se creen, por ejemplo, que un canal como La Sexta, propiedad de Planeta, de la
familia capitalista Lara, es “de izquierdas” porque en algunos programas se
escuchen a los nuestros. Pensemos en algo. ¿Cuándo Podemos consiguió las máximas
expectativas de voto y cuándo comenzó su caída libre? ¿Coincidió con el tiempo
que más aparecía en los medios masivos y cuando dejó de hacerlo? ¿Por qué
dejamos que sean ellos los que controlen quiénes de los nuestros son mediáticos
y los temas en torno a los cuales girarán
nuestros debates con los amigos en la calle, en el trabajo, en el bar, etc.?
¿Por qué dejamos que controlen nuestra agenda política? La izquierda
agonizante, la que todavía no quiere besar las banderas de los dueños de los establos,
la que sueña con una humanidad emancipada, necesita crear sus propios medios y
su industria cultural para generar sus propios símbolos, nuestra propia
conciencia internacionalista y hacerla masiva entre la mayoría de la población
que hoy por hoy no irá a una manifestación ni pisará una asamblea. Necesitamos llegar/ilusionar
a los que actualmente jamás se apuntarán a un partido político, a un sindicato
o a una asociación de acción contrahegemónica. Es decir, a la inmensa mayoría.
Sin la
unión de toda la izquierda contrahegemónica para construir nuestros medios
unificados, nuestra propia industria cultural, sólo consumiremos hegemonía
burguesa y pensaremos como ellos quieren que pensemos. Necesitamos nuestra cultura
solidaria, racional a la par que cálida, rebelde a la par que humana: nuestra
cultura socialista. Si por el contrario, hemos de seguir luchando en sus
medios, ellos controlarán el mensaje y los minutos que saldrán nuestros
responsables. Si no construimos nuestra industria cultural contrahegemónica jamás
conseguiremos la hegemonía en la sociedad, seremos minoría para siempre y cada
vez más, los pocos que quedemos, estaremos más colonizados mentalmente. No
podemos luchar contra los medios masivos tanto offline (radio, TV, etc.) como online
(Internet) desde una multitud de pequeñas páginas de información alternativa en
Internet. O desde asambleas de cientos de personas cuando los telediarios son
vistos por millones a los que les lavan el cerebro. No podemos luchar contra un
ejército de aviones, tanques y drones con tirachinas. Necesitamos seducir a las
mayorías y aumentar la formación de nuestros activistas y militantes. Pero
precisamos hacerlo con seducción, con canales poderosos que lleguen a más gente
y con objetivos que ilusionen. Necesitamos nuestra televisión, nuestros
telediarios y nuestras propias canciones. Pero además necesitamos que cambien
el discurso, que se haga más valiente. Movilizar a la gente para evitar los
recortes no ilusiona a nadie. Ya llevamos años de recortes y se están
normalizando por cansancio. Al final a las acciones a la calle acuden (algunos)
de los afectados y los militantes de siempre. No se amplía el círculo. Por eso
no hay mejor defensa que un buen ataque. Por eso, debemos hablar de la emancipación del género humano y la lucha por
el socialismo internacional. No hay gestión humana en el capitalismo (obsérvese
a Syriza en Grecia). Necesitamos apuntar como objetivo un mundo donde todos
vivamos juntos valorando nuestras diferencias como un tesoro, donde la riqueza
se redistribuya, donde reduzcamos la jornada laboral gracias al progreso
tecnológico y donde se garantice el pleno empleo porque las empresas serán de
nuestra propiedad. Eso sí son sueños por los que vale la pena movilizarse, sí
dan ganas de luchar. El socialismo mundial es techo, pan, salud, cultura y
libertad. Bajo ese objetivo político cabemos todos, catalanes y españoles, pero
también estadounidenses, chinos y sirios. ¿Alguien se atreverá de una vez a
volver a izar esa bandera?
* Jon Juanma es el pseudónimo de
Jon E. Illescas Martínez. Licenciado en Bellas Artes y Doctor en
Sociología y Comunicación.
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