Sobre la “oleada revolucionaria” que vive Latinoamérica
http://www.kaosenlared/
"Entre la burguesía de los países explotadores y la de las colonias se ha producido cierto acercamiento, debido a lo cual muy a menudo —y quizás incluso en la mayoría de los casos—, la burguesía de los países oprimidos, pese a prestar su apoyo a los movimientos nacionales, lucha al mismo tiempo de acuerdo con la burguesía imperialista, es decir, del lado de ella, contra todos los movimientos revolucionarios y las clases revolucionarias." Lenin
LA REVOLUCIÓN NO HA TENIDO LUGAR... AÚN
En Latinoamérica soplan, supuestamente, aires de cambio y transformación. Cierta parte del continente se ilusiona y apoya los procesos de “izquierda” que está viviendo la región. Podría decirse que aquellos aires han sido tan fuertes e intensos que han llegado hasta Estados Unidos, donde producto y manifestación “inconfundible” de ello es que dicho país tenga ahora un presidente negro.
Los revolucionarios no podemos caer en estas confusiones, que son más que un juego mediático, un tongo prefabricado por el imperialismo para acentuar sutilmente su dominio. Nada ha cambiado, todo sigue igual o peor que antes, sólo que ahora los “líderes” de la región no son los Febres Cordero, Pinochet, Caldera, Cardoso o Menem; ahora son Evo Morales, Hugo Chávez, Rafael Correa, Ortega y Fernando Lugo. Lo que se ha modificado son los rostros de la opresión, que aspira ser más disimulada, pero que con el tiempo terminará mostrando de manera abierta su verdadera cara.
Asimismo, estos fenómenos políticos son producto de los cambios de discurso –más no de práctica- político de los grupos dominantes, expresados en sus distintas alas políticas de la derecha. A nivel global esto también se constata, la derecha puede surgir gracias a su autocensura, como gran botón están Uribe, Berlusconi y el mismo Obama; retórica demagógica y populista con prácticas neoliberales y fascistas, ahí están la Seguridad Democrática de Uribe, las reformas a la Ley de Extranjería de Berlusconi, las tropas y maquinaria bélica enviada a Afganistán con pleno conocimiento de Obama, etc.
Canalización de la lucha popular a instancias legales que refuerzan el estado burgués.
Después de la caída del muro de Berlín el referente comunista perdió peso, dando paso a nuevos actores sociales y populares que emergieron para demostrar su oposición al proyecto capitalista. Esas luchas se han ido desarrollando hasta nuevamente recuperar su sentido de clase, aunque algunas de ellas se quedaron en sus demandas iniciales y en el tiempo se tornaron en fuerzas ya no progresistas o revolucionarias, sino reaccionarias.
Casos de ello son algunas organizaciones del movimiento indígena, los grupos ecologistas y feministas, quienes mostraron sus demandas ante la exclusión y opresión del capital, pero no trascendieron ese horizonte reformista y no pudieron consolidar una posición de clase y revolucionaria. Con el tiempo, algunas de estas fuerzas se volvieron conservadoras ya que no plantean la transformación social, sino que claman por un espacio dentro del estado burgués.
La influencia postmoderna como ámbito ideológico del capitalismo neoliberal, lo que ha hecho es posicionar un discurso pluralista, ahistórico, particularista, fragmentario, que a través del folclorismo y la creación de micro y metarrelatos busca penetrar ideológicamente en las masas para desorientarlos de su verdaderos objetivos. El postmodernismo indigenista es la fiel muestra de ello, en nuestro país claman por el “estado plurinacional”; en Bolivia por las autonomías indígenas, Obama gana el premio Nóbel; es la folclorización de la lucha, el desplazamiento de su componente clasista para reemplazarlo por discursos reduccionistas, de tipo étnico por ejemplo.
Habría que recordar a Mariátegui y reclamar que el problema del indio no es su “raza”, sino el problema de la tierra y su explotación económica fundamentalmente, aunque recuperando también la importancia de la identidad y resistencia cultural y política, hecho indudablemente presente en nuestra Latinoamérica.
Nuestros pueblos han combatido por sus derechos y por la posibilidad real de construir una sociedad mejor. Las movilizaciones a nivel regional contra el ALCA, el TLC, el derrocamiento de presidentes en el Ecuador, la guerra del gas en Bolivia, la lucha contra las mineras en Perú, el pueblo Mapuche en Chile, y un sinnúmero de rebeliones en contra del sistema capitalista-imperialista han sido constantes.
El problema es que algunas –no todas- de esas luchas, no han tomado el curso acertado y han caído penosamente en los espacios democrático burgueses, relegitimando y refrescando su institucionalidad y reforzándola más con la aparente participación e inclusión de los movimientos sociales. Las asambleas constituyentes en Bolivia, Venezuela y Ecuador condujeron, con el apoyo de sectores de “izquierda”, a que la lucha popular se enmarque en los estrechos y sesgados límites del orden legal burgués, y que la lucha, la movilización y la creación de estructuras orgánicas sean desplazadas por formas electoreras y reformistas.
La izquierda oportunista y revisionista tiene en gran medida responsabilidad de ello. Ellos sí le han hecho el juego a la derecha y al imperialismo, supuestamente porque creen que estos procesos “progresistas” van a cumplir las tareas democráticas y abrir el sendero hacia el socialismo. Lo repetimos, ningún apoyo a las burguesías nacionales de nuestros países, son burguesías que no pueden ni podrán plasmar un proyecto nacional autónomo por su dependencia total hacia el imperialismo. Esas tareas las hará el proletariado como clase dominante para poder edificar otro tipo de sociedad.
El problema del poder y la posición ante el estado
Un gran problema que han tenido y tienen algunas organizaciones de “izquierda”, es que se proclaman comunistas o socialistas pero trabajan junto a la burguesía o luchan porque ésta les regale un puesto dentro de sus instituciones. La posición ante el estado burgués es lo que define y diferencia a las organizaciones revolucionarias de las revisionistas o reformistas. Mientras unos luchan por destruir ese aparto de dominio y reemplazarlo por un semi-estado proletario, otros pugnan por entrar dentro de él.
Es el caso de los que proponen el estado plurinacional, que no es más que una demanda liberal y burguesa que pretende encasillar a los pueblos originarios en esos límites, acentuando como demanda fundamental de los indios, el ingreso al estado burgués, acentuando la dinámica etnicista y desplazando el contenido y la división de clases dentro de la sociedad y de las mismas nacionalidades indígenas.
La lucha es clasista no etnicista. Los revolucionarios de todos los colores y sexos luchan contra el estado burgués y se proponen construir el poder popular para desaparecer las clases sociales, más no reforzar el aparato burgués y legitimarlo. Ser poder significa enfrentar y derrotar al enemigo de clase y eso no se logra mediante las reformas burguesas y las elecciones. Todos estos gobiernos de los llamados “revolucionarios” dicen que incluyen al pueblo, que le consultan, para configurar esa ilusoria participación, pero ¿por qué cuando nos oponemos a sus políticas nos dan bala y tolete, nos lanzan gases o nos dan cana?
El componente económico de los gobiernos “revolucionarios”
En Latinoamérica no ha cambiado nada. Nos hablan de gobiernos socialistas pero que raro no socializan los medios de producción; nos hablan de gobierno progresistas y democráticos, pero qué raro atacan los derechos laborales y campesinos y reprimen brutalmente. Primero hay que señalar que estos gobiernos no son socialistas.
Profundizan la lógica neoliberal ya que entregan los principales recursos a las transnacionales, atacan frontalmente los derechos de los trabajadores y tratan de romper sus organizaciones; combinan estas políticas entreguistas con la intervención del estado para reordenar la economía –especialmente después de la crisis capitalista- y para nacionalizar sectores que no producen el beneficio esperado a las transnacionales, para luego volvérselas a entregar.
Hablan de “economía solidaria” cuando en el capitalismo no puede existir aquello. Usan la política asistencialista y el discurso demagógico para frenar el impulso de las masas. Son gobiernos que continúan endeudándose con los centro financieros mundiales. ¿De qué independencia económica hablan si construyen infraestructura –IRSSA- para saquear más velozmente nuestros recursos y entregárselos a las potencias? Estos gobiernos de los Lula, Bachelet, Morales, Correa, Lugo, lo que están haciendo es reordenar nuestros países para incrementar la explotación. Hablar lindo pero clavar puñalazos por la espalda al pueblo.
Reforzamiento del Estado como aparato de dominio de clase
Estos gobiernos de tinte “izquierdoso” son más peligrosos que sus antecesores. Basta ver el ejemplo de Correa para entenderlo. Han comprendido la importancia del estado como herramienta de dominio de clase, y mediante la violencia legal y de los cuerpos represivos buscan acabar con la organización independiente de los explotados en los sectores: sindical, campesino y estudiantil.
Configuran el estado burgués mediante las constituciones y leyes para saquear nuestros países, atacan sistémicamente a las organizaciones, criminalizan la lucha social. Es la modernización del aparato de estado burgués para liquidar y anular la resistencia popular.
La conflictividad interna y los que le hacen el juego a la derecha
En algunos de los países de Latinoamérica se producen pugnas y contradicciones internas. Pero no hay que caer en despistes ideológicos, porque esas pugnas se dan entre grupos económicos de poder representados en el estado y grupos económicos de poder que no están representados en el estado. Se pelean por maximizar sus beneficios pero sus contradicciones no son antagónicas. Recordemos la historia y veamos que en cada gobierno de cada país ha habido confrontaciones entre los dueños del poder político y los que momentáneamente se encuentran aislados.
La izquierda revolucionaria no le hace el juego a la derecha porque con los “progresistas” se mantiene una parte de esa derecha en el poder, al igual que los nuevos ricos beneficiarios del capitalismo burocrático. Los revolucionarios enfrentan todo gobierno burgués y no escatiman esfuerzo en desenmascararlos, no pactan con ellos para después retractarse y decir que les han traicionado.
En nombre de la acumulación de fuerzas, las organizaciones reformistas legitiman la desacumulación de fuerzas y la ruptura sistémica de los procesos políticos y sociales independientes por parte del estado burgués. La quiebra y cooptación de las organizaciones populares es una constante de estos gobiernos, lo cual allana el camino para la implementación, sin oposición, de sus medidas económicas.
Varios caminos, un solo objetivo
Hay que reconocer que existen matices, diferencias de forma –más no de fondo- entre los gobierno de los países latinoamericanos. Existen como tres vertientes:
- El ala de derecha: Son los gobiernos de Uribe, Alan García, Felipe Calderón, quienes tienen una posición abiertamente pro-imperialista. Son gobiernos que buscan aniquilar las organizaciones sociales y populares de manera frontal. Colombia es el caso más brutal y cercano de ello, la implementación de siete bases militares norteamericanas y el ataque asesino contra toda organización de izquierda habla de ello.
- El ala de centro: No tiene mucha diferencia con los arriba mencionados. Su política económica es similar, al igual que los ataques a los trabajadores y estudiantes. Aquí encontramos desde los Lula, Cristina Fernández y Bachelet. Su discurso adquiere un tinte más “integrador” y nacionalista.
- El ala izquierda: Son los gobiernos de Morales, Chávez, Correa, Lugo, Ortega. Gobiernos que proclaman ser socialistas, de izquierda, revolucionarios y antiimperialistas. Pero en la práctica entregan los recursos a las corporaciones y buscan descabezar la organización popular. Mezcla de discurso demagógico con prácticas pro-imperialistas.
Todos estos gobiernos se diferencian entre sí, cada uno con sus formas, pero tienen un objetivo en común: mantener a Latinoamérica sometida y dependiente del imperialismo, dar tajaditas de poder a las burguesías nacionales, no alterar su orden y descabezar la organización popular.
La lucha popular es anticapitalista y antiimperialista, no sólo anti neoliberal
Muchos socialdemócratas, revisionistas y reformistas, lo que hacen es combatir al neoliberalismo. Pero esa crítica es limitada y reduccionista, puesto que se la hace sólo a uno de los varios tipos de modelo de desarrollo que implementa el capitalismo de acuerdo a sus necesidades de acumulación y hegemonía. Este análisis –en algunos casos posición ideológica- puede incurrir en serios errores ya que puede apoyar por ejemplo los procesos de nacionalización burguesa y creer que eso es socialismo.
Si bien los revolucionarios luchamos contra la privatización, entendemos también que cuando el estado burgués nacionaliza lo hace generalmente para asegurar mejores beneficios para las multinacionales.
El socialismo no es estatismo burgués, eso se llama capitalismo monopolista de estado; el socialismo no es keynesianismo o socialismo del siglo 21; el socialismo es el control y apropiación de los medios de producción por el conjunto de los explotados. Como decía Marx: “El Estado no es sino el comité de administración de los negocios de la burguesía”. Muchas ong’s cuestionan el neoliberalismo, pero no al sistema capitalista en su totalidad. Luchan por una ecología “responsable” y “sustentable” en otro marco que no sea el neoliberal, demandas que parten desde la ingenuidad, o más bien desde la filiación política e intereses económicos de sus financistas.
La lucha del pueblo debe ser anti-capitalista y antiimperialista, criticamos el modelo neoliberal, pero también criticamos y combatimos toda forma o variante capitalista.
Construir la independencia política de la clase y organizar la lucha
Estos hechos lo que hacen es demostrarnos que el pueblo en su conjunto debe superar el entrampamiento legal burgués. Nosotros no desconocemos que es necesario pelear en cada espacio, pero la centralidad de la lucha no puede ser enmarcarse en esos límites.
Lo que requiere la lucha en Latinoamérica es la organización popular con sentido de clase, independiente de los entes estatales, que plantee la lucha revolucionaria ya no en las elecciones, sino fuera de ellas. Hay que desarrollar frentes de masas, hay que organizar políticamente a la clase y en determinado momento tendremos que enfrentar militarmente al estado burgués. Esas dinámicas de lucha no desplazan la lucha parlamentaria por ejemplo –aunque nosotros no creamos en ella- pero la subordinan a otros mecanismos de lucha. La lucha parlamentaria servirá o ha servido para denunciar o difundir la ideas revolucionarias, pero para nada más.
La lucha popular debe desarrollarse fundamentalmente por fuera de los estrechos horizontes del marco burgués, sólo así y enfrentando a éste, podrá construir la independencia de clase y la organización política de los explotados, condiciones importantísimas para la lucha revolucionaria.
¡No pacto con los gobiernos burgueses!
¡Ni silencio, ni temor, a desenmascarar la farsa!
¡A organizar la lucha independiente de los explotados!
¡Soplan Vientos del Pueblo para la organización popular!
EDITORIAL DE LA REVISTA CONCIENCIA REVOLUCIONARIA No.22
MOVIMIENTO VIENTOS DEL PUEBLO
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"Entre la burguesía de los países explotadores y la de las colonias se ha producido cierto acercamiento, debido a lo cual muy a menudo —y quizás incluso en la mayoría de los casos—, la burguesía de los países oprimidos, pese a prestar su apoyo a los movimientos nacionales, lucha al mismo tiempo de acuerdo con la burguesía imperialista, es decir, del lado de ella, contra todos los movimientos revolucionarios y las clases revolucionarias." Lenin
LA REVOLUCIÓN NO HA TENIDO LUGAR... AÚN
En Latinoamérica soplan, supuestamente, aires de cambio y transformación. Cierta parte del continente se ilusiona y apoya los procesos de “izquierda” que está viviendo la región. Podría decirse que aquellos aires han sido tan fuertes e intensos que han llegado hasta Estados Unidos, donde producto y manifestación “inconfundible” de ello es que dicho país tenga ahora un presidente negro.
Los revolucionarios no podemos caer en estas confusiones, que son más que un juego mediático, un tongo prefabricado por el imperialismo para acentuar sutilmente su dominio. Nada ha cambiado, todo sigue igual o peor que antes, sólo que ahora los “líderes” de la región no son los Febres Cordero, Pinochet, Caldera, Cardoso o Menem; ahora son Evo Morales, Hugo Chávez, Rafael Correa, Ortega y Fernando Lugo. Lo que se ha modificado son los rostros de la opresión, que aspira ser más disimulada, pero que con el tiempo terminará mostrando de manera abierta su verdadera cara.
Asimismo, estos fenómenos políticos son producto de los cambios de discurso –más no de práctica- político de los grupos dominantes, expresados en sus distintas alas políticas de la derecha. A nivel global esto también se constata, la derecha puede surgir gracias a su autocensura, como gran botón están Uribe, Berlusconi y el mismo Obama; retórica demagógica y populista con prácticas neoliberales y fascistas, ahí están la Seguridad Democrática de Uribe, las reformas a la Ley de Extranjería de Berlusconi, las tropas y maquinaria bélica enviada a Afganistán con pleno conocimiento de Obama, etc.
Canalización de la lucha popular a instancias legales que refuerzan el estado burgués.
Después de la caída del muro de Berlín el referente comunista perdió peso, dando paso a nuevos actores sociales y populares que emergieron para demostrar su oposición al proyecto capitalista. Esas luchas se han ido desarrollando hasta nuevamente recuperar su sentido de clase, aunque algunas de ellas se quedaron en sus demandas iniciales y en el tiempo se tornaron en fuerzas ya no progresistas o revolucionarias, sino reaccionarias.
Casos de ello son algunas organizaciones del movimiento indígena, los grupos ecologistas y feministas, quienes mostraron sus demandas ante la exclusión y opresión del capital, pero no trascendieron ese horizonte reformista y no pudieron consolidar una posición de clase y revolucionaria. Con el tiempo, algunas de estas fuerzas se volvieron conservadoras ya que no plantean la transformación social, sino que claman por un espacio dentro del estado burgués.
La influencia postmoderna como ámbito ideológico del capitalismo neoliberal, lo que ha hecho es posicionar un discurso pluralista, ahistórico, particularista, fragmentario, que a través del folclorismo y la creación de micro y metarrelatos busca penetrar ideológicamente en las masas para desorientarlos de su verdaderos objetivos. El postmodernismo indigenista es la fiel muestra de ello, en nuestro país claman por el “estado plurinacional”; en Bolivia por las autonomías indígenas, Obama gana el premio Nóbel; es la folclorización de la lucha, el desplazamiento de su componente clasista para reemplazarlo por discursos reduccionistas, de tipo étnico por ejemplo.
Habría que recordar a Mariátegui y reclamar que el problema del indio no es su “raza”, sino el problema de la tierra y su explotación económica fundamentalmente, aunque recuperando también la importancia de la identidad y resistencia cultural y política, hecho indudablemente presente en nuestra Latinoamérica.
Nuestros pueblos han combatido por sus derechos y por la posibilidad real de construir una sociedad mejor. Las movilizaciones a nivel regional contra el ALCA, el TLC, el derrocamiento de presidentes en el Ecuador, la guerra del gas en Bolivia, la lucha contra las mineras en Perú, el pueblo Mapuche en Chile, y un sinnúmero de rebeliones en contra del sistema capitalista-imperialista han sido constantes.
El problema es que algunas –no todas- de esas luchas, no han tomado el curso acertado y han caído penosamente en los espacios democrático burgueses, relegitimando y refrescando su institucionalidad y reforzándola más con la aparente participación e inclusión de los movimientos sociales. Las asambleas constituyentes en Bolivia, Venezuela y Ecuador condujeron, con el apoyo de sectores de “izquierda”, a que la lucha popular se enmarque en los estrechos y sesgados límites del orden legal burgués, y que la lucha, la movilización y la creación de estructuras orgánicas sean desplazadas por formas electoreras y reformistas.
La izquierda oportunista y revisionista tiene en gran medida responsabilidad de ello. Ellos sí le han hecho el juego a la derecha y al imperialismo, supuestamente porque creen que estos procesos “progresistas” van a cumplir las tareas democráticas y abrir el sendero hacia el socialismo. Lo repetimos, ningún apoyo a las burguesías nacionales de nuestros países, son burguesías que no pueden ni podrán plasmar un proyecto nacional autónomo por su dependencia total hacia el imperialismo. Esas tareas las hará el proletariado como clase dominante para poder edificar otro tipo de sociedad.
El problema del poder y la posición ante el estado
Un gran problema que han tenido y tienen algunas organizaciones de “izquierda”, es que se proclaman comunistas o socialistas pero trabajan junto a la burguesía o luchan porque ésta les regale un puesto dentro de sus instituciones. La posición ante el estado burgués es lo que define y diferencia a las organizaciones revolucionarias de las revisionistas o reformistas. Mientras unos luchan por destruir ese aparto de dominio y reemplazarlo por un semi-estado proletario, otros pugnan por entrar dentro de él.
Es el caso de los que proponen el estado plurinacional, que no es más que una demanda liberal y burguesa que pretende encasillar a los pueblos originarios en esos límites, acentuando como demanda fundamental de los indios, el ingreso al estado burgués, acentuando la dinámica etnicista y desplazando el contenido y la división de clases dentro de la sociedad y de las mismas nacionalidades indígenas.
La lucha es clasista no etnicista. Los revolucionarios de todos los colores y sexos luchan contra el estado burgués y se proponen construir el poder popular para desaparecer las clases sociales, más no reforzar el aparato burgués y legitimarlo. Ser poder significa enfrentar y derrotar al enemigo de clase y eso no se logra mediante las reformas burguesas y las elecciones. Todos estos gobiernos de los llamados “revolucionarios” dicen que incluyen al pueblo, que le consultan, para configurar esa ilusoria participación, pero ¿por qué cuando nos oponemos a sus políticas nos dan bala y tolete, nos lanzan gases o nos dan cana?
El componente económico de los gobiernos “revolucionarios”
En Latinoamérica no ha cambiado nada. Nos hablan de gobiernos socialistas pero que raro no socializan los medios de producción; nos hablan de gobierno progresistas y democráticos, pero qué raro atacan los derechos laborales y campesinos y reprimen brutalmente. Primero hay que señalar que estos gobiernos no son socialistas.
Profundizan la lógica neoliberal ya que entregan los principales recursos a las transnacionales, atacan frontalmente los derechos de los trabajadores y tratan de romper sus organizaciones; combinan estas políticas entreguistas con la intervención del estado para reordenar la economía –especialmente después de la crisis capitalista- y para nacionalizar sectores que no producen el beneficio esperado a las transnacionales, para luego volvérselas a entregar.
Hablan de “economía solidaria” cuando en el capitalismo no puede existir aquello. Usan la política asistencialista y el discurso demagógico para frenar el impulso de las masas. Son gobiernos que continúan endeudándose con los centro financieros mundiales. ¿De qué independencia económica hablan si construyen infraestructura –IRSSA- para saquear más velozmente nuestros recursos y entregárselos a las potencias? Estos gobiernos de los Lula, Bachelet, Morales, Correa, Lugo, lo que están haciendo es reordenar nuestros países para incrementar la explotación. Hablar lindo pero clavar puñalazos por la espalda al pueblo.
Reforzamiento del Estado como aparato de dominio de clase
Estos gobiernos de tinte “izquierdoso” son más peligrosos que sus antecesores. Basta ver el ejemplo de Correa para entenderlo. Han comprendido la importancia del estado como herramienta de dominio de clase, y mediante la violencia legal y de los cuerpos represivos buscan acabar con la organización independiente de los explotados en los sectores: sindical, campesino y estudiantil.
Configuran el estado burgués mediante las constituciones y leyes para saquear nuestros países, atacan sistémicamente a las organizaciones, criminalizan la lucha social. Es la modernización del aparato de estado burgués para liquidar y anular la resistencia popular.
La conflictividad interna y los que le hacen el juego a la derecha
En algunos de los países de Latinoamérica se producen pugnas y contradicciones internas. Pero no hay que caer en despistes ideológicos, porque esas pugnas se dan entre grupos económicos de poder representados en el estado y grupos económicos de poder que no están representados en el estado. Se pelean por maximizar sus beneficios pero sus contradicciones no son antagónicas. Recordemos la historia y veamos que en cada gobierno de cada país ha habido confrontaciones entre los dueños del poder político y los que momentáneamente se encuentran aislados.
La izquierda revolucionaria no le hace el juego a la derecha porque con los “progresistas” se mantiene una parte de esa derecha en el poder, al igual que los nuevos ricos beneficiarios del capitalismo burocrático. Los revolucionarios enfrentan todo gobierno burgués y no escatiman esfuerzo en desenmascararlos, no pactan con ellos para después retractarse y decir que les han traicionado.
En nombre de la acumulación de fuerzas, las organizaciones reformistas legitiman la desacumulación de fuerzas y la ruptura sistémica de los procesos políticos y sociales independientes por parte del estado burgués. La quiebra y cooptación de las organizaciones populares es una constante de estos gobiernos, lo cual allana el camino para la implementación, sin oposición, de sus medidas económicas.
Varios caminos, un solo objetivo
Hay que reconocer que existen matices, diferencias de forma –más no de fondo- entre los gobierno de los países latinoamericanos. Existen como tres vertientes:
- El ala de derecha: Son los gobiernos de Uribe, Alan García, Felipe Calderón, quienes tienen una posición abiertamente pro-imperialista. Son gobiernos que buscan aniquilar las organizaciones sociales y populares de manera frontal. Colombia es el caso más brutal y cercano de ello, la implementación de siete bases militares norteamericanas y el ataque asesino contra toda organización de izquierda habla de ello.
- El ala de centro: No tiene mucha diferencia con los arriba mencionados. Su política económica es similar, al igual que los ataques a los trabajadores y estudiantes. Aquí encontramos desde los Lula, Cristina Fernández y Bachelet. Su discurso adquiere un tinte más “integrador” y nacionalista.
- El ala izquierda: Son los gobiernos de Morales, Chávez, Correa, Lugo, Ortega. Gobiernos que proclaman ser socialistas, de izquierda, revolucionarios y antiimperialistas. Pero en la práctica entregan los recursos a las corporaciones y buscan descabezar la organización popular. Mezcla de discurso demagógico con prácticas pro-imperialistas.
Todos estos gobiernos se diferencian entre sí, cada uno con sus formas, pero tienen un objetivo en común: mantener a Latinoamérica sometida y dependiente del imperialismo, dar tajaditas de poder a las burguesías nacionales, no alterar su orden y descabezar la organización popular.
La lucha popular es anticapitalista y antiimperialista, no sólo anti neoliberal
Muchos socialdemócratas, revisionistas y reformistas, lo que hacen es combatir al neoliberalismo. Pero esa crítica es limitada y reduccionista, puesto que se la hace sólo a uno de los varios tipos de modelo de desarrollo que implementa el capitalismo de acuerdo a sus necesidades de acumulación y hegemonía. Este análisis –en algunos casos posición ideológica- puede incurrir en serios errores ya que puede apoyar por ejemplo los procesos de nacionalización burguesa y creer que eso es socialismo.
Si bien los revolucionarios luchamos contra la privatización, entendemos también que cuando el estado burgués nacionaliza lo hace generalmente para asegurar mejores beneficios para las multinacionales.
El socialismo no es estatismo burgués, eso se llama capitalismo monopolista de estado; el socialismo no es keynesianismo o socialismo del siglo 21; el socialismo es el control y apropiación de los medios de producción por el conjunto de los explotados. Como decía Marx: “El Estado no es sino el comité de administración de los negocios de la burguesía”. Muchas ong’s cuestionan el neoliberalismo, pero no al sistema capitalista en su totalidad. Luchan por una ecología “responsable” y “sustentable” en otro marco que no sea el neoliberal, demandas que parten desde la ingenuidad, o más bien desde la filiación política e intereses económicos de sus financistas.
La lucha del pueblo debe ser anti-capitalista y antiimperialista, criticamos el modelo neoliberal, pero también criticamos y combatimos toda forma o variante capitalista.
Construir la independencia política de la clase y organizar la lucha
Estos hechos lo que hacen es demostrarnos que el pueblo en su conjunto debe superar el entrampamiento legal burgués. Nosotros no desconocemos que es necesario pelear en cada espacio, pero la centralidad de la lucha no puede ser enmarcarse en esos límites.
Lo que requiere la lucha en Latinoamérica es la organización popular con sentido de clase, independiente de los entes estatales, que plantee la lucha revolucionaria ya no en las elecciones, sino fuera de ellas. Hay que desarrollar frentes de masas, hay que organizar políticamente a la clase y en determinado momento tendremos que enfrentar militarmente al estado burgués. Esas dinámicas de lucha no desplazan la lucha parlamentaria por ejemplo –aunque nosotros no creamos en ella- pero la subordinan a otros mecanismos de lucha. La lucha parlamentaria servirá o ha servido para denunciar o difundir la ideas revolucionarias, pero para nada más.
La lucha popular debe desarrollarse fundamentalmente por fuera de los estrechos horizontes del marco burgués, sólo así y enfrentando a éste, podrá construir la independencia de clase y la organización política de los explotados, condiciones importantísimas para la lucha revolucionaria.
¡No pacto con los gobiernos burgueses!
¡Ni silencio, ni temor, a desenmascarar la farsa!
¡A organizar la lucha independiente de los explotados!
¡Soplan Vientos del Pueblo para la organización popular!
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