LA “PAZ SOCIAL” DE LA BURGUESÍA ES LA PAZ DE LOS SEPULCROS
En
agosto del año pasado, la Unión Obrera
Comunista (mlm) como parte del análisis de la situación actual, declaró: “A pesar de que los hechos muestran la
continuación de la guerra contra el pueblo; a pesar de los asesinatos de varios
guerrilleros, líderes campesinos e indígenas y defensores de derechos humanos
en tiempos del llamado “post-conflicto”, que son el despunte de un nuevo
episodio de la ya conocida en Colombia sanguinaria paz burguesa posterior a los
“acuerdos” con jefes guerrilleros de antaño; a pesar de todo esto, los jefes
políticos reformistas y oportunistas de los partidos y de las centrales
sindicales son quienes principalmente presentan el “acuerdo de paz” como el
comienzo de una nueva época de “paz social” en Colombia, aprovechando la
credulidad del pueblo por su resentimiento contra esta guerra reaccionaria que
lo ha victimizado”.
¡Y
los hechos son los hechos! En los acostumbrados balances de fin de año, fue de
reconocimiento general el gran número de asesinatos de dirigentes campesinos,
líderes populares, defensores de derechos humanos y guerrilleros desmovilizados
durante el 2017, cuantificados por la ONU en 150 y por el Instituto de Estudios
para el Desarrollo y la Paz (Indepaz) en 170. La impunidad de estos crímenes se
estima en el 87% y se agrega que el 59% de los homicidios fueron ejecutados por
sicarios en las zonas abandonadas por las FARC, las mismas donde ascienden a
55.000 los desplazamientos forzados. Las zonas donde más asesinatos de
dirigentes se registraron fueron Cauca (32), Nariño (28), Antioquia (23), Valle
(14) y Chocó (12).
Como
si fuera por causa del mismo síndrome de la estupidez de Trump cuando declara
que el “calentamiento global es invento de los chinos”, o de Maduro para quien
“en Venezuela no hay crisis”, también en Colombia resultó el panzón Ministro de
Defensa Luis Carlos Villegas declarando que los asesinatos de los dirigentes
sociales en su mayoría “son por asuntos personales y líos de faldas”.
Sí, por líos “de faldas, potreros, fincas y caminos que
quieren empresarios y paracos” en las exactas palabras del caricaturista X-Tian
de El Espectador. Por tales líos, en los mismos días cuando la prensa difundía
las babosadas del Ministro, el 15 de diciembre el teniente del ejército Ferney
Vega Padilla asesinó al joven campesino Alexander José Padilla Cruz en la
vereda El Limón de Tierralta departamento de Córdoba; el 20 de diciembre
paramilitares de las llamadas Autodefensas Gaitanistas de Colombia asesinaron a
Gonzalo Antonio Martínez presidente de la Junta de Acción Comunal de la vereda
Pechinde de Tierralta - Córdoba; ese mismo día Alfonso Pérez Mellizo presidente
de la Junta de Acción Comunal en el corregimiento de Pan de Azúcar, municipio
de El Patía departamento del Cauca, fue acribillado al salir de una reunión con
la comunidad; el 21 de diciembre fue asesinado el líder social Esneider Ruiz
Barreto miembro de ATCAM filial de Fensuagro y miembro de Marcha Patriótica, en
el municipio de Puerto Guzmán departamento del Putumayo; el 24 de diciembre fue
encontrado el cadáver de Guillermo Javier Artuz Tordecilla, dirigente campesino
de Tierralta - Córdoba.
Tanto el
Presidente Santos como el Ministro Villegas niegan la existencia de una
operación sistemática de asesinatos de dirigentes sociales y políticos, y
alegan que no existe una organización dedicada a perpetrar tales crímenes. Por
su parte, los jefes reformistas y oportunistas pregoneros de la mentirosa “paz
social”, insisten en comprometer al pueblo en el apoyo a esa política, lo cual
sería aceptar dócil y pasivamente la mordaza y el oprobio dictatorial de los
capitalistas sobre los trabajadores.
“La
“paz social” —prosigue la declaración citada arriba— es un imposible en una
sociedad como la colombiana dividida en clases antagónicas donde unas cada día
son más ricas a costa del trabajo de otras que cada vez son más pobres. La “paz
social” es un veneno ideológico que anula en el pueblo el ánimo de luchar, es
una trampa política que inmoviliza a los de abajo, dejando las manos libres a
las clases dominantes para fortalecer su dictadura de clase y organizar los
planes reaccionarios del llamado “post-conflicto”, un nuevo período de
consolidación del despojo a sangre y fuego, de mayores beneficios para el
capital imperialista y nacional profundizando la superexplotación de las masas
trabajadoras del campo y la ciudad y la destrucción de la naturaleza, de
prohibición de la lucha revolucionaria de las masas, de criminalización de sus
protestas, de persecución, encarcelamiento, desaparición y exterminio de
dirigentes revolucionarios, de activistas de DDHH, de defensores de la
naturaleza, de dirigentes sindicales cuyas actividades ya son clasificadas en
los códigos policiales como “terroristas” y “contra la paz social”.”
Y no se crea, que la “paz social” es imposible porque los gobernantes
representantes de los grandes empresarios, son moralmente mentirosos, faltones,
malnacidos y sanguinarios. ¡Sí que lo son! Han masacrado huelguistas, han
ordenado desaparecer a periodistas, profesores, humoristas, raperos… solo por
disentir y criticar sus abusos. Pero el principal impedimento para la “paz social”
no es eso, sino el gran negocio de la explotación asalariada del trabajo, del
que se derivan no solo los conflictos sindicales por mejores salarios y
condiciones laborales, sino la irreconciliable lucha entre las clases por el
dominio y el poder político en la sociedad. Ningún acuerdo con la burguesía y
ninguna reforma al Estado y sus leyes pueden suprimir la división de la
sociedad colombiana en clases antagónicas, cuya existencia siempre será en
lucha, jamás en “paz social”.
¿Acaso no se
dijo que con el “Acuerdo de Paz” se terminaba la guerra?
Se firmó el “Acuerdo” pero continuó la guerra si se quiere con más
frenesí en las zonas antes controladas por las FARC. Continuó la guerra contra
el pueblo, porque su causa no estaba en la decisión política de esa guerrilla
de alzarse en armas, sino en la disputa económica interburguesa por la renta
extraordinaria de la tierra, proveniente de la explotación del trabajo
asalariado en negocios como el de la minería, la coca, la producción y tráfico
de sicotrópicos, lo cual conlleva a la lucha por el dominio territorial. Y en
esa disputa económica y del territorio, las FARC eran apenas uno de los
contendientes, no el más poderoso, pero sí el más peligroso para los
trabajadores porque disfrazó con palabras revolucionarias su participación en
una guerra reaccionaria contra el pueblo, porque contrario a lo hecho por los
marinos en la Revolución de Octubre de dirigir sus cañones contra el Zar y los
enemigos del pueblo, en Colombia los jefes guerrilleros desviaron contra el
pueblo los fusiles que en manos de los viejos campesinos apuntaban a los
terratenientes.
Es tan peregrina la teoría de que el “Acuerdo” con las FARC terminaría la
guerra, que mientras negociaban en la mesa, en los territorios aumentaban
geométricamente las hectáreas sembradas de coca, indicativo ese sí fiel, de la
intensificación de la guerra contra el pueblo. De 96.000 hectáreas sembradas en
el 2015 se pasó a 146.000 en el 2016 y a 188.000 en el 2017 de las cuales
23.148 están en el municipio de Tumaco convertido hoy en un epicentro de la
guerra de la coca, donde las masacres, el desplazamiento, la criminalización de
los trabajadores cocaleros, muestra en carne viva que la “paz social” de la
burguesía es la paz de los sepulcros.
Sabiendo que en política, la táctica revolucionaria se asienta en el
examen permanente de la situación real y en el desarrollo probable de la lucha
de clases, frente a la cuestión actual de la guerra y la paz, la Unión Obrera Comunista (mlm) hizo un
análisis objetivo y una muy precisa previsión:
“Con
el “acuerdo de paz” del Gobierno de Santos y los jefes guerrilleros, termina la
participación armada de las FARC en la guerra reaccionaria, pero no significa
el fin de la guerra contra el pueblo, como ya lo demuestran los hechos, puesto
que la disputa económica por la renta extraordinaria en las tierras despojadas,
sigue siendo la base del enfrentamiento político entre las facciones de las
clases dominantes, no solo en el marco de sus instituciones estatales sino
principalmente a través de las fuerzas armadas estatales y paraestatales
—llámense autodefensas, bandas criminales, clanes, grupos anti-restitución o
simplemente escuadrones armados de los capos burgueses y terratenientes que
ejercen poder en grandes territorios despojados— escuadrones de los cuales
tampoco se pueden excluir remanentes mercenarios de las guerrillas que
continuarán en el rentable negocio de la guerra reaccionaria”.
La
“paz social” es un espejismo que aparta al pueblo de la lucha revolucionaria
De
parte de los enemigos del pueblo —imperialistas, burgueses y terratenientes— la
prédica de “paz social” es una vieja mentira trabajada en el vano intento de
negar teóricamente la inevitable lucha de clases, y de impedir prácticamente
que el pueblo se atreva a rebelarse, como bien lo expresa el cartel que circula
por las redes sociales: “La burguesía
llama “paz social” al silencio de los explotados”. Pero tal mentira es
destrozada a diario por los hechos de la lucha de clases y por la gran verdad
del marxismo: no habrá “paz social” mientras existan clases antagónicas en la
sociedad.
La
división de las clases dominantes frente al “Acuerdo de Paz”, es solo por
cuestiones jurídicas secundarias. Igual a como lo manifiestan los
representantes de los imperialistas, todas las facciones burguesas y
terratenientes, aceptan lo principal del acuerdo entre el gobierno y los jefes
guerrilleros: en lo político reconocer y someterse al Estado de dictadura de
los explotadores, en lo jurídico legalizar el despojo violento y el desplazamiento
de los pobres del campo perpetrados en la guerra, y en lo económico garantizar
la expansión de la agricultura empresarial que profundiza el capitalismo en el
campo, arruina y destierra al campesinado, y amplía la esclavitud asalariada.
Por tanto, la división entre los explotadores frente al “acuerdo” es una
alharaca pre-electoral para engañar incautos, cautivar votos y dividir al
pueblo.
De
parte de los falsos amigos del pueblo —los jefes de los partidos reformistas y
oportunistas, los jefes guerrilleros, los jefes de las centrales sindicales—
han mentido por partida doble: primero hicieron alharaca sobre el fin de la
guerra con el “acuerdo”, y luego anunciaron el advenimiento de una época de
“paz social” en Colombia. La vida misma se ha encargado de restregarles en la
cara el divorcio entre el “acuerdo” y las verdaderas causas de esta guerra,
enseñando que la “paz social” de los explotadores es la paz de los sepulcros,
que en vez de una época de “paz social” se agravó la crisis social, esto es, se
agudizó más la lucha de clases en la sociedad colombiana.
Las
críticas de algunos jefes intermedios de las FARC contra los jefes negociadores
del “acuerdo” por su entreguismo sumiso, por el incumplimiento del gobierno con
los guerrilleros de base, por el hostigamiento que sufren sus familias y el
asesinato de varios de ellos —a la fecha han asesinado a 36 guerrilleros
desmovilizados y a 13 de sus familiares—, son críticas ciertas desde el punto
de vista de los hechos de guerra, más cuando la burguesía ha puesto en la mira
de sus sicarios a los simpatizantes, a los guerrilleros desarmados y sus
allegados. Pero son críticas mamertas desde el punto de vista político, porque
las hacen como defensores del “acuerdo” y crédulos en la posibilidad de la “paz
social”. Asumir una posición consecuente por los guerrilleros de base engañados
y utilizados para esta tramoya burguesa, por los simpatizantes obreros y
campesinos desilusionados de los felones jefes guerrilleros, les exige
rebelarse contra el “acuerdo” de sometimiento al poder de la burguesía y contra
el plan parlamentarista burgués de los arrepentidos jefes; les exige desechar
toda ilusión en la paz burguesa, comprender que la paz para el pueblo sólo es
posible con la abolición de la propiedad privada sobre los medios de
producción, causa profunda de la explotación del hombre por el hombre y de la
desigualdad de clases en la sociedad; les exige renegar de su participación en
esta guerra reaccionaria contra el pueblo, entendiendo que el camino no es la
claudicación ante el Estado opresor, sino la vinculación a las luchas de las
masas y de los revolucionarios en la preparación de una verdadera guerra
popular, que sí lleve a la real emancipación del pueblo colombiano.
En
resumidas cuentas, en esta guerra reaccionaria encarnizada contra el pueblo, la
“paz social” de la burguesía es la paz de los sepulcros, es un embeleco que
solo le sirve a los enemigos del pueblo para profundizar la explotación y
endurecer su dictadura de clase. Como bien lo indica la Táctica revolucionaria
de la Unión: “La política de “paz social”
es hoy el principal contra-ataque a los esfuerzos de los revolucionarios y
comunistas por elevar la conciencia política de las masas y unir sus distintas
manifestaciones de lucha, reorganizar las filas de las clases trabajadoras con
independencia de los enemigos explotadores y de los falsos amigos politiqueros,
cumplir la tarea de construir el Partido político del proletariado al calor de
la lucha de clases en el rumbo de la Revolución Socialista”.
¿Qué
camino le queda entonces a las masas trabajadoras?
Confiar
en sus propias fuerzas y en su lucha directa, cuyo acontecer es lo más
importante y decisivo actualmente en la sociedad, en contraposición a la lucha
electoral organizada por el gobierno y convertida en el qué hacer político de
los partidos reformistas y oportunistas, promovida por la prensa de los grandes
capitalistas y patrocinada por ellos, porque en esa lucha electoral no pesa la
voluntad del pueblo así votara en su gran mayoría, sino el poder del capital
que decide cómo se reparte la administración del poder entre las facciones de
las clases dominantes, decide cuáles de sus representantes —ayudados por los
colados de otras clases— han de administrar los negocios generales de los
capitalistas (léase, han de ejecutar la “agenda empresarial”) y han de oprimir
al pueblo durante los próximos años.
No
es entonces la lucha electoral y parlamentaria la que sirve al pueblo para
remediar sus sufrimientos. Es la lucha extraparlamentaria, la lucha directa de
las masas trabajadoras, expresada hoy bajo la forma de Huelgas Políticas de
Masas, la que sí puede resolver los problemas inmediatos de las masas, en la
medida en que involucre a la inmensa mayoría de los explotados y oprimidos,
junte sus expresiones dispersas, las unifique bajo una Plataforma común que con
la fuerza de un paro general, sea exigida al Estado representante de todos los
explotadores.
Mientras
que la lucha electoral divide al pueblo y lo somete a marchar en apoyo a sus
enemigos, la lucha de masas directa debilita a los gobernantes y desorganiza
sus componendas con los partidos reformistas y oportunistas, une al pueblo y le
enseña por experiencia propia que ¡Ni el
Estado, ni los politiqueros! ¡Sólo el Pueblo Salva al Pueblo!
Y
aunque las tareas políticas inmediatas de la lucha directa del pueblo deben
ser, denunciar y movilizarse contra la guerra reaccionaria y el terrorismo de
Estado que asesina dirigentes y activistas de las masas, rechazar en las calles
la rebaja del salario mínimo y la andanada de impuestos y tarifas que se
vienen, contraponer la movilización a la farsa electoral, conmemorar con mayor
beligerancia el Primero de Mayo Internacionalista y Revolucionario, y avanzar
en la organización de un Paro Nacional Indefinido, tales movilizaciones serán
solo batallas inmediatas de resistencia y preparación para las futuras batallas
revolucionarias en la lucha de clases, esas sí decisivas para derrocar a los
opresores y constituir un nuevo poder, el de un nuevo Estado de obreros y
campesinos, indispensable para barrer las causas profundas de la esclavitud
asalariada.
Para
la lucha política inmediata son condiciones necesarias, la unidad de los
comunistas revolucionarios, la unidad de las posiciones revolucionarias en el
movimiento sindical, y la alianza con las expresiones revolucionarias de la
pequeña burguesía, sobre la base del rechazo al engaño de la “paz social” y del
compromiso a contrarrestar, neutralizar y derrotar la influencia pacifista al
interior del movimiento de masas.
Para
el avance de la lucha política revolucionaria de las masas, es así mismo
condición indispensable, el persistente trabajo de los comunistas para
enseñarles a distinguir a sus verdaderos amigos y enemigos; para elevarles al
calor de la lucha su conciencia política, tanto sobre el carácter
irreconciliable de la contradicción con los enemigos del pueblo, como sobre la
nefasta política de conciliación de clases y “paz social” de los reformistas y
oportunistas; para contribuir a la organización independiente de la clase obrera,
de su movimiento sindical y principalmente de su destacamento de vanguardia, el
Partido del Proletariado, dirigente político y cuartel general de la
revolución.
Tales
son las responsabilidades inmediatas de los activistas obreros y de masas, de
los revolucionarios y comunistas, para enfrentar la política desmovilizadora de
la “paz social” y el gran engaño electoral.
Comité de
Dirección – Unión Obrera Comunista (mlm)
Enero 20 de 2018