Desde la jornada del 18 de mayo a la manifestación nacional del 11 de junio,
la situación social y política está marcada por la aceleración de las
contradicciones. El poder está realmente en dificultades y se van acumulando
los ingredientes de una crisis política de gran envergadura.
Hacia una crisis de hegemonía del poder
Frente a la profundidad de la movilización popular en el Rif, el poder ha
intentado dividir y aislar sin lograrlo en la práctica. Esperaba que el tiempo
jugaría a su favor y que el movimiento, carente de salidas, se agotaría por sí
mismo. La protesta pone al descubierto una crisis profunda de la fachada
democrática, de los instrumentos institucionales de mediación, de los dispositivos
hegemónicos de los dominantes:
· Los partidos del sistema, asociados a una gestión clientelista, represiva
y corrupta, están desacreditados. El sistema político oficial está confrontado
en las urnas por un boicot masivo y también en la calle. Las peripecias que han
acompañado a la formación del nuevo gobierno, lejos de los resultados
expresados por las urnas en el circo electoral de noviembre de 2016, han
demostrado que los partidos no son sino unos dóciles ejecutores, la antecámara
del clientelismo y de las gratificaciones reales. Ya ni siquiera hay fuerzas
políticas del sistema que puedan vender la posibilidad de reformas en el marco
de la continuidad, como el PJD hace algunos años o antes que él la USFP. La
monarquía ha agotado sus mediaciones a fuerza de domesticar el campo social y
político no dejándole ninguna autonomía.
· No es casualidad si el movimiento actual se niega a negociar sin
condiciones y se dirige directamente hacia la monarquía. Lo que es puesto en un
primer plano es el descubrimiento de la fachada: el monarca es el poder real.
Comienza a plantearse una nueva secuencia, en términos de horizonte político,
que tendrá un efecto mayor sobre las perspectivas de conjunto, cualquiera que
sea el resultado de esta lucha. Cuando las demandas sociales y democráticas se
dirigen directamente a la monarquía que no tiene ya fusible que presentar, ésta
se vuelve un objetivo potencial. Lo que es nuevo o al menos se manifiesta con
una nueva amplitud, es la combinación de la crisis social y la crisis política.
· Otro hecho que tiene su importancia simbólica y política. La ola de
represión actual comenzó después de la interrupción de la prédica de un imán
oficial que hizo un sermón contra el Hirak. Nasser Zefzafi planteó la pregunta
de "¿las mezquitas son la casa de dios o la del majzén?" seguido por
un movimiento de boicot de las mezquitas del poder. Es sin duda la primera vez
que la protesta se inmiscuye bajo esta forma en uno de los dispositivos más
anclados de la legitimación premoderna de la monarquía (en el que el rey se
afirma como el "comendador de los creyentes"). Por otra parte, el
discurso de la protesta no bebe en las fuentes de los referentes teológicos del
islam político organizado o del Estado, sino en las de los resortes culturales
del islam popular puesto al servicio de las luchas sociales y democráticas. Se
trata de un discurso político laico en su contenido social y democrático y en
las explicaciones racionales de los motivos de la lucha; pero se irriga en
parte de la religión como cultura y lengua integrada en las vivencias
populares. Esta simbiosis es corrosiva para el poder. Así pues, tanto los
elementos de legitimidad moderna de la fachada democrática como los de la
tradicional están fisurados por la protesta actual.
· El otro brazo del sistema, la represión organizada o la amenaza de su
empleo, produce el efecto contrario. El miedo al majzén ha retrocedido en gran
medida. Reprimir frontalmente, provocar una masacre, es correr el riesgo de un
enfrentamiento general y del hundimiento de la fachada democrática. La
monarquía se convertiría en el objetivo directo. La imagen de un reino estable
en el tablero regional, “en transición democrática”, capaz de respetar, en un
contexto de paz social, las condiciones exigidas por el FMI y las multinacionales
estallaría en pedazos. Los recursos externos a la reproducción de la dominación
en el plano interno se encontrarían considerablemente debilitados, incluso
puestos en cuestión combinándose a procesos abiertos de deslegitimación
interna.
· El sistema muestra una debilidad creciente. La naturaleza misma de la
propaganda contra el
hirak es reveladora: la teoría del complot legitima
la represión y revela que frente a las tensiones sociales, el poder no
vehiculiza ya la promesa de un cambio social y de una autorreforma. El mito de
una unidad nacional amenazada suena hueco de pura repetición de las
acusaciones: un día el movimiento estaría al servicio de los servicios secretos
argelinos, otro estaría financiado por el Polisario, otras veces se denuncian
supuestos vínculos con el chiismo, todo cargado con pesados motivos de
inculpación y sospecha. Este discurso que fabrica el enemigo interno se
alimenta de una reactivación de un racismo cultural latente. El poder en crisis
no encarna ya un ideal tipo que permita una identificación positiva que permita
ganar tiempo para las expectativas que surgen de la sociedad. Las ilusiones se
desmoronan.
· Ha perdido la batalla de la comunicación. En los tiempos de las redes
sociales ya no se puede ahogar la realidad de la protesta y de su palabra. Los
medios a las órdenes del poder ya no son capaces de invisibilizar y de desviar
el sentido de las revueltas populares y cuando lo hacen, refuerzan la
convicción de que este sistema no está dispuesto al diálogo, ni a reformarse, porque
miente y la mentira es disecada, analizada, puesta en cuestión dando razones
suplementarias para la determinación de acabar con él.
El fracaso político del poder
La ola represiva que siguió al 26 de mayo ha tenido por objetivo el núcleo
duro de la dirección del
Hirak esperando así desorganizar el movimiento.
Esta estrategia no funciona:
a) El
Hirak ha hecho emerger una nueva dirección orgánicamente ligada
al movimiento de protesta pues ha producido una amplia capa de
militantesanónimos, hombres y mujeres, que se han ejercitado en la experiencia
de masas de la confrontación con el poder. Signo del enraizamiento de la
protesta aunque ésta se vuelve más difícil.
b) La protesta se ha enraizado en una actividad cotidiana. Ha estimulado
igualmente la solidaridad en todo el país y el comienzo de la extensión
geográfica más allá del Rif.
c) La represión ha hecho emerger en la lucha un movimiento de mujeres a la
vanguardia del combate por la liberación de las personas detenidas pero también
como actor en la movilización.
d) No hay ningún cambio en terreno de las exigencias del
Hirak. La
base de la lucha es el conjunto de las reivindicaciones defendidas desde hace
meses. La cuestión de la liberación de las personas detenidas lleva a un nivel
superior la combinación de la lucha por la libertad política y la satisfacción
de las reivindicaciones sociales.
e) El diálogo sigue rechazado por estas mismas (buenas) razones: mientras no
haya liberación de todas las personas detenidas, el levantamiento de la
militarización, el reconocimiento de la representación decidida por el propio
Hirak.
No se trata de un diálogo a cambio de la detención de la movilización o con
personajes de fachada o para objetivos contrarios a la satisfacción de las
reivindicaciones combinadas con mecanismos de garantía y control.
Al poder le han hecho fracasar en el terreno político. Entre el 18 de mayo y
el 11 de junio se han sucedido llamamientos de solidaridad mientras el nivel de
represión en el Rif ha impuesto una capa de plomo. Ésta intenta hacer imposible
toda concentración o manifestación masiva e impedir una actividad de masas
cotidiana. A la vez, continúa la ola de detenciones de los animadores de la
movilización (más de 120 hoy). Las movilizaciones en el resto del país han sido
también fuertemente reprimidas. En este contexto, surgió el llamamiento a una
iniciativa centralizada en Rabat con la consigna federadora de “Somos un único
país, un solo pueblo. Todos contra la
Hogra”. (
Hogra es un
término que evoca a la vez el desprecio, el abuso de poder y la injusticia
ndt).
Esta iniciativa ha sido apoyada por un arco de fuerzas bastante amplio que
ha reagrupado a militantes del movimiento social, a la izquierda no
gubernamental, a las fuerzas de la izquierda radical, a la oposición islamista
independiente, a las asociaciones de derechos humanos, a las coordinadoras
locales de apoyo al Rif y a las corrientes amazigh. Su objetivo era combatir la
propaganda del poder contra el pretendido separatismo, situar el terreno del
conflicto en el rechazo a la
Hogra y cuestiones sociales, solidarizarse
con la movilización del Rif y exigir la liberación de los detenidos y el fin de
la represión. Pero tras estos objetivos, se trataba también de verificar las
posibilidades de la construcción de un movimiento a nivel nacional. A pesar del
contexto del Ramadán, la manifestación impulsada por el comité de detenidos de
las familias del Rif fue un verdadero éxito con una participación de entre 100
000 y 150 000 manifestantes.
Como en el M20F, las organizaciones no aparecen como tales, aunque se
pudiera señalar la imponente demostración de fuerza de
Al adl wal ihsanne
(Justicia y Caridad). Pero lo esencial está en el hecho de que esta iniciativa
ha podido unificar las consignas sobre bases progresistas de las
reivindicaciones de derechos para todos y todas contra la
hogra y la
represión. Anuncia la constitución de un frente para la defensa de las
libertades, de la dignidad y la justicia social como se afirma en su comunicado
final, comprometiéndose en todas las regiones del país a desarrollar las
movilizaciones. En cualquier caso, el poder está ahora confrontado a dos
procesos que deben combinarse: el mantenimiento de la resistencia popular en el
Rif y el despertar social y democrático en las demás regiones del país.
El Hirak y el M20F
· Mucha de la gente que participa en las manifestaciones así como las
consignas y el retroceso del miedo están ligados a la experiencia de 2011. Pero
la comparación se detiene ahí. La inquietud del poder no es solo que el
Hirak
pueda incitar a otras poblaciones a reivindicar sino que se cristalice una
nueva ola revolucionaria dirigida, esta vez, por un movimiento popular sin
mediaciones, sin reivindicaciones gestionables por el sistema, sin objetivos
secundarios o derivados, más articulado con la población y las urgencias
sociales en su globalidad. Lo que se perfila es un movimiento que extrae su
legitimidad y su radicalidad de la lucha con el objetivo de poner fin a las
políticas de austeridad, militarización y represión. Cuando las demandas sociales
se traducen en reivindicaciones concretas y claras, ninguna alquimia ni juego
malabar electoral o constitucional puede responder a ellas. Cuando la lucha
exige el final de la militarización, va más lejos que el dispositivo en vigor,
llega a la arquitectura interna del aparato represivo y a un sistema basado en
la violencia del Estado. Cuando la lucha exige el final del reino de la
austeridad, de la
Hogra y de la represión, traza líneas de fractura con
el orden establecido que no pueden ser desactivadas en el campo institucional.
· El poder no puede satisfacer las reivindicaciones. Hacerlo sería indicar
que mediante la lucha colectiva es posible ganar. Hacerlo supone una
reorientación global de las políticas públicas. Una ecuación imposible para el
poder asociado orgánicamente a un capitalismo patrimonial fundado en la
desposesión continua, la dependencia y la impunidad económica de la casta
dirigente. La situación es tal que simples concesiones mínimas o formales,
aunque solo fuera para ganar tiempo, ahora son políticamente ineficaces, porque
sectores de la población han asimilado también la experiencia del 20 de febrero
y sus consecuencias. Las concesiones otorgadas están hechas para ser renegadas.
Los cambios constitucionales o de personal político, las elecciones, no cambian
nada en la relación del Estado con la sociedad. El diálogo social es cambiar la
lucha por una promesa que no se traduce nunca en nada. De una cierta forma, el
poder ha hecho demasiado poco o demasiado tarde
1/.
Su estrategia de concesiones parciales, de recuperación/neutralización de las
direcciones, de dispersión de las reivindicaciones, su guerra de desgaste no
tiene efectos.
En muchos aspectos, el
Hirak es un movimiento más radical que el
M20F. Hay que comprender la dinámica de lucha como un proceso abierto de
radicalización que, desde la defensa de las cuestiones sociales y democráticas
elementales llega a contestar progresivamente la gestión securitaria y política
de sus demandas y de sus responsables. Lo que alimenta esta radicalización no
son las consignas políticas centrales sino la contradicción concreta entre las
reivindicaciones defendidas y la naturaleza represiva y antipopular del poder
en un contexto de enfrentamiento de masas que pasa por múltiples fases. Estamos
lejos de la simple reivindicación de la justicia para Fikri y el combate hoy es
global aunque limitado por la situación de aislamiento de la región. En este
contexto, ¿cómo plantear la cuestión de la construcción de un movimiento
popular global?
Los temas y desafíos de la fase que se abre
La posibilidad de que emerja una dinámica nacional victoriosa necesitará
evitar las trampas y la repetición de los errores o límites del M20F:
· Se trata de poner en el corazón de la movilización las urgencias sociales
y democráticas concretas, de declinar la lucha contra el
Hogra en el
plano local. En suma, de combinar la defensa de los derechos fundamentales (“el
fin del reino de la depredación, de la austeridad, de la
Hogra y de la
represión”) asociándolos a las necesidades concretas y preocupaciones
inmediatas de las masas populares.
· Hay que rechazar las consignas que canalizan la lucha popular hacia
objetivos constitucionales (una constitución democrática o una monarquía
parlamentaria) que no traducen concretamente, en esta etapa, la necesidad de
movilizarse y de acabar con el majzén de la depredación y de la represión, de
responder a las urgencias sociales, y que dividirían al movimiento sobre la naturaleza
de las “soluciones políticas”.
· Se trata de rechazar las bambalinas políticas, los seudo diálogos con las
marionetas del poder, las mediaciones y fusibles del sistema. Las demandas
sociales y democráticas deben estar orientadas hacia el poder real y los
verdaderos centros de decisión a imagen de las exigencias del
Hirak en
el Rif.
· Hay que estructurar el movimiento a través de los frentes de lucha locales
que no se resumen a un cártel de organizaciones o de redes militantes. Se trata
de avanzar hacia marcos de movilización de masas, de unidad de acción popular,
realmente participativos e inclusivos, hacia un movimiento estructurado por
abajo, que no dependa de la agenda de las organizaciones, sino que desarrolle
sus propias fuerzas y la dirección de las luchas. Este enraizamiento popular y
local, en el que quienes luchan, elaboran sus reivindicaciones y dirigen su
lucha, es la condición de una representación orgánica del movimiento, incluso a
escala nacional. Es el proceso que permitirá masificar la movilización y
mantener la unidad de las fuerzas que luchan realmente por el cambio. No tomar
en cuenta esta dimensión es permanecer en una visión de las relaciones entre
movimientos sociales/populares y fuerzas políticas, discutible, históricamente
superada y que constituye un problema y no un comienzo de solución.
· Igualmente, hay que desarrollar y ampliar la unidad, incluyendo de una
forma estable a los diferentes movimientos sociales y a los sectores sindicales
sin esperar el aval de las burocracias y su buena voluntad para dar
consistencia a un verdadero frente social, democrático y popular dirigido hacia
la acción. La unidad en lo que concierne a las fuerzas políticas debe ser sin
exclusión pero sin concesiones sobre el fondo: 1) unidad para la defensa de las
reivindicaciones sociales y democráticas inmediatas del conjunto del pueblo sin
restringir la lucha actual a objetivos limitados: liberación de las personas
detenidas, alto a la represión, solidaridad con el Rif; 2) unidad sobre la
necesidad de construir una correlación de fuerzas a largo plazo mediante la
movilización hasta la satisfacción de las reivindicaciones; y 3) unidad sobre
la necesidad de respetar la independencia organizativa del
Hirak, de los
movimientos populares y de sus estructuras propias.
· De lo que se trata es de superar las desigualdades de ritmos, la
diversidad de las configuraciones sociales y culturales, hacer frente a las
maniobras del poder, imponer el derecho a manifestarse. Pero si “tiempos
fuertes” nacionales son necesarios, no podemos olvidar una lección del M20F:
manifestaciones masivas y regulares no bastan para desplazar la correlación de
fuerzas. Será preciso, durante el camino, desarrollar formas de lucha que
impulsen la desobediencia generalizada, las ocupaciones de espacios públicos,
los paros y las huelgas en los lugares de trabajo.
· Igualmente hay un tema de solidaridad internacional. Si la lucha del Rif
tiene una relativa visibilidad mediática en el plano internacional, el eje
esencial no puede reducirse a movilizar a las comunidades inmigrantes, a las
redes militantes marroquíes existentes; hay que llevar a cabo una batalla de
largo aliento y pública, con el objetivo de incluir a las fuerzas progresistas
de los países en cuestión en el apoyo concreto al combate popular y contra las
complicidades de los estados con el poder actual. Se trata de acosar al régimen
en el terreno de sus apoyos internacionales estatales, de construir una
corriente de opinión pública solidaria, de romper la imagen de un rey moderno
que camufla una tiranía real y un sistema mafioso.
Reagrupar a la izquierda de lucha
En el conjunto de esta secuencia, las corrientes de la izquierda radical y
de lucha deberían unirse sin previos o condiciones. Esta unidad no puede
limitarse a coordinarse puntualmente en iniciativas coyunturales de apoyo a la
movilización. De lo que se trata es de que se desarrolle una expresión política
común permanente en las batallas explícitas o implícitas que vienen y alrededor
de algunos puntos de referencia fundamentales: ninguna solución a las
reivindicaciones populares es posible sin una amplia movilización unitaria y
combativa, sin la perspectiva de un enfrentamiento mayor con el poder de la
minoría mafiosa y depredadora, sin poner fin al majzén y a todas sus
instituciones.
Nadie puede substituir al pueblo y a los explotados en la lucha por la
justicia social, la dignidad y la libertad o decidir en su lugar o hablar en su
nombre. Luchamos para que el movimiento popular se represente él mismo,
construya sus órganos de lucha y de decisión en total independencia del poder,
sus agentes y sus partidos, y lleve a cabo la lucha hasta el final para acabar
con el reino de la austeridad, de la
Hogra y de la cachiporra. Estén
organizados o no, se trata de reagrupar a todas las personas que luchan por una
sociedad sin discriminación y opresión, dirigida hacia la satisfacción de las
necesidades sociales, las libertades colectivas e individuales, de los derechos
para todos y todas y la igualdad efectiva, todas las personas que luchan por
una autodeterminación democrática y social del pueblo, un reparto igualitario
de las riquezas, para actuar conjuntamente, aquí y ahora. Cualesquiera que sean
las diferencias pasadas o actuales, la emergencia de un polo en la lucha
claramente progresista y radical es una baza para la defensa de los intereses
generales de las clases populares, la dinámica de la movilización, y la
construcción a medio plazo de una alternativa política más creíble.
Esta unidad no significa ocultar nuestras diferencias, sino que a partir de
una base común defendida públicamente, podemos discutirlas serenamente,
partiendo de los objetivos concretos y de las posibilidades de la lucha. No
podemos pretextar la presencia masiva de AWI (Justicia y Caridad) y de tácticas
diferentes respecto a esa corriente para paralizar la expresión colectiva,
unitaria e independiente de la izquierda de lucha y las posibilidades de
intervenciones comunes. No podemos tampoco limitarnos a construir coordinadoras
de organizaciones cuando para una victoria real es preciso que nazca un
movimiento de masas independiente, autoorganizado, coordinado democráticamente
y que cuente con sus propias fuerzas. La izquierda de lucha debe apoyarse ante
todo en el pueblo y las categorías populares que siguen hoy mayoritariamente
poco o nada organizadas.
Esta es también la lección del Rif. La izquierda de lucha debe ayudar a que
se exprese una radicalidad, no minoritaria sino de masas, evitando la trampa de
quienes, nerviosos ante las batallas que pueden venir, intenten una vez más los
compromisos que darán un soplo de oxígeno al poder actual y a la perpetuación
de la situación actual. Es también esa la lección del Rif. La izquierda de
lucha debe ayudar a que se afirme un combate global que tiene por objetivo
obtener la victoria, lejos de las estrategias de presión, de cálculos tácticos
y de demostraciones de fuerza en las que se mercadean eventuales compromisos o
retiradas de la lucha mañana. En cualquier caso, no repitamos el error del M20F
cuando las corrientes políticas y sociales militantes de la izquierda de lucha
entraron en la batalla en filas dispersas y divididas, sin capacidad para
influir en la ampliación tanto de la correlación de fuerzas como de las
perspectivas de emancipación social y democrática. Nuestra responsabilidad es
colectiva y está claramente comprometida con nuestro pueblo. La izquierda real
saldrá de ello reforzada y reconocida o derrotada por mucho tiempo.
Chawqui Lofti
militante de la izquierda democrática marroquí, co-editor de la web
Badil Tawri y miembro de Emancipación Democrática (Tahadi).
Publicado originalmente en: http://taharour.org/?maroc-vers-une-nouvelle-vague-revolutionnaire
Traducido de http://www.europe-solidaire.org/spip.php?article41302
Traducción: Faustino Eguberri para
viento sur
1/ El envío de una delegación
interministerial tras la manifestación del 18 de mayo a la que se suponía hacer
la demostración de que el gobierno busca soluciones ha sido acogida como se
debe. Un obrero del puerto de Alhucemas ha explicado al Ministro de Agricultura
y Pesca que no tenía tiempo de escuchar (sus tonterías). El Ministro de
Educación ha sido recibido con manifestaciones, obligándole los estudiantes a
presentarse en medio de ellos y a responder a sus intervenciones, haciéndole
luego que se fuera de forma precipitada. El Ministro del Interior, de visita en
una zona marcada por un conflicto producido por la expropiación de campesinos
en la provincia de Alhucemas, ha sido rodeado por los habitantes ante su
negativa a explicarse ante todos ellos, al aire libre y frente a los medios.
Los habitantes han bloqueado su helicóptero durante dos horas a la vez que gritaban
consignas. Estos hechos pueden parecer anecdóticos pero revelan un hecho: la
fractura entre las élites y el pueblo, el retroceso del miedo, la insolencia
rebelde de los pobres cuando tienen conciencia de sus derechos.