lunes, 9 de marzo de 2009

Pelicula peruana que recoge el drama de las mujeres violadas por los militares genocidas


La película "La teta asustada" revive en Perú el debate sobre la violencia sexual de los militares

Semlac / La Haine

4 de marzo de 2009.- La entrega del Oso de Oro de Berlín a la película peruana La teta asustada dará pie -cuando se estrene en Lima- a un debate muchas veces soslayado en el país: el de registro y reparación para las mujeres que sufrieron violencia sexual durante la guerra civil que asoló el Perú en la década de los ochenta, en opinión de los observadores.
La película toma su nombre de una creencia andina, según la cual las mujeres violentadas sexualmente durante la guerra civil transmitieron sus miedos a sus hijos, al amamantarlos.
Esta creencia está muy arraigada en las comunidades andinas, pero tiene basamento científico exhaustivamente investigado por varios expertos, bajo diferentes escenarios de violencia política.
Luego de revisar estudios con diversas poblaciones del mundo víctimas de violencia sexual durante conflictos armados, un equipo de investigadores encabezado por la psiquiatra argentina Diana Kordon, concluyó que "la situación traumática incide tanto en las personas que la sufren directamente, como sobre el cuerpo social en su conjunto".
Los hechos pueden incluso impactar sobre varias generaciones, agrega el informe científico "Impacto psíquico y transmisión inter y transgeneracional en situaciones traumáticas de origen social".
La cineasta peruana Claudia Llosa, directora de la película, reveló que se trata de una cinta de ficción, pero se basa en los testimonios de mujeres con las que conversó y padecieron violencia durante los 20 años que duró la guerra civil.
Aunque señaló que lo suyo es más emocional que político, admitió que se ha hablado muy poco de lo que se vivió en los Andes "y es necesario hacerlo".
"Creo que es sano luchar por la memoria, a la vez que caminar mirando al futuro. La película plantea esa dualidad", enfatizó Llosa en rueda de prensa, al llegar a Lima.
Según la cineasta, los pobladores "no solo no fueron compensados o consolados, sino que, al contrario, sufrieron marginación, porque para la sociedad eran un recordatorio de la barbarie. En ese sentido, La teta asustada también habla de la dificultad para enterrar el pasado", corroboró.
La película será estrenada el próximo 12 de marzo en una barriada del cono este de Lima, que sirvió de escenario para muchas de sus escenas.
Se espera una fuerte polémica, debido a que se ha hablado poco sobre ese tema durante los años de violencia estatal en el Perú, al punto que, pese al tiempo transcurrido, aún no se ha podido establecer exactamente el número exacto de mujeres agredidas sexualmente.
En las localidades de Manta y Vilca, en Huancavelica (Andes centrales), decenas fueron violadas por los efectivos de la base militar allí establecida. De ellas, siete denunciaron a sus agresores e identificaron a nueve militares.
La mayor parte de las víctimas son muy pobres, quechuahablantes, sin escolaridad ni papeles que las acrediten como ciudadanas.
"A todas esas mujeres el estado peruano -todos nosotros- les debemos justicia y reparación. Y esta película hace visible su drama y su exigencia, ese es su mérito", subrayan las fuentes.
Muchos defensores de los derechos humanos esperan que este largometraje pueda lograr lo que los organismos de derechos humanos no han podido: que el congreso peruano apruebe el proyecto de ley en su poder hace meses, el cual generaría las condiciones necesarias para que la totalidad de mujeres que sufrieron violencia sexual durante la guerra civil sean registradas como víctimas y puedan, así, recibir reparación integral, especialmente en salud mental.
María Isabel Cedano señala que la sociedad debería ser advertida de que se requiere mucho más que una reparación económica ante la violencia sexual de las fuerzas del orden.
"La reparación civil es una mirada económica y compensatoria, pero eso solo no ayuda", dijo a SEMlac. En su opinión, se requiere de servicios de salud mental para las mujeres que sufrieron esos actos, así como una reparación simbólica que ayudaría a 'desestigmatizar' a las hijas e hijos que nacieron fruto de las violaciones militares.
"¿Quién y cómo repara a estas personas que también son víctimas de la violencia?", pregunta Cedano para ejemplificar la necesidad de una estrategia de salud mental que no sólo involucre a la mujer, sino a los descendientes y la comunidad.
"Esa es una realidad de la que nadie habla, pero está allí, hay testimonios desgarradores de madres que sólo después de muchos años han podido enfrentar a su hija o hijo y contarles la verdad", refiere.
Agrega que se impone también una reposición a las comunidads pobres, a las cuales "se le fracturó inevitablemente su equilibrio, su forma de vida y de eso tampoco nada se dice".
Por Zoraida Portillo

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