Nota – Hoy, 22 de abril, se cumple el 145º aniversario del nacimiento de Vladimir Ilich Lenin, el gran maestro revolucionario del proletariado, de los trabajadores y las naciones oprimidas del mundo entero.
“Al dirigir el movimiento revolucionario del proletariado en Rusia y la lucha contra el revisionismo en el movimiento comunista internacional, -señalaba la Declaración ¡Viva el Marxismo-Leninismo-Maoísmo! de 26 de Diciembre de 1993 del hoy desaparecido Movimiento Revolucionario Internacionalista- V.I. Lenin llevó el marxismo a una etapa completamente nueva.
Uno de sus muchos aportes es el análisis del desarrollo del capitalismo a su última y superior etapa: el imperialismo. Lenin demostró que el mundo estaba dividido entre un puñado de grandes potencias por un lado, y la gran mayoría de naciones y pueblos oprimidos por el otro, y que periódicamente las potencias imperialistas se verían obligadas a lanzarse a guerras para hacer un nuevo reparto del mundo. La época en que vivimos, afirmó, es la época del imperialismo y de la revolución proletaria. Lenin forjó un partido político de nuevo tipo, el Partido Comunista, como el arma indispensable del proletariado para dirigir a las masas revolucionarias a la conquista del Poder.
Lenin elevó la teoría y la práctica de la revolución proletaria a un nivel completamente nuevo cuando dirigió al proletariado a conquistar y consolidar el Poder -su dictadura revolucionaria- por primera vez en 1917, con el triunfo de la Revolución de Octubre en la Rusia zarista.
Lenin libró una lucha implacable contra los revisionistas de la Segunda Internacional, que traicionaron la revolución proletaria y exhortaron a los obreros a defender los intereses de sus amos imperialistas durante la I Guerra Mundial.
Los “fusiles de octubre” y la lucha de Lenin contra el revisionismo impulsaron el movimiento comunista por todo el mundo y unieron las luchas de los pueblos oprimidos con la revolución proletaria mundial. Así se fundó la Tercera Internacional (Comunista).
El profundo desarrollo global del marxismo por Lenin representa el segundo gran hito de la ideología del proletariado”
Con motivo de este 145º aniversario del nacimiento de V. I. Lenin, reproducimos a continuación el artículo de M. Gliasser “Cómo trabajaba Vladimir Ilich”, publicado en el libro “Lenin”, -recopilación por L. Guerrero, bajo la dirección de M. Gliasser, jefe del departamento biográfico del Instituto Lenin de Moscú-, Ediciones Europa-América, Barcelona, 1936, págs. 182-186 y que Gran Marcha Hacia el Comunismo ha publicado en su blog.
COMO TRABAJABA VLADIMIR ILICH
M. Gliasser
En su libro “Lenin y el leninismo”, el compañero Stalin escribe:
“El leninismo es la escuela teórica y práctica que elabora un tipo especial de militante del partido y del gobierno, que crea un estilo particular en el trabajo, el estilo leninista.”
Los rasgos característicos de este estilo son, el vuelo revolucionario ruso y el espíritu práctico americano. El estilo leninista consiste en la unión de estas dos particularidades en el trabajo de partido y del estado.
¿Qué representan estas dos particularidades?
“El vuelo revolucionario ruso –escribe el camarada Stalin-, es el antídoto contra la inercia, la rutina, el conservatismo, el estancamiento ideológico, la sumisión ante las viejas tradiciones. El vuelo revolucionario ruso es la fuerza vivificadora que despierta el pensamiento, le mueve hacia adelante, quiebra el pasado y abre perspectivas. Sin él es imposible moverse hacia adelante. Pero hay la posibilidad de que degenere en la práctica, en un “revolucionarismo” estéril, si no va unido en el trabajo, al espíritu práctico americano.
“El espíritu practico americano es la fuerza indomable que no sabe ni reconoce barreras, destruye con su insistencia y su tenacidad todos los obstáculos que no puede dejar de terminar una obra empezada, aunque no sea importante y sin la cual es inconcebible cualquier labor seria. Pero el espíritu práctico americano corre el riesgo de degenerar en un practicismo estrecho y sin principios, si no va unido al vuelo revolucionario ruso”.
“Tan sólo esta unión nos da el tipo acabado del militante leninista, el estilo leninista en el trabajo”.
Estas palabras definen mejor que nada el carácter del trabajo de Vladimir Ilich. Justamente la combinación de estas dos particularidades es lo que se manifestaba siempre en su trabajo, cualquiera que fuese. Y esto es justamente lo que enseñaba a los demás.
Vladimir Ilich era siempre muy severo y exigente en el trabajo. Odiaba el “charlatanismo” y el “proyectismo”, exigía siempre atención a los detalles, a los hechos sencillos y diarios, que se pensase en el pud de trigo y el pud de carbón; pero, al propio tiempo, tampoco podía soportar la falta de principios y el practicismo estrecho. Ver un fin en cada pequeño trabajo diario, comprender toda la responsabilidad, no sólo de la propia labor, sino también de la causa común, de la lucha por el comunismo, crearse una perspectiva en cada trabajo, esto era lo que él exigía sobre todo.
Los peores enemigos de Vladimir Ilich eran la despreocupación y la negligencia, el abandono, en una palabra, la pereza y la apatía. Los militantes despreocupados o los que trabajan solo para “hacer acto de presencia” capaces de contentarse con una respuesta verbal, sin comprobarla en los hechos, eran para Lenin insoportables, y los echaba despiadadamente. Exigía de cada uno, sobre todo, que tuviese conciencia de su responsabilidad, que supiese organizarle, cumplirle bien y con puntualidad y que llevase cada asunto hasta el fin, venciendo todos los obstáculos y sin detenerse a mitad del camino.
Ilich no sólo sabía “exigir”. En cada pequeña tarea diaria mostraba cómo había que trabajar y enseñaba su método.
Por ejemplo, encargaba a su secretario que hiciese llegar un papel cualquiera –petición de informes urgentes o una indicación a algún camarada o institución-, cuando decía: “lleve esto a fulano”, no dejaba de agregar: telefonee primero, pregunte donde está fulano para dar la dirección exacta al ciclista; pida también que se anote la hora de recepción; cuando traigan el recibo me lo enseñan”. Y después de la expedición de la carta, el secretario debía vigilar su destino, separando de su camino todos los obstáculos, pues en cualquier momento podía sonar el timbre del gabinete de Lenin y a sus preguntas: ¿ha recibido fulano mi carta?, ¿hay recibo?, ¿cuándo habrá respuesta?, había que responder con precisión. Si no se contestaba así, Lenin decía: “infórmese inmediatamente” o lo hacía él mismo. Descolgaba el teléfono y preguntaba al camarada a que había escrito si había recibido su carta.
Este es un ejemplo insignificante, pero muy característico de Vladimir Ilich. Dos condiciones se unen en él: asegura la rapidez y la exactitud en la ejecución del encargo y comprueba su ejecución. Estas dos condiciones pueden ser aplicadas igualmente tanto a un hecho insignificante como a otro de mucha importancia. No basta dar una orden, decía siempre Vladimir Ilich, hay que hacer de suerte que pueda ser ejecutada y verificar si lo ha sido.
Vladimir Ilich seguía siempre con atención el control de la ejecución de las resoluciones del Soviet de Comisarios del Pueblo y del Soviet de Trabajo y de defensa. Cuando una decisión quedaba incumplida, el culpable no era solamente el encargado de su cumplimiento, sino que también merecía ser severamente castigado el que debía vigilar por su ejecución.
“Por qué no se queja –decía en estos casos Vladimir Ilich-, ¡debía habérmelo dicho y poner el asunto a la orden del día!”
Vladimir Ilich era extraordinariamente puntual en su trabajo. Concurría siempre a las reuniones con cinco minutos de anticipación, y con su ejemplo personal influía en los camaradas, obligándolos a ser puntuales. Si alguien se retrasaba nunca dejaba de reprochárselo, exigiendo que la sesión se abriese a la hora citada.
De cómo presidía Vladimir Ilich las reuniones se ha escrito mucho. Estas reuniones eran verdaderas escuelas para todos sus participantes. Sólo se podrá abarcar por completo el trabajo de Ilich cuando se reúna y estudie todo el enorme material que ellas dejaron.
Además de su trabajo directo como presidente de las reuniones, tarea que exigía una gran tensión nerviosa, Vladimir Ilich lograba resolver enorme cantidad de asuntos: repartía documentos, materiales o telegramas entre los camaradas de la dirección de diversos departamentos, para que le diesen su opinión, pues él, como presidente del Consejo de Comisarios del Pueblo y del Consejo del Trabajo de Defensa recibía de todas partes una enorme cantidad de materiales. Enviaba notas a los camaradas preguntando sobre diversos problemas que le interesaban, daba distintos encargos, revisaba los libros recién aparecidos o la corrección de su último artículo. El centro de su atención, como presidente del Consejo de Comisarios del Pueblo y del Soviet de Trabajo y Defensa, eran algunos problemas importantísimos, particularmente para la existencia de la República Soviética, problemas que Lenin dirigía, observaba y conocía en sus más íntimos pormenores.
De esta suerte, durante la guerra civil su gabinete era “el Estado Mayor” de todas las operaciones militares. En su mesa había casi siempre mapas militares, en los que Vladimir Ilich se orientaba mejor que cualquier comandante del frente. Exigía que se le informase detalladamente de todos los pormenores de las operaciones, enviaba decenas de telegramas a todos los frentes, convocaba (a veces de noche) comisiones o reuniones para resolver los asuntos del frente. Era capaz de hablar por teléfono varias horas seguidas con Jarkov y Petrogrado. La mayoría de sus discursos y artículos de aquel entonces están saturados de una sola idea: organizar a toda costa la victoria, impedir que los especuladores rompiesen el monopolio del pan, asegurar todo lo necesario para el triunfo del Ejército Rojo. Los años de la guerra civil fueron años de trabajo intensísimo para Vladimir Ilich, años que quebrantaron su salud. En el orden del día del Sovnarkom figuraban siempre las “crisis”: “crisis” de víveres, de combustible, del transporte, de materias primas.
Era un círculo vicioso; para conseguir pan, había que tener transporte, para el transporte hacía falta combustible, para conseguir combustible hacía nuevamente falta pan. Vladimir Ilich resolvía este rompecabezas. Trabajaba en tal forma, como si por cada pud de pan o vagón de leña que se retenía por culpa de alguien, fuese él personalmente el responsable. Por eso Ilich exigía de los demás que no sólo cumpliesen con su trabajo, sino que supieran vencer todos los obstáculos que impedían el cumplimiento del trabajo necesario. Se informaba también de la cantidad que había de pan o de leña en Siberia o en el Cáucaso, si había llegado a los centros importantes industriales, cómo había que repartirlo y para cuánto tiempo alcanzaba. Convocaba reuniones diarias para buscar y tomar todas las medidas urgentes necesarias y ligar el trabajo de distintos departamentos.
Pero a pesar de estar absorbido por este inaplazable trabajo cotidiano, Vladimir Ilich encontraba siempre tiempo y energías, por penosa que fuese la situación, para sentar las bases del desarrollo socialista de su país.
Nadie ha hecho más que Vladimir Ilich para el desarrollo de la ciencia y la técnica en la Rusia Soviética. Todos saben con qué interés y participación activa Vladimir Ilich seguía los trabajos de elaboración el grandioso plan de electrificación de Rusia, aún en el periodo más difícil de la guerra civil. Con la misma atención apoyó los trabajos de la Hidroturba, la construcción de la “Anomalía Magnética de Kursk” y otras muchas empresas técnicas y científicas.
En este pequeño artículo es imposible abarcar ni la centésima parte del trabajo múltiple y genial de Vladimir Ilich.
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