Cuando hierve la sangre
Estos días China anda un poco revuelta. Se conmemora el 50 aniversario de la Revolución Cultural y el poder está dividido: los artículos criticando la Revolución Cultural proliferan en los principales medios, tanto escritos como audiovisuales; se intenta hacer todo lo posible porque el aniversario pase desapercibido para la población pero, al igual que no se puede tapar el sol con el dedo, todos los esfuerzos han resultado baldíos.
Si bien es cierto que los jóvenes comienzan a adorar todo lo que supone el capitalismo, también es cierto que cada vez un mayor número de jóvenes comienzan a denostar todo lo que supone el capitalismo. Este es un fenómeno que se da con fuerza en la universidad donde, con el apoyo de profesores, hay una resistencia cada vez mayor a la implantación de métodos de estudio y de asignaturas según el estilo occidental, entre otras cosas.
Las organizaciones que critican la dirección económica del Partido Comunista son cada vez mayores, incluso dentro del PCCh hay una importante divergencia en este sentido. El anuncio de despidos masivos en la industria del carbón y del acero está generando un importante malestar entre la población que se acentúa porque el ministro de Hacienda es claramente un neoliberal, un tipo que se opone tanto a la protección de estos trabajadores despedidos como a una mejora en las condiciones de los contratos con el argumento de que "perjudica la posición de los patrones" (sic). Al ministro, es decir, al gobierno, le preocupa, también, el progresivo aumento de los salarios de los trabajadores chinos que cada vez se organizan más y mejor para conseguir dejar de estar mal pagados y no sólo en las empresas extranjeras (casi un tercio del PIB de China lo generan las empresas extranjeras). Son habituales las detenciones de sindicalistas que procuran organizar a los trabajadores para reclamar cuestiones como elpago de las horas extras, una irregularidad que se suele cometer con los trabajadores provenientes del campo.
China tiene varias modalidades de despido que, todavía, no se parecen mucho a las de los países capitalistas clásicos, occidentales. Aquí el trabajador recibe el 60% de su salario durante los 10 años siguientes al despido si no ha sido recolocado -aunque a veces ello conlleva puestos peor pagados o de inferior categoría- o si no se ha prejubilado. Hay que tener en cuenta que la mayoría de trabajadores en China pertenecen al sector estatal.
Para recordar, y que se sepa por ahí, en España el tiempo máximo que el trabajador recibe un salario después de perder el trabajo (subsidio de desempleo) es de 2 años siempre que haya trabajado 6 años seguidos, gracias a una modificación de la ley realizada por los socialdemócratas allá por los años 1980-1990. Esta misma recomendación, un máximo de 2 años de cobro de desempleo, acaba de hacer el FMI a Francia (ahora para los parados mayores de 50 años son 3 los años de cobro; en los menores de esa edad se cobra durante esos 2 años el 75% del sueldo mientras que en España es regresivo: 70% los primeros seis meses y el 60% el resto, y no hay distinción de edad; todos los parados cobran hasta ese máximo de tiempo de 2 años), y es una de las razones de la contestación social contra las medidas fondomonetaristas que está intentando aplicar el gobierno "progresista" francés, también socialdemócrata.
El gobierno chino tiene un cierto temor a que el elevado número de despidos -se habla de unos cinco millones en total-, aunque sea por etapas y de forma escalonada, pueda "amenazar la estabilidad social". Porque en China hay hoy una cierta "revolucionarización" de la sociedad -sobre todo fuera de Beijing- que expresa cada vez de una forma más clara el hartazgo con el capitalismo. Es, por el momento, todavía un movimiento minoritario dentro de los 1.400 millones de chinos pero no por ello es desdeñable. El gobierno chino lo sabe y por eso ha intentado poner sordina a la conmemoración del 50 aniversario de la Revolución Cultural.
Sabe que aunque desde hace 30 años se ha hecho todo lo posible por hacer desaparecer del imaginario colectivo la Revolución Cultural esta sigue aún presente en mucha gente por lo que representó de igualdad social, algo que hoy prácticamente ha desaparecido y que el PCCh intenta paliar con medidas, como la tomada en la reunión que hubo en marzo de la Asamblea Nacional Popular, sobre "fortalecer la solidaridad social". Las referencias a "la reducción de la brecha social desde la senda del socialismo con características chinas" son cada vez más frecuentes porque cada vez son más frecuentes las críticas y las manifestaciones contra la política económica y social del gobierno.
Estos días China anda un poco revuelta. Se conmemora el 50 aniversario de la Revolución Cultural y el poder está dividido: los artículos criticando la Revolución Cultural proliferan en los principales medios, tanto escritos como audiovisuales; se intenta hacer todo lo posible porque el aniversario pase desapercibido para la población pero, al igual que no se puede tapar el sol con el dedo, todos los esfuerzos han resultado baldíos.
Si bien es cierto que los jóvenes comienzan a adorar todo lo que supone el capitalismo, también es cierto que cada vez un mayor número de jóvenes comienzan a denostar todo lo que supone el capitalismo. Este es un fenómeno que se da con fuerza en la universidad donde, con el apoyo de profesores, hay una resistencia cada vez mayor a la implantación de métodos de estudio y de asignaturas según el estilo occidental, entre otras cosas.
Las organizaciones que critican la dirección económica del Partido Comunista son cada vez mayores, incluso dentro del PCCh hay una importante divergencia en este sentido. El anuncio de despidos masivos en la industria del carbón y del acero está generando un importante malestar entre la población que se acentúa porque el ministro de Hacienda es claramente un neoliberal, un tipo que se opone tanto a la protección de estos trabajadores despedidos como a una mejora en las condiciones de los contratos con el argumento de que "perjudica la posición de los patrones" (sic). Al ministro, es decir, al gobierno, le preocupa, también, el progresivo aumento de los salarios de los trabajadores chinos que cada vez se organizan más y mejor para conseguir dejar de estar mal pagados y no sólo en las empresas extranjeras (casi un tercio del PIB de China lo generan las empresas extranjeras). Son habituales las detenciones de sindicalistas que procuran organizar a los trabajadores para reclamar cuestiones como el
China tiene varias modalidades de despido que, todavía, no se parecen mucho a las de los países capitalistas clásicos, occidentales. Aquí el trabajador recibe el 60% de su salario durante los 10 años siguientes al despido si no ha sido recolocado -aunque a veces ello conlleva puestos peor pagados o de inferior categoría- o si no se ha prejubilado. Hay que tener en cuenta que la mayoría de trabajadores en China pertenecen al sector estatal.
Para recordar, y que se sepa por ahí, en España el tiempo máximo que el trabajador recibe un salario después de perder el trabajo (subsidio de desempleo) es de 2 años siempre que haya trabajado 6 años seguidos, gracias a una modificación de la ley realizada por los socialdemócratas allá por los años 1980-1990. Esta misma recomendación, un máximo de 2 años de cobro de desempleo, acaba de hacer el FMI a Francia (ahora para los parados mayores de 50 años son 3 los años de cobro; en los menores de esa edad se cobra durante esos 2 años el 75% del sueldo mientras que en España es regresivo: 70% los primeros seis meses y el 60% el resto, y no hay distinción de edad; todos los parados cobran hasta ese máximo de tiempo de 2 años), y es una de las razones de la contestación social contra las medidas fondomonetaristas que está intentando aplicar el gobierno "progresista" francés, también socialdemócrata.
El gobierno chino tiene un cierto temor a que el elevado número de despidos -se habla de unos cinco millones en total-, aunque sea por etapas y de forma escalonada, pueda "amenazar la estabilidad social". Porque en China hay hoy una cierta "revolucionarización" de la sociedad -sobre todo fuera de Beijing- que expresa cada vez de una forma más clara el hartazgo con el capitalismo. Es, por el momento, todavía un movimiento minoritario dentro de los 1.400 millones de chinos pero no por ello es desdeñable. El gobierno chino lo sabe y por eso ha intentado poner sordina a la conmemoración del 50 aniversario de la Revolución Cultural.
Sabe que aunque desde hace 30 años se ha hecho todo lo posible por hacer desaparecer del imaginario colectivo la Revolución Cultural esta sigue aún presente en mucha gente por lo que representó de igualdad social, algo que hoy prácticamente ha desaparecido y que el PCCh intenta paliar con medidas, como la tomada en la reunión que hubo en marzo de la Asamblea Nacional Popular, sobre "fortalecer la solidaridad social". Las referencias a "la reducción de la brecha social desde la senda del socialismo con características chinas" son cada vez más frecuentes porque cada vez son más frecuentes las críticas y las manifestaciones contra la política económica y social del gobierno.
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