Sobre el anarco-terrorismo y su concepción burguesa de la revolución
La concepción científica del universo y la sociedad (el marxismo-leninismo-maoísmo) demuestra con pruebas fehacientes que la historia la hacen las masas en su lucha infatigable contra La opresión y la explotación. De ahí que, todo quien quiera hacer la revolución deba entender el proceso revolucionario como un proceso de masas en rebelión.
Quienes no comprenden esta cuestión fundamental no sólo adoptan una posición burguesa sobre la historia y la revolución en particular, sino que, además, están condenados a estrellarse una y otra vez contra la realidad misma de la lucha de clases. Es decir, la línea de masas no es sólo una cuestión de orden teórico ni de una mera discrepancia entre dos caminos hacia un mismo fin. La línea de masas es la herramienta que nos permite concebir la revolución de manera científica, dando cuenta de la relación dialéctica entre masas y vanguardia.
Para los anarquistas que, ven todo de manera estática (metafísica), no existe posibilidad de un análisis dialéctico. Según ellos sólo se puede optar por dos caminos: construir organizaciones “ultrademocráticas” –a las que denominan como “horizontales”– sin dirección ideológica ni política o esforzarse en la materialización de círculos terroristas, alejados de todo trabajo de masas. En esta ocasión nos vamos a detener en estos últimos. Pero antes de continuar queremos dejar en claro que en la utilización del concepto terrorista nos referimos exclusivamente a aquellos sectores que pretenden reemplazar la lucha de las masas por la violencia individual. Esto es preciso dejarlo claro, sobretodo, cuando el imperialismo y la reacción tacha de terroristas a todos aquellos que luchan por la liberación de los pueblos.
¿Subversivos o pompas de jabón?
En el último tiempo la prensa burguesa se ha mostrado particularmente sensible al referirse a la “seguidilla” de petardos que han sido puestos en diferentes puntos de la capital (cerca de 100 explosiones se han contabilizado desde el 2004 hasta ahora).
Generalmente las detonaciones han ido acompañadas de breves comunicados que intentan explicar la causa de la acción. En cada comunicado emitido por los círculos anarco-terroristas para adjudicarse las acciones, se hace referencia a que su objetivo es “servir a la lucha revolucionaria”. Sin embargo, sus “nobles” intenciones son nada más que eso y sus deseos “revolucionarios” están totalmente divorciados con la práctica que llevan a cabo.
La revolución es un proceso donde las masas armadas se incorporan a la lucha y logran barrer con el viejo Poder y tomar en sus manos el control de la nueva sociedad. No hay nada que pueda reemplazar el papel del pueblo en la lucha, menos aún una serie de detonaciones que, desligada totalmente de las luchas del pueblo, intenta imponerse como estrategia para derrocar este orden que descansa sobre la esclavitud asalariada.
Los anarco-terroristas son movidos principalmente por la falsa idea de que un pequeño grupo conspirativo, mediante acciones aisladas, puede “despertar” la conciencia del pueblo. Esa no es una teoría nueva, ya la historia ha visto desfilar un sinnúmero de organizaciones que se ha atribuido el papel de estimulantes del pueblo, pero sus acciones nunca lograron provocar un salto en la lucha ni la incorporación de las masas a la revolución. Por ejemplo, en Rusia el grupo que se hacía llamar “Naródnaia Volia” (Voluntad del Pueblo), realizó varios atentados contra autoridades zaristas e incluso, en un atentado con dos bombas, fue muerto el mismo Zar Nicolás II (1º de marzo de 1881). ¿Qué sucedió?, ¿el pueblo se incorporó con más fuerzas a las acciones combativas? No, esto no provocó ningún impulso en el pueblo ruso. Sólo la lucha de masas bajo la correcta dirección ideológica de los bolcheviques permitió elevar el nivel de las acciones revolucionarias y el triunfo sobre las fuerzas zaristas.
Los anarco-terroristas, que constantemente posan de “anti-autoritarios”, no tienen problemas a la hora de adoptar posiciones paternalistas, donde pretenden que sus acciones aisladas tengan un efecto de “iluminar” la “oscuridad” en la que se encuentra el resto de los individuos. Sin comprender el desarrollo de la lucha de clases, se lanzan desesperadamente tras la idea de obtener grandes objetivos en forma inmediata, sin siquiera darse el tiempo de movilizar a las masas ni ligarse a ellas. Pretenden imponer el ritmo de lucha y los escenarios de ésta a partir de sus acciones individuales y con declaraciones como estas:
“multiplicar los grupos autónomos de ataque”. (Grupo Tamayo Gavilán, 20-12-2006)
“Y también hacemos un llamado a mantener todas las noches la revuelta, a salir de la población para atacar los barrios del enemigo, a superar la rutina revolucionaria con la renovación de energías y la innovación de los materiales a usar, las armas están en todos lados, solo debemos dirigirlas a nuestros carceleros”. (Columnas armadas y desalmadas Jean-Marc Rouillan, 18-03-08)Su teoría de los pequeños grupos conspirativos es la expresión de una concepción burguesa de la revolución, que poniendo la primacía en el individuo, termina considerando al pueblo como un ser pasivo o cuando más como un sector que necesita de este tipo de acciones “excitantes” que lo empujen a sumarse al combate.
Grandilocuencia de niños de pecho
La grandilocuencia con la que los anarco-terroristas se expresan en sus comunicados es totalmente alejada a lo que muestran sus actos. La historia de las luchas revolucionarias en el mundo ha demandado grandes tareas para los revolucionarios, como las acciones que hoy lleva adelante el Partido Comunista del Perú en el desarrollo de la Guerra Popular. Comparadas con éstas, las detonaciones de nuestros anarco-terroristas son nada más que un juego de niños.
Por ejemplo, el grupo “Miguel Arcángel Roscigna” reivindica un ataque a las dependencias administrativas de un diario de la burguesía bajo el título: Volamos “Las Últimas Noticias”. (05-10-06) Sin embargo, el diario en cuestión ha seguido editándose hasta el día de hoy sin ninguna interrupción.
En otro comunicado (13-08-08) las “Fuerzas insurreccionales internacionalistas Axel Osorio a la calle” declaran: “En cada bombazo, barricada, expropiación y cualquier acción directa se engendra la caída del viejo mundo, mundo que se perpetua con la explotación del hombre por el hombre, mundo que castiga con la prisión o la muerte a quien se atreve a rebelarse”. Si fuera así de fácil engendrar la revolución ya estaríamos viviendo en el comunismo. ¿O será que estos señores realmente viven en otro mundo?
Dentro de esta “seguidilla” de ataques explosivos, nos encontramos también visiones aún más delirantes de lo que ellos entienden como violencia revolucionaria. Un comunicado emitido por el “Frente Anarquista Revolucionario”, que lleva como título: “¡La guerra psicológica también es efectiva contra el E$tado y sus perros/as lacayos/as!”, reivindica el haber colocado en un sector de Lo Espejo una bomba falsa y luego se quejan diciendo: “Llamamos al 133 avisando de la bomba, pero todo fue ocultado...” (24-01-09). Como si ya no fuera bastante ridículo andar reivindicando falsos explosivos como ¡guerra psicológica, ¡estos señores luego se lamentan de que los órganos de represión no salgan a hacer publicidad de sus acciones! Con declaraciones como estas lo único que cabe pensar es que la guerra psicológica que deben dar estos sujetos es al interior de su propio cerebro, sus teorías no resisten el menor análisis.
Invirtiendo en seguridad y reprimiendo a destajo
Resulta extraño, por decir lo menos, que los aparatos de seguridad del Estado burgués-terrateniente de Chile, aún no hayan dado con los responsables de los petardos. Decimos esto no porque estemos afirmando que los anarco-terroristas sean miembros de los aparatos de inteligencia –aunque las acusaciones por parte de las Columnas armadas y desalmadas Jean-Marc Rouillan afirman aquello respecto al Frente Anarquista Revolucionario–, sino porque resulta sospechoso que el estado utiliza con ellos una política que difiere enormemente de la que usa con los sectores con movilización de masas, especialmente con los mapuche.
Hasta el momento aunque el gobierno dice (para las cámaras) estar preocupado, en la práctica el gobierno se sirve de la existencia de estos grupos como excusa para invertir más en seguridad. En una entrevista al Fiscal Nacional, Sabas Chauán, sobre los pocos resultados que se han obtenido para aprehender a los responsables de las detonaciones, el Fiscal responde: “Creemos que en ocasiones escasean los recursos [de la policía]”. (El Mercurio, 25-01-09).
En ese sentido es bastante probable que el gobierno esté utilizando la existencia de los círculos petardistas para incrementar sus niveles de represión ante el pueblo. Debemos reconocer que si estos grupos realmente representaran un peligro para las clases explotadoras, todo el aparato represivo no tardaría en actuar sobre ellos. Se nos podrá decir que: “tal vez los organismos de seguridad no saben quienes son los responsables”, quizás sea así. Sin embargo, sabemos que cuando el Estado burgués-terrateniente desata su represión, poco le importa encontrar a los verdaderos responsables. Sólo miremos al territorio mapuche, ahí se lleva a cabo una represión a destajo: se detiene a cualquiera, se inventan cargos, secuestran a niños para interrogarlos, montan juicios con testigos sin rostro, detienen a personas a las que luego de años encarceladas no se le pueden comprobar los cargos, acribillan y masacran a los mapuche movilizados, etc.
Lo que hay tras los petardos
Que estos grupos anarco-terroristas se lancen a la acción reivindicando la violencia como forma de lucha no es algo accidental ni responde, como lo ha querido mostrar la prensa burguesa, a problemas psicopatológicos de estos sujetos. La cuestión es mucho más de fondo y al mismo tiempo mucho más simple.
El que grupos de individuos decidan actuar de esta manera tiene varios motivos:1) Muchos de los anarco-terroristas son personas que de todo corazón quieren luchar y derrocar este podrido sistema. El que una buena parte de ellos se viera empujado hacia el anarquismo, es producto de la nefasta política de los revisionistas, que traficando con la ideología del proletariado y con sus luchas, han presentado a las masas sus políticas burguesas, poniéndoles el membrete de “comunistas”. Es decir, muchos piensan que el comunismo es la política del P“C” revisionista, donde no ven oportunidad de luchar y eso es lo que, en su búsqueda los ha llevado al anarquismo, al considerarlo como más radical.
Esta situación no se habría presentado si quienes se dicen “comunistas” lo fueran en realidad y asumieran una práctica revolucionaria.
2) la base social de los grupos anarco-terroristas esta compuesta por miembros de la pequeñaburguesía (principalmente intelectual) y con una parte del lumpenproletariado, a los que históricamente esta parte de la pequeñaburguesía nunca ha dejado de admirar.
La pequeñaburguesía como clase social se caracteriza por ser vacilante en la lucha. Un día está con las masas explotadas, pero al menor fracaso se desespera y no tarda en culpar al pueblo de los reveses en las luchas o de lo complejo que puede resultar la lucha de clases.
3) Pero sin duda lo más importante que demuestra esta seguidilla de petardos, es que ya hay voces que comienzan a reclamar por la utilización de la violencia como forma de hacer frente a la explotación y miseria crecientes. Ante esto los marxista-leninista-maoístas declaramos que sin violencia no hay transformación, sin embargo a diferencia de los anarquistas, nosotros sostenemos que la utilización de la violencia no puede moverse en torno a las individualidades ni a la desesperación. Para nosotros la cuestión estriba en resolver el problema de que sean las masas las que se incorporen a la lucha revolucionaria, lo que debe entenderse en estos momentos como crear las condiciones (subjetivas) para iniciar y desarrollar la guerra popular, que es la única forma científica de aplicar la violencia.
La concepción científica del universo y la sociedad (el marxismo-leninismo-maoísmo) demuestra con pruebas fehacientes que la historia la hacen las masas en su lucha infatigable contra La opresión y la explotación. De ahí que, todo quien quiera hacer la revolución deba entender el proceso revolucionario como un proceso de masas en rebelión.
Quienes no comprenden esta cuestión fundamental no sólo adoptan una posición burguesa sobre la historia y la revolución en particular, sino que, además, están condenados a estrellarse una y otra vez contra la realidad misma de la lucha de clases. Es decir, la línea de masas no es sólo una cuestión de orden teórico ni de una mera discrepancia entre dos caminos hacia un mismo fin. La línea de masas es la herramienta que nos permite concebir la revolución de manera científica, dando cuenta de la relación dialéctica entre masas y vanguardia.
Para los anarquistas que, ven todo de manera estática (metafísica), no existe posibilidad de un análisis dialéctico. Según ellos sólo se puede optar por dos caminos: construir organizaciones “ultrademocráticas” –a las que denominan como “horizontales”– sin dirección ideológica ni política o esforzarse en la materialización de círculos terroristas, alejados de todo trabajo de masas. En esta ocasión nos vamos a detener en estos últimos. Pero antes de continuar queremos dejar en claro que en la utilización del concepto terrorista nos referimos exclusivamente a aquellos sectores que pretenden reemplazar la lucha de las masas por la violencia individual. Esto es preciso dejarlo claro, sobretodo, cuando el imperialismo y la reacción tacha de terroristas a todos aquellos que luchan por la liberación de los pueblos.
¿Subversivos o pompas de jabón?
En el último tiempo la prensa burguesa se ha mostrado particularmente sensible al referirse a la “seguidilla” de petardos que han sido puestos en diferentes puntos de la capital (cerca de 100 explosiones se han contabilizado desde el 2004 hasta ahora).
Generalmente las detonaciones han ido acompañadas de breves comunicados que intentan explicar la causa de la acción. En cada comunicado emitido por los círculos anarco-terroristas para adjudicarse las acciones, se hace referencia a que su objetivo es “servir a la lucha revolucionaria”. Sin embargo, sus “nobles” intenciones son nada más que eso y sus deseos “revolucionarios” están totalmente divorciados con la práctica que llevan a cabo.
La revolución es un proceso donde las masas armadas se incorporan a la lucha y logran barrer con el viejo Poder y tomar en sus manos el control de la nueva sociedad. No hay nada que pueda reemplazar el papel del pueblo en la lucha, menos aún una serie de detonaciones que, desligada totalmente de las luchas del pueblo, intenta imponerse como estrategia para derrocar este orden que descansa sobre la esclavitud asalariada.
Los anarco-terroristas son movidos principalmente por la falsa idea de que un pequeño grupo conspirativo, mediante acciones aisladas, puede “despertar” la conciencia del pueblo. Esa no es una teoría nueva, ya la historia ha visto desfilar un sinnúmero de organizaciones que se ha atribuido el papel de estimulantes del pueblo, pero sus acciones nunca lograron provocar un salto en la lucha ni la incorporación de las masas a la revolución. Por ejemplo, en Rusia el grupo que se hacía llamar “Naródnaia Volia” (Voluntad del Pueblo), realizó varios atentados contra autoridades zaristas e incluso, en un atentado con dos bombas, fue muerto el mismo Zar Nicolás II (1º de marzo de 1881). ¿Qué sucedió?, ¿el pueblo se incorporó con más fuerzas a las acciones combativas? No, esto no provocó ningún impulso en el pueblo ruso. Sólo la lucha de masas bajo la correcta dirección ideológica de los bolcheviques permitió elevar el nivel de las acciones revolucionarias y el triunfo sobre las fuerzas zaristas.
Los anarco-terroristas, que constantemente posan de “anti-autoritarios”, no tienen problemas a la hora de adoptar posiciones paternalistas, donde pretenden que sus acciones aisladas tengan un efecto de “iluminar” la “oscuridad” en la que se encuentra el resto de los individuos. Sin comprender el desarrollo de la lucha de clases, se lanzan desesperadamente tras la idea de obtener grandes objetivos en forma inmediata, sin siquiera darse el tiempo de movilizar a las masas ni ligarse a ellas. Pretenden imponer el ritmo de lucha y los escenarios de ésta a partir de sus acciones individuales y con declaraciones como estas:
“multiplicar los grupos autónomos de ataque”. (Grupo Tamayo Gavilán, 20-12-2006)
“Y también hacemos un llamado a mantener todas las noches la revuelta, a salir de la población para atacar los barrios del enemigo, a superar la rutina revolucionaria con la renovación de energías y la innovación de los materiales a usar, las armas están en todos lados, solo debemos dirigirlas a nuestros carceleros”. (Columnas armadas y desalmadas Jean-Marc Rouillan, 18-03-08)Su teoría de los pequeños grupos conspirativos es la expresión de una concepción burguesa de la revolución, que poniendo la primacía en el individuo, termina considerando al pueblo como un ser pasivo o cuando más como un sector que necesita de este tipo de acciones “excitantes” que lo empujen a sumarse al combate.
Grandilocuencia de niños de pecho
La grandilocuencia con la que los anarco-terroristas se expresan en sus comunicados es totalmente alejada a lo que muestran sus actos. La historia de las luchas revolucionarias en el mundo ha demandado grandes tareas para los revolucionarios, como las acciones que hoy lleva adelante el Partido Comunista del Perú en el desarrollo de la Guerra Popular. Comparadas con éstas, las detonaciones de nuestros anarco-terroristas son nada más que un juego de niños.
Por ejemplo, el grupo “Miguel Arcángel Roscigna” reivindica un ataque a las dependencias administrativas de un diario de la burguesía bajo el título: Volamos “Las Últimas Noticias”. (05-10-06) Sin embargo, el diario en cuestión ha seguido editándose hasta el día de hoy sin ninguna interrupción.
En otro comunicado (13-08-08) las “Fuerzas insurreccionales internacionalistas Axel Osorio a la calle” declaran: “En cada bombazo, barricada, expropiación y cualquier acción directa se engendra la caída del viejo mundo, mundo que se perpetua con la explotación del hombre por el hombre, mundo que castiga con la prisión o la muerte a quien se atreve a rebelarse”. Si fuera así de fácil engendrar la revolución ya estaríamos viviendo en el comunismo. ¿O será que estos señores realmente viven en otro mundo?
Dentro de esta “seguidilla” de ataques explosivos, nos encontramos también visiones aún más delirantes de lo que ellos entienden como violencia revolucionaria. Un comunicado emitido por el “Frente Anarquista Revolucionario”, que lleva como título: “¡La guerra psicológica también es efectiva contra el E$tado y sus perros/as lacayos/as!”, reivindica el haber colocado en un sector de Lo Espejo una bomba falsa y luego se quejan diciendo: “Llamamos al 133 avisando de la bomba, pero todo fue ocultado...” (24-01-09). Como si ya no fuera bastante ridículo andar reivindicando falsos explosivos como ¡guerra psicológica, ¡estos señores luego se lamentan de que los órganos de represión no salgan a hacer publicidad de sus acciones! Con declaraciones como estas lo único que cabe pensar es que la guerra psicológica que deben dar estos sujetos es al interior de su propio cerebro, sus teorías no resisten el menor análisis.
Invirtiendo en seguridad y reprimiendo a destajo
Resulta extraño, por decir lo menos, que los aparatos de seguridad del Estado burgués-terrateniente de Chile, aún no hayan dado con los responsables de los petardos. Decimos esto no porque estemos afirmando que los anarco-terroristas sean miembros de los aparatos de inteligencia –aunque las acusaciones por parte de las Columnas armadas y desalmadas Jean-Marc Rouillan afirman aquello respecto al Frente Anarquista Revolucionario–, sino porque resulta sospechoso que el estado utiliza con ellos una política que difiere enormemente de la que usa con los sectores con movilización de masas, especialmente con los mapuche.
Hasta el momento aunque el gobierno dice (para las cámaras) estar preocupado, en la práctica el gobierno se sirve de la existencia de estos grupos como excusa para invertir más en seguridad. En una entrevista al Fiscal Nacional, Sabas Chauán, sobre los pocos resultados que se han obtenido para aprehender a los responsables de las detonaciones, el Fiscal responde: “Creemos que en ocasiones escasean los recursos [de la policía]”. (El Mercurio, 25-01-09).
En ese sentido es bastante probable que el gobierno esté utilizando la existencia de los círculos petardistas para incrementar sus niveles de represión ante el pueblo. Debemos reconocer que si estos grupos realmente representaran un peligro para las clases explotadoras, todo el aparato represivo no tardaría en actuar sobre ellos. Se nos podrá decir que: “tal vez los organismos de seguridad no saben quienes son los responsables”, quizás sea así. Sin embargo, sabemos que cuando el Estado burgués-terrateniente desata su represión, poco le importa encontrar a los verdaderos responsables. Sólo miremos al territorio mapuche, ahí se lleva a cabo una represión a destajo: se detiene a cualquiera, se inventan cargos, secuestran a niños para interrogarlos, montan juicios con testigos sin rostro, detienen a personas a las que luego de años encarceladas no se le pueden comprobar los cargos, acribillan y masacran a los mapuche movilizados, etc.
Lo que hay tras los petardos
Que estos grupos anarco-terroristas se lancen a la acción reivindicando la violencia como forma de lucha no es algo accidental ni responde, como lo ha querido mostrar la prensa burguesa, a problemas psicopatológicos de estos sujetos. La cuestión es mucho más de fondo y al mismo tiempo mucho más simple.
El que grupos de individuos decidan actuar de esta manera tiene varios motivos:1) Muchos de los anarco-terroristas son personas que de todo corazón quieren luchar y derrocar este podrido sistema. El que una buena parte de ellos se viera empujado hacia el anarquismo, es producto de la nefasta política de los revisionistas, que traficando con la ideología del proletariado y con sus luchas, han presentado a las masas sus políticas burguesas, poniéndoles el membrete de “comunistas”. Es decir, muchos piensan que el comunismo es la política del P“C” revisionista, donde no ven oportunidad de luchar y eso es lo que, en su búsqueda los ha llevado al anarquismo, al considerarlo como más radical.
Esta situación no se habría presentado si quienes se dicen “comunistas” lo fueran en realidad y asumieran una práctica revolucionaria.
2) la base social de los grupos anarco-terroristas esta compuesta por miembros de la pequeñaburguesía (principalmente intelectual) y con una parte del lumpenproletariado, a los que históricamente esta parte de la pequeñaburguesía nunca ha dejado de admirar.
La pequeñaburguesía como clase social se caracteriza por ser vacilante en la lucha. Un día está con las masas explotadas, pero al menor fracaso se desespera y no tarda en culpar al pueblo de los reveses en las luchas o de lo complejo que puede resultar la lucha de clases.
3) Pero sin duda lo más importante que demuestra esta seguidilla de petardos, es que ya hay voces que comienzan a reclamar por la utilización de la violencia como forma de hacer frente a la explotación y miseria crecientes. Ante esto los marxista-leninista-maoístas declaramos que sin violencia no hay transformación, sin embargo a diferencia de los anarquistas, nosotros sostenemos que la utilización de la violencia no puede moverse en torno a las individualidades ni a la desesperación. Para nosotros la cuestión estriba en resolver el problema de que sean las masas las que se incorporen a la lucha revolucionaria, lo que debe entenderse en estos momentos como crear las condiciones (subjetivas) para iniciar y desarrollar la guerra popular, que es la única forma científica de aplicar la violencia.
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