Algunas cuestiones respecto de la historia del Movimiento Comunista Internacional, la URSS y la Comintern – Declaración del MRI (1984)
Nota – El siguiente texto es un amplio extracto de los capítulos “Algunas Cuestiones respecto de la Historia del Movimiento Comunista Internacional” y “La URSS y la Comintern”, de la Declaración del Movimiento Revolucionario Internacionalista de 1984 http://www.aworldtowin.org/spanish/mri/declar_Span.htm En la actualidad, tras el colapso del MRI y cuando partidos y organizaciones marxistas-leninistas-maoístas del mundo trabajan por la unidad y hacia la construcción de una nueva organización internacional de los comunistas, el estudio y análisis de los orígenes del revisionismo contemporáneo sigue siendo de vital importancia para profundizar nuestra comprensión de los errores cometidos y sus fuentes y elaborar una línea general para el Movimiento Comunista Internacional. Madrid, septiembre 2013.
Algunas Cuestiones Respecto de la Historia del Movimiento Comunista Internacional
En el espacio de poco más de un siglo desde que se publicó el Manifiesto Comunista y su llamado “Obreros de todos los países, uníos”, el proletariado internacional ha acumulado un inmenso caudal de experiencia. Esta experiencia abarca el curso del movimiento revolucionario en diferentes tipos de países durante los grandiosos días de victorias decisivas y de entusiasmo revolucionario, como también los períodos de la reacción y el retroceso más sombríos. La ciencia del marxismo-leninismo-maoísmo se ha ido formando y desarrollando durante las vueltas y revueltas del movimiento, a través de una lucha constante contra aquellos que le arrancan su esencia revolucionaria y/o la transforman en un dogma enmohecido e inerte. Encarnizadas luchas en la esfera ideológica entre el marxismo y el revisionismo y el dogmatismo han acompañado invariablemente los puntos críticos en el desarrollo de la historia mundial y la lucha de clases. Este fue el caso de la lucha que Lenin libró contra la II Internacional (que correspondió al estallido de la I Guerra Mundial y el desarrollo de una situación revolucionaria en Rusia y otros lugares) y en la lucha de Mao Tsetung contra el revisionismo soviético moderno, una gran lucha que reflejó eventos históricos mundiales (el restablecimiento del capitalismo en la URSS, la intensificación de la lucha de clases en la China socialista, el desarrollo de un repunte de la lucha revolucionaria mundial dirigida en particular contra el imperialismo EU). Del mismo modo, la profunda crisis por la cual está pasando actualmente el movimiento comunista internacional es un reflejo de la revocación del dominio proletario en China y el ataque general a la Revolución Cultural en China a raíz de la muerte de Mao Tsetung y del golpe de Estado de Deng Xiaoping y Hua Kuo-feng, como también de la agudización general de las contradicciones mundiales que acentúan el peligro de guerra mundial y las perspectivas de revolución. Hoy en día, como en las otras grandes luchas, las fuerzas que luchan por una línea revolucionaria son una pequeña minoría cercada y atacada por revisionistas y apologistas burgueses de toda calaña. Sin embargo, estas fuerzas representan el futuro, y los avances ulteriores del movimiento comunista internacional dependen de su capacidad de forjar una línea política que trace el camino hacia adelante para el proletariado revolucionario en la compleja situación actual. Esto se debe a que si se tiene una línea correcta, aunque no tenga ni un solo soldado inicialmente, habrá soldados, y aunque no se tenga el Poder político, se ganará el Poder. La experiencia del movimiento comunista internacional, desde los tiempos de Marx, lo comprueba.
Un elemento extremadamente importante en la elaboración de tal línea general para el movimiento comunista internacional es una valoración correcta de la experiencia histórica de nuestro movimiento. Sería sumamente irresponsable, y contrario a la teoría marxista del conocimiento, no prestar suficiente importancia a la experiencia ganada y a las lecciones aprendidas en el curso de las luchas revolucionarias de masas de millones de personas y pagadas por innumerables mártires.
(…) Hay experiencias que hay que elogiar y hay experiencias que se deben lamentar. Los comunistas y los revolucionarios en todos los países deben reflexionar sobre estas experiencias de éxitos y fracasos, y estudiarlas seriamente para sacar conclusiones correctas y lecciones útiles.
El balance de nuestro patrimonio es una responsabilidad colectiva que tiene que realizar el movimiento comunista internacional en conjunto. Hay que hacer tal balance de un modo implacablemente científico, basándolo en los principios marxista-leninista-maoístas y tomando completamente en cuenta las condiciones históricas que existieron y los límites que éstas le pusieron a la vanguardia proletaria, y basándose sobre todo en el principio de hacer que el pasado sirva al presente, con el objeto de obviar los errores metafísicos de medir el pasado con los criterios de hoy, desconociendo las condiciones históricas. No cabe duda que tomará bastante tiempo hacer tal balance cabal, pero la urgencia de los acontecimientos, la oportunidad de posibilidades revolucionarias, exige que se saquen ciertas lecciones claves hoy para que las fuerzas de vanguardia del proletariado estén mejor capacitadas para cumplir con sus responsabilidades.
(…) Hoy en día es necesario un enfoque similar a las espinosas cuestiones y problemas de la historia del movimiento comunista internacional.
La URSS y la Comintern
La revolución de octubre en Rusia y el establecimiento de la dictadura del proletariado abrieron una nueva etapa en la historia del movimiento de la clase obrera internacional. La revolución de octubre fue la confirmación viva del desarrollo vital de Lenin de la teoría marxista de la revolución proletaria y la dictadura del proletariado. Por primera vez en la historia, la clase obrera tuvo éxito en hacer añicos el viejo aparato estatal, establecer su propia dominación, repeler los esfuerzos de los explotadores para estrangular al régimen socialista en su infancia, y crear las condiciones políticas necesarias para el establecimiento de un nuevo orden económico, el socialista. En este proceso, se demostró el papel central de un partido político de vanguardia de un nuevo tipo, el partido leninista.
El impacto internacional de la revolución rusa, sobre todo al ocurrir durante la coyuntura mundial marcada por la I Guerra Mundial y el repunte de actividad revolucionaria que la acompañó, fue inmenso. Desde el comienzo, los líderes y obreros conscientes de clase en el nuevo Estado socialista, consideraron que la victoria de la revolución allí no era un fin en sí mismo, sino el primer avance decisivo en la lucha mundial para derrocar al imperialismo, arrancar de raíz la explotación y establecer el comunismo en el mundo entero. A raíz de la revolución rusa, asimilando las lecciones vitales de la revolución bolchevique y haciendo una ruptura con el reformismo y la socialdemocracia que envenenaron y eventualmente caracterizaron a la gran mayoría de los partidos socialistas de la II Internacional, se formó una nueva Internacional, la Internacional Comunista. Por primera vez en la historia, la revolución rusa y la Comintern, en conexión con los cambios objetivos que produjo la I Guerra Mundial, convirtieron la lucha por el socialismo y el comunismo, de un fenómeno esencialmente europeo, a una lucha auténticamente mundial.
(…) En el período siguiente a la muerte de Lenin, Stalin dirigió la Internacional Comunista, que continuó jugando un importante papel en el fomento de la revolución mundial y en el desarrollo y consolidación de los recientemente formados Partidos Comunistas.
En 1935, se celebró un congreso de la Internacional Comunista sumamente importante, en medio de una grave crisis económica mundial, la creciente amenaza de una guerra mundial y ataques imperialistas contra la Unión Soviética, la llegada al Poder del fascismo en Alemania y el aplastamiento del Partido Comunista alemán, y el establecimiento del fascismo o la amenaza del mismo en varios países. Fue necesario y correcto que la Internacional Comunista intentara desarrollar una línea táctica respecto a todas estas cuestiones.
Puesto que el VII Congreso de la Comintern ha tenido tan profunda influencia sobre la historia del movimiento internacional, es necesario hacer una valoración serena y científica del informe de este congreso a la luz de las condiciones históricas existentes en ese entonces. En particular, las razones de la derrota del Partido Comunista alemán se deben estudiar profundamente. No obstante, ahora es posible sacar ciertas conclusiones, y más, es necesario a la luz de las actuales tareas de los marxista-leninista-maoístas de hoy, identificando tres claras desviaciones.
Primero, la distinción entre el fascismo y la democracia burguesa en los países imperialistas, ciertamente de real importancia para los partidos comunistas, se trató de una manera que tendió a hacer un absoluto de la diferencia entre estas dos formas de dictadura burguesa y también a hacer de la lucha contra el fascismo una etapa estratégica aparte. Segundo, se desarrolló una tesis que sostenía que la creciente pauperización del proletariado crearía la base material para remediar la escisión en la clase obrera en los países avanzados y la consecuente polarización en el seno de la clase obrera que Lenin había descrito tan poderosamente en sus obras sobre el imperialismo y el colapso de la II Internacional. Mientras que es realmente cierto que la profundidad de la crisis socavó la base social de la aristocracia obrera en los países capitalistas avanzados, y trajo reales posibilidades que los partidos comunistas necesitaban usar para unirse con amplios sectores de los obreros previamente bajo la hegemonía de los socialdemócratas, no fue correcto pensar que, en cualquier sentido estratégico, la escisión en la clase obrera se pudiera remediar. Tercero, cuando el fascismo se definió como el régimen del sector más reaccionario de la burguesía monopolista en los países imperialistas, esto le dejó la puerta abierta a la peligrosa tendencia reformista y pacifista de identificar a un sector de la burguesía monopolista como progresista.
Mientras es necesario hacer el balance de estos errores y aprender de ellos, es igualmente necesario reconocer a la Internacional Comunista, inclusive durante este período, como parte del patrimonio de la lucha revolucionaria por el comunismo y rechazar los intentos liquidacionistas y trotskistas de aprovechar los errores reales para sacar conclusiones reaccionarias. Aun durante este período, la Internacional Comunista movilizó a millones de obreros contra sus enemigos de clase y dirigió heroicas luchas en contra de la reacción, como la organización de las Brigadas Internacionales para combatir contra el fascismo en España y en la cual derramaron su sangre muchos de los mejores hijos e hijas de la clase obrera en ejemplo inspirador de internacionalismo.
La Internacional Comunista también le dio gran énfasis, correctamente, a la defensa de la Unión Soviética, la tierra del socialismo. Pero cuando la Unión Soviética hizo ciertos compromisos con varios países imperialistas, los líderes de la Comintern, las más de las veces, no comprendieron el punto crítico que Mao viniera a resumir en 1946 (en relación con los compromisos que se hicieron entre la URSS y los EU, Gran Bretaña y Francia): “Tales compromisos no requieren que los pueblos de los países del mundo capitalista hagan iguales compromisos en sus respectivos países”. Además, tales compromisos deben tener en cuenta, antes que nada, el desarrollo general del movimiento revolucionario mundial, en el cual, por supuesto, juega un papel importante la defensa de los Estados socialistas.
En circunstancias de cerco imperialista a un Estado (o Estados) socialistas, la defensa de estas conquistas revolucionarias es una tarea muy importante para el proletariado internacional. Debe ser también necesario, para los Estados socialistas, llevar a cabo una lucha diplomática y, a veces, entrar en diferentes tipos de acuerdos con una u otra potencia imperialista. Sin embargo, la defensa de los Estados socialistas siempre debe subordinarse al progreso en su conjunto de la revolución mundial y nunca debe verse como el equivalente (y por cierto, no el substituto) de la lucha internacional del proletariado. En ciertas situaciones, la defensa de un país socialista puede ser lo principal, pero es así precisamente porque su defensa es decisiva para el avance de la revolución mundial.
Es necesario sintetizar las experiencias del movimiento comunista internacional durante todo el período de la II Guerra Mundial a la luz de esas lecciones. La II Guerra Mundial no puede considerarse como una mera repetición de la I Guerra Mundial, porque, aunque la misma lógica sanguinaria del sistema imperialista fue la responsable, fue una compleja combinación de contradicciones. En sus comienzos, en 1939, fue, como Mao lo señaló: “Injusta, rapaz y de carácter imperialista”. Pero un importante cambio con implicaciones globales tuvo lugar cuando la Alemania de Hitler volvió sus tropas contra la Unión Soviética. Esta guerra justa de parte de la Unión Soviética trajo el apoyo y la solidaridad de la clase obrera y los pueblos oprimidos del mundo, que fueron profundamente inspirados por la heroica resistencia del Ejército Rojo y la clase obrera y el pueblo soviéticos. Esto no fue meramente cuestión de solidaridad hacia una víctima de la agresión, sino de la profunda convicción de que la defensa de la Unión Soviética era a la vez la defensa de la base de apoyo socialista para la revolución mundial. De igual manera también se desarrolló la guerra librada por el pueblo chino, bajo el liderato del Partido Comunista de China contra la agresión japonesa, siendo ésta definitivamente una guerra justa y una parte componente de la revolución proletaria mundial.
En particular, con la entrada de la Unión Soviética en la guerra, ésta tomó un carácter más complejo. Se convirtió en una combinación de cuatro partes componentes: la guerra entre el socialismo y el imperialismo; la guerra entre los bloques imperialistas; las guerras de los pueblos oprimidos contra el imperialismo; y la contradicción entre el proletariado y la burguesía, que en algunos países se desarrolló hasta el nivel de la lucha armada.
Estos diferentes aspectos condujeron, por un lado, al crecimiento de las fuerzas socialistas, a la derrota de las potencias imperialistas fascistas, al debilitamiento del imperialismo y a que se apresurara el paso de las luchas de liberación nacional; y, por otro lado, dieron lugar al reordenamiento de la división imperialista del mundo, en que EU asumió el puesto de mandamás entre los gángsters imperialistas.
Hubo grandes logros revolucionarios en el transcurso de la II Guerra Mundial. Al mismo tiempo es imposible no ver graves errores y se debe comenzar el proceso colectivo de sintetizarlos profundamente, de tal manera que se esté mejor preparado para las tormentas venideras. En particular, podemos señalar el error de combinar eclécticamente las anteriores contradicciones. En términos políticos y prácticos, la lucha diplomática y los acuerdos internacionales de la Unión Soviética se confundieron cada vez más con las actividades de los partidos comunistas que conformaban la Comintern. Este problema también contribuyó a fuertes tendencias de pintar a las potencias no fascistas como algo diferente de lo que realmente eran: imperialistas a los que había que derrocar. En los países europeos ocupados por las tropas fascistas alemanas, no era incorrecto que los partidos comunistas aprovecharan tácticamente los sentimientos nacionales desde el punto de vista de la movilización de las masas, pero se cometieron errores debido a que se elevaron tales medidas tácticas al nivel de estrategia. Las luchas de liberación en las colonias bajo la dominación de las potencias imperialistas aliadas, también se refrenaron debido a tales enfoques erróneos.
Mientras apreciamos y defendemos las monumentales luchas y victorias revolucionarias que tuvieron lugar en este importante período y en los años inmediatamente siguientes, los marxista-leninista-maoístas de hoy tenemos que profundizar nuestra comprensión de estos errores y sus fuentes.
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