La Red de Blogs Comunistas está traduciendo el libro Una visión marxista
de la historia de Ceilán, de N. Shanmutathasan, por su gran importancia
para dar a conocer la historia de la lucha de clases en Sri Lanka y
entender su situación en la actualidad.
El autor se lo dedicó a su nieto, "con la esperanza de que algún día se
adentre por el sendero de la revolución, pero evitando los errores que
yo cometí en mi juventud por falta de una orientación correcta".
Así que el libro es también un repaso a los errores del movimiento comunista de aquel país, enmarcados en la historia y por los conflictos del movimiento comunista internacional y, por supuesto, en el contexto asiático y del desarrollo, fortalecimiento y extensión del marxismo-leninismo y las aportaciones esenciales del camarada Mao Tse Tung.
El libro está editado por el Partido Comunista de Sri Lanka, cuyos camaradas fueron los que nos lo dieron a conocer y nos aconsejaron su traducción.
Tras la publicación de los capítulos I, II, III y IV, compartimos en esta entrada el Capítulo V: La era Bandaranayake.
Así que el libro es también un repaso a los errores del movimiento comunista de aquel país, enmarcados en la historia y por los conflictos del movimiento comunista internacional y, por supuesto, en el contexto asiático y del desarrollo, fortalecimiento y extensión del marxismo-leninismo y las aportaciones esenciales del camarada Mao Tse Tung.
El libro está editado por el Partido Comunista de Sri Lanka, cuyos camaradas fueron los que nos lo dieron a conocer y nos aconsejaron su traducción.
Tras la publicación de los capítulos I, II, III y IV, compartimos en esta entrada el Capítulo V: La era Bandaranayake.
***
CÁPITULO
V: LA ERA BANDARANAYAKE
No obstante, antes de que
la avalancha de acontecimientos le superara, Sir John contribuyó
decisivamente a enredar la polémica que había surgido en relación
con la cuestión lingüística. Abrumado, al parecer, por la acogida
que le dispensaron en una de las islas próximas a Jaffna, donde le
adornaron con una corona, Sir John prometió el mismo estatus para el
cingalés y el tamil. El resultado fue una violenta reacción de los
cingaleses en el sur. Estupefacto por la tormenta que había
provocado, Sir John trató de apaciguar los ánimos de los cingaleses
celebrando en Kelaniya una reunión del Partido Nacional Unido [UNP,
en sus siglas en inglés], en la que éste modificó su posición,
defendiendo ahora que la lengua oficial de Ceilán fuera sólo el
cingalés.
La patente falta de
sinceridad de este cambio súbito de opinión fue tan obvia que no
engañó a nadie: con dicha decisión, Sir John perdió todo el apoyo
tamil y no embaucó a los cingaleses. No es de extrañar que S. W. R.
D. Bandaranayake respondiera con la promesa de que convertiría en
veinticuatro horas el cingalés en la lengua estatal única. De ese
modo, en las elecciones de abril de 1956, la cuestión que se planteó
entre los dos principales partidos cingaleses no fue si “Sólo el
cingalés” sería o no la única lengua del Estado, sino en quién
se podía confiar para que así fuera. En esta disputa, Sir John
estaba destinado a perder. Sir John representaba para los cingaleses
todo lo antinacional y prooccidental que había en sus vidas. Además,
en Bandaranayake tenía por oponente a un orador inteligente y a un
hábil agitador.
Sería erróneo, sin
embargo, suponer que el tema lingüístico fue la única cuestión
que afectó a los resultados de las elecciones de 1956. Sin duda,
dicho asunto proyectó su alargada sombra sobre todo el proceso
electoral, pero hubo también otras cuestiones: el deshilvanado
frente unido que Bandaranayake había improvisado alrededor de su
Partido de la Libertad de Sri Lanka [SLFP], llamado entonces Mahajana
Eksath Perumuna o Frente Unido del Pueblo [MEP, en sus siglas en
sinhala], contaba entre sus integrantes con una organización de
monjes budistas jóvenes y radicales, llamada Eksath Bhikkhu
Perumuna o Frente Unido de los Monjes [EBP]. Sus miembros
pusieron todo su esfuerzo y usaron la influencia de la sangha
sobre el pueblo, en especial en las áreas rurales, para inclinar
la balanza a favor del MEP. Nunca antes ni después en la historia
reciente de la isla desempeñaron los sacerdotes budistas un papel
tan decisivo en la política cingalesa. Una de las figuras clave de
esta organización de sacerdotes, Buddharakitta, fue, posteriormente,
declarado culpable y encarcelado (murió en prisión) por complicidad
en el asesinato de Bandaranayake.
Bandaranayake, además de
aprender de los errores del UNP y largar sus velas a favor del viento
del sentir popular, se apoderó también de una serie de consignas
radicales que había popularizado el movimiento de izquierdas. Hasta
la radicalísima exigencia de nacionalización de las plantaciones
extranjeras tuvo su lugar en el programa electoral del MEP. Ni que
decir tiene que jamás se llevó a cabo. Desde el principio mismo de
su mandato, Bandaranayake renunció en la práctica a esta medida, al
anunciar su aplazamiento por diez años. Quizás el MEP nunca tuvo la
intención de ponerla en práctica, pero el hecho es que tal promesa
no volvió a reaparecer en ningún programa electoral posterior, ¡ni
siquiera en el Programa Común redactado por el SLFP y acordado con
el Partido de la Sociedad Igualitaria de Ceilán [LSSP] y la
camarilla revisionista de Keuneman!
Bandaranayake acentuó
aún más su giro a la izquierda al incluir en su frente unido a un
grupo escindido del LSSP que estaba encabezado por Philip
Gunawardena, uno de los miembros fundadores de dicho partido. También
llegó a acuerdos de entendimiento con el LSSP y el Partido
Comunista. El resultado fue que, por primera vez, el UNP hubo de
enfrentarse a una oposición casi unida que lo derrotó de manera
aplastante. De los 54 escaños que tenía en el Parlamento pasó a 8,
mientras que el MEP consiguió 51 diputados y el 40,7% de los votos.
Fue una victoria arrolladora.
Se ha afirmado que la
victoria del MEP en 1956 fue una especie de revolución popular
pacífica. Tal afirmación no es sólo una exageración, es falsa. Se
produjo indudablemente un cambio de poder de la burguesía
compradora, de los sectores proimperialistas de la burguesía, de
costumbres occidentales y habla inglesa, a la burguesía nacional.
Pero no fue una revolución en el sentido de que la estructura de
clase de la sociedad resultase alterada. Tampoco la victoria
electoral de 1956 afectó en modo alguno al dominio del imperialismo
extranjero sobre la economía del país. La explotación continuó
siendo la misma de siempre.
Frente de Liberación Nacional de Ceylan, 1965 |
Es cierto que se llevaron
a cabo algunas medidas radicales durante el régimen del MEP. El
servicio de autobuses y el puerto de Colombo fueron nacionalizados,
se aprobó el proyecto de Ley de Arrozales, que era una reforma
agraria moderada, se evacuaron las bases británicas de Trincomalee y
Katunayake, se concedió más libertad de huelga a los trabajadores,
el proyecto de Ley sobre el Fondo de Previsión para los Trabajadores
se convirtió en ley, el idioma cingalés y la religión budista
fueron objeto de mayor atención, y se establecieron relaciones
diplomáticas, por primera vez, con algunos países socialistas. En
política exterior, Ceilán empezó a desempeñar el papel de lo que
se llamaba “no alineación”, lo que suponía que no siempre nos
plegábamos a los imperialistas como antaño. Sin embargo, esto no
significaba que se tratara de una revolución pacífica o de otro
tipo. En realidad, lo que hizo Bandaranayake fue refrenar con lo que
él llamaba sus “políticas intermedias”, la potencialmente
peligrosa corriente opuesta al UNP, mellando su filo revolucionario y
desviándolo por el inofensivo cauce de la democracia parlamentaria
burguesa. Quizá su mayor influencia se produjo sobre la dirección
del movimiento de izquierdas. El deseo de emular la victoria
electoral del MEP de 1956 despojó a los dirigentes del LSSP y del PC
de cualesquiera pretensiones revolucionarias hubieran podido tener,
convirtiéndolos en fieles del templo de la democracia parlamentaria
burguesa. La posterior domesticación de los otrora revolucionarios
le tocó realizarla a la viuda de Bandaranayake.
Desde este punto de
vista, la afirmación de algunos analistas de que Bandaranayake
contribuyó a evitar una revolución violenta no es exagerada.
Pero la mejor prueba de
que la victoria electoral de 1956 no resolvió ningún problema
económico fue que el MEP y sus seguidores tuvieron que excitar los
sentimientos nacionalistas y lingüísticos entre los cingaleses para
conservar su apoyo. Durante el régimen del MEP se produjo la peor
matanza étnica jamás acaecida en Ceilán. A pesar de que estos
acontecimientos merecen un estudio detallado, conviene, en este
punto, estudiar el problema étnico tal como surgió en ese momento.
El rechazo a una
representación étnica o a cualquier forma de representación
especial de las minorías por parte de las Comisiones Donoughmore y
Soulbury había dejado a aquéllas en una situación de inferioridad
permanente en los órganos legislativos del país. La formación de
un consejo de ministros pancingalés en 1936, la aprobación de las
Leyes de Ciudadanía, que discriminaban notablemente a los
trabajadores de las plantaciones tamiles de origen indio, privándoles
de nacionalidad y del derecho al voto, así como la actitud carente
de imaginación y casi irresponsable de los dirigentes de la minoría
tamil en cuestiones nacionales (por ejemplo, su oposición a la
evacuación de las bases británicas o el izado de banderas negras el
día de la Fiesta Nacional), habían contribuido a agudizar el
resentimiento entre las comunidades nacionales.
El cáncer étnico que lo
iba envenenando todo silenciosamente estalló de repente en 1955, en
forma de polémica sobre el idioma. Desde los tiempos de la
resolución de reformas propuesta por Bandaranayake en el segundo
Consejo de Estado e incluso antes, todos los partidos políticos
habían aceptado que tanto el cingalés como el tamil (llamado
swabhasha) reemplazarían al inglés como lengua oficial. De
pronto, en 1955, se desencadenaron las protestas entre los cingaleses
para que “Sólo el cingalés” fuese el idioma estatal.
Hay un rasgo peculiar de
estas protestas que se advierte al instante. En la mayoría de los
países, el problema nacional adopta la forma de protesta de una
minoría para impedir que sus derechos lingüísticos o cualesquiera
otros sean pisoteados por una mayoría. Sin embargo, en Ceilán fue
la mayoría quien encabezó las manifestaciones en defensa de su
lengua contra lo que era su temor: que fuera suplantada por el idioma
de la minoría. Los singulares motivos que llevaron a la mayoría
cingalesa a comportarse como si fuera una minoría deben ser objeto
de nuestro análisis y reflexión, si queremos llegar a comprender
mínimamente este complicado problema.
Son muchas las razones
que hacen que los cingaleses se comporten como una minoría en un
país donde realmente son la mayoría. La primera es el recuerdo de
las antiguas invasiones tamiles procedentes del sur de la India.
Jamás se ha permitido a los cingaleses olvidarlas. ¿Qué escolar no
ha leído algo sobre la épica batalla entre Duttugemunu y Elara?
Siempre que alguien visita las ruinas de Anuradhpura o Polonnaruwa,
se le recuerda que la destrucción de todas estas antiguas glorias de
las civilizaciones cingalesas fue provocada por las sucesivas
invasiones tamiles.
En segundo lugar, los
imperialistas británicos, en los últimos cien años, desplazaron a
casi un millón de trabajadores tamiles del sur de la India para que
trabajaran en sus plantaciones, arrojándolos en medio del territorio
de Kandy. De este modo, crearon el problema indo-cingalés, motivo
añadido de enfrentamiento entre las dos comunidades.
En tercer lugar, el
aumento de los centros educativos de que disponían los tamiles en el
norte a consecuencia de la actividad misionera y la política
imperialista del “divide y vencerás” dio como resultado que los
tamiles obtuvieran un porcentaje mayor de puestos de trabajo en el
sector público y en profesiones liberales que el que les hubiera
correspondido por su población. Cuando, después de la crisis
económica mundial de 1929-1931, el desempleo se convirtió en un
problema grave para la clase media cingalesa y comenzó ésta a
buscar empleo en la Administración, se encontró con que los tamiles
ya estaban afianzados en ella.
Llegados a este punto
debe señalarse que las cuestiones económicas estaban en el fondo de
la crisis de las lenguas. Antes de 1956, el conocimiento del inglés
había sido una garantía de acceso a la administración pública.
Como resultado de ello, los tamiles pudieron competir en idénticas o
incluso en mejores condiciones con los cingaleses. Impelidos por la
presión del desempleo, los cingaleses querían que “Sólo el
cingalés” fuera la lengua oficial para contar con más
posibilidades de trabajar en la Administración. En Ceilán, al igual
que en los países no industrializados, el gobierno no sólo es el
único y mayor empleador, sino que el trabajo en el sector público
es el mejor remunerado. Así, la batalla de las lenguas fue, en
realidad, una batalla para repartirse los empleos públicos entre las
respectivas clases medias. Y ésta es también otra de las razones
por las que no habrá solución duradera si no es de carácter
económico.
En cuarto lugar, sucede
que el tamil es un idioma hablado por más de cuarenta millones de
personas en una y otra orilla del Estrecho de Palk, lo que provoca el
temor a una agresión cultural desde la India.
Y en quinto lugar, da la
casualidad también de que el tamil es una lengua más antigua y
desarrollada que la cingalesa, lo que produce un sentimiento de
inferioridad entre los cingaleses.
Si no se comprenden estas
realidades históricas, es imposible entender el desarrollo de la
cuestión lingüística en Ceilán. Después de la victoria del MEP,
Bandaranayake intentó seriamente resolver dicha cuestión en
negociaciones con Chelvanayagam, líder del Partido Federal [FP, en
sus siglas en inglés]; el resultado de estas negociaciones fue el
famoso pacto Bandaranayake-Chelvanayagam en el que se establecían
una serie de garantías para el idioma tamil en las zonas
septentrional y oriental de la isla, en el marco general de
aceptación del cingalés como lengua oficial de todo Ceilán. El
pacto también selló ciertos compromisos sobre el controvertido
asunto de la colonización de áreas tamiles.
Es necesario hacer aquí
alguna referencia a la relación entre el problema étnico y la
colonización. Cuando, tras el informe de la Comisión de Tierras de
1935, D. S. Senanayake comenzó sus planes de colonización, la
mayoría de éstos se proyectó para lo que se llama la “zona
seca”. Al principio, la mayor parte de esos planes se ubicó en la
provincia centro-septentrional, si bien algunos se pusieron en marcha
en las provincias del norte y este, que los tamiles reivindican como
sus territorios tradicionales. Ni que decir tiene que la isla entera
perteneció en otro tiempo a los cingaleses. No obstante, si nos
referimos a los cuatro últimos siglos más o menos, el argumento
tamil de que han habitado las provincias septentrional y oriental no
es descabellado.
En cualquier caso, los
dirigentes tamiles se opusieron a la colonización de zonas tamiles
por colonos cingaleses, lo que contaminó la cuestión de la tierra
con el problema étnico. En este punto cabe plantear la pregunta de
si los tamiles se han convertido en una nación y, por lo tanto,
tienen derecho a considerar una parte de Ceilán como suya. Por
ahora, a esa pregunta se debe responder en un sentido negativo, pues
no poseen uno de los atributos fundamentales mencionados por Stalin
en su famosa definición de las condiciones que debe reunir un pueblo
para que se le pueda reconocer como nación, a saber, no comparten
una ligazón económica, una comunidad de vida económica.
Los tamiles habitan
algunas de las zonas más áridas e improductivas de Ceilán. No hay
ni una montaña ni un río en la zona septentrional de la isla. Como
consecuencia de ello, los tamiles tuvieron que emigrar a Malasia o al
sur en busca de trabajo. El hecho de hablar el mismo idioma que los
trabajadores traídos por los británicos para sus plantaciones, les
permitió a muchos de ellos encontrar empleo como capataces o
auxiliares en ellas. Otros muchos se incorporaron a la administración
pública. Eran numerosas las familias que se jactaban de tener al
menos un funcionario en la Administración.
Es ésta, pues, la
contradicción en que se encuentran los tamiles: viven en una parte
de Ceilán y se ganan la vida sobre todo en otra. La reivindicación
tamil de una cierta autonomía habría sido ineludible, y también
más factible, si los tamiles hubieran estado concentrados en una
zona. Del mismo modo, la oposición a los colonos cingaleses
asentados en tierras tamiles habría sido válida si los tamiles
hubieran renunciado a sus derechos a la propiedad de la tierra y al
trabajo en cualquier otra parte de Ceilán. La situación cambió
ligeramente a partir de la prohibición de importar productos
alimenticios que no fueran de primera necesidad, debido a la escasez
de divisas. Los laboriosos granjeros de Jaffna aprovecharon la
oportunidad para cultivar este tipo de productos, causa evidente del
surgimiento de una clase campesina rica.
No obstante, no cabe
ninguna duda de que el motivo oculto detrás de la colonización de
áreas tamiles con cingaleses era transformar definitivamente una
provincia de mayoría tamil en una de mayoría cingalesa. D. S.
Senanayake fue un astuto dirigente cingalés que nunca se declaró
abiertamente nacionalista, pero que en ningún momento cejó en su
empeño de imponer una mayoría cingalesa en las zonas tamiles. Tras
la muerte de D. S. Senanayake, uno de sus colaboradores, V.
Ratnayake, confirmó claramente dicho extremo.
Sri Lanka 1956 |
En tales circunstancias,
el pacto Bandaranayake-Chelvanayagam era probablemente el mejor
compromiso posible, aunque, finalmente, quedó reducido a papel
mojado. El UNP trató de pescar en río revuelto y organizó una
marcha de protesta en Kandy para galvanizar la oposición al pacto.
Fue en su defensa de éste cuando Bandaranayake alcanzó quizá el
cenit de su carrera de estadista. Su famoso discurso –seguramente
el mejor– pronunciado en el estadio de Bogambara, en Kandy, se
recordará siempre por condensar lo mejor que en aquel hombre había.
Sin embargo, los elementos chovinistas de su bando también se
rebelaron. En lugar de acudir en su ayuda, los dirigentes del Partido
Federal eligieron ese preciso momento para lanzar su absurda campaña
anti-Sri1.
El pacto se resquebrajó. A dicha campaña del Partido Federal
sucedió en el sur la campaña, encabezada por el “guerrero”
cingalés K. M. P. Rajaratna, de borrado de todas las palabras
tamiles escritas en lugares públicos.
La tensión creció por
ambos lados y terminó sumiendo a Ceilán en el peor baño de sangre
por motivos étnicos de toda su historia. A todos los cingaleses de
bien se les debería caer la cara de vergüenza por tales hechos, que
constituyen un borrón permanente en la historia de nuestro país. De
la noche a la mañana, los hombres se convirtieron en bestias, hasta
el punto de rociar con gasolina y prender fuego a personas con las
que no tenían diferencias, salvo el hablar una lengua diferente.
La responsabilidad
inmediata de este terrible estallido de violencia ha de atribuirse a
los dirigentes extremistas del Partido Federal, que pusieron en
marcha la campaña anti-Sri, a los fanáticos nacionalistas
cingaleses, que respondieron borrando las palabras tamiles de los
lugares públicos, y a la incapacidad e indecisión mostradas por el
gobierno de Bandaranayake, que dieron alas a los desórdenes. Sólo
la declaración del estado de emergencia permitió reconducir la
situación. El traslado al norte por barco de los tamiles que se
vieron atrapados en el sur marcó el punto más bajo de las
relaciones entre cingaleses y tamiles de los últimos tiempos.
Los disturbios fueron
también un reflejo de la bancarrota política del Partido Federal,
cuyos dirigentes fueron detenidos durante los primeros días del
estado de emergencia. El Partido Federal se mostró impotente para
velar por los intereses de los tamiles, que decía representar. No
obstante, fiel a su estéril trayectoria, siguió predicando el
nacionalismo en el norte e incluso consiguió enajenarse el apoyo de
los progresistas cingaleses, al oponerse a todas y cada una de las
medidas radicales presentadas por los dos gobiernos de Bandaranayake,
como, por ejemplo, el proyecto de Ley de Arrozales, de
nacionalización de la enseñanza, etc., con la esperanza de que
podría actuar como árbitro entre los dos grupos rivales de la
política cingalesa y, de ese modo, lograr un acuerdo oportunista
para los tamiles. Fue, lisa y llanamente, un intento de mercadear con
los derechos de los tamiles en la mesa de uno u otro de los dos
principales partidos cingaleses. Tal oportunidad se le presentó al
Partido Federal en 1965. Trataremos sobre ello más adelante.
Movido quizá por la
convicción de que la aprobación del proyecto de Ley del Cingalés
como Lengua Única había enajenado irremediablemente el apoyo tamil
al gobierno del MEP –los tamiles asentados en zonas cingalesas
habían apoyado mayoritariamente a dicho grupo contra el UNP en las
elecciones de 1956–, Bandaranayake defendió en el parlamento un
proyecto sobre el “uso razonable de la lengua tamil” que quedó,
sin embargo, en letra muerta, ya que no fue objeto de legislación
ulterior alguna. Cuando, más tarde, un gobierno del UNP trató de
hacerlo, se encontró con la violenta oposición del SLFP. En
cualquier caso, dicha iniciativa tampoco dio satisfacción a los
tamiles.
Queda por señalar que el
LSSP y el PC eran en este periodo los únicos partidos nacionales
que, con una militancia mayoritariamente cingalesa, seguían
empeñados en pedir la paridad entre el cingalés y el tamil. Tales
puntos de vista, sin embargo, no duraron mucho, pues bajo la doble
presión del oportunismo parlamentario y el nacionalismo, ambos
partidos terminaron alineándose con los planteamientos del SLFP en
esta cuestión.
De nada sirve a día de
hoy discutir sobre los méritos o deméritos del proyecto que
convirtió al cingalés en la lengua única del Estado. En toda
circunstancia, un progresista, a la hora de valorar la justeza o lo
correcto de cualquier propuesta, debe guiarse por un criterio
solamente: “¿Une o separa a las fuerzas antiimperialistas?” Con
arreglo a dicho criterio, el proyecto de declaración del cingalés
como única lengua oficial debe considerarse como retrógrado. Sin
duda alguna, sirvió para profundizar una contradicción secundaria
(la que existe entre cingaleses y tamiles) y relegó a un segundo
plano la contradicción principal (la que se da entre el imperialismo
y los pueblos tamil y cingalés). Hizo de un amigo un oponente y dio
aliento al enemigo. Fue asimismo la causa principal de los disturbios
raciales de 1958.
El MEP de Bandaranayake
fue, en el mejor de los casos, un matrimonio de conveniencia entre
fuerzas con puntos de vista divergentes, unidas, no obstante, por la
personalidad de éste y por su común oposición al UNP. La presión
de mantener juntas a fuerzas con planteamientos tan opuestos terminó
siendo, sin embargo, excesiva. La división llegó a principios de
1959 por dos cuestiones: el Banco Cooperativo Agrícola y la subida
del precio garantizado del arroz. Philip Gunawardena y su compañero
William Silva abandonaron el MEP. En la reunión que celebró el SLFP
en Kurunegala, que tuvo lugar por esas mismas fechas, Bandaranayake
se vio obligado a realizar su primer discurso anticomunista.
La salida de los
elementos radicales de su gabinete dejó a Bandaranayake prisionero
de los sectores reaccionarios, algunos de cuyos miembros tramaron con
éxito su asesinato el 25 de septiembre de 1959. Mientras se
inclinaba para presentar sus respetos a un monje budista que estaba
sentado en su terraza, éste sacó una pistola de entre sus hábitos
y vació el cargador sobre la frágil figura del primer ministro. Era
la víspera de su viaje a las Naciones Unidas. Al día siguiente, el
primer ministro falleció a causa de las heridas.
Las circunstancias de su
muerte y el temple con que se enfrentó a ella, así como la
indulgencia que mostró hacia su atacante, han rodeado su nombre de
una aureola. Se produjo hasta un intento de divinizarlo. En tales
condiciones, no se ha podido realizar una valoración serena del
lugar que le corresponde en la política de Ceilán. Se ha forjado
una leyenda sobre las llamadas “políticas de Bandaranayake” que,
supuestamente, llevó a cabo. Sin embargo, cuando se trata de
precisar en qué consistieron tales políticas, no hay respuesta. Tal
vez la propia vaguedad del concepto permita a cada cual interpretarlo
a su manera y actuar a su gusto, declarándose a un tiempo devoto
seguidor de las “políticas de Bandaranayake”, que es lo que
sucede actualmente.
Pero, aun cuando no sea
posible reconocer ningún elemento distintivo en las políticas que
puso en práctica Bandaranayake, cabría decir que él creyó que era
una especie de puente entre dos mundos, uno que aún no había muerto
y otro que estaba todavía por nacer. Por eso le gustaba referirse al
periodo que entonces vivía Ceilán como una época de transición.
Trató de esbozar lo que él llamó la “vía intermedia”, con la
que pretendió evitar los dos extremos del capitalismo y el
comunismo. Ni que decir tiene que se trataba de una concepción
ilógica y acientífica. La alternativa para Ceilán no era entre
capitalismo y comunismo, entre los que, dicho sea de paso, no hay
“vía intermedia” alguna. La alternativa era entre la esclavitud
del neocolonialismo y una auténtica independencia nacional. Cuando
murió, las cadenas del neocolonialismo estaban incluso más
sólidamente remachadas alrededor de Ceilán que cuando llegó al
poder. La explotación a que estaba sometida la gran masa del pueblo
seguía siendo igual de dura. Ni un solo problema económico se había
resuelto. La concepción de la “vía intermedia” era en realidad
un intento de embellecer la continuación del status quo y una
justificación para postergar un cambio radical.
En el ámbito de las
relaciones exteriores, al menos, la política de no alineación de
Bandaranayake supuso para Ceilán abandonar su papel de mero acólito
de las potencias imperialistas. El no alineamiento, sin embargo, no
era una política dinámica. En gran medida significaba sacar el
mejor partido de ambos mundos, enfrentando a uno con otro. Con todo y
con ello, hasta cierto punto daba sus frutos, si bien en último
extremo cada país tenía que elegir un bando. Algunos de los más
ruidosamente no alineados, como la India, han terminado de hecho
entre los más alineados. En cualquier caso, con las políticas de no
alineación de Bandaranayake, Ceilán consiguió más amigos que
nunca en el plano internacional.
Pasó casi un año hasta
que apareció un sucesor de Bandaranayake y se alcanzó una cierta
estabilidad política. Cuando Bandaranayake murió, la alternativa
política más obvia era el presidente del parlamento, C. P. de
Silva, quien, no obstante, pertenecía a la casta equivocada.
Afortunadamente para el feudalismo en Ceilán, C. P. de Silva estaba
enfermo y se encontraba recibiendo tratamiento en Londres en el
momento de la muerte de Bandaranayake. El gobierno eligió a W.
Dahanayake para ocupar el puesto vacante de primer ministro. Fue una
decisión absolutamente insensata que nadie, hasta la fecha, ha
explicado cómo llegó a producirse. Por suerte, no duró mucho
tiempo en el cargo: Dahanayake destituyó a casi la mitad de su
gabinete y nombró a sus candidatos; sin embargo, antes de ser
cuestionado en el Parlamento, ordenó su disolución y nuevas
elecciones. Creó un nuevo partido con el que concurrió a los
comicios, si bien todos sus candidatos, incluido él mismo, fueron
derrotados y la mayoría de ellos perdió sus depósitos2.
Las elecciones de marzo
de 1960 no resultaron decisivas, pues ningún partido obtuvo la
mayoría en el parlamento. El UNP se convirtió en el partido
mayoritario, seguido por el SLFP. A los partidos de izquierda les fue
bastante mal: cada uno de esos tres partidos se presentó por
separado y sufrió una severa derrota. Dichas elecciones se
recordarán por las vanas tentativas de N. M. Perera y Philip
Gunawardena por convertirse en primer ministro con el exclusivo apoyo
de sus respectivos partidos. No cabe imaginar mayor sectarismo y
divorcio de la realidad. A día de hoy, resulta difícil de creer que
el LSSP concurriera a aquellas elecciones con el lema “Haz Primer
Ministro a N. M”.
Dudley Senanayake trató
de formar un gobierno del UNP, pero cayó derrotado en la primera
moción de censura. El Partido Federal, en esta ocasión, rehusó
apoyar al UNP y se convocaron nuevas elecciones para julio de 1960,
en las que se impuso un mayor sentido común y de la realidad entre
las fuerzas opuestas al UNP. Por su parte, la Sra. Bandaranayake
había aceptado ya la dirección del SLFP. Tras haber mordido el
polvo, el LSSP estaba dispuesto ahora a un pacto con el SLFP, aunque
aún no lo estaba para dialogar con el PC, que en marzo y julio había
abogado por un frente común anti-UNP.
Los acuerdos finales
entre el SLFP, el LSSP y el PC dieron una clara victoria a las
fuerzas opuestas al UNP. Sin embargo, de manera inesperada, el SLFP
obtuvo escaños suficientes (75) para formar un gobierno propio sin
la ayuda de los partidos de izquierda, lo que constituyó una gran
decepción, en especial para el LSSP, que esperaba una situación en
la que fuera necesario su apoyo para formar gobierno. El nuevo
gobierno fue, por lo tanto, monocolor del SLFP, aunque con el
respaldo de los partidos de izquierda. Era un segundo gobierno
Bandaranayake, aunque esta vez presidido por la Sra. Bandaranayake
quien, sin embargo, no se había presentado como candidata. Se
soslayaron todas las normas, se le encontró acomodo en el senado y,
de esta forma, se convirtió en la primera mujer del mundo nombrada
primer ministro.
La Sra. Bandaranayake iba
a encontrase, no obstante, con un duro camino por delante. La primera
parte de su mandato fue agitada y su recuerdo está ligado a la
agudización de la crisis económica, el movimiento satyagraha3
del Partido Federal, el intento de golpe de Estado llevado a cabo por
altos mandos militares y policiales, el ascenso y caída del Frente
Unido de Izquierdas [ULF] y el Comité Sindical Conjunto, la
formación del gobierno de coalición, la firma del Pacto
Sirimavo-Shastri, las sucesivas escisiones en la izquierda y la caída
del gobierno por el controvertido proyecto de Ley de Prensa.
Al poco de iniciada la
andadura del nuevo gobierno, el ministro de Finanzas, Felix Dias
Bandaranayake, se vio obligado a tratar de encontrar una salida a la
crisis económica con una propuesta que suprimía una parte de la
subvención del arroz. Sin embargo, el propio partido del
gobierno le forzó en el parlamento a retirar dicha propuesta, lo que
provocó su dimisión con arreglo a los hábitos tradicionales de las
democracias parlamentarias burguesas. El hecho de que el
gobierno de SLFP tuviera que reemplazar en cinco ocasiones a su
ministro de Finanzas en otros tantos años indica la extrema gravedad
de la crisis económica que padecía Ceilán. Nadie dio con la
solución y la que se presentó como definitiva (que no fue una
solución) era política. Nos referiremos a ella más adelante.
Consciente de que el
apoyo de que gozaba entre la población tamil se estaba erosionado
debido a la derrota sufrida en la cuestión lingüística y a su
impotencia durante los disturbios étnicos, la dirección del Partido
Federal se sintió en la obligación de hacer algo llamativo para
recuperar el prestigio en el imaginario colectivo tamil y conservar
su apoyo. Así pues, decidió organizar un movimiento satyagraha
en Jaffna. Como era de esperar, la respuesta fue
importante. El Partido Federal organizó una gran movilización
y numerosos grupos de satyagrahis consiguieron levantar
barricadas ante las puertas de la delegación del gobierno o
kachcheri. El éxito del movimiento se les subió a la
cabeza a los dirigentes del Partido Federal, quienes comenzaron a
adoptar medidas que preludiaban una rebelión y el propósito de
declarar un Estado independiente. Empezaron a emitir sus propios
sellos.
El gobierno decidió
actuar y ordenó a sus tropas disolver a los satyagrahis, lo
que sucedió sin oposición alguna. El Partido Federal no había
previsto ningún plan ante tal eventualidad y el movimiento se
desinfló. De nuevo, el motivo por el que los tamiles, a pesar de su
abrumadora unidad, no pudieron organizar algo siquiera remotamente
parecido a la rebelión de Irlanda del Norte, residía en el hecho de
que los intereses económicos de muchísimos de ellos están en el
sur de Ceilán.
En 1962 aconteció
también el intento de golpe de Estado llevado a cabo por altos
mandos de la policía y del ejército. Los principales
implicados en el golpe fueron el capitán de la Fuerza de Voluntarios
de Ceilán, el jefe del Estado Mayor de la Armada, el subinspector
general de la policía, así como varios altos funcionarios
policiales y de la Administración y algunos empresarios
prominentes. Si contaban con cómplices políticos, nunca se les
consiguió descubrir. El golpe estaba bien planificado y fracasó
sólo porque un funcionario de policía (su actual inspector general,
Stanley Senanayake) tuvo miedo y desveló la conspiración a su
esposa que, a su vez, se la contó a su padre, P. de S. Kularatne. A
través de éste las noticias llegaron justo a tiempo a la Inspección
General de la policía.
Uno o dos golpistas se
suicidaron. Los demás fueron juzgados, declarados culpables y
condenados por la Corte Suprema, aunque quedaron en libertad tras el
recurso de casación resuelto por el Consejo Privado. El intento
de golpe y los nombres de los involucrados dieron mucho que
hablar. Era la primera vez que se producía un golpe de Estado
en Ceilán. Por ciertas sospechas que fueron surgiendo en el
curso de la investigación de la intentona, el gobierno obligó a
dimitir al gobernador general, Sir Oliver Goonatiieke. Teóricamente,
el gobernador general era el representante de la reina y la
autorización de ésta era indispensable para poder
destituirlo. Dicha autorización se obtuvo tras delicadas
negociaciones, pero bajo ciertas condiciones. Fue un final
humillante para quien, apodado por algunos como “Nuestro Genio
Malvado”4,
había sido el consejero en la sombra de todos y cada uno de los
primeros ministros. William Gopallawa, pariente de la Sra.
Bandaranayake, le sustituyó. El golpe de Estado provocó
igualmente una oleada de simpatía hacia el gobierno, pues todos los
golpistas eran conocidos reaccionarios que carecían del menor apoyo
o afecto popular.
Entretanto, la crisis
económica comenzó a agravarse. Las huelgas se sucedían y
algunas de las más largas de nuestra historia, como la huelga de los
trabajadores portuarios, la de la banca o la de las fábricas de
Wellawatte, tuvieron lugar en este periodo. El gobierno anunció
la congelación de los salarios y adoptó una política de “aguantar”
las huelgas hasta el final, recurriendo al ejército para romperlas
cuando se producían en los servicios esenciales. Todo ello obligó a
un profundo replanteamiento en los círculos sindicales. En la
primera mitad de 1963, la Federación Sindical de Ceilán [CTUF]
propuso que, en vista de que las huelgas aisladas de la clase obrera
se saldaban una tras otra sin éxito, todo el movimiento sindical,
tanto en el sector público como en el privado, se uniera entorno a
un conjunto de reivindicaciones comunes en aras de la acción
sindical colectiva. En ese sentido, en abril de 1963, el CTUF convocó
en su sede la primera conferencia de los principales sindicatos del
país, de la que nació el Comité Sindical Conjunto [JCTU], que, a
su vez, redactó sus famosos veintiún puntos en nombre de todo el
movimiento sindical. Fue éste el nivel más alto de unidad sindical
alcanzado nunca en Ceilán. Por vez primera, los empleados del
sector privado y los funcionarios del público, las distintas
categorías de empleados administrativos y no administrativos, los
trabajadores de las plantaciones y los obreros urbanos, los maestros
y los técnicos, se integraron todos en un único frente común. La
primera conferencia nacional del JCTU se celebró en el Hotel
Ceylinco en septiembre de 1963.
Simultáneamente,
comenzaron las iniciativas para la unificación del movimiento de
izquierdas. Con excepción de sus primeros cuatro años de
existencia, la maldición de la izquierda había sido su desunión. El
LSSP se había escindido y vuelto a escindir. La formación del
PC fue el resultado de una de esas fracturas y el grupo disidente de
Philip Gunawardena la consecuencia de otra. El pueblo, que
naturalmente deseaba ver a todas las fuerzas de izquierdas unidas
para poder así combatir eficazmente a la reacción y lograr el tan
anhelado fin de la explotación, apenas si entendía las diferencias
ideológicas que dividían a estos partidos.
Poco después de la
escisión en 1951 de Philip Gunawardena del LSSP, su partido entabló
negociaciones para la formación de un frente con el PC, al que se
denominó Frente Unido LSSP-PC. Fue en ese momento cuando al
LSSP, que dirigía N. M. Perera, se le dio el nombre de “nuevo
LSSP” [NLSSP]. El Frente Unido LSSP-PC emprendió una activa
campaña por la unidad de la izquierda que provocó una nueva
escisión en el LSSP. En protesta por la oposición de la
dirección del NLSSP a dicha unidad, un sector influyente del
partido, del que formaban parte T. B. Subasinghe, William Silva y
Stanley Tillekeratne, abandonó el NLSSP. En un principio, este
grupo se unió al de Philip Gunawardena. Sin embargo, al cabo de
un año, todos sus integrantes salvo unos pocos, como Subasinghe y
William Silva, se incorporaron al PC. En vísperas de las
elecciones de 1956, Philip Gunawardena dejó el Frente Unido LSSP-PC
y se unió a Bandaranayake y su MEP.
Ya en 1963, el movimiento
por la unidad de la izquierda cobró fuerza, debido, especialmente, a
la mala actuación del SLFP y al temor al regreso de la reacción,
que ésta andaba ya organizando. Antes del 1 de mayo de 1963 se
había avanzado tanto, que los tres partidos de izquierdas convocaron
una manifestación unitaria para el 1 de mayo. El entusiasmo de
las gentes por la unidad de la izquierda se pudo apreciar en la
gigantesca manifestación y concentración que tuvo lugar ese
día. Ceilán nunca había visto nada igual hasta entonces ni
tampoco después. No fue sólo que miles y miles de personas se
sumaran, en un hecho sin precedentes, a la manifestación; es que
muchos miles más atestaban el recorrido, formando una nutrida
barrera todo a lo largo de él y ocupando todos los puntos desde
donde pudiera dominarse este espectáculo único, que para muchos fue
el cumplimiento de sus más ansiadas esperanzas. Galle Face Green
rebosaba de humanidad. En comparación, las manifestaciones
convocadas por el SLFP y el UNP palidecieron en la más absoluta
insignificancia. Escenas como ésas sólo se habían visto en
los países socialistas en ocasiones como los desfiles del 1 de mayo
o las celebraciones del Día Nacional. Deben tenerse bien
presentes las posibilidades que representaba aquella extraordinaria
movilización de las fuerzas de izquierda de aquel 1 de mayo de 1963
para poder valorar en toda su amplitud el calibre de la traición
cometida al año siguiente con la formación de la coalición de
gobierno. Porque, mientras los tres dirigentes iban en un jeep
al frente de la manifestación de aquel 1 de mayo, albergaban ya
otras ideas respecto al modo en que iban a emplear la confianza que
el pueblo había depositado en ellos.
El acuerdo formal que
creó el Frente Unido de Izquierdas se firmó en una ceremonia en la
Plaza de la Independencia el 12 de agosto, día conmemorativo del
hartal, de 1963. Sin embargo, el espíritu del 1 de mayo
de ese año ya había desaparecido. Habían empezado a surgir
las dudas sobre la sinceridad de los dirigentes. Hete aquí tres
partidos, que se habían estado peleando unos con otros –¡y cómo!–
durante buena parte de un cuarto de siglo, cuyos máximos dirigentes,
de repente, anunciaban su decisión de unir sus fuerzas. No hubo
ninguna declaración autocrítica sobre los errores previos de unos u
otros, o sobre los motivos de tales errores. En otras palabras,
al pueblo no se le confiaron las razones de tantos años de desunión
de la izquierda. Era difícil no llegar a la conclusión de que
el acuerdo de unidad, negociado con tanta premura, era un gesto
oportunista para lograr la mayor cantidad posible de escaños en el
parlamento, y que carecía de principios.
Que este análisis era
correcto lo confirmó el hecho de que la ULF no duró ni un año.
En el año 1963 se
asistió también a la polarización dentro del PC de las fuerzas que
representaban al marxismo-leninismo, por un lado, y al revisionismo
moderno, por otro. Como se ha señalado anteriormente, la
dirección del PC había sido siempre, por lo general, revisionista,
debido a la influencia ideológica de los Partidos Comunistas de Gran
Bretaña y la India. Es menester indicar en este punto que, al
contrario de lo que se suele creer, el PC de Ceilán no mantuvo
contactos con el PC soviético hasta después de 1956. La razón
de ello fue que el PC de Ceilán se formó tras la disolución de la
III Internacional Comunista. El primer contacto tuvo lugar en el VIII
Congreso del PC chino, celebrado en 1956, cuando los delegados del PC
de Ceilán se reunieron con los del PC soviético que asistían
también a dicho congreso.
No obstante, después de
usurpar el poder por medio de un golpe palaciego y emprender el
camino de la traición revisionista moderna, abandonando los
principios revolucionarios del marxismo-leninismo, Kruschev trató de
atraer a todos los partidos comunistas a la órbita del
revisionismo. Desde el XXI congreso del Partido Comunista de la
Unión Soviética, el PC de Ceilán recibió invitaciones regulares
para todos los congresos del partido soviético. Pieter
Keuneman, Secretario General del PC, volvió del XXII congreso,
celebrado en 1962, con la “orden” de que el Comité Central del
PC aprobara a toda prisa una resolución de apoyo a las tesis
contrarrevolucionarias de los XX y XXII congresos del partido
soviético. En ese congreso, ya se había sometido
obedientemente a la batuta soviética y, sin autorización alguna del
Comité Central, atacó a Albania por desafiar a Kruschev y su
revisionismo.
Pero Keuneman se encontró
con una ardua tarea por delante. Hay que recordar que el PC de
Ceilán no había abordado nunca de manera oficial las conclusiones
del XX congreso del partido soviético, en el que Kruschev presentó
su informe secreto contra Stalin, lo cual se debía a que el partido,
que había nacido con el nombre de Stalin en sus labios, por así
decirlo, en el transcurso de la lucha contra el trotskismo, era un
bloque absolutamente pro Stalin. La dirección lo sabía y no se
había atrevido a abrir una discusión que, no obstante, no se podía
posponer más.
Por entones, ya habían
salido a la luz las diferencias entre la línea marxista-leninista
del Partido Comunista de China y la línea del revisionismo moderno
del partido soviético. El debate en el seno del Comité Central
del PC de Ceilán reflejó estas diferencias de líneas del
movimiento comunista internacional. La mayoría siguió el
camino del revisionismo moderno, dándose inicio a una caza de brujas
contra los marxistas-leninistas. Estos últimos convocaron el
VII congreso del partido, que la dirección, vulnerando los
estatutos, había pospuesto en reiteradas ocasiones, y se
reconstituyeron en el Partido Comunista Marxista-Leninista de Ceilán,
declarando su fidelidad al marxismo-leninismo-pensamiento Mao
Tse-Tung. Una de las primeras demostraciones de fuerza entre
ambas facciones tuvo lugar en diciembre de 1963 en el XIII congreso
de la Federación Sindical de Ceilán, la mayor organización de
masas que dirigía el PC. Los revisionistas modernos fueron
derrotados de modo decisivo y la dirección de la CTUF se mantuvo en
manos marxistas-leninistas.
En 1964 el gobierno se
enfrentaba a problemas económicos cada vez mayores. La ola
ascendente de descontento entre la clase obrera se reflejaba en el
crecimiento tanto del ULF como del JCTU. La Sra. Bandaranayake
se asustó: el 21 de marzo de 1964, mientras el JCTU celebraba una
inmensa manifestación en Galle Face en apoyo de sus 21
reivindicaciones, la Sra. Bandaranayake canceló su participación en
un mitin en las afueras de Colombo y no se movió de Temple Trees, al
ser informada de la llegada de miles de trabajadores provenientes de
todos los puntos del país.
Decidió actuar con
rapidez. Como la represión pura y dura no era posible, optó por la
conocida táctica de asaltar la fortaleza enemiga desde su interior
y, así, mostró su disposición para entablar conversaciones con los
dirigentes del LSSP. Antes incluso de que el dedo de la Sra.
Bandaranayake hubiera terminado de señalar a sus interlocutores, N.
M. Perera y Philip Gunawardena ya andaban tropezando uno con otro por
las puertas de Temple Trees, mientras al pobre Keuneman le dieron con
la cancela en las narices, a pesar de lo mucho que suplicó que le
dejaran entrar. Al ULF lo destruyeron finalmente los mismos hombres
que lo habían creado meses antes. Fue una sagaz maniobra táctica de
la Sra. Bandaranayake. De un golpe obtuvo la sumisión de los
dirigentes de la izquierda que no había conseguido su marido. Los
mismos hombres que se habían negado a ser los lugartenientes de
aquél, mucho más capaz que ella, aparecían ahora prácticamente
postrados a sus pies. La clase trabajadora y el movimiento de
izquierdas habían sido penosamente traicionados. A N. M. Perera y a
dos de sus conmilitones de partido les recompensaron con las
correspondientes carteras ministeriales. El gobierno de coalición
acababa de nacer. Cabe recordar la famosa definición que Lenin dio
de un gobierno de coalición como el gabinete conjunto de la
burguesía con los renegados del socialismo. Debía de tener en mente
el Ceilán de 1964 cuando dijo esa frase.
Una consecuencia de la
decisión del LSSP de unirse a la coalición de gobierno con el SLFP
fue una nueva escisión en el partido. Una facción encabezada por
Samarakkody, Merryl Fernando y Bala Tampoe se separó para formar el
LSSP(R), con “R” de revolucionario. A su vez, este grupo también
se dividió, al crear Samarakkody el (R)LSSP, con la “R” delante.
Ambos grupos siguen aún riñendo sobre quiénes son los auténticos
trotskistas.
Con unas elecciones a la
vuelta de la esquina, la Sra. Bandaranayake viajó a la India para
entablar negociaciones sobre el problema indo-cingalés. Se firmó el
Pacto Sirimavo-Shastri. Ceilán acordó otorgar la ciudadanía a
303.000 personas de origen indio, y la India, por su parte, aceptó
repatriar a 545.000. La suerte de lo pactado se decidiría más
tarde. El hecho de que Ceilán aceptara esas cifras constituía en sí
mismo un reconocimiento tácito de lo injusto de las leyes
anteriores. Pero el principal inconveniente de dicho pacto era que no
mencionaba ni una sola palabra de lo que sucedería si no se
alcanzaban tales cifras de forma voluntaria. Si esas 545.000 personas
no solicitaban la ciudadanía india, ¿se usaría la fuerza? La
cuestión quedó en la más completa imprecisión. Aunque en las
siguientes elecciones el pacto constituyó uno de los grandes asuntos
debatidos, apenas nada se ha hecho desde entonces y hasta la fecha
(1974) para ponerlo en marcha.
La principal controversia
política mientras duró dicho gobierno de coalición fue el proyecto
de Ley de Prensa. Para poder entender este asunto, es esencial
conocer la situación de la prensa en la isla. Debido al elevado
nivel de alfabetización en Ceilán, logrado gracias a la educación
gratuita implantada desde 1945, los periódicos desempeñaban un
papel importante en la formación ideológica de la gente. La
posición predominante en el sector mediático por aquel entonces la
ostentaba la Asociación de Periódicos de Ceilán o “Lake House”,
como se la solía llamar, que editaba varios diarios en las tres
lenguas. Su fundador, D. R. Wijeyawardena, colega y amigo de D. S.
Senanayake, había comprado una serie de periódicos que ya existían,
convirtiendo a su grupo de prensa en un monopolio en la práctica. La
única oposición estaba representada por el Times of Ceylon,
en su origen de propiedad británica, y el diario tamil Virakesari.
A menudo se ensalza a D.
R. Wijeyawardena como adalid de las reformas, así como por su
contribución al movimiento por la independencia, que apoyó desde
sus periódicos. No obstante, si se le ha de juzgar por sus actos en
el ámbito periodístico, en su haber consta la creación de la mayor
fábrica de mentiras de Ceilán y mayor bastión de la reacción.
“Lake House” simbolizó todo lo reaccionario que había Ceilán.
Se opuso a todas y cada una de las medidas progresistas propuestas
por cualquier gobierno. El reciente informe de una comisión de
investigación sobre las actividades corruptas de tres directores de
“Lake House”, quienes infringieron a sabiendas la normativa en
materia de control de cambios y depositaron casi dos millones de
rupias en cuentas privadas en bancos extranjeros, aunque posterior a
la muerte de Wijeyawardena, es, sin duda, el mejor epitafio que
podría colocarse sobre la tumba de “Lake House”, cuando por fin
descanse en paz, como todo el mundo espera.
“Lake House” combatió
al movimiento de izquierdas desde el principio y no se anduvo con
remilgos a la hora de emplear todo tipo de armas, tales como la
calumnia, las insinuaciones, las medias verdades, las mentiras
completas, etc. Nada era lo bastante malo si se podía usar para
golpear a la izquierda. También Bandaranayake hubo de imponerse a la
total oposición de “Lake House”. Como buen orador que era,
Bandaranayake optó por la radio pública y la empleó contra la
prensa burguesa. Sus sucesores, sin embargo, incapaces de algo
semejante, decidieron poner coto a “Lake House”. Existía ya un
clamor público que pedía tomar el control de “Lake House”. De
ese modo, el gobierno de coalición presentó un proyecto de ley para
su nacionalización. Aquí es donde se equivocó, pues debería haber
utilizado sus poderes –incluso haber declarado una situación de
crisis, si hubiera sido necesario– para hacerse primero con el
control de “Lake House” y hablar más tarde. El error se demostró
fatal.
“Lake House” movilizó
a su artillería pesada. El informe de la comisión de investigación
detalla cómo procedió para hacer frente a esta amenaza a su
existencia. Varios cientos de miles de rupias fueron puestos a la
disposición absolutamente discrecional de uno o dos de sus
directores. Más tarde, en el parlamento, se formuló la acusación
de que a los diputados de la mayoría que votaron el 4 de diciembre
de 1964 con la oposición y en contra del gobierno, los había
sobornado “Lake House”. La comisión de investigación indagó el
asunto y declaró que no disponía de pruebas que corroboraran tales
acusaciones. Pero, al mismo tiempo, afirmaba que los directores de
“Lake House” no habían dado explicaciones convincentes sobre el
modo en que habían gastado la enorme cantidad de dinero que se les
había confiado en ese periodo. Que cada cual saque sus propias
conclusiones.
La campaña contra “Lake
House” fue una de las mayores vistas hasta entonces en Ceilán, si
bien es cierto que “Lake House” se terminó llevando el gato al
agua ante la debilidad táctica del gobierno. Los “brillantes
cerebros” del LSSP se encargaron de la redacción y presentación
del proyecto de Ley de Prensa en el parlamento. El periodo de
sesiones parlamentarias se prorrogó con el único propósito de
debatir el proyecto de ley que permitiera controlar “Lake House”.
El día de las votaciones, el del Mensaje Inaugural de 4 de diciembre
de 1964, un número suficiente de diputados del SLFP se sumó a la
oposición, provocando la derrota del gobierno por un voto. Los dos
diputados del LSSP(R), Samarakkody y Merryl Fernando, votaron con el
UNP y el resto de los reaccionarios, allanando el regreso al poder de
dicho partido en 1965.
Debe señalarse, sin
embargo, que durante el primer gobierno de la Sra. Bandaranayake se
adoptaron diversas medidas progresistas, como la nacionalización de
la enseñanza, la del Banco de Ceilán y de los seguros, así como la
de todas las compañías petroleras extranjeras. En relación con
estas últimas, se planteó el contencioso del monto de las
indemnizaciones, lo que motivó que el gobierno de Estados Unidos
suspendiera sus programas de ayuda. El gobierno cingalés finalmente
acordó pagar una cantidad que los norteamericanos dieron por buena.
También debe indicarse que durante este gobierno, llegó a Ceilán
el primer grupo de personal de mantenimiento de la paz de los Estados
Unidos.
Las elecciones de 1965 no
dieron la victoria absoluta a ningún partido. En ellas el UNP volvió
a ser el grupo más votado. Al Partido Federal le cortejaron ambos
bandos, porque su apoyo habría permitido a cualquiera de los dos
partidos formar gobierno. Aunque más tarde fue terriblemente crítico
con la alianza del UNP con el Partido Federal, no cabe duda de que el
SLFP hizo todo lo posible para llegar a un acuerdo con éste y trató
de lograrlo a cualquier precio. No obstante, sobre la base de un
pacto secreto entre Dudley Senanayake y Chelvanayagam, pacto
reconocido, pero nunca hecho público, el UNP formó el llamado
“Gobierno Nacional”, en el que se integraron Philip Gunarwardena
y W. Dahanayake. El UNP también fichó a Thondaman, adinerado
latifundista que, irónicamente, también era el máximo dirigente
del mayor sindicato de los trabajadores de las plantaciones. Fueron
los intereses de su clase, y no los de los trabajadores de origen
indio de las plantaciones, los que determinaron a Thondaman
–aconsejado posiblemente también por la embajada india en Ceilán–
a lamer la misma bota que en 1948 había pateado a los trabajadores
de las plantaciones de origen indio.
Los partidos de la
frustrada coalición respondieron con una de las más ruidosas
campañas chovinistas jamás desencadenadas, en la que ni siquiera
faltaron comentarios despectivos sobre los hábitos alimenticios de
los tamiles. ¡Fue la época de la línea “masala vadai”!
El LSSP y la camarilla revisionista de Keuneman no le fueron a la
zaga al SLFP en su burda campaña chovinista.
El 8 de enero de 1966,
cuando Dudley Senanayake trató de aprobar ciertas disposiciones que
pretendía incluir en el proyecto de Ley de Uso Razonable de la
Lengua Tamil, la oposición llamó a una huelga de carácter étnico
y convocó una manifestación en la que resultó muerto por disparos
un monje budista. Todo ello desembocó en la declaración del estado
de emergencia. Los miles de trabajadores que, engañados, habían
participado en la huelga aquel día, fueron el objeto de las
represalias del gobierno y de las empresas estatales; a su vez, el
Partido Federal pronto iba a darse cuenta de que su oportunismo
tampoco recibiría compensación alguna. A instancias del Partido
Federal, Dudley Senanayake presentó un proyecto de Ley sobre los
Consejos de Distrito que les concedía un cierto grado de autonomía:
los partidos de la coalición consiguieron organizar tales protestas
a lo largo y ancho del país, incluso en las propias filas del UNP,
que Dudley tuvo que renunciar al proyecto. Poco después, dimitió el
representante del Partido Federal en el gabinete y la ilusión de un
“Gobierno Nacional” se desvaneció.
Calle de Colombo, 1960 |
Por lo demás, el
gobierno de 1965 de Dudley Senanayake se caracterizó por empeorar
aún más la crisis económica. Como consecuencia de la devaluación
de la libra esterlina, y ante la insistencia del Banco Mundial, la
rupia se devaluó un 20%. Como el Banco Mundial no quedó satisfecho
con esa tasa, impuso una nueva devaluación bajo la forma de Proyecto
de Certificados de Títulos Cambiarios. La ración de arroz se redujo
a la mitad, si bien una parte se entregaba ahora gratuitamente. El
coste de la vida se disparó y creció el desempleo. Se produjeron
huelgas generales en el sector privado y en el público en 1967 y
1968 respectivamente. La única solución del gobierno ante los
crecientes males económicos que padecía Ceilán fue pedir prestado
a instituciones imperialistas, como el Banco Mundial. Pidió más que
cualquier otro gobierno. De ese modo, ciñó aún más la correa que
ataban a Ceilán al imperialismo extranjero.
Políticamente, el SLFP,
el LSSP y la camarilla revisionista de Keuneman formaron un Frente
Unido a partir de un programa común que era mucho más inconsistente
que el manifiesto electoral original del MEP de 1956 de S. W. R. D.
Bandaranayake.
Durante este periodo
salió a la luz igualmente la opresión social que sufrían las
castas deprimidas e intocables en Jaffna. Bajo la dirección del
Movimiento de Masas por la Erradicación de la Intocabilidad y del
Sistema de Castas, los desfavorecidos se enfrentaron a sus opresores
por la cuestión de la entrada a los templos. El gobierno se puso de
parte de la casta de los hindúes y dio rienda suelta a la represión
contra las llamadas “castas deprimidas”. Sólo el Partido
Comunista Marxista-Leninista las apoyó abiertamente y les dio una
dirección. Éste luchó con valentía y varios camaradas cayeron en
la lucha. La cuestión, no obstante, sigue sin estar totalmente
resuelta a día de hoy. Pero, al menos, dicho movimiento sirvió para
poner al descubierto la existencia de tan inhumano sistema, así como
la hipocresía del Partido Federal, que pedía la igualdad de
derechos con los cingaleses, pero no estaba dispuesto a tratar como
iguales a personas que hablaban su mismo idioma, porque pertenecían
a una casta inferior.
Las elecciones generales
de 1970 se convirtieron en una confrontación directa entre el Frente
Unido y el UNP. Sólo el Partido Comunista Marxista-Leninista previno
contra cualquier tipo de fe en el fraude de la democracia
parlamentaria burguesa e hizo un llamamiento al pueblo a
desentenderse de las elecciones. Aunque, en aquel momento, fueron
relativamente pocos los que secundaron dicho llamamiento, en menos de
un año la mayoría hubo de admitir lo acertado de tal análisis. A
pesar de que el gobierno del Frente Unido regresó al poder con una
abrumadora mayoría parlamentaria de más de dos tercios, se reveló
incapaz de resolver cualquiera de los problemas fundamentales del
pueblo. Antes al contrario, el coste de la vida siguió subiendo aún
más si cabe y la tasa de desempleo empeoró.
La amplitud misma de su
mayoría parlamentaria portaba en sí las semillas de su propia
destrucción. Al concederle tan abrumadora mayoría, el pueblo
avisaba que no aceptaría excusas. La desilusión con el gobierno no
tardó en hacerse patente. Tras haber prometido hasta la luna, el
nuevo gobierno siguió los mismos pasos que antes diera el UNP. Tras
haber criticado ferozmente a éste por su servilismo para con el
Banco Mundial, el primer acto del nuevo ministro de Finanzas, el
trotskista N. M. Perera, fue acudir en misión mendicante a su sede.
En menos de un año, el gobierno cumplía ya todas las condiciones
que le imponía el Banco Mundial y hacía recaer la carga de la
crisis económica sobre los hombros de las masas. La
explosión no tardó en llegar.
1
Dicha campaña se inició a finales de marzo de 1958 con la
sustitución de la letra sri del alfabeto cingalés por la
shri del tamil en todas las matrículas de cuarenta autobuses
públicos que operaban en zonas tamiles del norte de la isla. [N. de
los t.]
2
Alude a la cantidad de dinero que en el sistema electoral cingalés
debe pagar todo candidato por presentarse a unas elecciones. [N. de
los t.]
3
Tipo de lucha política –literalmente significa en hindi
“insistencia en la verdad”– basada en la resistencia y la
desobediencia civil sistemáticas. [N. de los t.]
4
“Our Evil Genius” (OEG), en inglés. [N. de los t.]
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